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Datos principales
Desarrollo
CAPITULO X Que trata de los virreyes que obo en esta Nueva España desde don Antonio de Mendoza Habiendo gobernado tan bien y fielmente D. Antonio de Mendoza tantos años, en su vejez, cuando había de tener descanso, llegó de España D. Luis de Velasco por virrey de esta Nueva España, año de 1551. Y se juntaron los dos virreyes en la ciudad de Cholula, donde se vieron y obedecieron la cédulas de Su Majestad. Allí consultaron las cosas del gobierno de la Nueva España, y del estado en que quedaban los negocios de la tierra, y lo que Su Majestad mandaba guardar y ejecutar acerca de la buena conservación de los indios y de su aumento. Desde esta ciudad de Cholula se partió el buen D. Antonio de Mendoza para los reinos del Perú, viejo, cansado y enfermo. Y con esta senectud hizo su viaje por mandárselo Su Majestad. Se despidió de todos como buen padre, y ansí fue llorado de toda la tierra, con mucha razón. El mismo virrey D. Luis de Velasco partió para México y procedió en su sagaz gobierno. Lo primero que hizo fue mandar ejecutar los capítulos de las Nuevas Leyes, y se libertaron los esclavos y servicios personales y los tamemes. Mandóse que los indios no cargasen. Pasado este rigor y primer ímpetu, que fue de mucho sentimiento en la tierra, al fin adelante y pasada alguna temporada de su gobierno, fue su proceder tan humano y gobernó tan bien y tan a gusto de toda la tierra que, por su sagacidad y madurez, mereció ser llamado por excelencia "Padre de la Patria".
Visitó personalmente toda la tierra de su gobernación, y se asentó y apaciguó con quietud toda la tierra desta Nueva España. En su tiempo se hizo la armada de la Florida, año de 1559, y fue por general de ella D. Tristán de Arellano y Luna. Y como se perdió, fue al socorro y a recoger la gente perdida de aquella armada Angel de Villafaña con nombramiento y comisión, que llevó del virrey D. Luis de Velasco, de capitán general y gobernador de aquella tierra, porque D. Tristán de Arellano se fue desde allí a Castilla como se vio perdido. Y aun cuando el dicho Angel de Villafaña no fuera de más efecto de éste, fue negocio que importó mucho su ida, porque sacó de allí la gente que perecía de hambre en aquella tierra, pues todos los bastimentos que llevaban se perdieron con la tormenta que tuvieron en la mar. Y ansí, no tuvo la gente qué comer y perecían de hambre por ser despoblada y de chichimecas. Y al fin vino el dicho Villafaña con la mayor parte de la gente que pudo, la puso en la Habana, y de allí vino a esta Nueva España, dejando despoblada la Florida por verse sin orden y con gente cargada de mujeres y niños que iban a poblar. A no hallarse de esta manera, pasara adelante con parecer de muchos capitanes, y entrara a la tierra adentro, cuyo acuerdo hubiera sido acertado, y estuviera poblado el Nuevo México. Fueron deste parecer Matheo de Sauz, Baltasar de Sotelo y otros muchos capitanes de experiencia. Este fin tuvo esta grande y lucida armada, que no fue poco daño, porque después han intentado poblar esta Florida franceses y otras naciones, que se los han impedido los nuestros, porque en tiempo deste buen virrey floreció por la mar Pedro Meléndez de Valdés, siendo general de la carrera del mar destas Indias, donde pasó grandes trances y buenos sucesos en servicio de Su Majestad.
Fue muy temido de los corsarios y en especial de los franceses, que los desterró y echó de la Florida con gran pérdida y daño dellos. Y como prendió a Juan Ribaud, general de los franceses que se había apoderado de la Punta de Santa Elena y San Mateo, aseguró en sus tiempos esta carrera de la Nueva España. En tiempo deste buen caballero, se perdió la flota que iba destos reinos a los de Castilla, y dio en la costa de la Florida, año de 1553, donde pereció y murió mucha gente y se perdió gran tesoro, de cuya armada escaparon pocos navíos, que fueron la nao del maestro Cerco y la de Farfán de Jáuregui y otros algunos de poca cuenta. Mataron los indios muchos frailes y personas de cuenta. Allí murió Fray Juan de Méndez, del Orden de Santo Domingo, muy famoso predicador, y Fray Diego de la Cruz, Procurador de Santo Domingo. Mataron a Doña Catalina, mujer que fue de Juan Ponce de León, encomendero de Tesama, que iba a España desterrada por la muerte de su marido, que dicen mató Bernardino de Bocanegra. Ansímismo, en tiempo deste buen virrey, se pobló el Nuevo Reino de Vizcaya, llamado de Chametla, y fue por gobernador de aquellas poblazones Francisco de Ibarra. Pobláronse también en sus tiempos la Villa de Santa Bárbara, Guadiana, Sombrerete, Chalchihuites, el Mazapil, las tierras de Indé y todos aquellos confines y partes muy apartadas, ampliando los reinos y señoríos de Su Majestad, como el día de hoy permanecen. Al principio de su gobernación se puso la Real Audiencia de Guadalajara de la Nueva Galicia.
En estos tiempos de su gobierno se hizo la tercera armada para la Especería e Islas del Poniente llamadas las Filipinas. La cual se hizo a instancia y persuasión de Fray Andrés de Vidaneta del Orden de San Agustín, de García de Escalante y Güido de Bazares, personas que habían visto y estado en aquella tierra. Y viendo Su Majestad las grandes relaciones de aquellas islas y tierra, mandó se hiciese la dicha armada. Y la puso en efecto el buen virrey D. Luis de Velasco, enviando por general della a Miguel López de Legazpi, y por maese de campo a Matheo del Sauz, y a Güido de los Bazares por factor de Su Majestad. La cual armada tuvo tan buen suceso que hoy día permanece y permanecerá hasta el fin, porque la contratación será la mayor y mejor que ha habido en el mundo, en especial en estas partes del Poniente. Por esta población han resultado grandes descubrimientos de reinos y provincias de la gran China, Japón, Tartaria y otras naciones que había incógnitas, y muchas de ellas van teniendo razón y noticia de Nuestra Santa Fe Católica, que será principio de la conversión de aquellas naciones, para que vengan en conocimiento de Nuestra Santa Fe. Ansí que este cristianísimo virrey gobernó sabia y discretamente, con suavidad y dulzura, por lo que fue muy querido y amado en toda la redondez desta tierra. Y en este tan felice estado de su gobierno le vino la visita, y por visitador el Lic. Valderrama, Oidor que fue del Consejo de Indias, el año de 1562.
Y estando en esta visita, Nuestro Señor fue servido de llevar desta vida al buen virrey D. Luis de Velasco, de gloriosa memoria, el año siguiente de 1564, habiendo acabado de despachar dicha armada de la Especeria en las Casas de Ortuño de Ibarra. Y está enterrado en Santo Domingo de México, donde tiene su capilla y entierro. Su hijo D. Luis de Velasco hizo trasladar sus huesos a la iglesia nueva, siendo virrey de esta Nueva España. Y luego resultaron de su muerte muchas novedades, trabajos, disensiones y pasiones ocultas de pechos dañados, odios y enemistades con ellas, y dañados humores que conocidamente se traslucían. Por lo que determinó irse el visitador Valderrama a los reinos de Castilla con la visita, habiendo estado en la tierra tres años, dejando en el gobierno della a la Real Audiencia de México en el año de 1566. En este tiempo sucedió la rebelión que dicen de México. Y fueron por ella justiciados Alonso Avila Alvarado y Gil González Dávila, su hermano, y otros muchos caballeros, entre ellos D. Pedro de Quesada, D. Baltazar, su hermano, y Baltazar de Sotelo, hermano de Diego Arias de Sotelo. Y por ello fue preso D. Martín Cortés, marqués del Valle, y D. Luis y D. Martín Cortés, sus hermanos, y Bernardino de Bocanegra y Diego Arias de Sotelo y otros muchos, que fueron enviados presos y desterrados desta tierra a los reinos de Castilla. De estos negocios y de cómo vinieron en seguimiento desta causa por pesquisidores el lic. Muñoz, el doctor Carrillo y el lic.
Xarava que viniendo por la mar murió, y de cómo fueron mandados volver el dicho lic. Muñoz, y Carrillo, y yendo a España murió Carrillo en la mar, había mucho que tratar. A lo cual ponemos freno, porque hay muchos escritos acerca de esta rebelión por muchos autores, remitiéndome a lo que la Real Audiencia hizo y según procedió jurídicamente. Estando en el furor de estos negocios, vino por virrey desta tierra D. Gastón de Peralta, caballero nobilísimo. El cual duró en el cargo muy poco tiempo, porque la tierra no lo mereció. Fue la causa de su breve mudanza, informaciones que contra él enviaron a Su Majestad, acusándole de remiso y que desfavorecía los casos pasados tocante a la rebelión, y que favorecía la parte del marqués del Valle. Idose a España, vino y le sucedió D. Martín Enríquez. Y halló tomado el Puerto de San Juan de Ulúa por Juan de Ade, inglés corsario, y por su buena orden se tornó a cobrar el puerto e isla de San Juan de Ulúa, que para habella obo grandes refriegas, y reencuentros y muchas muertes de una y otra parte. Lo cual había puesto en gran alteración la tierra con esta ocasión de hacer los daños que han hecho y hacen cada día. Los grandes robos que han hecho por el Mar Océano, Santo Domingo, Cartagena, Puerto de Caballos, costa del Mar del Sur, carrera de las Filipinas y costa del Perú, y cómo Francisco Drack tomó un navío que venía de las Filipinas cerca del Puerto de la Navidad y California, y de otros navíos que ha tomado cargados de plata, oro, perlas y otras riquezas, sin otros daños excesivos, no se pueden contar sin gran lástima y pena, por no haber tenido en nada a los corsarios, ni el negocio de San Juan de Ulúa.
Gobernó el dicho D. Martín con prudencia y muy discretamente esta tierra más de catorce años con mucha quietud y sosiego, dando nuevo asiento a la tierra de las alteraciones pasadas. En su tiempo, se desvergozaron mucho los chichimecas, e hicieron grandes matanzas y robos por los caminos de zacatecas y estancias de ganados, que con muy gran dificultad se podía transitar la tierra. Y fue necesario mandar hacer fuertes y tener presidios en muchas partes de toda la tierra de chichimecas, donde se gastaba con la soldadesca más de doscientos mil pesos. De suerte que toda la tierra estaba en gran detrimento y costaba muchas vidas de españoles todos los años, de robos y daños que hacían los chichimecas. Con estos presidios se reparaban en parte los daños que los salteadores chichimecas hacían. En tiempo que gobernaba esta Nueva España se introdujo el derecho de alcabala y comenzó se a pagar con harto disgusto de los vecinos, que por ello fue aborrecido. En el año de 1576, sobrevino a esta tierra una muy gran pestilencia y mortandad en los naturales della, que duró más de un año. Arruinó y destruyó la mayor parte de la Nueva España y casi quedó despoblada de indios. Un mes antes que comenzase la mortandad se vio una muy gran señal en el cielo, porque se vieron en el sol tres ruedas que parecían tres soles muy sangrientos inflamados de fuego, que hacían uno las colores. Estas tres ruedas eran semejantes al arco del cielo llamado iris. Duraron desde las ocho hasta casi la una después de medio día.
Al cabo de catorce años de su buen gobierno, vino por virrey desta tierra D. Lorenzo Suárez de Mendoza, conde de la Coruña. Y el dicho D. Martín Enríquez fue por virrey al Perú, donde vivió tres años y gobernó aquellos reinos con mucha prudencia y discreción, como hombre maduro y sagaz y de gran experiencia, donde finó con acrecentamiento de gloria y eterna fama. El conde de la Coruña prosiguió en su gobierno tres años con mucha mansedumbre hasta que murió y pasó desta presente vida. Vínole la visita para que visitase la Real Audiencia de México y oficiales de Su Majestad, que por su fin y muerte gobernaba. Estando en esta continuación, vino por virrey de esta tierra y Nueva España D. Alvaro Manríquez de Zúñiga, marqués de Villa Manrique de Zúñiga, año de 1585. Y el Arzobispo de México se fue a los reinos de Castilla con la visita, donde falleció, siendo presidente del Consejo Real de Indias, que sucedió a Hernando de Vega Fonseca, obispo de Córdoba. El marqués de Villa Manrique gobernó cuatro años, en su tiempo obo muy grandes negocios, que de algunos dellos trataremos en suma.
Visitó personalmente toda la tierra de su gobernación, y se asentó y apaciguó con quietud toda la tierra desta Nueva España. En su tiempo se hizo la armada de la Florida, año de 1559, y fue por general de ella D. Tristán de Arellano y Luna. Y como se perdió, fue al socorro y a recoger la gente perdida de aquella armada Angel de Villafaña con nombramiento y comisión, que llevó del virrey D. Luis de Velasco, de capitán general y gobernador de aquella tierra, porque D. Tristán de Arellano se fue desde allí a Castilla como se vio perdido. Y aun cuando el dicho Angel de Villafaña no fuera de más efecto de éste, fue negocio que importó mucho su ida, porque sacó de allí la gente que perecía de hambre en aquella tierra, pues todos los bastimentos que llevaban se perdieron con la tormenta que tuvieron en la mar. Y ansí, no tuvo la gente qué comer y perecían de hambre por ser despoblada y de chichimecas. Y al fin vino el dicho Villafaña con la mayor parte de la gente que pudo, la puso en la Habana, y de allí vino a esta Nueva España, dejando despoblada la Florida por verse sin orden y con gente cargada de mujeres y niños que iban a poblar. A no hallarse de esta manera, pasara adelante con parecer de muchos capitanes, y entrara a la tierra adentro, cuyo acuerdo hubiera sido acertado, y estuviera poblado el Nuevo México. Fueron deste parecer Matheo de Sauz, Baltasar de Sotelo y otros muchos capitanes de experiencia. Este fin tuvo esta grande y lucida armada, que no fue poco daño, porque después han intentado poblar esta Florida franceses y otras naciones, que se los han impedido los nuestros, porque en tiempo deste buen virrey floreció por la mar Pedro Meléndez de Valdés, siendo general de la carrera del mar destas Indias, donde pasó grandes trances y buenos sucesos en servicio de Su Majestad.
Fue muy temido de los corsarios y en especial de los franceses, que los desterró y echó de la Florida con gran pérdida y daño dellos. Y como prendió a Juan Ribaud, general de los franceses que se había apoderado de la Punta de Santa Elena y San Mateo, aseguró en sus tiempos esta carrera de la Nueva España. En tiempo deste buen caballero, se perdió la flota que iba destos reinos a los de Castilla, y dio en la costa de la Florida, año de 1553, donde pereció y murió mucha gente y se perdió gran tesoro, de cuya armada escaparon pocos navíos, que fueron la nao del maestro Cerco y la de Farfán de Jáuregui y otros algunos de poca cuenta. Mataron los indios muchos frailes y personas de cuenta. Allí murió Fray Juan de Méndez, del Orden de Santo Domingo, muy famoso predicador, y Fray Diego de la Cruz, Procurador de Santo Domingo. Mataron a Doña Catalina, mujer que fue de Juan Ponce de León, encomendero de Tesama, que iba a España desterrada por la muerte de su marido, que dicen mató Bernardino de Bocanegra. Ansímismo, en tiempo deste buen virrey, se pobló el Nuevo Reino de Vizcaya, llamado de Chametla, y fue por gobernador de aquellas poblazones Francisco de Ibarra. Pobláronse también en sus tiempos la Villa de Santa Bárbara, Guadiana, Sombrerete, Chalchihuites, el Mazapil, las tierras de Indé y todos aquellos confines y partes muy apartadas, ampliando los reinos y señoríos de Su Majestad, como el día de hoy permanecen. Al principio de su gobernación se puso la Real Audiencia de Guadalajara de la Nueva Galicia.
En estos tiempos de su gobierno se hizo la tercera armada para la Especería e Islas del Poniente llamadas las Filipinas. La cual se hizo a instancia y persuasión de Fray Andrés de Vidaneta del Orden de San Agustín, de García de Escalante y Güido de Bazares, personas que habían visto y estado en aquella tierra. Y viendo Su Majestad las grandes relaciones de aquellas islas y tierra, mandó se hiciese la dicha armada. Y la puso en efecto el buen virrey D. Luis de Velasco, enviando por general della a Miguel López de Legazpi, y por maese de campo a Matheo del Sauz, y a Güido de los Bazares por factor de Su Majestad. La cual armada tuvo tan buen suceso que hoy día permanece y permanecerá hasta el fin, porque la contratación será la mayor y mejor que ha habido en el mundo, en especial en estas partes del Poniente. Por esta población han resultado grandes descubrimientos de reinos y provincias de la gran China, Japón, Tartaria y otras naciones que había incógnitas, y muchas de ellas van teniendo razón y noticia de Nuestra Santa Fe Católica, que será principio de la conversión de aquellas naciones, para que vengan en conocimiento de Nuestra Santa Fe. Ansí que este cristianísimo virrey gobernó sabia y discretamente, con suavidad y dulzura, por lo que fue muy querido y amado en toda la redondez desta tierra. Y en este tan felice estado de su gobierno le vino la visita, y por visitador el Lic. Valderrama, Oidor que fue del Consejo de Indias, el año de 1562.
Y estando en esta visita, Nuestro Señor fue servido de llevar desta vida al buen virrey D. Luis de Velasco, de gloriosa memoria, el año siguiente de 1564, habiendo acabado de despachar dicha armada de la Especeria en las Casas de Ortuño de Ibarra. Y está enterrado en Santo Domingo de México, donde tiene su capilla y entierro. Su hijo D. Luis de Velasco hizo trasladar sus huesos a la iglesia nueva, siendo virrey de esta Nueva España. Y luego resultaron de su muerte muchas novedades, trabajos, disensiones y pasiones ocultas de pechos dañados, odios y enemistades con ellas, y dañados humores que conocidamente se traslucían. Por lo que determinó irse el visitador Valderrama a los reinos de Castilla con la visita, habiendo estado en la tierra tres años, dejando en el gobierno della a la Real Audiencia de México en el año de 1566. En este tiempo sucedió la rebelión que dicen de México. Y fueron por ella justiciados Alonso Avila Alvarado y Gil González Dávila, su hermano, y otros muchos caballeros, entre ellos D. Pedro de Quesada, D. Baltazar, su hermano, y Baltazar de Sotelo, hermano de Diego Arias de Sotelo. Y por ello fue preso D. Martín Cortés, marqués del Valle, y D. Luis y D. Martín Cortés, sus hermanos, y Bernardino de Bocanegra y Diego Arias de Sotelo y otros muchos, que fueron enviados presos y desterrados desta tierra a los reinos de Castilla. De estos negocios y de cómo vinieron en seguimiento desta causa por pesquisidores el lic. Muñoz, el doctor Carrillo y el lic.
Xarava que viniendo por la mar murió, y de cómo fueron mandados volver el dicho lic. Muñoz, y Carrillo, y yendo a España murió Carrillo en la mar, había mucho que tratar. A lo cual ponemos freno, porque hay muchos escritos acerca de esta rebelión por muchos autores, remitiéndome a lo que la Real Audiencia hizo y según procedió jurídicamente. Estando en el furor de estos negocios, vino por virrey desta tierra D. Gastón de Peralta, caballero nobilísimo. El cual duró en el cargo muy poco tiempo, porque la tierra no lo mereció. Fue la causa de su breve mudanza, informaciones que contra él enviaron a Su Majestad, acusándole de remiso y que desfavorecía los casos pasados tocante a la rebelión, y que favorecía la parte del marqués del Valle. Idose a España, vino y le sucedió D. Martín Enríquez. Y halló tomado el Puerto de San Juan de Ulúa por Juan de Ade, inglés corsario, y por su buena orden se tornó a cobrar el puerto e isla de San Juan de Ulúa, que para habella obo grandes refriegas, y reencuentros y muchas muertes de una y otra parte. Lo cual había puesto en gran alteración la tierra con esta ocasión de hacer los daños que han hecho y hacen cada día. Los grandes robos que han hecho por el Mar Océano, Santo Domingo, Cartagena, Puerto de Caballos, costa del Mar del Sur, carrera de las Filipinas y costa del Perú, y cómo Francisco Drack tomó un navío que venía de las Filipinas cerca del Puerto de la Navidad y California, y de otros navíos que ha tomado cargados de plata, oro, perlas y otras riquezas, sin otros daños excesivos, no se pueden contar sin gran lástima y pena, por no haber tenido en nada a los corsarios, ni el negocio de San Juan de Ulúa.
Gobernó el dicho D. Martín con prudencia y muy discretamente esta tierra más de catorce años con mucha quietud y sosiego, dando nuevo asiento a la tierra de las alteraciones pasadas. En su tiempo, se desvergozaron mucho los chichimecas, e hicieron grandes matanzas y robos por los caminos de zacatecas y estancias de ganados, que con muy gran dificultad se podía transitar la tierra. Y fue necesario mandar hacer fuertes y tener presidios en muchas partes de toda la tierra de chichimecas, donde se gastaba con la soldadesca más de doscientos mil pesos. De suerte que toda la tierra estaba en gran detrimento y costaba muchas vidas de españoles todos los años, de robos y daños que hacían los chichimecas. Con estos presidios se reparaban en parte los daños que los salteadores chichimecas hacían. En tiempo que gobernaba esta Nueva España se introdujo el derecho de alcabala y comenzó se a pagar con harto disgusto de los vecinos, que por ello fue aborrecido. En el año de 1576, sobrevino a esta tierra una muy gran pestilencia y mortandad en los naturales della, que duró más de un año. Arruinó y destruyó la mayor parte de la Nueva España y casi quedó despoblada de indios. Un mes antes que comenzase la mortandad se vio una muy gran señal en el cielo, porque se vieron en el sol tres ruedas que parecían tres soles muy sangrientos inflamados de fuego, que hacían uno las colores. Estas tres ruedas eran semejantes al arco del cielo llamado iris. Duraron desde las ocho hasta casi la una después de medio día.
Al cabo de catorce años de su buen gobierno, vino por virrey desta tierra D. Lorenzo Suárez de Mendoza, conde de la Coruña. Y el dicho D. Martín Enríquez fue por virrey al Perú, donde vivió tres años y gobernó aquellos reinos con mucha prudencia y discreción, como hombre maduro y sagaz y de gran experiencia, donde finó con acrecentamiento de gloria y eterna fama. El conde de la Coruña prosiguió en su gobierno tres años con mucha mansedumbre hasta que murió y pasó desta presente vida. Vínole la visita para que visitase la Real Audiencia de México y oficiales de Su Majestad, que por su fin y muerte gobernaba. Estando en esta continuación, vino por virrey de esta tierra y Nueva España D. Alvaro Manríquez de Zúñiga, marqués de Villa Manrique de Zúñiga, año de 1585. Y el Arzobispo de México se fue a los reinos de Castilla con la visita, donde falleció, siendo presidente del Consejo Real de Indias, que sucedió a Hernando de Vega Fonseca, obispo de Córdoba. El marqués de Villa Manrique gobernó cuatro años, en su tiempo obo muy grandes negocios, que de algunos dellos trataremos en suma.