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Datos principales
Desarrollo
Capítulo XII Cómo Pedro de los Ríos vino por gobernador a Tierra Firme y de lo que hizo Almagro en Panamá hasta que volvió con gente Pedrarias Dávila había ido a Nicaragua, adonde cortó la cabeza al capitán Francisco Hernández, según que tiene escrito el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, y de España había enviado por su gobernador el emperador, de Tierra Firme a un caballero de Córdoba llamado Pedro de los Ríos, y llegó a Panamá; andando Almagro descubriendo con Pizarro, su compañero; y fue admitido por los cabildos al cargo, y tenido por gobernador por los que estaban en la provincia. Y esto entendido, digo que volviendo a nuestra materia, ya conté cómo Diego de Almagro, dejando en el río de San Juan al capitán Pizarro con los españoles, dio la vuelta a Panamá, y llegando a la isla de Taboga, supo estar Pedro de los Ríos por gobernador en la ciudad. Pesóle, creyendo que sería estorbo para sacar gente de la tierra. No quiso entrar en el puerto hasta saber del padre Luque, su compañero, lo que sobre aquello le parecía, y envió con prisa un mensajero, escribiendo con él a Luque, su compañero, su venida y a qué era, y el oro que traía y adonde dejaba a los españoles, y otras cosas. A Pedro de los Ríos escribió otra carta casi diciéndole lo mismo, yendo con la de su compañero el maestrescuela, para que la diese, si conviniese, o la rompiese si había de dañar. Mas como el clérigo Luque vio las cartas, habló con Pedro de los Ríos, dándole la carta que Almagro le enviaba.
Respondió que le pesaba el saber que tantos españoles se hubiesen muerto con aquella conquista. Prometió de dar el favor que pudiese, siendo servicio de Dios y del rey. Mandó que luego viniese a Panamá Diego de Almagro; a quien fue aviso de lo dicho con su navío entró en el puerto de aquella ciudad, diciendo todos que venían del Perú. El gobernador salió con algunos caballeros a le recibir hasta la marina, y por extenso le contó Almagro todo lo que había pasado y la esperanza que se tenía de que se había de descubrir tierra rica y muy poblada. Como esto entendió, Pedro de los Ríos confirmó los cargos que de mano de Pedrarias tenían Pizarro y Almagro; mandó provisiones de ello, y permitió que se hiciese gente; y juntó Diego de Almagro con gran dificultad y trabajo hasta cuarenta españoles de los que habían venido de España; porque en aquel tiempo no venían tanto como en éste. Con esta gente y con seis caballos y el refresco que pudo haber de carnaje y alpargates y camisas, bonetes, cosas de botica; y más que convenían para los que estaban desproveídos, tornó a salir de Panamá. En el ínter que esto pasaba, Francisco Pizarro y sus compañeros andaban como solían por entre aquellos ríos y manglares, comiéndose de mosquitos, pasando intolerables trabajos y desaventuras, y andaban aburridos de andar por aquel infierno; quisieran todos volverse a Panamá; como aún el temor y vergüenza hubiesen consigo, no osaban hacerlo contra la voluntad de su capitán; "mas en tierra pobre no hay deslealtad, y adonde hay riqueza, la misma riqueza pugna contra la virtud", tanto que todo se rinde a la avaricia; y por haber dineros se cometen muertes, y hacen robos, y lo que habéis visto que ha pasado en estos años en este reino. Cuando estaban en corrillos los españoles, decían que los tenía Pizarro por fuerza; no lo ignoraba él, mas disimulaba, porque tenían razón, y al hambriento no se puede remediar si no es con hartarlo. Aguardaba a su compañero con gran deseo de verlo. No se tardó muchos días cuando vieron el navío y salieron en tierra los que en él venían, espantándose los de la mar de ver a los de tierra tan amarillos y flacos.
Respondió que le pesaba el saber que tantos españoles se hubiesen muerto con aquella conquista. Prometió de dar el favor que pudiese, siendo servicio de Dios y del rey. Mandó que luego viniese a Panamá Diego de Almagro; a quien fue aviso de lo dicho con su navío entró en el puerto de aquella ciudad, diciendo todos que venían del Perú. El gobernador salió con algunos caballeros a le recibir hasta la marina, y por extenso le contó Almagro todo lo que había pasado y la esperanza que se tenía de que se había de descubrir tierra rica y muy poblada. Como esto entendió, Pedro de los Ríos confirmó los cargos que de mano de Pedrarias tenían Pizarro y Almagro; mandó provisiones de ello, y permitió que se hiciese gente; y juntó Diego de Almagro con gran dificultad y trabajo hasta cuarenta españoles de los que habían venido de España; porque en aquel tiempo no venían tanto como en éste. Con esta gente y con seis caballos y el refresco que pudo haber de carnaje y alpargates y camisas, bonetes, cosas de botica; y más que convenían para los que estaban desproveídos, tornó a salir de Panamá. En el ínter que esto pasaba, Francisco Pizarro y sus compañeros andaban como solían por entre aquellos ríos y manglares, comiéndose de mosquitos, pasando intolerables trabajos y desaventuras, y andaban aburridos de andar por aquel infierno; quisieran todos volverse a Panamá; como aún el temor y vergüenza hubiesen consigo, no osaban hacerlo contra la voluntad de su capitán; "mas en tierra pobre no hay deslealtad, y adonde hay riqueza, la misma riqueza pugna contra la virtud", tanto que todo se rinde a la avaricia; y por haber dineros se cometen muertes, y hacen robos, y lo que habéis visto que ha pasado en estos años en este reino. Cuando estaban en corrillos los españoles, decían que los tenía Pizarro por fuerza; no lo ignoraba él, mas disimulaba, porque tenían razón, y al hambriento no se puede remediar si no es con hartarlo. Aguardaba a su compañero con gran deseo de verlo. No se tardó muchos días cuando vieron el navío y salieron en tierra los que en él venían, espantándose los de la mar de ver a los de tierra tan amarillos y flacos.