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Datos principales
Desarrollo
CAPÍTULO XLI De los pacos y guanacos, y carneros del Pirú Ninguna cosa tiene el Pirú de mayor riqueza y ventaja que es el ganado de la tierra, que los nuestros llaman carneros de las Indias, y los indios, en lengua general, los llaman llama; porque bien mirado es el animal de mayores provechos y de menos gasto de cuantos se conocen. De este ganado sacan comida y vestido, como en Europa del ganado ovejuno; y sacan más el trajín y acarreto de cuanto han menester, pues les sirve de traer y llevar sus cargas. Y por otra parte no han menester gastar en herraje ni en silla o jalmas, ni tampoco en cebada, sino que de balde sirve a sus amos, conteniéndose con la yerba que halla en el campo. De manera que les proveyó Dios de ovejas y de jumentos en un mismo animal, y como a gente pobre, quiso que ninguna costa les hiciese, porque los pastos en la sierra son muchos, y otros gastos, no los pide ni los ha menester este género de ganado. Son estos carneros o llamas, en dos especies: unos son pacos o carneros lanudos; otros son rasos y de poca lana, y son mejores para carga; son mayores que carneros grandes y menores que becerros; tienen el cuello muy largo a semejanza de camello, y hanlo menester porque como son altos y levantados de cuerpo, para pacer requiere tener cuello luengo. Son de varias colores: unos blancos del todo; otros negros del todo; otros pardos; otros varios que llaman moromoro. Para los sacrificios tenían los indios grandes advertencias: de qué color habían de ser para diferentes tiempos y efectos.
La carne de éstos es buena, aunque recia; la de sus corderos es de las cosas mejores y más regaladas que se comen; pero gástanse poco en esto, porque el principal fruto es la lana para hacer ropa, y el servicio de traer y llevar cargas. La lana labran los indios y hacen ropa de que se visten; una grosera y común que llaman hauasca; otra delicada y fina que llaman cumbi. De este cumbi labran sobremesas y cubiertas, y reposteros y otros paños de muy escogida labor, que dura mucho tiempo y tiene un lustre bueno cuasi de media seda, y lo que es particular de su modo de tejer lana. Labran a dos haces todas las labores que quieren, sin que se vea hilo ni cabo de él en toda una pieza. Tenía el Inga, rey del Pirú, grandes maestros de labrar esta ropa de cumbi, y los principales residían en el repartimiento de Capachica, junto a la laguna grande de Titicaca. Dan con yerbas diversas diversos colores y muy finos a esta lana, con que hacen varias labores. Y de labor basta y grosera, o de pulida y sutil, todos los indios e indias son oficiales en la sierra, teniendo sus telares en su casa, sin que hayan de ir a comprar ni a dar a hacer la ropa que han menester para su casa. De la carne de este ganado hacen cusharqui o cecina, que les dura largo tiempo, y se gasta por mucha cuenta; usan llevar manadas de estos carneros cargados como recua, y van en una recua de estas, trescientos o quinientos, y aún mil carneros, que trajinan vino, coca, maíz, chuño y azogue, y otra cualquier mercadería, y lo mejor de ella, que es la plata, porque las barras de plata las llevan el camino de Potosí a Arica, setenta leguas, y a Arequipa, otro tiempo solían ciento y cincuenta.
Y es cosa que muchas veces me admiré de ver que iban estas manadas de carneros con mil y dos mil barras, y mucho más, que son más de trescientos mil ducados, sin otra guarda ni reparo más que unos pocos de indios para sólo guiar los carneros y cargallos, y cuando mucho algún español, y todas las noches dormían en medio del campo, sin más recato que el dicho. Y en tan largo camino y con tan poca guarda, jamás faltaba cosa entre tanta plata; tan grande es la seguridad con que se camina en el Pirú. La carga que lleva de ordinario un carnero de estos, será de cuatro o seis arrobas, y siendo viaje largo, no caminan sino dos o tres leguas, o cuatro a lo largo. Tienen sus paradas sabidas los carnereros, que llaman (que son los que llevan estas recuas) donde hay pasto, y agua allí descargan y arman sus toldos, y hacen fuego y comida, y no lo pasan mal, aunque es modo de caminar harto flemático. Cuando no es más de una jornada, bien lleva un carnero de estos ocho arrobas y más, y anda con su carga, jornada entera de ocho o diez leguas, como lo han usado soldados pobres que caminan por el Pirú. Es todo este ganado, amigo de temple frío, y por eso se da en la sierra y muere en los llanos con el calor. Acaece estar todo cubierto de escarcha y hielo este ganado, y con eso muy contento y sano. Los carneros rasos tienen un mirar muy donoso, porque se paran en el camino y alzan el cuello, y miran una persona muy atentos, y estanse así tanto rato sin moverse, ni hacer semblante de miedo ni de contento, que pone gana de reír ver su serenidad, aunque a veces se espantan súbito y corren con la carga hasta los más altos riscos, que acaece no pudiendo alcanzarlos porque no se pierdan las barras que llevan, tirarles con arcabuz y matallos.
Los pacos a veces se enojan y aburren con la carga, y échanse con ella sin remedio de hacerlos levantar; antes se dejarán hacer mil piezas que moverse, cuando les da este enojo. Por donde vino el refrán que usan en el Pirú, de decir de uno que se ha empacado, para significar que ha tomado tirria, o porfía o despecho, porque los pacos hacen este extremo cuando se enojan. El remedio que tienen los indios entonces, es parar y sentarse junto al paco, y hacerle muchas caricias, y regalalle hasta que se desenoja y se alza, y acaece esperarle bien dos o tres horas a que se desempaque y desenoje. Dales un mal como sarna, que llaman carache, de que suele morir este ganado. El remedio que los antiguos usaban era enterrar viva la res que tenía carache, porque no se pegase a las demás, como mal que es muy pegajoso. Un carnero o dos que tenga un indio, no lo tiene por pequeño caudal. Vale un carnero de estos de la tierra, seis y siete pesos ensayados, y más, según que son tiempos y lugares.
La carne de éstos es buena, aunque recia; la de sus corderos es de las cosas mejores y más regaladas que se comen; pero gástanse poco en esto, porque el principal fruto es la lana para hacer ropa, y el servicio de traer y llevar cargas. La lana labran los indios y hacen ropa de que se visten; una grosera y común que llaman hauasca; otra delicada y fina que llaman cumbi. De este cumbi labran sobremesas y cubiertas, y reposteros y otros paños de muy escogida labor, que dura mucho tiempo y tiene un lustre bueno cuasi de media seda, y lo que es particular de su modo de tejer lana. Labran a dos haces todas las labores que quieren, sin que se vea hilo ni cabo de él en toda una pieza. Tenía el Inga, rey del Pirú, grandes maestros de labrar esta ropa de cumbi, y los principales residían en el repartimiento de Capachica, junto a la laguna grande de Titicaca. Dan con yerbas diversas diversos colores y muy finos a esta lana, con que hacen varias labores. Y de labor basta y grosera, o de pulida y sutil, todos los indios e indias son oficiales en la sierra, teniendo sus telares en su casa, sin que hayan de ir a comprar ni a dar a hacer la ropa que han menester para su casa. De la carne de este ganado hacen cusharqui o cecina, que les dura largo tiempo, y se gasta por mucha cuenta; usan llevar manadas de estos carneros cargados como recua, y van en una recua de estas, trescientos o quinientos, y aún mil carneros, que trajinan vino, coca, maíz, chuño y azogue, y otra cualquier mercadería, y lo mejor de ella, que es la plata, porque las barras de plata las llevan el camino de Potosí a Arica, setenta leguas, y a Arequipa, otro tiempo solían ciento y cincuenta.
Y es cosa que muchas veces me admiré de ver que iban estas manadas de carneros con mil y dos mil barras, y mucho más, que son más de trescientos mil ducados, sin otra guarda ni reparo más que unos pocos de indios para sólo guiar los carneros y cargallos, y cuando mucho algún español, y todas las noches dormían en medio del campo, sin más recato que el dicho. Y en tan largo camino y con tan poca guarda, jamás faltaba cosa entre tanta plata; tan grande es la seguridad con que se camina en el Pirú. La carga que lleva de ordinario un carnero de estos, será de cuatro o seis arrobas, y siendo viaje largo, no caminan sino dos o tres leguas, o cuatro a lo largo. Tienen sus paradas sabidas los carnereros, que llaman (que son los que llevan estas recuas) donde hay pasto, y agua allí descargan y arman sus toldos, y hacen fuego y comida, y no lo pasan mal, aunque es modo de caminar harto flemático. Cuando no es más de una jornada, bien lleva un carnero de estos ocho arrobas y más, y anda con su carga, jornada entera de ocho o diez leguas, como lo han usado soldados pobres que caminan por el Pirú. Es todo este ganado, amigo de temple frío, y por eso se da en la sierra y muere en los llanos con el calor. Acaece estar todo cubierto de escarcha y hielo este ganado, y con eso muy contento y sano. Los carneros rasos tienen un mirar muy donoso, porque se paran en el camino y alzan el cuello, y miran una persona muy atentos, y estanse así tanto rato sin moverse, ni hacer semblante de miedo ni de contento, que pone gana de reír ver su serenidad, aunque a veces se espantan súbito y corren con la carga hasta los más altos riscos, que acaece no pudiendo alcanzarlos porque no se pierdan las barras que llevan, tirarles con arcabuz y matallos.
Los pacos a veces se enojan y aburren con la carga, y échanse con ella sin remedio de hacerlos levantar; antes se dejarán hacer mil piezas que moverse, cuando les da este enojo. Por donde vino el refrán que usan en el Pirú, de decir de uno que se ha empacado, para significar que ha tomado tirria, o porfía o despecho, porque los pacos hacen este extremo cuando se enojan. El remedio que tienen los indios entonces, es parar y sentarse junto al paco, y hacerle muchas caricias, y regalalle hasta que se desenoja y se alza, y acaece esperarle bien dos o tres horas a que se desempaque y desenoje. Dales un mal como sarna, que llaman carache, de que suele morir este ganado. El remedio que los antiguos usaban era enterrar viva la res que tenía carache, porque no se pegase a las demás, como mal que es muy pegajoso. Un carnero o dos que tenga un indio, no lo tiene por pequeño caudal. Vale un carnero de estos de la tierra, seis y siete pesos ensayados, y más, según que son tiempos y lugares.