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Desarrollo


CAPÍTULO X Que Plinio y los más de los antiguos sintieron lo mismo que Aristóteles El parecer de Aristóteles siguió a la letra Plinio, el cual dice así: "El temple de la región de en medio del mundo, por donde anda de continuo el Sol y está abrasada como de fuego cercano, y toda quemada y como humeando. Junto a ésta de en medio, hay otras dos regiones de ambos lados, las cuales por caer entre el ardor de ésta y el cruel frío de las otras dos extremas, son templadas. Mas estas dos templadas no se pueden comunicar entre sí, por el excesivo ardor del cielo." Esta propia fue la opinión de los otros antiguos, lo cual galanamente celebra el poeta en sus versos: Rodean cinco cintas todo el cielo: De éstas, una con sol perpetuo ardiente Tienen de quemazón bermejo el suelo. Y el mismo poeta, en otro cabo: Oyolo, si hay alguno que allá habite Donde se tiende la región más larga Que en medio de las cuatro el sol derrite. Y otro poeta aun más claro dice lo mismo: Son en la tierra iguales las regiones A las del cielo, y de estas cinco, aquellas Que está en medio no tiene poblaciones Por el bravo calor. Fundose esta opinión común de los antiguos en una razón que les pareció cierta e inexpugnable. Veían que en tanto era una región más caliente cuanto se acercaba más al Mediodía; y es esto tanta verdad, que en una misma provincia de Italia es la Pulla más cálida que la Toscana, por esa razón, y por la misma en España es más caliente el Andalucía que Vizcaya, y esto en tanto grado, que no siendo la diferencia de más de ocho grados y aun no cabales, se tiene la una por muy caliente y la otra por muy fría.

De aquí inferían por buena consecuencia que aquella región que se allegase tanto al Mediodía que tuviese el sol sobre su cabeza, necesariamente había de sentir un perpetuo y excesivo calor. Demás de esto, veían también que todas las diferencias que el año tiene de Primavera, Estío, Otoño, Invierno, proceden de acercarse o alejarse el sol. Y echando de ver que estando ellos aún bien lejos del trópico, adonde llega el sol en Verano, con todo eso, por írseles acercando, sentían terribles calores en Estío, hacían su cuenta, que si tuvieran al sol tan cerca de sí que anduviera encima de sus cabezas, y esto por todo el discurso del año, fuera el calor tan insufrible que sin duda se consumieran y abrasaran los hombres de tal exceso. Esta fue la razón que venció a los antiguos para tener por no habitable la región de en medio, que por eso llamaron Tórridazona. Y cierto que si la misma experiencia, por vista de ojos, no nos hubiera desengañado, hoy día dijéramos todos que era razón concluyente y matemática, porque veamos cuán flaco es nuestro entendimiento para alcanzar aún estas cosas naturales. Mas ya podemos decir que a la buena dicha de nuestros siglos le cupo alcanzar aquellas dos grandes maravillas; es a saber: navegarse el mar Océano con gran facilidad y gozar los hombres en la Tórridazona de lindísimo temple, cosas que nunca los antiguos se pudieron persuadir. De estas dos maravillas, la postrera de la habitación y cualidades de la Tórridazona hemos de tratar, con ayuda de Dios, largamente en el libro siguiente. Y así en este será bien declarar la otra del modo de navegar el Océano, porque nos importa mucho para el intento que llevamos en esta obra. Pero antes de venir a este punto, convendrá decir qué es lo que sintieron los antiguos de estas nuevas gentes que llamamos indios.

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