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Datos principales
Desarrollo
Capítulo X 265 De algunos españoles que han tratado mal a los indios, y del fin que han habido; y pónese la conclusión de la segunda parte 266 Hase visto por experiencia en muchos y muchas veces, los españoles que con estos indios han sido crueles, morir malas muertes y arrebatadas, tanto que se trae ya por refrán: "el que con los indios es cruel, Dios lo será con él", y no quiero contar crueldades, aunque sé muchas, de ellas vistas y de ellas oídas; mas quiero decir algunos castigos que Dios ha dado a algunas personas que trataban mal a sus indios. Un español que era cruel con los indios, yendo por un camino con indios cargados, y allegando en medio del día por un monte, iba apaleando los indios que iban cargados, llamándolos perros, y no cesando de apalearlos, y perros acá y perros acullá; a esta sazón sale un tigre y apaña al español, y llévale atravesado en la boca y métese en el monte, y cómesele: y así el cruel animal libró a los mansos indios de aquél que cruelmente los trataba. 267 Otro español que venía del Perú, de aquella tierra adonde se ha bien ganado el oro, y traía muchos tamemes, que son indios cargados, y había de pasar un despoblado, y dijéronle: "mira que no durmáis en tal parte que hay leones y tigres encarnizados"; y él pensando más en su codicia y en hacer andar los indios demasiadamente, y que con ellos se escudaría, fueles forzado dormir en el campo, y él comenzó a llamar perros a los indios y que todos lo cercasen, y él echado en medio; a la medianoche vino el león o el tigre, y entra en medio de todos y saca al español y allí cerca le comió.
Semejante aconteció a otro calpixque o estanciero que llevaba ciento cincuenta indios cargados, y él tratándolos mal y apaleándolos, paró una noche a dormir en el campo, y llegó el tigre y sacóle de en medio de todos los indios y se lo comió, y yo estuve luego cerca del lugar a donde fue comido. 268 Tienen estos indios en grandísima reverencia el santo nombre de Jesús contra las tentaciones del demonio; que han sido muy muchas veces las que los demonios han puesto las manos en ellos queriéndolos matar, y nombrando el nombre de Jesús son dejados. A muchos se les ha parecido el demonio muy espantoso y diciéndoles con mucha furia: "¿por qué no me servís?, ¿por qué no me llamáis?, ¿por qué no me honráis como solíades? ¿por qué me habéis dejado?, ¿por qué te has bautizado?"; y éstos llamando y diciendo: "Jesús, Jesús, Jesús", son librados, y se han escapado de sus manos, y algunos han salido muy maltratados y heridos de sus manos, quedándoles bien qué contar; y así el nombre de Jesús es conhorte y defensa contra todas las astucias de nuestro adversario el demonio; y ha Dios manifestado su benditísimo nombre en los corazones de esta gente, que lo muestran con señales de fuera, porque cuando en el Evangelio se nombra a Jesús, hincan muchos indios ambas las rodillas en tierra, y lo van tomando muy en costumbre, cumpliendo con lo que dice San Pablo. 269 También derrama Dios la virtud de su amantísimo nombre tanto, que aun por las partes aún no conquistadas, y adonde nunca clérigo, ni fraile, ni español ha entrado, está este santímo nombre pintado y reverenciado.
Está en esta tierra tan multiplicado, así escrito como pintado en las iglesias y templos, de oro y de plata, y de pluma y oro, de todas estas maneras muy gran número; y por las casas de los vecinos, y por otras muchas partes lo tienen entallado de palo con su festón, y cada domingo y fiesta lo enrosan y componen con mil maneras de rosas y flores. 270 Pues concluyendo con esta segunda parte digo: ¿que quién no se espantará viendo las nuevas maravillas y misericordias que Dios hace con esta gente? Y ¿por qué no se alegrarán los hombres de la tierra delante cuyos ojos Dios hace estas cosas, y más los que con buena intención vinieron y conquistaron tan grandes provincias como son éstas, para que Dios fuese en ellas conocido y adorado? Y aunque algunas veces tuviesen codicia de adquirir riquezas, de creer es que sería accesoria y remotamente. Pero a los hombres que Dios dotó de razón, y se vieron en tan grandes necesidades y peligros de muerte, tantas y tantas veces; ¿quién no creerá que formarían y reformarían sus conciencias e intenciones, y se ofrecerían a morir por la fe y por la ensalzar entre los infieles, y que ésta fuese su singular y principal demanda? Y estos conquistadores y todos los cristianos amigos de Dios se deben mucho alegrar de ver una cristiandad tan cumplida en tan poco tiempo, e inclinada a toda virtud y bondad, por tanto ruego a todos los que esto leyeren, que alaben y glorifiquen a Dios con lo íntimo de sus entrañas; digan estas alabanzas que siguen, que según San Buenaventura en ellas se encierran y se hallan todas las maneras de alabar a Dios que hay en la Sagrada Escritura: "alabanzas y bendiciones, engrandecimientos y confesiones, gracias y glorificaciones, sobrealzamientos, adoraciones y satisfacciones sean a vos, Altísimo Señor Dios nuestro, por las misericordias hechas con estos indios nuevos convertidos a vuestra santa fe.
Amén. Amén. Amén." 270 bis En esta Nueva España siempre había muy continuas y grandes guerras, los de unas provincias con los de otras, adonde morían muchos, así en las peleas, como en los que prendían para sacrificar a sus demonios. Ahora por la bondad de Dios se ha convertido y vuelto en tanta paz y quietud, y están todos en tanta justicia que un español o un mozo puede ir cargado de barras de oro de trescientas y cuatrocientas leguas, por montes y sierras, y despoblados y poblados, sin más temor que iría por la rúa de Benavente, y es verdad que en fin de este mes de febrero del año de 1541 en un pueblo llamado Zaputitlan sucedió dejar un indio en medio del mercado, en un sitio, más de cien cargas de mercadería, y estarse de noche y de día en el mercado sin faltar cosa ninguna. El día del mercado que es de cinco en cinco días, pónese cada uno par de su mercaduría a vender; y entre estos cinco días hay otro mercado pequeño, y por esto está siempre la mercaduría en el tianguez o mercado, si no es en tiempo de las aguas; aunque esta simplicidad no ha llegado a México ni a su comarca. 271 FIN DE LA SEGUNDA PARTE.
Semejante aconteció a otro calpixque o estanciero que llevaba ciento cincuenta indios cargados, y él tratándolos mal y apaleándolos, paró una noche a dormir en el campo, y llegó el tigre y sacóle de en medio de todos los indios y se lo comió, y yo estuve luego cerca del lugar a donde fue comido. 268 Tienen estos indios en grandísima reverencia el santo nombre de Jesús contra las tentaciones del demonio; que han sido muy muchas veces las que los demonios han puesto las manos en ellos queriéndolos matar, y nombrando el nombre de Jesús son dejados. A muchos se les ha parecido el demonio muy espantoso y diciéndoles con mucha furia: "¿por qué no me servís?, ¿por qué no me llamáis?, ¿por qué no me honráis como solíades? ¿por qué me habéis dejado?, ¿por qué te has bautizado?"; y éstos llamando y diciendo: "Jesús, Jesús, Jesús", son librados, y se han escapado de sus manos, y algunos han salido muy maltratados y heridos de sus manos, quedándoles bien qué contar; y así el nombre de Jesús es conhorte y defensa contra todas las astucias de nuestro adversario el demonio; y ha Dios manifestado su benditísimo nombre en los corazones de esta gente, que lo muestran con señales de fuera, porque cuando en el Evangelio se nombra a Jesús, hincan muchos indios ambas las rodillas en tierra, y lo van tomando muy en costumbre, cumpliendo con lo que dice San Pablo. 269 También derrama Dios la virtud de su amantísimo nombre tanto, que aun por las partes aún no conquistadas, y adonde nunca clérigo, ni fraile, ni español ha entrado, está este santímo nombre pintado y reverenciado.
Está en esta tierra tan multiplicado, así escrito como pintado en las iglesias y templos, de oro y de plata, y de pluma y oro, de todas estas maneras muy gran número; y por las casas de los vecinos, y por otras muchas partes lo tienen entallado de palo con su festón, y cada domingo y fiesta lo enrosan y componen con mil maneras de rosas y flores. 270 Pues concluyendo con esta segunda parte digo: ¿que quién no se espantará viendo las nuevas maravillas y misericordias que Dios hace con esta gente? Y ¿por qué no se alegrarán los hombres de la tierra delante cuyos ojos Dios hace estas cosas, y más los que con buena intención vinieron y conquistaron tan grandes provincias como son éstas, para que Dios fuese en ellas conocido y adorado? Y aunque algunas veces tuviesen codicia de adquirir riquezas, de creer es que sería accesoria y remotamente. Pero a los hombres que Dios dotó de razón, y se vieron en tan grandes necesidades y peligros de muerte, tantas y tantas veces; ¿quién no creerá que formarían y reformarían sus conciencias e intenciones, y se ofrecerían a morir por la fe y por la ensalzar entre los infieles, y que ésta fuese su singular y principal demanda? Y estos conquistadores y todos los cristianos amigos de Dios se deben mucho alegrar de ver una cristiandad tan cumplida en tan poco tiempo, e inclinada a toda virtud y bondad, por tanto ruego a todos los que esto leyeren, que alaben y glorifiquen a Dios con lo íntimo de sus entrañas; digan estas alabanzas que siguen, que según San Buenaventura en ellas se encierran y se hallan todas las maneras de alabar a Dios que hay en la Sagrada Escritura: "alabanzas y bendiciones, engrandecimientos y confesiones, gracias y glorificaciones, sobrealzamientos, adoraciones y satisfacciones sean a vos, Altísimo Señor Dios nuestro, por las misericordias hechas con estos indios nuevos convertidos a vuestra santa fe.
Amén. Amén. Amén." 270 bis En esta Nueva España siempre había muy continuas y grandes guerras, los de unas provincias con los de otras, adonde morían muchos, así en las peleas, como en los que prendían para sacrificar a sus demonios. Ahora por la bondad de Dios se ha convertido y vuelto en tanta paz y quietud, y están todos en tanta justicia que un español o un mozo puede ir cargado de barras de oro de trescientas y cuatrocientas leguas, por montes y sierras, y despoblados y poblados, sin más temor que iría por la rúa de Benavente, y es verdad que en fin de este mes de febrero del año de 1541 en un pueblo llamado Zaputitlan sucedió dejar un indio en medio del mercado, en un sitio, más de cien cargas de mercadería, y estarse de noche y de día en el mercado sin faltar cosa ninguna. El día del mercado que es de cinco en cinco días, pónese cada uno par de su mercaduría a vender; y entre estos cinco días hay otro mercado pequeño, y por esto está siempre la mercaduría en el tianguez o mercado, si no es en tiempo de las aguas; aunque esta simplicidad no ha llegado a México ni a su comarca. 271 FIN DE LA SEGUNDA PARTE.