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Datos principales
Desarrollo
Capítulo XLVII Cómo Atao Hualpa, sabiendo que su hermano le enviaba a prender, se preparó para la defensa Luego que llegó Ato a Tomebamba con la gente del Cuzco, fue avisado dello Atao Hualpa por espías y amigos, que luego le despacharon advirtiéndole de la intención con que venía. De lo cual muy acongojado, y temeroso que si le prendían no podía escapar con la vida, llamó a Chalco Chima y Quisquis, que eran sus principales en el consejo, y habiendo tratado lo que le pareció convenir mandó juntar todas las naciones que hay a la redonda de Quito, y a todos los mitimas puestos allí por su abuelo Tupa Ynga Yupanqui. Desde que los tuvo juntos se levantó en pie y llorando enderezó su plática, primero a los mitimas, y les dijo: ya sabéis, hermanos míos, que fuisteis dejados por mi padre y abuelo en estas partes para guarda y reparo de esta tierra y yo, queriéndoos y amándoos de todo corazón, por ayudaros y defenderos quedé en vuestra compañía y ahora no sé qué es la causa que mi hermano nos aborrece, que ningún servicio ni presente que le he enviado ha querido recibir con alegre rostro, antes con desdén lo ha menospreciado, estimándolo en poco y desechando con gran vergüenza y afrenta los mensajeros que han ido de mi parte, siendo como le somos tan leales vasallos. Y pues así lo ha querido, ya sabéis que si a mí me prenden que vosotros padeceréis juntamente conmigo por haber estado y quedado entre vosotros y haberme favorecido. Lo que al presente tengo que rogaros es que, pues que sabéis que soy hijo de Huaina Capac como Huascar Ynga, mi hermano, me ayudéis con vuestras personas y todas vuestras fuerzas, porque yo tengo ánimo de defenderme de todos los del mundo que sin razón me quisieren agraviar, y ofenderlos hasta la muerte.
En diciendo estas razones se levantaron Chalco Chima y Quisquis y otros capitanes de los mitimas y le dijeron que tenía razón en cuanto había propuesto, que pues su hermano los había tratado tan mal a los que a su padre habían servido lealmente, y a costa de su sangre le habían conquistado tantas provincias y muerto a muchos de los que habían ido con el cuerpo de su padre, acompañándole, y no contento con esto ahora enviaba gente que los prendiese, como si fueran estraños y no conocidos y hubieran faltado a sus obligaciones y fueran rebeldes e inobedientes a sus mandamientos, pues no somos mujeres, sino hombres que sabemos y sabremos mandar las armas y a fuerza de nuestros brazos nos defenderemos de todo el mundo, pues Nuestro Señor nos mueve tan sin razón la guerra y él mismo la demanda y pide a sus vasallos, que nosotros diestros somos en las batallas, y en las guerras que tuvo vuestro padre nos hemos hallado y ejercitado nuestras fuerzas y ánimo y es muy justo que nos defendamos dél, y entienda que somos hombres en quien hay brío para ello. Oyendo estas razones Atao Hualpa, se levantó en pie y con mucha humildad y afables razones se lo agradeció, y vista la prontitud con que se habían ofrecido a su servicio y le habían respondido según su voluntad y deseo les dijo: hermanos míos, que estáis aparejados en todo y por todo a seguirme, de hoy más andad apercibidos con las armas en las manos, aderezándoos de lo necesario, como gente que está en frontera de enemigos.
Oído esto se tornaron los mitimas a asentar, haciendo gran reverencia a Ato Hualpa. El cual, después de haber hablado con ellos, mandó llamar ante sí a los naturales de la tierra y provincias de la redonda de Quito, que estaban asentados por ayllos, escuchando las razones que pasaban con los mitimas y venidos delante dél les dijo: ya sabéis, hermanos míos, lo que he tratado y dicho a los mitimas; agora os quiero decir a vosotros lo que tengo en mi pecho y es que bien os acordaréis cómo mi padre os conquistó y asoló por fuerza de armas y a vuestros padres y hermanos llevó desta tierra al Cuzco, cautivos y aprisionados para triunfar dellos por su valor y grandeza. Y bien os es notorio cómo yo soy hijo y heredero y mi hermano Huascar Ynga, siéndole yo tan leal y sujeto y no habiendo quebrantado en nada su mandato me ha tratado y trata como enemigo, y ahora me comienza guerra injusta y sin razón y por haberme dado vosotros favor creo que os tiene de asolar y robar esta vez como la primera, que aun de la destrucción pasada no estáis restaurados ni vueltos en vuestro primer ser. Yo estoy con determinación de defenderme con las armas en las manos hasta morir y no consentir que se os haga agravio alguno. Mirad, hermanos míos, lo que pensáis hacer, porque bien conocéis y habéis visto cómo os he tenido en lugar de tales y que ninguna mala obra os he hecho ni he consentido se os haga, sino, todo buen tratamiento, y para esto acordaos de tanta multitud como de vosotros mató mi padre en Yahuarcocha y otras partes, y aunque no fuera sino por vengaros dello habéis de hacer esto que os ruego y pido.
Estas últimas razones les dijo, porque cuando entendieron lo que se trataba con los mitimas, le habían dicho: ¿cómo señor queréis sobrepujar a vuestro hermano siendo Ynga y tan poderoso y que tiene tanto número de soldados? pero como les acordó los trabajos y destrucciones que por ellos habían pasado en las guerras y conquistas, y las muertes de los suyos, dijeron todos a una que le seguirían haciendo su voluntad, y que todos estaban muy bien en ello, que mirase lo que hacía, que aparejadas tenían sus armas para favorecerle. Entonces, muy contento Atao Hualpa desta respuesta de los naturales y muy satisfecho de su buen ánimo y voluntad, para confirmarlos más en su propósito y determinación, mandó sacar gran cantidad de ropa de todas suertes, plata y oro y otras cosas de estima y valor de los depósitos de su padre y, con muestras de liberalidad y amor, y magnificencia, la repartió en toda aquella gente según la calidad y méritos de cada uno, con lo cual todos quedaron en extremo contentos y satisfechos del valor de Atao Hualpa y se pusieron en armas secretamente.
En diciendo estas razones se levantaron Chalco Chima y Quisquis y otros capitanes de los mitimas y le dijeron que tenía razón en cuanto había propuesto, que pues su hermano los había tratado tan mal a los que a su padre habían servido lealmente, y a costa de su sangre le habían conquistado tantas provincias y muerto a muchos de los que habían ido con el cuerpo de su padre, acompañándole, y no contento con esto ahora enviaba gente que los prendiese, como si fueran estraños y no conocidos y hubieran faltado a sus obligaciones y fueran rebeldes e inobedientes a sus mandamientos, pues no somos mujeres, sino hombres que sabemos y sabremos mandar las armas y a fuerza de nuestros brazos nos defenderemos de todo el mundo, pues Nuestro Señor nos mueve tan sin razón la guerra y él mismo la demanda y pide a sus vasallos, que nosotros diestros somos en las batallas, y en las guerras que tuvo vuestro padre nos hemos hallado y ejercitado nuestras fuerzas y ánimo y es muy justo que nos defendamos dél, y entienda que somos hombres en quien hay brío para ello. Oyendo estas razones Atao Hualpa, se levantó en pie y con mucha humildad y afables razones se lo agradeció, y vista la prontitud con que se habían ofrecido a su servicio y le habían respondido según su voluntad y deseo les dijo: hermanos míos, que estáis aparejados en todo y por todo a seguirme, de hoy más andad apercibidos con las armas en las manos, aderezándoos de lo necesario, como gente que está en frontera de enemigos.
Oído esto se tornaron los mitimas a asentar, haciendo gran reverencia a Ato Hualpa. El cual, después de haber hablado con ellos, mandó llamar ante sí a los naturales de la tierra y provincias de la redonda de Quito, que estaban asentados por ayllos, escuchando las razones que pasaban con los mitimas y venidos delante dél les dijo: ya sabéis, hermanos míos, lo que he tratado y dicho a los mitimas; agora os quiero decir a vosotros lo que tengo en mi pecho y es que bien os acordaréis cómo mi padre os conquistó y asoló por fuerza de armas y a vuestros padres y hermanos llevó desta tierra al Cuzco, cautivos y aprisionados para triunfar dellos por su valor y grandeza. Y bien os es notorio cómo yo soy hijo y heredero y mi hermano Huascar Ynga, siéndole yo tan leal y sujeto y no habiendo quebrantado en nada su mandato me ha tratado y trata como enemigo, y ahora me comienza guerra injusta y sin razón y por haberme dado vosotros favor creo que os tiene de asolar y robar esta vez como la primera, que aun de la destrucción pasada no estáis restaurados ni vueltos en vuestro primer ser. Yo estoy con determinación de defenderme con las armas en las manos hasta morir y no consentir que se os haga agravio alguno. Mirad, hermanos míos, lo que pensáis hacer, porque bien conocéis y habéis visto cómo os he tenido en lugar de tales y que ninguna mala obra os he hecho ni he consentido se os haga, sino, todo buen tratamiento, y para esto acordaos de tanta multitud como de vosotros mató mi padre en Yahuarcocha y otras partes, y aunque no fuera sino por vengaros dello habéis de hacer esto que os ruego y pido.
Estas últimas razones les dijo, porque cuando entendieron lo que se trataba con los mitimas, le habían dicho: ¿cómo señor queréis sobrepujar a vuestro hermano siendo Ynga y tan poderoso y que tiene tanto número de soldados? pero como les acordó los trabajos y destrucciones que por ellos habían pasado en las guerras y conquistas, y las muertes de los suyos, dijeron todos a una que le seguirían haciendo su voluntad, y que todos estaban muy bien en ello, que mirase lo que hacía, que aparejadas tenían sus armas para favorecerle. Entonces, muy contento Atao Hualpa desta respuesta de los naturales y muy satisfecho de su buen ánimo y voluntad, para confirmarlos más en su propósito y determinación, mandó sacar gran cantidad de ropa de todas suertes, plata y oro y otras cosas de estima y valor de los depósitos de su padre y, con muestras de liberalidad y amor, y magnificencia, la repartió en toda aquella gente según la calidad y méritos de cada uno, con lo cual todos quedaron en extremo contentos y satisfechos del valor de Atao Hualpa y se pusieron en armas secretamente.