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Datos principales
Desarrollo
Cómo el Almirante llegó a Puerto de Bastimentos y al de Nombre de Dios, y navegó hasta que entró en el del Retrete Miércoles, 9 de Noviembre, salimos de Portobelo, y navegamos hacia Levante ocho leguas; pero, el día siguiente volvimos atrás cuatro, forzados del mal tiempo, y entramos en las isletas, cerca de Tierra Firme, donde está Nombre de Dios, y porque todos aquellos contornos e isletas estaban llenas de maizales, se les puso de nombre, puerto de Bastimentos; allí queriendo un batel nuestro, bien armado, tomar lengua de una canoa, creyendo los indios que pensaba hacerles algún daño, viendo el batel a menos de un tiro de piedra, se echaron todos al agua, para huir nadando, y de tal modo lo hicieron que por más que el batel bogó mucho, no pudo tomar alguno en media legua que los persiguió; porque cuando los alcanzaba, se sumergían como hacen las aves de agua, y de allí a un rato volvían a salir en otro sitio distante un tiro o dos de ballesta; persecución divertida, por ver cómo el batel se fatigaba en vano, y, al fin, tuvo que volver vacío. Estuvimos allí hasta 23 de Noviembre, componiendo los navíos y la vasija, y partimos dicho día hacia Oriente, hasta una tierra que llaman Guiga, del mismo nombre que otra situada en Veragua y Ciguaré. Llegadas las barcas a tierra hallaron en la playa más de trescientos indios, con deseo de trocar comestibles de los suyos, y algunas muestras de oro que traían colgando de las orejas y de la nariz. Sin detenernos, el sábado, a 26 de Noviembre, entramos en un puertecillo al que se dio nombre de El Retrete, porque no cabían en él más de cinco o seis navíos; su entrada era por una boca de quince o veinte pasos de ancho; a los dos lados había rocas que salían del agua, como puntas de diamantes, y era tan profundo el canal por el medio, que acercándose a la orilla un poco, se podía saltar desde el navío en tierra, lo que fue la causa principal de que peligrasen los navíos en la angostura de aquel puerto, de lo que tuvieron culpa los que fueron a sondarle antes de entrar allí las naves los cuales mintieron por desembarcar, deseosos de rescates; pues, si los indios hubiesen querido, nos habrían asaltado viendo que los navíos se habían acercado a la orilla.
Estuvimos en este puerto nueve días con tiempo revuelto; en los primeros, venían los indios muy pacíficamente a rescatar sus cosillas pero, viendo después salir a los cristianos secretamente de los navíos, se retiraron a sus casas, porque los marineros, como gente sin freno y avara, les hacían muchos ultrajes, lo que motivó el que los indios se airasen de tal forma, que se rompió la paz, hubo algunas escaramuzas entre ambas partes, y creciendo los indios cada día más en número, se atrevieron a llegar a los navíos, que, como hemos dicho, estaban con el bordo en tierra, creyendo poderles hacer daño, cuyo intento no les hubiera salido en vano si el Almirante no hubiese procurado siempre apaciguarlos con paciencia y cortesía; pero, viendo después su soberbia y arrogancia, para meterles miedo, hizo disparar una lombarda, a cuyo estruendo correspondían con gritos, dando palos a las ramas de los árboles, haciendo grandes amenazas, para mostrar que no tenían miedo de aquel gran ruido, porque creían verdaderamente que aquellos truenos sólo servían de causar espanto; por esto, y también porque no tuviesen tanta soberbia, ni despreciasen a los cristianos, mandó el Almirante disparar contra una cuadrilla de indios que estaban en un cerrillo, y dando la pelota en medio de ellos, les hizo conocer que aquella burla tenla de rayo tanto como de trueno; por lo que, después, no se atrevían a presentar ni siquiera en lo alto de los montes. Era la gente de esta tierra la más bien dispuesta que hasta entonces se había visto entre los indios, porque eran altos, enjutos, nada de hinchados los vientres, y hermosos de rostro. La tierra estaba toda llena de hierbecilla, con pocos árboles, y en el puerto había grandísimos lagartos o cocodrilos, los cuales salen a estar y dormir en tierra, y esparcen un olor tan suave, que parece del mejor almizcle del mundo; pero, son tan carniceros y tan crueles, que si encuentran algún hombres durmiendo en tierra, le cogen y lo arrastran al agua para comérselo; fuera de esto, son tímidos, y huyen cuando se les acomete. Hay de estos lagartos en otras muchas partes de las Indias, y afirman algunos ser éstos lo mismo que los cocodrilos del Nilo.
Estuvimos en este puerto nueve días con tiempo revuelto; en los primeros, venían los indios muy pacíficamente a rescatar sus cosillas pero, viendo después salir a los cristianos secretamente de los navíos, se retiraron a sus casas, porque los marineros, como gente sin freno y avara, les hacían muchos ultrajes, lo que motivó el que los indios se airasen de tal forma, que se rompió la paz, hubo algunas escaramuzas entre ambas partes, y creciendo los indios cada día más en número, se atrevieron a llegar a los navíos, que, como hemos dicho, estaban con el bordo en tierra, creyendo poderles hacer daño, cuyo intento no les hubiera salido en vano si el Almirante no hubiese procurado siempre apaciguarlos con paciencia y cortesía; pero, viendo después su soberbia y arrogancia, para meterles miedo, hizo disparar una lombarda, a cuyo estruendo correspondían con gritos, dando palos a las ramas de los árboles, haciendo grandes amenazas, para mostrar que no tenían miedo de aquel gran ruido, porque creían verdaderamente que aquellos truenos sólo servían de causar espanto; por esto, y también porque no tuviesen tanta soberbia, ni despreciasen a los cristianos, mandó el Almirante disparar contra una cuadrilla de indios que estaban en un cerrillo, y dando la pelota en medio de ellos, les hizo conocer que aquella burla tenla de rayo tanto como de trueno; por lo que, después, no se atrevían a presentar ni siquiera en lo alto de los montes. Era la gente de esta tierra la más bien dispuesta que hasta entonces se había visto entre los indios, porque eran altos, enjutos, nada de hinchados los vientres, y hermosos de rostro. La tierra estaba toda llena de hierbecilla, con pocos árboles, y en el puerto había grandísimos lagartos o cocodrilos, los cuales salen a estar y dormir en tierra, y esparcen un olor tan suave, que parece del mejor almizcle del mundo; pero, son tan carniceros y tan crueles, que si encuentran algún hombres durmiendo en tierra, le cogen y lo arrastran al agua para comérselo; fuera de esto, son tímidos, y huyen cuando se les acomete. Hay de estos lagartos en otras muchas partes de las Indias, y afirman algunos ser éstos lo mismo que los cocodrilos del Nilo.