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Datos principales
Desarrollo
Capítulo XLII De cómo Huascar Ynga triunfó en nombre de su padre Huayna Capac, y las fiestas que después hizo Después de aderezadas las invenciones que, en los entendimientos de aquellos yngas, mejores se hallaron para autorizar con mayor majestad el triunfo que Huascar Ynga, en nombre de su Padre Huaina Capac, hacía y solemnizaba, salió Huascar del Cuzco con el más soberbio y pomposo acompañamiento de parientes, de hermanos y sobrinos, principales curacas de las provincias, criados y allegados que jamás ynga predecesor suyo sacó para entrar en el triunfo de su padre. En el cual metió todos los señores principales de las provincias, los cuales venían con los que representaban la batalla con sus escuadrones en orden de guerra. Y entre escuadrón y escuadrón los vencidos, vestidos como dicho es, y sobre sus camisetas propias las coloradas con los brazos dentro, a modo de prisioneros. Fueron a la plaza de Curicancha a adorar el Sol, con las demás figuras que con él estaban, y así quedando los cautivos vencidos en la plaza, se fue a su casa. Ese día entró la figura de Huaina Capac, que en las andas venía trayendo delante della todos los que Huaina Capac por el valor de su persona había preso; traía la cabeza de un señor de una provincia en la mano, alrededor de los más favorecidos y privados suyos y con él se habían hallado en los aprietos de las batallas y se habían señalado con más ánimo. Juntamente venía rodeado de infinitos indios con los instrumentos de músicas que ellos usaban.
Venían detrás de las andas todos los soldados que de las guerras habían escapado, y los que habían escogido y señalado por más valientes, traían delante de sí mucha cantidad de cautivos, como gente que por sus personas habían dado muestras de gran valor en la guerra. Otro día entró en el Cuzco todo el restante de la gente común de guerra, con lo que había quedado del despojo; los cuales venían cargados de oro, plata, ropa de ahuasca cumbi, algodón, plumería, armas de todos géneros, vestidos, llautos, ojotas y finalmente todas las cosas más ricas y de más precio que habían huido y ganado a fuerza de brazos en las provincias que habían conquistado. Duró este despojo en entrar en la ciudad desde que amaneció hasta ponerse el sol. Pasado esto, otro día por la mañana, entró el cuerpo de Huaina Capac embalsamado, como había venido desde Quito, en hombros de los más principales de los orejones, famosamente arreados de vestidos y armas, como solían caminar con él cuando era vivo. Entró por encima de la fortaleza triunfando, con grandísima cantidad de cautivos, entre los cuales venían como más principales y de quien más caudal se hacía: La mujer e hijos de Pinto, señor de los cayambis, que ya dijimos murió de rabia y enojo. Venían con el cuerpo de Huaina Capac mucho número de señores y gente que habían salido del Cuzco a sólo a compañar el cuerpo y entrar con él en el triunfo. Todos cantaban cantares tristes y de melancolía, refiriendo las hazañas famosas de Huaina Capac y rogando al Hacedor por él.
También venían infinitas mujeres y doncellas, de las que le habían servido y habían sido favorecidas y regaladas suyas en su acompañamiento, cantando con triste son al modo de quien llora, que causaba a los que las oían por las calles dolor y provocaba a lágrimas. Con esta orden y con mucho espacio, vino hasta la casa del Sol y de allí lo llevaron a su casa donde había vivido en aquella ciudad, y entonces, en presencia de Huascar Ynga, todos los más principales de los orejones, que de la guerra habían venido y que más en ella se habían señalado, tomaron en hombros las figuras del Sol, Hacedor y trueno, y con todo el espacio y majestad del mundo, y sonando todos los instrumentos que en la guerra usaban y demás suertes de músicas, y los soldados del ejército levantando una confusa vocería y estruendo, pasaron sobre los vencidos, pisándolos por su orden como estaban echados en el suelo. Acabado esto, Huascar Ynga pasó asimismo sobre los vencidos y luego llevando en las manos dos orejones principales, los cuerpos que estaban embalsamados de los señores que habían muerto en la guerra y conquistas, los pasaban por encima de los vencidos, pisándolos, y después algunas señoras principales de las que habían acompañado a Huaina Capac y a sus maridos en la guerra, pasaban por encima de los vencidos pisándolos en señal de escarnio y menosprecio. Concluido todo lo que tocaba al triunfo, llevaron los cautivos a las cárceles de Sanca Cancha y Puma Sanca, donde los metieron, y aquella noche los tuvieron y otro día los sacaron de las cárceles y les dieron, por mandado de Huascar Ynga, de vestir a su usanza y comer y beber.
Repartiólos por los capitanes y gente principal y más granada para que les diesen lo que habían menester y los guardasen hasta que los pusiesen por mitimas los que estaban señalados para ello, y a los que se había de dar licencia para volver a sus tierras, se les diese y se fuesen. Acabado que hubo Huascar Ynga todo lo tocante al triunfo de Huayna Capac su padre, acordó para negociar la gente de guerra y premiar a los que en ella se habían más señalado, hacer unas solemnísimas fiestas. Así las hizo cada nación y provincia de por sí en días diferentes, donde hubo bailes y danzas, pruebas y luchas, invenciones diversas, y al cabo dellas hizo grandes mercedes, dándoles a los capitanes y soldados oro, plata, vestidos, ropas ricas de cumbi, ahuasca y algodón, tierras, criados y mujeres, remunerando y agradeciendo a todos en general, y en particular, según su valor y merecimiento, con que ganó las voluntades y amor de la gente de guerra. Después de hecho esto, ordenó todas las cosas que eran menester para otro llanto que quiso hacer por su padre Huaina Capac, y así se hizo en el Cuzco y en toda la tierra con diversas muestras de sentimiento y lloro e infinitas señales de tristeza. El último llanto fue en Yucay, donde asistió el mismo Huascar en persona, y acabado, dio muchas mujeres de las acllas, que su padre había dejado, a los principales que asistían en su servicio y se vino al Cuzco.
Venían detrás de las andas todos los soldados que de las guerras habían escapado, y los que habían escogido y señalado por más valientes, traían delante de sí mucha cantidad de cautivos, como gente que por sus personas habían dado muestras de gran valor en la guerra. Otro día entró en el Cuzco todo el restante de la gente común de guerra, con lo que había quedado del despojo; los cuales venían cargados de oro, plata, ropa de ahuasca cumbi, algodón, plumería, armas de todos géneros, vestidos, llautos, ojotas y finalmente todas las cosas más ricas y de más precio que habían huido y ganado a fuerza de brazos en las provincias que habían conquistado. Duró este despojo en entrar en la ciudad desde que amaneció hasta ponerse el sol. Pasado esto, otro día por la mañana, entró el cuerpo de Huaina Capac embalsamado, como había venido desde Quito, en hombros de los más principales de los orejones, famosamente arreados de vestidos y armas, como solían caminar con él cuando era vivo. Entró por encima de la fortaleza triunfando, con grandísima cantidad de cautivos, entre los cuales venían como más principales y de quien más caudal se hacía: La mujer e hijos de Pinto, señor de los cayambis, que ya dijimos murió de rabia y enojo. Venían con el cuerpo de Huaina Capac mucho número de señores y gente que habían salido del Cuzco a sólo a compañar el cuerpo y entrar con él en el triunfo. Todos cantaban cantares tristes y de melancolía, refiriendo las hazañas famosas de Huaina Capac y rogando al Hacedor por él.
También venían infinitas mujeres y doncellas, de las que le habían servido y habían sido favorecidas y regaladas suyas en su acompañamiento, cantando con triste son al modo de quien llora, que causaba a los que las oían por las calles dolor y provocaba a lágrimas. Con esta orden y con mucho espacio, vino hasta la casa del Sol y de allí lo llevaron a su casa donde había vivido en aquella ciudad, y entonces, en presencia de Huascar Ynga, todos los más principales de los orejones, que de la guerra habían venido y que más en ella se habían señalado, tomaron en hombros las figuras del Sol, Hacedor y trueno, y con todo el espacio y majestad del mundo, y sonando todos los instrumentos que en la guerra usaban y demás suertes de músicas, y los soldados del ejército levantando una confusa vocería y estruendo, pasaron sobre los vencidos, pisándolos por su orden como estaban echados en el suelo. Acabado esto, Huascar Ynga pasó asimismo sobre los vencidos y luego llevando en las manos dos orejones principales, los cuerpos que estaban embalsamados de los señores que habían muerto en la guerra y conquistas, los pasaban por encima de los vencidos, pisándolos, y después algunas señoras principales de las que habían acompañado a Huaina Capac y a sus maridos en la guerra, pasaban por encima de los vencidos pisándolos en señal de escarnio y menosprecio. Concluido todo lo que tocaba al triunfo, llevaron los cautivos a las cárceles de Sanca Cancha y Puma Sanca, donde los metieron, y aquella noche los tuvieron y otro día los sacaron de las cárceles y les dieron, por mandado de Huascar Ynga, de vestir a su usanza y comer y beber.
Repartiólos por los capitanes y gente principal y más granada para que les diesen lo que habían menester y los guardasen hasta que los pusiesen por mitimas los que estaban señalados para ello, y a los que se había de dar licencia para volver a sus tierras, se les diese y se fuesen. Acabado que hubo Huascar Ynga todo lo tocante al triunfo de Huayna Capac su padre, acordó para negociar la gente de guerra y premiar a los que en ella se habían más señalado, hacer unas solemnísimas fiestas. Así las hizo cada nación y provincia de por sí en días diferentes, donde hubo bailes y danzas, pruebas y luchas, invenciones diversas, y al cabo dellas hizo grandes mercedes, dándoles a los capitanes y soldados oro, plata, vestidos, ropas ricas de cumbi, ahuasca y algodón, tierras, criados y mujeres, remunerando y agradeciendo a todos en general, y en particular, según su valor y merecimiento, con que ganó las voluntades y amor de la gente de guerra. Después de hecho esto, ordenó todas las cosas que eran menester para otro llanto que quiso hacer por su padre Huaina Capac, y así se hizo en el Cuzco y en toda la tierra con diversas muestras de sentimiento y lloro e infinitas señales de tristeza. El último llanto fue en Yucay, donde asistió el mismo Huascar en persona, y acabado, dio muchas mujeres de las acllas, que su padre había dejado, a los principales que asistían en su servicio y se vino al Cuzco.