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Datos principales
Desarrollo
Capítulo XLIX Cómo sabida por Huascar la división que su hermano había hecho del rey no envió contra él a Huanca Auqui, y de las batallas que se dieron Luego que llegó a noticia de Huascar Ynga la partición que su hermano Hualpa hacía de los reinos y señoríos que habían sido de su padre Huayna Capac, y cuán al descubierto se rebelaba, sin quererle reconocer por Señor, y que ya otro remedio no había para reducirle sino el de la fuerza, estuvo para perder el juicio de tristeza y dolor, conociendo cuán trabajosa sería aquella guerra, más que civil, y la destrucción que causaría en sus gentes y las muchas que en ella morirían, y sobre todo saber que su hermano se había ejercitado en las guerras y conquistas de su padre. Y que era hombre de sobrado ánimo y corazón, y franco y liberal con los suyos, que era medio que le hacía ser bien quisto de todos, y que los ejércitos que estaban en Quito y obedecían a su hermano, eran los que habían militado con su padre, hechos a trabajos y peleas. Así, pareciéndole que ya no había lugar la disimulación, ni convenía dilatarlo más, porque no se fortaleciese y previniese mejor, despachó un poderosísimo ejercito de todas naciones, y con el por General a Huanca Auqui, su hermano, a Huapanti y a Huamaita, y otros de los más esforzados capitanes que tenía y de los de quien mayor confianza hacia. A Huanca Auqui por honrarlo más le dio unas andas en que anduviese, con que lo envió muy grato, y a los demás les favoreció de palabras y obras, dándoles mucho oro, plata, vestiduras ricas y otros dones preciosos, con lo cual todos ellos fueron muy contentos y ganosos de mostrar en todas ocasiones el deseo que de servir a Huascar tenían.
Así caminando por sus jornadas llegaron a Tomebamba, donde repararon a que descansase la gente del ejército y se previniese otra de aquellas provincias, para poder con más gente hacer mejor la guerra. Pero Huanca Auqui quiso primero, por buenos medios, tentar a Atao Hualpa, y así le envió desde Tomebamba a saber la causa de su alzamiento con mensajeros particulares para este efecto. Atao Hualpa le respondió que bien sabía y había visto cómo estaba en Quito seguro y quieto, sin haber hecho ni dicho contra Huascar, su hermano, cosa en que le pudiese ofender ni deservir, ni de su parte había habido pensamiento de rebelión. Huascar Ynga, le había enviado a prender con ejército como si fuera rebelde y que por amparar su vida y la de los que con él estaban se había levantado, y que se acordase cómo Huascar su hermano, con una crueldad nunca vista, y una sed insaciable de la sangre de sus hermanos, había muerto a Conuno y otros hermanos suyos, sin causa ni fundamento alguno, y a muchos capitanes, de los que desde Quito habían ido acompañando el cuerpo de su padre, había hecho lo mismo, sin haber ellos intentado cosa contra él, en pago de los servicios que a su padre habían hecho en la guerra. Que mirase la soberbia y arrogancia que tenía y el menosprecio con que los trataba, que otro día haría otro tanto del Huaca Auqui, sin atender que era su sangre, y sus servicios. Cuando Huanca Auqui oyó estas razones, dicen que tuvo lástima de su hermano Atao Hualpa, de ver las lástimas que le refería, y acordándose de la muerte de los demás hermanos así mismo lloró.
Pero, después, habiendo juntado los capitanes del ejército y con ellos consejo, les dijo: éste no se ha de dar por bien, justo será que le demos batalla, pues para eso nos envió nuestro señor Huascar Ynga acá. Otros dicen que Huanca Auqui movido de las razones de su hermano Atao Hualpa y de la miseria que se le aparejaba si era vencido, se hizo de secreto con él. Así con sus capitanes ordenó de darle batalla en el mismo Tomebamba, y mandóles que todos se pusiesen en escuadrón, con buen concierto y orden, pero ésta no fue con calor, y como los capitanes vieron lo que pasaba y lo poco que Huanca Auqui apretaba en ello y cómo tibiamente ordenaba la gente para la batalla, tomaron dello mala sospecha y sin duda pensaron que estaba hecho de concierto con Atao Hualpa, según los indicios que dello daba, pero ellos se pusieron a punto de guerra como mejor pudieron. Atao Hualpa viendo que ya la batalla no se podía escusar, habiendo hecho un razonamiento a los suyos y animándolos, poniéndoles delante la afrenta de ser vencidos y el trabajo que habían de pasar cuando escapasen con la vida, estando en poder de sus enemigos, y la gloria y honra del vencimiento y las riquezas que gozarían despojando sus contrarios, los mandó poner en concierto y visitó por su persona todos los escuadrones, lo cual fue de otra parte del río de Tomebamba. Así se mostró a los enemigos. Huanca Auqui acordó de entrar a darle la batalla por diez partes y dividiendo a su gente en ellas, se comenzó encima de la puente llamada Tumichaca, y con sumo esfuerzo y brío de ambas partes se prosiguió, cayendo a millares los que peleaban y duró todo el día con increíble porfía, sin poderse vencer los unos a los otros, y la noche los vino a departir, cansados ya de pelear y matarse.
Otro día al amanecer tornaron de nuevo a la pelea con mayor braveza y coraje que el otro día antes, y con mayores muertes de los de Atao Hualpa, en la cual batalla Huanca Auqui y sus capitanes se dieron tan buena maña con su ejército que antes que se llegase el medio día rompió y venció a Atao Hualpa, el cual, no desmayando con tal suceso, en buena ordenanza se retiró con el restante de su gente a un cerro que se llama Mullutuyru y allí, con singular presteza, se fortaleció alrededor, por tener defensa si le acometían. Huanca Auqui muy gozoso de la victoria fue sobre su hermano y lo mandó cercar en el cerro, porque no se fuese. Temeroso que con la venida de la noche se escaparía, sin aguardar toda su gente, que mucha parte estaba derramada gozando de los despojos de los muertos en la batalla, y aún descuidada por la victoria, pareciendo que ya estaba concluida la guerra, entonces Huanca Auqui con sola la parte del ejército que con él estaba, antes de tiempo, y sin orden, arremetió, y como dicen algunos que estaba concertado con Atao Hualpa no gobernó bien los soldados como pudiera y debiera. Y Atao Hualpa, como hombre de guerra que conoció la ocasión y la confusión con que sus contrarios le acometían, viéndoles venir desordenados, animando a los suyos, y siendo él el primero, arremetieron con gentil denuedo a los que venían el cerro arriba y facilísimamente los desbarataron y los llevaron el cerro abajo huyendo. Y como los demás del ejército vieron desbaratado a su General Huanca Auqui, perdieron el ánimo y concierto y ellos también se comenzaron a retirar poco a poco hacia Tomebamba. Atao Hualpa, que no era perezoso, no quiso dejar pasar la buena ocasión que se le ofrecía y los fue ejecutando, matando e hiriendo sin ninguna piedad, y al fin los venció en el mismo río dicho, do hizo alto la gente de Huascar. Y allí murió y se ahogó infinito número della, que con la prisa que los enemigos le daban cargando sobre ellos, y con la turbación donde falta todo buen concierto, no acertaban a pasar el río ni a tomar el vado dél, el cual aquel día fue de color de sangre de la que de una parte y otra se derramó en la pelea por la mañana y al precedente al seguir el alcance, que ejecutó maravillosamente Atao Hualpa.
Así caminando por sus jornadas llegaron a Tomebamba, donde repararon a que descansase la gente del ejército y se previniese otra de aquellas provincias, para poder con más gente hacer mejor la guerra. Pero Huanca Auqui quiso primero, por buenos medios, tentar a Atao Hualpa, y así le envió desde Tomebamba a saber la causa de su alzamiento con mensajeros particulares para este efecto. Atao Hualpa le respondió que bien sabía y había visto cómo estaba en Quito seguro y quieto, sin haber hecho ni dicho contra Huascar, su hermano, cosa en que le pudiese ofender ni deservir, ni de su parte había habido pensamiento de rebelión. Huascar Ynga, le había enviado a prender con ejército como si fuera rebelde y que por amparar su vida y la de los que con él estaban se había levantado, y que se acordase cómo Huascar su hermano, con una crueldad nunca vista, y una sed insaciable de la sangre de sus hermanos, había muerto a Conuno y otros hermanos suyos, sin causa ni fundamento alguno, y a muchos capitanes, de los que desde Quito habían ido acompañando el cuerpo de su padre, había hecho lo mismo, sin haber ellos intentado cosa contra él, en pago de los servicios que a su padre habían hecho en la guerra. Que mirase la soberbia y arrogancia que tenía y el menosprecio con que los trataba, que otro día haría otro tanto del Huaca Auqui, sin atender que era su sangre, y sus servicios. Cuando Huanca Auqui oyó estas razones, dicen que tuvo lástima de su hermano Atao Hualpa, de ver las lástimas que le refería, y acordándose de la muerte de los demás hermanos así mismo lloró.
Pero, después, habiendo juntado los capitanes del ejército y con ellos consejo, les dijo: éste no se ha de dar por bien, justo será que le demos batalla, pues para eso nos envió nuestro señor Huascar Ynga acá. Otros dicen que Huanca Auqui movido de las razones de su hermano Atao Hualpa y de la miseria que se le aparejaba si era vencido, se hizo de secreto con él. Así con sus capitanes ordenó de darle batalla en el mismo Tomebamba, y mandóles que todos se pusiesen en escuadrón, con buen concierto y orden, pero ésta no fue con calor, y como los capitanes vieron lo que pasaba y lo poco que Huanca Auqui apretaba en ello y cómo tibiamente ordenaba la gente para la batalla, tomaron dello mala sospecha y sin duda pensaron que estaba hecho de concierto con Atao Hualpa, según los indicios que dello daba, pero ellos se pusieron a punto de guerra como mejor pudieron. Atao Hualpa viendo que ya la batalla no se podía escusar, habiendo hecho un razonamiento a los suyos y animándolos, poniéndoles delante la afrenta de ser vencidos y el trabajo que habían de pasar cuando escapasen con la vida, estando en poder de sus enemigos, y la gloria y honra del vencimiento y las riquezas que gozarían despojando sus contrarios, los mandó poner en concierto y visitó por su persona todos los escuadrones, lo cual fue de otra parte del río de Tomebamba. Así se mostró a los enemigos. Huanca Auqui acordó de entrar a darle la batalla por diez partes y dividiendo a su gente en ellas, se comenzó encima de la puente llamada Tumichaca, y con sumo esfuerzo y brío de ambas partes se prosiguió, cayendo a millares los que peleaban y duró todo el día con increíble porfía, sin poderse vencer los unos a los otros, y la noche los vino a departir, cansados ya de pelear y matarse.
Otro día al amanecer tornaron de nuevo a la pelea con mayor braveza y coraje que el otro día antes, y con mayores muertes de los de Atao Hualpa, en la cual batalla Huanca Auqui y sus capitanes se dieron tan buena maña con su ejército que antes que se llegase el medio día rompió y venció a Atao Hualpa, el cual, no desmayando con tal suceso, en buena ordenanza se retiró con el restante de su gente a un cerro que se llama Mullutuyru y allí, con singular presteza, se fortaleció alrededor, por tener defensa si le acometían. Huanca Auqui muy gozoso de la victoria fue sobre su hermano y lo mandó cercar en el cerro, porque no se fuese. Temeroso que con la venida de la noche se escaparía, sin aguardar toda su gente, que mucha parte estaba derramada gozando de los despojos de los muertos en la batalla, y aún descuidada por la victoria, pareciendo que ya estaba concluida la guerra, entonces Huanca Auqui con sola la parte del ejército que con él estaba, antes de tiempo, y sin orden, arremetió, y como dicen algunos que estaba concertado con Atao Hualpa no gobernó bien los soldados como pudiera y debiera. Y Atao Hualpa, como hombre de guerra que conoció la ocasión y la confusión con que sus contrarios le acometían, viéndoles venir desordenados, animando a los suyos, y siendo él el primero, arremetieron con gentil denuedo a los que venían el cerro arriba y facilísimamente los desbarataron y los llevaron el cerro abajo huyendo. Y como los demás del ejército vieron desbaratado a su General Huanca Auqui, perdieron el ánimo y concierto y ellos también se comenzaron a retirar poco a poco hacia Tomebamba. Atao Hualpa, que no era perezoso, no quiso dejar pasar la buena ocasión que se le ofrecía y los fue ejecutando, matando e hiriendo sin ninguna piedad, y al fin los venció en el mismo río dicho, do hizo alto la gente de Huascar. Y allí murió y se ahogó infinito número della, que con la prisa que los enemigos le daban cargando sobre ellos, y con la turbación donde falta todo buen concierto, no acertaban a pasar el río ni a tomar el vado dél, el cual aquel día fue de color de sangre de la que de una parte y otra se derramó en la pelea por la mañana y al precedente al seguir el alcance, que ejecutó maravillosamente Atao Hualpa.