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Datos principales
Desarrollo
CAPITULO VIII Prosigue el descubrimiento del Nuevo México La nación hasta donde los dichos Tobosos los siguieron se llamaba Jumanos, a quien por otro nombre llaman los españoles Patarabueyes. Tienen una Provincia grande y de muchos pueblos con mucha gente, y las casas eran con azoteas y de cal y canto, y los pueblos trazados por buen orden. Tienen todos los hombres y mujeres los rostros rayados y los brazos y piernas. Es gente corpulenta y de más policía que los que hasta allí habían visto, y, tenían muchos mantenimientos y mucha caza de pie y de vuelo y gran cantidad de pescado a causa de tener grandes ríos que vienen de hacia el Norte, y alguno tan grande como Guadalquivir, el cual entra en la propia Mar del Norte. Tiene muchas lagunas de agua salada que se cuaja cierto tiempo del año y se hace muy buena sal. Es gente belicosa y mostráronlo luego, porque la primera noche que los nuestros asentaron Real, los flecharon y mataron cinco caballos, hiriendo muy mal otros tantos, y no dejaran ninguno a vida sino por las guardas que los defendían. Hecho este mal recado, despoblaron el lugar y se subieron a una Sierra que estaba cerca adonde fue luego por la mañana el Capitán con otros cinco soldados bien armados con un intérprete, llamado Pedro, indio de su mesma nación, y con buenas razones los quietó y dejó de paz, haciéndoles bajar a su pueblo y casas y persuadiéndolos a que diesen aviso a sus vecinos de que no eran hombres que hacían mal a nadie, ni les iban a tomar sus haciendas, que lo alcanzó fácilmente con su prudencia y con darles a los caciques algunas sartas de cuentas de vidrio que llevaban para este efecto, y sombreros otras niñerías.
Con esto y con el buen tratamiento que les hacían, se fueron muchos de ellos en compañía de los nuestros algunos días, caminando siempre por la rivera del Río Grande arriba dicho: por toda la cual había muchos pueblos de Indios de esta nación que duraron por espacio de 12 jornadas. En todas las cuales, avisados los unos caciques de los otros, salían a recibir a los nuestros sin arcos ni flechas, y les traían muchos mantenimientos y otros regalos y dádivas, en especial cueros Y gamuzas muy bien aderezadas, y que no les excedían en esto las de Flandes. Es gente toda vestida, y hallaron que tenían alguna lumbre de nuestra santa fe, porque señalaban a Dios mirando al cielo y le llaman en su lengua Apalito y le conocen por Señor de cuya larga mano y misericordia confiesan haber recibido la vida y al ser natural y los bienes temporales. Venían muchos de ellos, y las mujeres y niños, a que el Religioso que dijimos iba con el dicho Capitán y soldados, los santigüase y echase la bendición. El cual, como les preguntase de quién habían entendido aquel conocimiento de Dios que tenían, respondieron que de tres cristianos y un negro que habían pasado por allí y detenídose algunos días en su tierra, que, según las señas que dieron, eran Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Dorantes y Castillo Maldonado y un negro, que todos ellos habían escapado del Armada con que entró Pánfilo de Narváez en la Florida y después de haber sido muchos días esclavos, vinieron a dar a estos pueblos, haciendo Dios por medio de ellos muchos milagros y sanando con el tocamiento solo de sus manos muchos enfermos por lo cual dejaron gran nombre en toda aquella tierra.
Toda esta Provincia quedó en paz y muy, sosegada, en cuya demostración fueron acompañando y sirviendo los nuestros algunos días por la orilla del río que dijimos arriba. A pocos días toparon con una gran población de indios, adonde los salieron a recibir por nueva que tuvieron de sus vecinos, y les sacaron muchas cosas muy curiosas de pluma de diferentes colores, y muchas mantas de algodón barretadas de azul y blanco, como las que traen de la China para rescatarlas y trocarlas por otras cosas. Iban todos, así hombres como mujeres y niños, vestidos de gamuzas muy buenas y bien adobadas y nunca pudieron los nuestros entender qué nación era por falta de intérprete que entendiese su lengua, aunque por señas trataban con ellos; a los cuales, como les mostrasen algunas piedras de metal rico y les preguntasen si había de aquello en su tierra, respondieron por las mesmas señas que cinco olías de camino de allí hacia al Poniente había de aquello en muy gran cantidad y que ellos les guiarían para allá y se lo mostrarían, como lo cumplieron después acompañándolos por espacio de 22 leguas todas pobladas de gente de su mesma nación, a quien inmediatamente se seguía por el mesmo río arriba otra de mucha más gente que la de la pasada, de quien fueron bien recibidos y regalados con muchos presentes, especialmente de pescado que había infinito a causa de una lagunas grandes que cerca de allí había que lo crían en la abundancia dicha. Estuvieron entre éstos tres días, en los cuales de día y de noche les hicieron muchos bailes a su modo con particular significación de alegría.
No se supo cómo se llamaba esta nación por falta de intérprete, aunque entendieron se extendía mucho y que era muy grande. Entre ellos hallaron un indio concho de nación, que les dijo y señaló que 15 jornadas de allí hacia el Poniente había una laguna muy ancha y cerca de ella muy grandes pueblos y casas de tres y cuatro altos, y la gente bien vestida, y la tierra de muchos bastimentos, el cual se ofreció de llevarlos a ella y holgaron los nuestros de ello y sólo lo dejaron de poner en efecto por proseguir el intento con que habían comenzado la jornada, que era ir al Norte a dar socorro a los Religiosos arriba dichos. En esta Provincia lo que particularmente notaron fue que había muy buen temple y muy ricas tierras y mucha caza de pie y vuelo, y muchos metales ricos, y otras cosas particulares y de provecho. De esta Provincia fueron siguiendo su derrota por espacio de quince días sin topar en todos ellos ninguna gente, por entre grandes pinares de piñas y piñones como los de Castilla. A1 cabo de los cuales, habiendo caminado a su parecer 80 leguas, toparon una pequeña ranchería o pueblo de poca gente, y en sus casas, que eran pobres y de paja, gran cantidad de cueros de venados tan bien aderezados como los de Flandes, y mucha sal blanca y muy buena. Hiciéronles muy buen hospedaje dos días que allí estuvieron, después de los cuales los acompañaron como 12 leguas a unas poblaciones grandes caminando siempre por el río del Norte ya dicho, hasta llegar a la tierra que llaman el Nuevo México.
Estaba toda la ribera del dicho río llena de grandísimas alamedas de álamos blancos, y en parte tomaban cuatro leguas de ancho, y así mesmo de muchos nogales y parrales, como los de Castilla. Habiendo caminado dos días por estas alamedas y noguerales, toparon 10 pueblos que estaban asentados en la ribera del dicho río por ambas partes, sin otros que se mostraban más desviados, en los cuales les pareció había mucha gente, y la que ellos vieron pasaban en número de diez mil ánimas. En esta Provincia les regalaron mucho con recibimientos y con llevarlos a sus pueblos donde les daban mucha comida y gallinas de la tierra y otras cosas y todo con gran voluntad. Aquí hallaron casas de cuatro altos y bien edificadas y con galanos aposentos, y en las más de ellas había estufas para tiempo de invierno. Andaban vestidos de algodón y de cuero de venado, y el traje así de los nombres como de las mujeres, es al modo del de los indios del reino de México, y lo que les causó más extrañeza fue el ver que todos ellos y ellas andaban calzados con zapatos y botas de buen cuero con suelas de vaca, cosa que hasta allí nunca la habían visto. Las mujeres traían el cabello muy peinado y compuesto y sin cosa sobre la cabeza. En todos estos pueblos había caciques que los gobernaban, como entre los indios mexicanos, con alguaciles para ejecutar sus mandamientos, los cuales van por el pueblo diciendo a voces la voluntad de los caciques y que la pongan por obra. En esta Provincia hallaron los nuestros muchos ídolos que adoraban y en especial que tenían en cada casa un templo para el demonio, donde le llevaban de ordinario de comer; y otra cosa, que de la manera que entre los cristianos tenemos en los caminos cruces, así tienen ellos unas como capillas altas, donde dicen descansa y se recrea el demonio cuando va de un pueblo a otro, las cuales están muy adornadas y pintadas. En todas las sementeras labranzas, que las tienen muy grandes, tienen a un lado de ellas un portal con cuatro pilas donde comen los trabajadores y pasan la siesta, porque es la gente muy dada a labor y están de ordinario en ella. Es tierra de muchos montes y pinares. Las armas que usan son arcos muy fuertes y flechas con las puntas de pedernal con que pasan una cota, y macanas, que son unos palos de media vara de largo y llenos todos de pedernales agudos, que bastan a partir por medio un hombre, y ansí mesmo unas como adargas de cuero de vaca crudo.
Con esto y con el buen tratamiento que les hacían, se fueron muchos de ellos en compañía de los nuestros algunos días, caminando siempre por la rivera del Río Grande arriba dicho: por toda la cual había muchos pueblos de Indios de esta nación que duraron por espacio de 12 jornadas. En todas las cuales, avisados los unos caciques de los otros, salían a recibir a los nuestros sin arcos ni flechas, y les traían muchos mantenimientos y otros regalos y dádivas, en especial cueros Y gamuzas muy bien aderezadas, y que no les excedían en esto las de Flandes. Es gente toda vestida, y hallaron que tenían alguna lumbre de nuestra santa fe, porque señalaban a Dios mirando al cielo y le llaman en su lengua Apalito y le conocen por Señor de cuya larga mano y misericordia confiesan haber recibido la vida y al ser natural y los bienes temporales. Venían muchos de ellos, y las mujeres y niños, a que el Religioso que dijimos iba con el dicho Capitán y soldados, los santigüase y echase la bendición. El cual, como les preguntase de quién habían entendido aquel conocimiento de Dios que tenían, respondieron que de tres cristianos y un negro que habían pasado por allí y detenídose algunos días en su tierra, que, según las señas que dieron, eran Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Dorantes y Castillo Maldonado y un negro, que todos ellos habían escapado del Armada con que entró Pánfilo de Narváez en la Florida y después de haber sido muchos días esclavos, vinieron a dar a estos pueblos, haciendo Dios por medio de ellos muchos milagros y sanando con el tocamiento solo de sus manos muchos enfermos por lo cual dejaron gran nombre en toda aquella tierra.
Toda esta Provincia quedó en paz y muy, sosegada, en cuya demostración fueron acompañando y sirviendo los nuestros algunos días por la orilla del río que dijimos arriba. A pocos días toparon con una gran población de indios, adonde los salieron a recibir por nueva que tuvieron de sus vecinos, y les sacaron muchas cosas muy curiosas de pluma de diferentes colores, y muchas mantas de algodón barretadas de azul y blanco, como las que traen de la China para rescatarlas y trocarlas por otras cosas. Iban todos, así hombres como mujeres y niños, vestidos de gamuzas muy buenas y bien adobadas y nunca pudieron los nuestros entender qué nación era por falta de intérprete que entendiese su lengua, aunque por señas trataban con ellos; a los cuales, como les mostrasen algunas piedras de metal rico y les preguntasen si había de aquello en su tierra, respondieron por las mesmas señas que cinco olías de camino de allí hacia al Poniente había de aquello en muy gran cantidad y que ellos les guiarían para allá y se lo mostrarían, como lo cumplieron después acompañándolos por espacio de 22 leguas todas pobladas de gente de su mesma nación, a quien inmediatamente se seguía por el mesmo río arriba otra de mucha más gente que la de la pasada, de quien fueron bien recibidos y regalados con muchos presentes, especialmente de pescado que había infinito a causa de una lagunas grandes que cerca de allí había que lo crían en la abundancia dicha. Estuvieron entre éstos tres días, en los cuales de día y de noche les hicieron muchos bailes a su modo con particular significación de alegría.
No se supo cómo se llamaba esta nación por falta de intérprete, aunque entendieron se extendía mucho y que era muy grande. Entre ellos hallaron un indio concho de nación, que les dijo y señaló que 15 jornadas de allí hacia el Poniente había una laguna muy ancha y cerca de ella muy grandes pueblos y casas de tres y cuatro altos, y la gente bien vestida, y la tierra de muchos bastimentos, el cual se ofreció de llevarlos a ella y holgaron los nuestros de ello y sólo lo dejaron de poner en efecto por proseguir el intento con que habían comenzado la jornada, que era ir al Norte a dar socorro a los Religiosos arriba dichos. En esta Provincia lo que particularmente notaron fue que había muy buen temple y muy ricas tierras y mucha caza de pie y vuelo, y muchos metales ricos, y otras cosas particulares y de provecho. De esta Provincia fueron siguiendo su derrota por espacio de quince días sin topar en todos ellos ninguna gente, por entre grandes pinares de piñas y piñones como los de Castilla. A1 cabo de los cuales, habiendo caminado a su parecer 80 leguas, toparon una pequeña ranchería o pueblo de poca gente, y en sus casas, que eran pobres y de paja, gran cantidad de cueros de venados tan bien aderezados como los de Flandes, y mucha sal blanca y muy buena. Hiciéronles muy buen hospedaje dos días que allí estuvieron, después de los cuales los acompañaron como 12 leguas a unas poblaciones grandes caminando siempre por el río del Norte ya dicho, hasta llegar a la tierra que llaman el Nuevo México.
Estaba toda la ribera del dicho río llena de grandísimas alamedas de álamos blancos, y en parte tomaban cuatro leguas de ancho, y así mesmo de muchos nogales y parrales, como los de Castilla. Habiendo caminado dos días por estas alamedas y noguerales, toparon 10 pueblos que estaban asentados en la ribera del dicho río por ambas partes, sin otros que se mostraban más desviados, en los cuales les pareció había mucha gente, y la que ellos vieron pasaban en número de diez mil ánimas. En esta Provincia les regalaron mucho con recibimientos y con llevarlos a sus pueblos donde les daban mucha comida y gallinas de la tierra y otras cosas y todo con gran voluntad. Aquí hallaron casas de cuatro altos y bien edificadas y con galanos aposentos, y en las más de ellas había estufas para tiempo de invierno. Andaban vestidos de algodón y de cuero de venado, y el traje así de los nombres como de las mujeres, es al modo del de los indios del reino de México, y lo que les causó más extrañeza fue el ver que todos ellos y ellas andaban calzados con zapatos y botas de buen cuero con suelas de vaca, cosa que hasta allí nunca la habían visto. Las mujeres traían el cabello muy peinado y compuesto y sin cosa sobre la cabeza. En todos estos pueblos había caciques que los gobernaban, como entre los indios mexicanos, con alguaciles para ejecutar sus mandamientos, los cuales van por el pueblo diciendo a voces la voluntad de los caciques y que la pongan por obra. En esta Provincia hallaron los nuestros muchos ídolos que adoraban y en especial que tenían en cada casa un templo para el demonio, donde le llevaban de ordinario de comer; y otra cosa, que de la manera que entre los cristianos tenemos en los caminos cruces, así tienen ellos unas como capillas altas, donde dicen descansa y se recrea el demonio cuando va de un pueblo a otro, las cuales están muy adornadas y pintadas. En todas las sementeras labranzas, que las tienen muy grandes, tienen a un lado de ellas un portal con cuatro pilas donde comen los trabajadores y pasan la siesta, porque es la gente muy dada a labor y están de ordinario en ella. Es tierra de muchos montes y pinares. Las armas que usan son arcos muy fuertes y flechas con las puntas de pedernal con que pasan una cota, y macanas, que son unos palos de media vara de largo y llenos todos de pedernales agudos, que bastan a partir por medio un hombre, y ansí mesmo unas como adargas de cuero de vaca crudo.