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Datos principales
Desarrollo
CAPÍTULO XII Las provisiones que el gobernador proveyó en Santiago de Cuba, y de un caso notable de los naturales de aquellas islas Casi tres meses se entretuvo la gente del gobernador en las fiestas y regocijos, habiendo entre ella y los de la ciudad toda paz y concordia, porque los unos y los otros procuraban tratarse con toda amistad y buen hospedaje. El gobernador, que atendía a cuidados mayores, visitó en este tiempo los pueblos que en la isla había, proveyó ministros de justicia que en ellos quedasen por tenientes suyos, compró muchos caballos para la jornada, y su gente principal hizo lo mismo, para lo cual dio a muchos de ellos socorro en más cantidad que lo había hecho en San Lúcar, porque, para comprar caballos, era menester socorrerlos más magníficamente. Los de la isla le presentaron muchos, que, como hemos dicho, los criaban en gran número. Y entonces estaba aquella tierra próspera y rica y muy poblada de indios, los cuales, poco después, dieron en ahorcarse casi todos. Y la causa fue que, como toda aquella región de tierra sea muy caliente y húmeda, la gente natural que en ella había era regalada y floja y para poco trabajo. Y como por la mucha fertilidad y frutos que la tierra tiene de suyo, no tuviesen necesidad de trabajar mucho para sembrar y coger, que por poco maíz que sembraban cogían por año más de lo que habían menester para el sustento de la vida natural, que ellos no pretendían otra cosa; y, como no conociesen el oro por riqueza ni lo estimasen, hacíaseles de mal el sacarlo de los arroyos y sobre haz de la tierra donde se cría, y sentían demasiadamente, por poca que fuese, la molestia que sobre ello les daban los españoles.
Y como también el demonio incitase por su parte, y con gente tan simple, viciosa y holgazana pudiese lo que quisiese, sucedió que, por no sacar oro, que en esta isla lo hay bueno y en abundancia, se ahorcaron de tal manera y con tanta prisa que hubo día de amanecer cincuenta casas juntas de indios ahorcados con sus mujeres e hijos de un mismo pueblo, que apenas quedó en él hombre viviente, que era la mayor lástima del mundo verlos colgados de los árboles, como pájaros zorzales cuando les arman lazos. Y no bastaron remedios que los españoles procuraron e hicieron para lo estorbar. Con esta plaga tan abominable se consumieron los naturales de aquella isla y sus comarcas, que hoy casi no hay ninguno. De este hecho sucedió después la carestía de los negros, que al presente hay, para llevarlos a todas partes de India, que trabajen en las minas. Entre otras cosas que el gobernador proveyó en Santiago de Cuba, fue mandar que un capitán llamado Mateo Aceituno, caballero natural de Talavera de la Reina, fuese con gente por la mar a reedificar la ciudad de La Habana, porque tuvo aviso que pocos días antes la habían saqueado y quemado corsarios franceses sin respetar el templo ni atacar las imágenes que en él había. De que el gobernador y toda su gente, como católicos, hicieron mucho sentimiento. En suma proveyó el general todo lo que le pareció convenir para pasar adelante en la conquista. A la cual no ayudó poco lo que diremos, y fue que en la villa de la Trinidad, que es un pueblo de los de aquella isla, vivía un caballero muy rico y principal llamado Vasco Porcallo de Figueroa, deudo cercano de la ilustrísima casa de Feria.
El cual visitó el gobernador en la ciudad de Santiago de Cuba, y, como él estuviese en ella algunos días y viese la gallardía y gentileza de tantos caballeros y tan buenos soldados como iban a esta jornada y el aparato magnífico que para ella se proveía, no pudo contenerse que su ánimo ya resfriado de las cosas de la guerra no volviese ahora de nuevo a encenderse en los deseos de ella. Con los cuales, voluntariamente se ofreció al gobernador de ir en su compañía a la conquista de la Florida tan famosa, sin que su edad, que pasaba ya de los cincuenta años, ni los muchos trabajos que había pasado así en Indias como en España e Italia, donde en su juventud había vencido dos campos de batalla singular, ni la mucha hacienda ganada y adquirida por las armas, ni el deseo natural que los hombres suelen tener de la gozar, fuese para resistirle; antes posponiéndolo todo, quiso seguir al adelantado, para lo cual le ofreció su persona, vida y hacienda. El gobernador, vista una determinación tan heroica, y que no la movía deseo de hacienda ni honra, sino propia generosidad y el ánimo belicoso que este caballero siempre había tenido, aceptó su ofrecimiento, y habiéndole estimado y con palabra encarecida en lo que era razón, por corresponder con la honra que tan gran hecho merecía, le nombró por teniente general de toda su armada y ejército, habiendo muchos días antes depuesto de este cargo a Nuño Tovar por haberse casado clandestinamente con doña Leonor de Bobadilla, hija del conde de la Gomera.
Vasco Porcallo de Figueroa y de la Cerda, como hombre generoso y riquísimo ayudó magníficamente para la conquista de la Florida, porque, sin los muchos criados españoles, indios y negros que llevó a esta jornada, y sin el demás aparato y menaje de su casa y servicio, llevó treinta y seis caballos para su persona, sin otros más de cincuenta que presentó a caballeros particulares del ejército. Proveyó de mucho bastimento de carnaje, pescado, maíz y cazavi, sin otras cosas que la armada hubo menester. Fue causa que muchos españoles de los que vivían en la isla de Cuba a imitación suya se animasen y fuesen a esta jornada. Con las cuales cosas, en breve tiempo se concluyeron las que eran de importancia para que la armada y gente de guerra pudiese salir y caminar a La Habana.
Y como también el demonio incitase por su parte, y con gente tan simple, viciosa y holgazana pudiese lo que quisiese, sucedió que, por no sacar oro, que en esta isla lo hay bueno y en abundancia, se ahorcaron de tal manera y con tanta prisa que hubo día de amanecer cincuenta casas juntas de indios ahorcados con sus mujeres e hijos de un mismo pueblo, que apenas quedó en él hombre viviente, que era la mayor lástima del mundo verlos colgados de los árboles, como pájaros zorzales cuando les arman lazos. Y no bastaron remedios que los españoles procuraron e hicieron para lo estorbar. Con esta plaga tan abominable se consumieron los naturales de aquella isla y sus comarcas, que hoy casi no hay ninguno. De este hecho sucedió después la carestía de los negros, que al presente hay, para llevarlos a todas partes de India, que trabajen en las minas. Entre otras cosas que el gobernador proveyó en Santiago de Cuba, fue mandar que un capitán llamado Mateo Aceituno, caballero natural de Talavera de la Reina, fuese con gente por la mar a reedificar la ciudad de La Habana, porque tuvo aviso que pocos días antes la habían saqueado y quemado corsarios franceses sin respetar el templo ni atacar las imágenes que en él había. De que el gobernador y toda su gente, como católicos, hicieron mucho sentimiento. En suma proveyó el general todo lo que le pareció convenir para pasar adelante en la conquista. A la cual no ayudó poco lo que diremos, y fue que en la villa de la Trinidad, que es un pueblo de los de aquella isla, vivía un caballero muy rico y principal llamado Vasco Porcallo de Figueroa, deudo cercano de la ilustrísima casa de Feria.
El cual visitó el gobernador en la ciudad de Santiago de Cuba, y, como él estuviese en ella algunos días y viese la gallardía y gentileza de tantos caballeros y tan buenos soldados como iban a esta jornada y el aparato magnífico que para ella se proveía, no pudo contenerse que su ánimo ya resfriado de las cosas de la guerra no volviese ahora de nuevo a encenderse en los deseos de ella. Con los cuales, voluntariamente se ofreció al gobernador de ir en su compañía a la conquista de la Florida tan famosa, sin que su edad, que pasaba ya de los cincuenta años, ni los muchos trabajos que había pasado así en Indias como en España e Italia, donde en su juventud había vencido dos campos de batalla singular, ni la mucha hacienda ganada y adquirida por las armas, ni el deseo natural que los hombres suelen tener de la gozar, fuese para resistirle; antes posponiéndolo todo, quiso seguir al adelantado, para lo cual le ofreció su persona, vida y hacienda. El gobernador, vista una determinación tan heroica, y que no la movía deseo de hacienda ni honra, sino propia generosidad y el ánimo belicoso que este caballero siempre había tenido, aceptó su ofrecimiento, y habiéndole estimado y con palabra encarecida en lo que era razón, por corresponder con la honra que tan gran hecho merecía, le nombró por teniente general de toda su armada y ejército, habiendo muchos días antes depuesto de este cargo a Nuño Tovar por haberse casado clandestinamente con doña Leonor de Bobadilla, hija del conde de la Gomera.
Vasco Porcallo de Figueroa y de la Cerda, como hombre generoso y riquísimo ayudó magníficamente para la conquista de la Florida, porque, sin los muchos criados españoles, indios y negros que llevó a esta jornada, y sin el demás aparato y menaje de su casa y servicio, llevó treinta y seis caballos para su persona, sin otros más de cincuenta que presentó a caballeros particulares del ejército. Proveyó de mucho bastimento de carnaje, pescado, maíz y cazavi, sin otras cosas que la armada hubo menester. Fue causa que muchos españoles de los que vivían en la isla de Cuba a imitación suya se animasen y fuesen a esta jornada. Con las cuales cosas, en breve tiempo se concluyeron las que eran de importancia para que la armada y gente de guerra pudiese salir y caminar a La Habana.