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Desarrollo


CAPITULO XVI Son enviados los nuestros de la ciudad de Hucheofú y cuéntase lo que en ella les sucedió De la ciudad de Haucheofú fueron enviados a la de Hucheofú, que es más principal y mayor que la primera, acompañándolos y guardándolos siempre el número de soldados que queda dicho, haciendo una parte del camino por agua y otra por tierra, donde vieron tantas cosas y tan ricas que respecto de ellas les pareció nada todo lo que habían visto hasta allí: las cuales (aunque de muchas de ellas tenía relación particular), yo dejo de intento por no hacer de Itinerario historia, y lo principal, porque muchas de ellas parecen increíbles, y lo serán para los que no tienen mucha noticia de las grandezas de este reino. Las villas y ciudades que en el discurso del camino vieron fueron muchas y muy grandes y todas con muralla fuerte; y en una de ellas un gran río, en el cual había más de 500 anorias que estaban hechas con tal artificio, que con solamente la violencia de la corriente del río que las movía regaban todas las tierras a él cercanas por distancia de dos leguas y más, sin otro favor ni impulso humano. En esta ciudad estuvieron algunos días en visitas y cumplimientos. Después de los cuales los mandaron ir a Cantón, de quien ya en las dos relaciones atrás se ha hecho particular mención. En llegando a la ciudad fueron llevados a la cárcel del Tequexí, que es donde están los condenados a muerte y donde ellos la vieron bien claramente. Allí los tuvieron muchos días, sacándolos los más de ellos y llevándolos a los tribunales de los jueces en compañía de otros condenados a muerte.

En este tiempo estaba en esta ciudad el Tutan, que es el Virrey de la Provincia, y el Chaer, que es visitador general, y era tiempo en que hacían grandes justicias para desocupar las cárceles donde había millares de hombres, y algunos de ellos que habían estado en ellas pasados de diez años. Hubo día de éstos en que en presencia de los nuestros sacaron a justiciar dos mil hombres, unos con pena de muerte, otros de azotes y otros de destierro, y de otras maneras de justicias, según la disposición y rigor de sus leyes. El día que ha de haber justicia capital usan de particulares ceremonias, como soltar ciertas piezas de artillería y cerrar las puertas de la ciudad sin ser permitido a ninguno entrar en ella ni salir hasta ser acabado el tal acto y justicia y otras muchas cosas, de la manera que queda dicho en la primera parte de esta historia. Estando en esta ciudad y en tiempo tan calamitoso los nuestros, un caballero portugués llamado Arias Gonzalo de Miranda, Capitán mayor de la ciudad de Macao y muy devoto de religiosos y amigo de castellanos, como entendiese el trabajo y peligro en que estaban, dio orden cómo librarlos poniendo en ello tanto cuidado que salió con su intento, de manera que los soltaron de la prisión y temor en que estaban por los ruegos de este caballero y porque con buena maña y amor deshizo la mala fama que contra ellos había, compeliéndolos con esto a revocar la sentencia rigurosa y de muerte que tenían fulminada. No se tratan en particular las cosas que a estos religiosos y siervos de Dios le sucedieron, así en la prisión como en los caminos, por ser muchas y que para decirse requerían mucho tiempo, y aun hacer nueva historia.

Aunque en los libros que quedan atrás se han tocado las riquezas y cosas de aquel reino en particular, para mayor certificación me pareció no sería sin propósito poner en el capítulo siguiente algunas de las que el dicho Padre fray Martín Ignacio conmigo comunicó, usando en el tratarlas de tanta brevedad, que sirva más de epílogo que de nueva relación para mayor verificación de la verdad, para que ella sea más eficazmente entendida y creída, viendo que hay concordia entre las personas que vieron lo que aquí se pone y dice, y también porque el dicho Padre y sus compañeros vieron algunas cosas más que los otros cuyas relaciones hemos puesto. Siendo la causa de esto el fiarse de ellos y dejarlos ver y entender muchos secretos como a hombres a quien tenían sentenciados a muerte, que llenamente se lo prohibieran si entendieran habían de tornar a salir fuera del reino, porque huyen con mucho cuidado que las demás naciones no sepan sus cosas secretas y manera de gobierno y de vivir.

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