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Datos principales
Desarrollo
De cómo los Chancas allegaron a la ciudad del Cuzco y pusieron su real en ella y del temor que mostraron los que estaban en ella y del gran valor del Inca Yupanqui. Después que los Chancas hobieron hecho sacrificios en Apurima y llegasen cerca de la ciudad de Cuzco, el capitán general que llevaban o señor dellos, Hastu Guaraca, les decía que mirasen la alta empresa que tenían, que se mostrasen fuertes y no tuviesen pavor ni temor ninguno de aquellos que pensaban espantar la gente con pararse las orejas tan grandes como ellos se ponían; y que si los vencían habrían mucho despojo e mujeres hermosas con quien holgasen; los suyos le respondían alegremente que harían el deber. Pues como en la ciudad del Cuzco hobiesen sabido ya de los que venían contra ella e Viracocha Inca ni su hijo Inca Urco no se diesen nada por ello, los orejones y más principales estaban muy sentidos por ello y, como ya supiesen los enemigos cuan cerca estaban, fueron hechos grandes sacrificios a su costumbre y acordaron de rogar a Inca Yupanqui que tomase el cargo de la guerra, mirando por la salud de todos. Y tomando la mano uno de los más ancianos, habló con él en nombre de todos y él respondió que, cuando su padre quería a él darle la borla, no consintieron, sino que fuese Inca el cobarde de su hermano y que él nunca con tiranía ni contra la voluntad del pueblo pretendió la dignidad real y que, pues ya habían visto Inca Urco no convenir para ser Inca, que hiciesen lo que eran obligados al bien público, sin mirar la costumbre antigua no fuese quebrantada.
Los orejones respondieron que, concluída la guerra, entenderían en hacer lo que a la gobernación del reino conviniese; y dicen que por la comarca enviaron mensajeros que a todos los que quisiesen venir a ser vecinos del Cuzco les serían dadas tierras en el valle y sitio para casas y serían privilegiados; y así vinieron de muchas partes. Y pasado esto, el capitán Inca Yupanqui salió a la plaza donde estaba la piedra de la guerra, puesta en su cabeza una piel de león, para dar a entender que había de ser fuerte como lo es aquel animal. En este tiempo llegaban los Chancas a la sierra de Villacacunga y Inca Yupanqui mandó juntar la gente de guerra que había en la ciudad, con determinación de le salir al camino, nombrando capitanes los que más esforzados les pareció; mas tornando a tomar parecer, se acordó de los aguardar en la ciudad. Los Chancas llegaron a poner su real junto al cerro de Carmenga, que está por encima de la ciudad, y pusieron luego sus tiendas. Los del Cuzco habían hecho por las partes de la entrada de la ciudad grandes hoyos llenos de piedra y por encima tapados sotilmente, para que cayesen los que allí anduviesen. Como en el Cuzco las mujeres y muchachos vieron los enemigos, hobieron mucho espanto y andaba gran ruido. La ciudad está asentada entre cerros en lugar fuerte por natura y las laderas y cabos de sierras estaban, cortados y por muchas partes puestas púas recias de alma, que son tan recias como de hierro y más enconosas y dañosas.
Inca Yupanqui envió mensajeros a Hastu Guaraca para que asentasen entre ellos y no hobiese muerte de gentes. Hastu Guaraca, con soberbia, tuvo en poco la embajada y no quiso más de pasar por lo que la guerra determinase; aunque, importunado de sus parientes y más gente, quiso tener plática con el Inca y así se lo envió a decir. Llegaron a tener habla el Inca y Hastu Guaraca; y estando todos puestos en arma aprovechó poco la vista, porque encendiéndose más con las palabras que el uno al otro se dijeron allegaron a las manos, teniendo grandísima grita y ruido; porque los hombres de acá son muy alharaquientos en sus peleas mas se teme su grita que no su esfuerzo por nosotros; y pelearon unos con otros gran rato y, sobreviniendo la noche, cesó la contienda quedándose los Chancas en sus reales y los de la ciudad por la redonda della, guardándola por todas partes, porque los enemigos no la pudiesen entrar; porque el Cuzco ni otros lugares destas partes no son cercados de muralla. Pasado el rebato, Hastu Guaraca animaba los suyos esforzándolos para la pelea y lo mesmo hacía Inca Yupanqui a los orejones y gentes que estaba en la ciudad. Los Chancas denodadamente salieron de sus reales con voluntad de la entrar y los del Cuzco salieron con pensamiento de se defender; y tornaron a la pelea, a donde murieron muchos de ambas partes; mas tanto fue el valor de Inca Yupanqui que alcanzó la vitoria de la batalla con muerte de los Chancas todos, que no escapó, a lo que dicen, sino poco más de quinientos, y entre ellos su capitán Hastu Guaraca, el cual con ellos, aunque con trabajo, llegó a su provincia. El Inca gozó el despojo y hobo muchos cativos, así hombres como mujeres.
Los orejones respondieron que, concluída la guerra, entenderían en hacer lo que a la gobernación del reino conviniese; y dicen que por la comarca enviaron mensajeros que a todos los que quisiesen venir a ser vecinos del Cuzco les serían dadas tierras en el valle y sitio para casas y serían privilegiados; y así vinieron de muchas partes. Y pasado esto, el capitán Inca Yupanqui salió a la plaza donde estaba la piedra de la guerra, puesta en su cabeza una piel de león, para dar a entender que había de ser fuerte como lo es aquel animal. En este tiempo llegaban los Chancas a la sierra de Villacacunga y Inca Yupanqui mandó juntar la gente de guerra que había en la ciudad, con determinación de le salir al camino, nombrando capitanes los que más esforzados les pareció; mas tornando a tomar parecer, se acordó de los aguardar en la ciudad. Los Chancas llegaron a poner su real junto al cerro de Carmenga, que está por encima de la ciudad, y pusieron luego sus tiendas. Los del Cuzco habían hecho por las partes de la entrada de la ciudad grandes hoyos llenos de piedra y por encima tapados sotilmente, para que cayesen los que allí anduviesen. Como en el Cuzco las mujeres y muchachos vieron los enemigos, hobieron mucho espanto y andaba gran ruido. La ciudad está asentada entre cerros en lugar fuerte por natura y las laderas y cabos de sierras estaban, cortados y por muchas partes puestas púas recias de alma, que son tan recias como de hierro y más enconosas y dañosas.
Inca Yupanqui envió mensajeros a Hastu Guaraca para que asentasen entre ellos y no hobiese muerte de gentes. Hastu Guaraca, con soberbia, tuvo en poco la embajada y no quiso más de pasar por lo que la guerra determinase; aunque, importunado de sus parientes y más gente, quiso tener plática con el Inca y así se lo envió a decir. Llegaron a tener habla el Inca y Hastu Guaraca; y estando todos puestos en arma aprovechó poco la vista, porque encendiéndose más con las palabras que el uno al otro se dijeron allegaron a las manos, teniendo grandísima grita y ruido; porque los hombres de acá son muy alharaquientos en sus peleas mas se teme su grita que no su esfuerzo por nosotros; y pelearon unos con otros gran rato y, sobreviniendo la noche, cesó la contienda quedándose los Chancas en sus reales y los de la ciudad por la redonda della, guardándola por todas partes, porque los enemigos no la pudiesen entrar; porque el Cuzco ni otros lugares destas partes no son cercados de muralla. Pasado el rebato, Hastu Guaraca animaba los suyos esforzándolos para la pelea y lo mesmo hacía Inca Yupanqui a los orejones y gentes que estaba en la ciudad. Los Chancas denodadamente salieron de sus reales con voluntad de la entrar y los del Cuzco salieron con pensamiento de se defender; y tornaron a la pelea, a donde murieron muchos de ambas partes; mas tanto fue el valor de Inca Yupanqui que alcanzó la vitoria de la batalla con muerte de los Chancas todos, que no escapó, a lo que dicen, sino poco más de quinientos, y entre ellos su capitán Hastu Guaraca, el cual con ellos, aunque con trabajo, llegó a su provincia. El Inca gozó el despojo y hobo muchos cativos, así hombres como mujeres.