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Desarrollo


Capítulo XI De los contadores que había, llamados Quipucamayos Aunque al Ynga y a sus reinos les faltó el arte tan industriosa de saber leer y escribir, medio tan famoso y conveniente para comunicarse las gentes de unas provincias a otras, y para salir los hombres de las tinieblas de la ignorancia, y alcanzar el título tan deseado de sabios, y trascender y alcanzar los secretos escondidos, y aun casos sucedidos de tantos millares de años como tenemos, sabemos y gozamos mediante las letras. Todavía tuvo el Ynga y los indios otro medio, aunque no tan fácil, notorio y claro como el de los libros y escritura, al menos fue más industrioso y sutil y escondido, con el cual los casos sucedidos en infinidad de años los referían los indios, que los tenían por oficio, tan puntual y distintamente, que los mejores y más diestros lectores de nuestras escrituras no se les aventajaran en el decirlos, en señalar los tiempos y ocasiones, las personas, edades y circunstancias que en ellos concurrieron, cosa maravillosa y de tener estima en una gente ignorante, y tenida en nuestras provincias por inculta y bárbara. Este medio y escritura para conservación de sus hechos, llamaban los indios Quipus, y a los indios que tenían por oficio guardar estos Quipus y dar cuenta y razón de ellos, Quipucamayos, que quiere decir contador. Estos Quipus eran un género de nudos, hechos en unos cordones algo gruesos de lanas y colores diferentes. Por éstos contaban y referían los días, semanas, meses y años, por éstos hacían unidades, decenas, centenas, millares y millones de millares, y para las cosas que querían decir, diferenciarlas, hacían unos nudos mayores que los otros, y ponían diversas las colores, de manera que para una cosa tenían un nudo colorado, y para otra amarillo o verde o azul o negro, según la calidad y según el número así era el nudo más o menos grueso.

Por estos nudos contaban las sucesiones de los tiempos y cuando reinó cada Ynga, los hijos que tuvo, si fue bueno o malo, valiente o cobarde, con quién fue casado, qué tierras conquistó, los edificios que labró, el servicio y riqueza que tuvo, cuántos años vivió, dónde murió, a qué fue aficionado; todo en fin lo que los libros nos enseñan y muestran se sacaba de allí, y así todo lo que en este libro se refiere del origen, principio, sucesión, guerras, conquistas, destrucciones, castigos, edificios, gobierno, policía, tratos, vestidos, comidas, autoridad, gastos y riquezas, de los Yngas, todo sale de allí y por los Quipus he venido en conocimiento de ellos. Todos cuantos refieren cosas deste reino lo han alcanzado y sabido por este medio, único y solo de entender los secretos y antigüedades deste reino. Así tenían los contadores grandes montones destos cordeles, a manera de registros, como los escribanos los tienen en sus escritorios, y allí guardaban sus archivos y de tal manera que el que quería saber algo, no tenía más que hacer sino irse a un Quipucamayo de éstos, y preguntarle cuánto ha que sucedió esto, o cuál Ynga hizo esta ley, quién conquistó tal provincia, quiénes fueron sus capitanes, cuando fue el año seco o abundante, cuándo hubo pestilencias y guerras, cuándo se rebelaron tales indios, cuándo sucedió tal terremoto, en qué tiempo reventó tal volcán, cuándo vino tal río de avenida, destruyendo las chácaras. Luego el contador sacaba sus cuerdas y daba razón de ello, sin faltar un punto.

No hay duda sino que si los españoles al principio tuvieran curiosidad en hacer que estos indios contadores, que estaban en el Cuzco como en cabeza, y era a su cargo lo más principal del reino, les declaraban e interpretaban estos Quipus y jerigonzas de ellos, como entonces estaba la tierra entera y estas cosas no se habían empezado a olvidar y dejar de los indios, y eran vivos los que de esto cuidaban, se descubrieran famosísimos sucesos de estos Yngas, de su origen, conquistas y batallas y acontecimientos, bastantes a henchir mucho número de libros que de ellos se escribieran, y lo que ahora se sabe con mucho trabajo, es a remiendos y por fragmentos, como ya van faltando, o han faltado de todo, los contadores antiguos. De la manera que los había en todo el Cuzco, generales del reino y de cada provincia en particular, así los había en cada provincia, que tenían cuenta y Quipu della. En cada pueblo, en los cordeles puestos el número de los indios del pueblo y de las cosas en general de él, y cada ayllo tenía su contador de sólo él, con los indios que había casados y solteros y viudos, y sus mujeres e hijos, y los que se morían y los que de nuevo nacían y los oficiales de cada oficio, de manera que si, en un punto, se quisiese saber cuántos indios había en un pueblo e indias, y cuántas personas chicas y grandes y las chácaras y ganados que tenían, en juntando los contadores se sabía, sin faltar cosa. Había otra maravilla, que cada provincia como tenía propio lenguaje nativo, también tenía nuevo modo de Quipu y nueva razón dello.

Estos contadores los llamaban juntamente Marcacamayos, que significaba estar el pueblo a su cargo, y así los curacas cuando querían mandar alguna cosa que se hiciese en el pueblo, o que el Ynga lo ordenaba, o que fuesen a alguna obra pública, éstos se informaban dellos y se subían en un alto y, a la hora que la gente estaba sosegada y sin ruido, recogidos todos en sus casas, poco después de haber anochecido o a el amanecer, a voces declaraba lo que el día siguiente se había de hacer, y les amenazaba que el que excediese sería castigado rigurosamente. El que no hacía lo que se le mandaba, le castigaba el Marcacamayo con un azote que tenía y así era temido y respetado de todos. Estos Quipus y cuentas se usan el día de hoy entre, ellos, aunque no con la curiosidad que antiguamente, pero todas las obras de trabajo que se han de repartir entre ellos, cualquiera cosa que se ha de hacer van a ver el Quipu, a quién le cabe por su orden, y si está ausente, al que le sigue, como es el que ha de ir a las minas a servir al rey, o el que a de ir a alguna cosa del servicio del correjidor. Llega a un pueblo y pide un indio para cosa del servicio del rey, luego miran otro Quipu diferente para ello, y así para los demás negocios que se ofrecen. Si no fuese por ello habría entre ellos grandísima confusión, y en estos quipus suelen poner cuando el corregidor o el sacerdote no les pagan, u otras personas, todas las cosas de comida y demás que pidieron, y después en la residencia y visitas se lo piden, aún más de lo que les deben, por no quedar cortos, que su malicia ha subido ya más que solía, que como ven que cuando semejantes cosas piden siempre hay conciertos y rebajas, ponen de ordinario más de lo que les deben, porque haya lugar la rebaja y queden en lo que dieron, porque cierto que en astucias y malicias y delicadezas nos exceden a nosotros.

Andando, de pocos años a esta parte, industriados los indios e indias de confesores doctos y experimentados en confesarse por estos cordeles y quipus, haciendo sus confesiones generales por los mandamientos y después cada vez que se confiesan sacan su quipu y por él van diciendo sus pecados, que cierto ha sido un medio maravilloso y de grandísimo efecto para que hagan sus confesiones más enteras y con más satisfacción de que tratan verdad (de que siempre se ha tenido sospecha), y con alguna más recordación y memoria de sus pecados, y más alivio de los que los sacramentan, porque en efecto se entiende que en general, o por la confusión de su entendimiento y la poca meditación que hacen de su vida, o por la facilidad que tienen en el mentir (que es grandísima), o por su pésima naturaleza, malicia e instigación del demonio, ellos las más confesiones las hacen nulas y dimidiadas ocultando los pecados que han cometido o, ya que los confiesan, negando el número, aunque estén ciertos dél o las circunstancias que los agravan notablemente, o mudan especie y, aunque ellos digan que de temor suelen encubrirlos, en esto también mienten, que si hay un sacerdote áspero y desabrido, los más los tratan con amor en las confesiones, procurándoles sacar sus pecados con suavidad, y muchas veces ellos son causa de hacer salir a sus confesores de los límites de la razón, cogiéndolo en las mentiras palpables y diciéndoles, para escusa de sus pecados, cosas que son imposibles.

Y, desto basta esto. Sólo referiré, para que se note la curiosidad de algunos indios, lo que vi en un indio viejo y curaca en cierta doctrina, donde fui cura, el cual tenía en un cordel y quipu todo el calendario romano y todos los santos y fiestas de guardar por sus meses distintos, y me dijo que lo sabía aquello, y fue que a un religioso de mi orden, curioso, que había sido doctrinario allí, le había dicho se los leyese y diese a entender, y como el Padre se lo iba diciendo el indio iba en su quipu asentándolo, y a las fiestas de guardar ponía el nudo diferente y más grueso, y así era cosa de admiración cómo se entendía por el quipu, y sabía cuándo venían las fiestas y las vigilias de ellas.

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