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Datos principales
Desarrollo
CAPÍTULO XVIII De Ríos Entre todos los ríos no sólo de Indias sino del universo mundo, el principado tiene el río Marañón o de las Amazonas, del cual se dijo en el libro pasado. Por este han navegado diversas veces españoles, pretendiendo descubrir tierras que según fama son de grandes riquezas, especialmente la que llaman del Dorado y el Paitití. El adelantado Juan de Salinas hizo una entrada por él, notable, aunque fue de poco efecto. Tiene un paso que le llaman el Pongo, que debe ser de los peligrosos del mundo, porque recogido entre dos peñas altísimas, tajadas, da un salto abajo de terrible profundidad, adonde el agua, con el gran golpe, hace tales remolinos, que parece imposible dejar de anegarse y hundirse allí. Con todo eso la osadía de los hombres acometió a pasar aquel paso por la codicia del Dorado tan afamado. Dejáronse caer de lo alto arrebatados del furor del río, y asiéndose bien a las canoas o barcas en que iban, aunque se trastornaban al caer, y ellos y sus canoas se hundían, tornaban a lo alto, y en fin, con maña y fuerza, salían. En efecto, escapó todo el ejército, excepto muy poquitos que se ahogaron, y lo que más admira, diéronse tan buena maña, que no se les perdió la munición y pólvora que llevaban. A la vuelta (porque a cabo de grandes trabajos y peligros la hubieron de dar por allí) subieron por una de aquellas peñas altísimas, asiéndose a los puñales que hincaban. Otra entrada hizo por el mismo río el capitán Pedro de Orsúa, y muerto él y amotinada la gente, otros capitanes prosiguieron por el brazo que viene hasta el mar del Norte.
Decíanos un religioso de nuestra Compañía que siendo seglar se halló en toda aquella jornada, que cuasi cien leguas subían las mareas el río arriba, y que cuando viene ya a mezclarse con el mar, que es cuasi debajo o muy cerca de la Línea, tiene setenta leguas de boca, cosa increíble y que excede a la anchura del mar Mediterráneo, aunque otros no le dan en sus descripciones sino veinte y cinco o treinta leguas de boca. Después de este río tiene el segundo lugar en el universo el río de la Plata, que por otro nombre se dice el Paraguay, el cual corre de las cordilleras del Pirú, y entra en la mar en altura de treinta y cinco grados al Sur. Crece al modo que dicen del Nilo, pero mucho más sin comparación, y deja hechos mar los campos que baña por espacio de tres meses; después se vuelve a su madre, suben por él navíos grandes muy muchas leguas. Otros ríos hay que aunque no de tanta grandeza, pero igualan y aun vencen a los mayores de Europa, como el de la Magdalena cerca de Santa Marta, y el Río Grande y el de Alvarado, en Nueva España, y otros innumerables. De la parte del Sur, en las sierras del Pirú no son tan grandes los ríos comúnmente, porque tienen poco espacio de corrida y no pueden juntar tantas aguas, pero son recios por caer de la sierra y tienen avenidas súbitas, y por eso son peligrosos y han sido causa de muchas muertes; en tiempo de calores crecen y vienen de avenida. Yo pasé veinte y siete por la costa y ninguno de ellos a vado.
(Usan los indios de mil artificios para pasar los ríos. En algunas partes tienen una gran soga atravesada de banda a banda, y en ella un cestón o canasto, en el cual se mete el que ha de pasar, y desde la ribera tiran de él, y así pasa en su cesto. En otras partes va el indio como caballero en una balsa de paja, y toma a las ancas al que ha de pasar, y bogando con un canalete, pasa. En otras partes tienen una gran red de calabazas sobre las cuales echan las personas o ropa que han de pasar, y los indios, asidos con unas cuerdas, van nadando y tirando de la balsa de calabazas, como caballos tiran un coche o carroza, y otros detrás van dando empellones a la balsa para ayudarla. Pasados, toman a cuestas su balsa de calabazas, y tornan a pasar a nado; esto hacen en el río de Santa del Pirú. En el de Alvarado de Nueva España pasamos sobre una tabla, que toman a hombros los indios, y cuando pierden pie, nadan. Estas y otras mil maneras que tienen de pasar los ríos, ponen cierto miedo cuando se miran, por parecer medios tan flacos y frágiles, pero en efecto son muy seguros. Puentes ellos no las usaban sino de crisnejas y paja. Ya hay en algunos ríos, puentes de piedra por la diligencia de algunos gobernadores, pero harto menos de las que fuera razón, en tierra donde tantos hombres se ahogan por falta de ellas, y que tanto dinero dan, de que no sólo España, pero tierras extranjeras fabricaban soberbios edificios. De los ríos que corren de las sierras, sacan en los valles y llanos los indios, muchas y grandes acequias para regar la tierra, las cuales usaron hacer con tanto orden y tan buen modo, que en Murcia ni en Milán no le hay mejor, y esta es la mayor riqueza o toda la que hay en los llanos del Pirú, como también en otras muchas partes de Indias.)
Decíanos un religioso de nuestra Compañía que siendo seglar se halló en toda aquella jornada, que cuasi cien leguas subían las mareas el río arriba, y que cuando viene ya a mezclarse con el mar, que es cuasi debajo o muy cerca de la Línea, tiene setenta leguas de boca, cosa increíble y que excede a la anchura del mar Mediterráneo, aunque otros no le dan en sus descripciones sino veinte y cinco o treinta leguas de boca. Después de este río tiene el segundo lugar en el universo el río de la Plata, que por otro nombre se dice el Paraguay, el cual corre de las cordilleras del Pirú, y entra en la mar en altura de treinta y cinco grados al Sur. Crece al modo que dicen del Nilo, pero mucho más sin comparación, y deja hechos mar los campos que baña por espacio de tres meses; después se vuelve a su madre, suben por él navíos grandes muy muchas leguas. Otros ríos hay que aunque no de tanta grandeza, pero igualan y aun vencen a los mayores de Europa, como el de la Magdalena cerca de Santa Marta, y el Río Grande y el de Alvarado, en Nueva España, y otros innumerables. De la parte del Sur, en las sierras del Pirú no son tan grandes los ríos comúnmente, porque tienen poco espacio de corrida y no pueden juntar tantas aguas, pero son recios por caer de la sierra y tienen avenidas súbitas, y por eso son peligrosos y han sido causa de muchas muertes; en tiempo de calores crecen y vienen de avenida. Yo pasé veinte y siete por la costa y ninguno de ellos a vado.
(Usan los indios de mil artificios para pasar los ríos. En algunas partes tienen una gran soga atravesada de banda a banda, y en ella un cestón o canasto, en el cual se mete el que ha de pasar, y desde la ribera tiran de él, y así pasa en su cesto. En otras partes va el indio como caballero en una balsa de paja, y toma a las ancas al que ha de pasar, y bogando con un canalete, pasa. En otras partes tienen una gran red de calabazas sobre las cuales echan las personas o ropa que han de pasar, y los indios, asidos con unas cuerdas, van nadando y tirando de la balsa de calabazas, como caballos tiran un coche o carroza, y otros detrás van dando empellones a la balsa para ayudarla. Pasados, toman a cuestas su balsa de calabazas, y tornan a pasar a nado; esto hacen en el río de Santa del Pirú. En el de Alvarado de Nueva España pasamos sobre una tabla, que toman a hombros los indios, y cuando pierden pie, nadan. Estas y otras mil maneras que tienen de pasar los ríos, ponen cierto miedo cuando se miran, por parecer medios tan flacos y frágiles, pero en efecto son muy seguros. Puentes ellos no las usaban sino de crisnejas y paja. Ya hay en algunos ríos, puentes de piedra por la diligencia de algunos gobernadores, pero harto menos de las que fuera razón, en tierra donde tantos hombres se ahogan por falta de ellas, y que tanto dinero dan, de que no sólo España, pero tierras extranjeras fabricaban soberbios edificios. De los ríos que corren de las sierras, sacan en los valles y llanos los indios, muchas y grandes acequias para regar la tierra, las cuales usaron hacer con tanto orden y tan buen modo, que en Murcia ni en Milán no le hay mejor, y esta es la mayor riqueza o toda la que hay en los llanos del Pirú, como también en otras muchas partes de Indias.)