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Datos principales
Desarrollo
De los hijos que tuvo Nezahualcoyotzin, y otras cosas acaecidas en este discurso de tiempo hasta la muerte del príncipe Tetzauhptiltzintli Las bodas y casamiento del rey Nezahualcoyotzin sucedieron antes de la calamidad, hambre y pestes que atrás se han referido, y así parece que Dios fue servido de castigarle por la muerte injusta que dio a Quaquauhtzin. Aquel tuvo en dicha señora dos hijos varones, aunque no nacieron unos tras de otro, sino que pasaron muchos años de por medio después del nacimiento del primero, que fue el príncipe Tetzauhpizintli, el cual salió muy agraciado y con todos los dotes de naturaleza que podía dar a un esclarecido príncipe, porque tenía muy buen natural, y con poco trabajo de sus ayos y maestros salió consumado en todo, porque era lindo filósofo, poeta y muy excelente soldado, y aún en las artes mecánicas era casi en todas ellas muy aventajado; lo que más a su natural inclinaba era la milicia y edificar palacios, como los edificó en la parte que se dice Ahuehuetitlan, porque halló en aquel puesto una sabina que se aficionó de edificar a la redonda de ella, de donde tomó el nombre de sus palacios; y estando en estos entretenimientos, un infante hijo natural de su padre labró una piedra preciosa en figura de un ave, tan al natural que parecía estar viva, y por ser tan linda esta joya, se la quiso presentar al rey, su padre, el cual, holgándose de verla, quiso dársela a su hijo el príncipe, porque le quería y amaba infinito, y enviándosela con otro infante, asimismo hijo natural del rey, llamado Eyahue se la dio y le dijo, que la había labrado el infante Huetzin su hermano, y el príncipe envió a agradecer al rey su padre la merced que le hacía y se holgaba que su hermano fuese tan buen artífice, y que se holgara mucho más que se inclinara a la milicia, con que fuera mucho más estimado y su alteza fuera más bien servido.
Al tiempo que fue a dar la respuesta del príncipe, mudó las palabras este infante por consejo de su madre (que era una de las concubinas que el rey tenía, y que privaba mucho ella solo con él pretendiendo que no hubiese hijo legítimo en la reina, porque sus hijos entrasen en la sucesión del reino después de los días del rey, por parecerle a ella que se anteponía en calidad y privanza con el rey a todas las demás concubinas que tenía): y así este infante le dijo al rey que había ido a ver al príncipe, y que le había dado muy mala respuesta y sospechosa de quererse alzar con el reino, porque había respondido que él no se preciaba de los oficios mecánicos en que se ocupaba el infante que había labrado la joya, sino de la milicia en la cual entendía subir y sujetar al mundo, y si fuera posible, venir a ser y mandar más que su padre; y que cuando le dijo estas razones, le mostró un almacén de todas sus armas, como podía su alteza enviar a verlas (que con esta ocasión pudo el infante confirmar el testimonio que con orden y consejo de su madre levantaba al príncipe su hermano, el cual, como era tan aficionado a las armas, tenía sus cuartos muy adornados de todos géneros de armas y divisas pertenecientes a la guerra y ejercicio militar); y enviando el rey, su padre, a un caballero de los de su recámara a que viese si el príncipe tenía alguna prevención de armas, le vino a decir cómo los cuartos y casas que labraban estaban adornados con ellas, y pareciéndole ser verdad lo que se le acumulaba, quiso atajarle los pasos, y que los reyes de México , Motecuhzomatzin y Totoquihuatzin de Tlacopan, a quienes competía el castigo, le reprendiesen y castigasen, para lo cual les envió a pedir se viniesen a la ciudad de Tetzcuco, y venidos que fueron, les dio parte de todo lo que había oído decir del príncipe, su hijo, y que les rogaba le reprendiesen y castigasen que como mancebo y muchacho de poco entender y saber se hubiese desvanecido, y que mientras se le hacía la reprensión él no se quería hallar presente, sino que se iba en el ínter al bosque de Tetzotzinco, y que en todo y por todo, les encargaba el cumplimiento de las leyes, pues no era justo que por su respeto se quebrantasen.
Ido que fue al bosque, los reyes Motecuhzomatzin y Totoquihuatzin, haciendo la pesquisa muy secreta y la información del caso con las personas que le habían levantado el testimonio, sin recibirle descargo y notificarle lo que se le acumulaba, fueron a sus palacios, y como que le iban a visitar y ver la casa que edificaba, ciertos capitanes que iban en su compañía, so color que le echasen al cuello un collar de flores, le dieron garrote y lo mataron. Muerto que fue, y puesto en una sala amortajado con todas las insignias que acostumbraban ponerse los príncipes y los reyes, se despidieron de los que pudieron ver, y se embarcaron luego por la vía de sus ciudades, dejando dicho que dijeran al rey Nezahualcoyotzin que había hecho lo que debían y conforme las leyes disponían; y cuando llegó la nueva al bosque y supo la muerte del príncipe, a quien quería y amaba notablemente, comenzó a llorar amargamente su desdicha, quejándose de la inclemencia de los dos reyes, y pesándole infinito de haberles remitido el caso, aunque por otra parte le parecía que debió de convenir, pues a los que sentenciaron les venía tanta parte como a él, pues por lo menos eran sus tíos. Estuvo muchos días en este los que triste y afligido, lamentando sus desdichas, porque no tenía otro hijo legítimo que pudiese heredar el reino, aunque tenían en sus concubinas sesenta hijos varones y cincuenta y siete hijas; los varones, los más de ellos, salieron famosísimos capitanes que le ayudaron mucho en las entradas y conquistas referidas y lances que después se ofrecieron. Las hijas las casó con señores, así delos de su corte y reino, como con los de las otras dos de México y Tlacopan; y a los unos y a los otros dio cantidad de tierras, pueblos y lugares, de donde tenían rentas, y eran servidos y tenidos en mucho.
Al tiempo que fue a dar la respuesta del príncipe, mudó las palabras este infante por consejo de su madre (que era una de las concubinas que el rey tenía, y que privaba mucho ella solo con él pretendiendo que no hubiese hijo legítimo en la reina, porque sus hijos entrasen en la sucesión del reino después de los días del rey, por parecerle a ella que se anteponía en calidad y privanza con el rey a todas las demás concubinas que tenía): y así este infante le dijo al rey que había ido a ver al príncipe, y que le había dado muy mala respuesta y sospechosa de quererse alzar con el reino, porque había respondido que él no se preciaba de los oficios mecánicos en que se ocupaba el infante que había labrado la joya, sino de la milicia en la cual entendía subir y sujetar al mundo, y si fuera posible, venir a ser y mandar más que su padre; y que cuando le dijo estas razones, le mostró un almacén de todas sus armas, como podía su alteza enviar a verlas (que con esta ocasión pudo el infante confirmar el testimonio que con orden y consejo de su madre levantaba al príncipe su hermano, el cual, como era tan aficionado a las armas, tenía sus cuartos muy adornados de todos géneros de armas y divisas pertenecientes a la guerra y ejercicio militar); y enviando el rey, su padre, a un caballero de los de su recámara a que viese si el príncipe tenía alguna prevención de armas, le vino a decir cómo los cuartos y casas que labraban estaban adornados con ellas, y pareciéndole ser verdad lo que se le acumulaba, quiso atajarle los pasos, y que los reyes de México , Motecuhzomatzin y Totoquihuatzin de Tlacopan, a quienes competía el castigo, le reprendiesen y castigasen, para lo cual les envió a pedir se viniesen a la ciudad de Tetzcuco, y venidos que fueron, les dio parte de todo lo que había oído decir del príncipe, su hijo, y que les rogaba le reprendiesen y castigasen que como mancebo y muchacho de poco entender y saber se hubiese desvanecido, y que mientras se le hacía la reprensión él no se quería hallar presente, sino que se iba en el ínter al bosque de Tetzotzinco, y que en todo y por todo, les encargaba el cumplimiento de las leyes, pues no era justo que por su respeto se quebrantasen.
Ido que fue al bosque, los reyes Motecuhzomatzin y Totoquihuatzin, haciendo la pesquisa muy secreta y la información del caso con las personas que le habían levantado el testimonio, sin recibirle descargo y notificarle lo que se le acumulaba, fueron a sus palacios, y como que le iban a visitar y ver la casa que edificaba, ciertos capitanes que iban en su compañía, so color que le echasen al cuello un collar de flores, le dieron garrote y lo mataron. Muerto que fue, y puesto en una sala amortajado con todas las insignias que acostumbraban ponerse los príncipes y los reyes, se despidieron de los que pudieron ver, y se embarcaron luego por la vía de sus ciudades, dejando dicho que dijeran al rey Nezahualcoyotzin que había hecho lo que debían y conforme las leyes disponían; y cuando llegó la nueva al bosque y supo la muerte del príncipe, a quien quería y amaba notablemente, comenzó a llorar amargamente su desdicha, quejándose de la inclemencia de los dos reyes, y pesándole infinito de haberles remitido el caso, aunque por otra parte le parecía que debió de convenir, pues a los que sentenciaron les venía tanta parte como a él, pues por lo menos eran sus tíos. Estuvo muchos días en este los que triste y afligido, lamentando sus desdichas, porque no tenía otro hijo legítimo que pudiese heredar el reino, aunque tenían en sus concubinas sesenta hijos varones y cincuenta y siete hijas; los varones, los más de ellos, salieron famosísimos capitanes que le ayudaron mucho en las entradas y conquistas referidas y lances que después se ofrecieron. Las hijas las casó con señores, así delos de su corte y reino, como con los de las otras dos de México y Tlacopan; y a los unos y a los otros dio cantidad de tierras, pueblos y lugares, de donde tenían rentas, y eran servidos y tenidos en mucho.