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Datos principales
Desarrollo
CAPÍTULO VI Que el mundo hacia ambos polos tiene tierra y mar No está hecho poco, pues hemos salido con que acá tenemos cielo y nos cobija como a los de Europa y Asia y África. Y de esta consideración nos aprovechamos a veces cuando algunos o muchos de los que acá suspiran por España, y no saben hablar sino de su tierra, se maravillan y aun enojan con nosotros, pareciéndoles que estamos olvidados y hacemos poco caso de nuestra común patria, a los cuales respondemos que por eso no nos fatiga el deseo de volver a España, porque hallamos que el cielo nos cae tan cerca por el Pirú como por España, pues como dice San Jerónimo, escribiendo a Paulino, tan cerca está la puerta del cielo de Bretaña, como de Jerusalén. Pero ya que el cielo de todas partes toma al mundo en derredor, es bien que se entienda que no por eso se sigue que haya tierra de todas partes del mundo. Porque siendo así que los dos elementos de tierra y agua componen un globo o bola redonda, como los más y los mejores de los antiguos (según refiere Plutarco) lo sintieron, y con demostraciones certísimas se prueba, podríase pensar que la mar ocupa toda la parte que cae al polo Antártico o Sur, de tal modo que no deje lugar alguno a la tierra por aquella banda, según que San Agustín doctamente arguye contra la opinión de los que ponen antípodes. No advierten (dice), que aunque se crea o se pruebe que el mundo es de figura redonda como una bola, no por eso está luego en la mano que por aquella otra parte del mundo esté la tierra descubierta y sin agua.
Dice bien sin duda San Agustín en esto; pero tampoco se sigue ni se prueba lo contrario, que es no haber tierra descubierta al polo Antártico, y ya la experiencia a los ojos lo ha mostrado ser así que en efecto la hay. Porque aunque la mayor parte del mundo que cae al dicho polo Antártico esté ocupada del mar, pero no es toda ella, antes hay tierra, de suerte que a todas partes del mundo la tierra y el agua se están como abrazando y dando entrada la una a la otra, que de verdad es cosa para mucho admirar y glorificar el arte del Creador soberano. Sabemos por la Sagrada Escritura, que en el principio del mundo fueron las aguas congregadas y se juntaron en un lugar, y que la tierra con esto se descubrió. Y también las mismas Sagradas Letras nos enseñan que estas congregaciones de aguas se llamaron mar, y como ellas son muchas, hay de necesidad muchos mares. Y no sólo en el Mediterráneo hay esta diversidad de mares, llamándose uno el Euxino, otro el Caspio, otro el Erythereo o Bermejo, otro el Pérsico, otro el de Italia y otros muchos así; mas también el mismo Océano grande, que en la Divina Escritura se suele llamar abismo, aunque en realidad de verdad sea uno, pero en muchas diferencias y maneras, como respecto de este Pirú y de toda la América es uno el que llaman mar del Norte, y otro mar del Sur. Y en la India Oriental uno es el mar Índico, otro el de la China. He yo advertido, así en lo que he navegado como en lo que he entendido de relaciones de otros, que nunca la mar se aparta de la tierra más de mil leguas, sino que doquiera, por mucho que corre el Océano no pasa de la dicha medida.
No quiero decir que no se navegan más de mil leguas del mar Océano, que eso sería disparate, pues sabemos que las naos de Portugal navegan cuatro tanto y más, y aun todo el mundo en redondo se puede navegar por mar, como en nuestros tiempos lo hemos ya visto, sin poderse dudar en ello. Mas lo que digo y afirmo es que en lo que hasta agora está descubierto, ninguna tierra dista por línea recta de la tierra firme o islas que le caen más cerca, sino a lo sumo mil leguas, y que así entre tierra y tierra nunca corre mayor espacio de mar, tomándolo por la parte que una tierra está más cercana de otra; porque del fin de Europa y de África y de su costa no distan las Islas Canarias y las de los Azores, con las del Cabo Verde y las demás en aquel paraje, más de trescientas o quinientas leguas a lo sumo, de tierra firme. De las dichas islas, haciendo discurso hacia la India Occidental, apenas hay novecientas leguas hasta llegar a las islas que llaman Dominica y las Vírgenes, y la Beata y las demás. Y éstas van corriendo por su orden hasta las que llaman de Barlovento, que son Cuba y Española y Boriquen. De éstas hasta dar en la tierra firme apenas hay doscientas o trescientas leguas, y por partes muy mucho menos. La tierra firme luego corre una cosa infinita desde la tierra de la Florida hasta acullá a la tierra de los Patagones, y por estotra parte del Sur, desde el estrecho de Magallanes hasta el cabo Mendocino, corre una tierra larguísima, pero no muy ancha, y por donde más ancha es aquí en esta parte del Pirú, que dista del Brasil obra de mil leguas.
En este mismo mar del Sur, aunque no se halla ni sabe sin la vuelta del Poniente, pero no ha muchos años que se descubrieron las islas que intitularon de Salomón, que son muchas y muy grandes, y distan de este Pirú como ochocientas leguas. Y porque se ha observado y se halla así, que doquiera que hay islas muchas y grandes, se halla no muy lejos tierra firme, de allí viene que muchos, y yo con ellos, tienen opinión que hay cerca de las dichas islas de Salomón, tierra firme grandísima, la cual responde a la nuestra América por parte del Poniente, y sería posible que corriese por la altura del Sur hacia el estrecho de Magallanes. La Nueva Guinea se entiende que es tierra firme, y algunos doctos la pintan muy cerca de las islas de Salomón. Así que es muy conforme a razón que aún está por descubrir buena parte del mundo, pues ya por este mar del Sur navegan también los nuestros a la China y Filipinas, y a la ida de acá allá no nos dicen que pasan más luengo mar que viniendo de España a estas Indias. Mas por donde se continúan y traban el un mar Océano con el otro, digo el mar del Sur con el mar del Norte, por la parte del polo Antártico, bien se sabe que es por el estrecho tan señalado de Magallanes, que está en altura de cincuenta y un grados. Pero si al otro lado del mundo al polo del Norte también se continúan y corren estos dos mares, grande cosa es, que muchos la han pesquisado; pero que yo sepa nadie hasta ahora ha dado en ella, solamente por conjeturas, y no sé qué indicios afirman algunos que hay otro estrecho hacia el Norte, semejante al de Magallanes. Para el intento que llevamos, bástanos hasta agora saber de cierto que hay tierra de esta parte del Sur, y que es tierra tan grande como toda la Europa y Asia y aun África, y que en ambos polos del mundo, se hallan mares y tierras abrazados entre sí; en lo cual los antiguos como a quienes faltaba experiencia, pudieron poner duda y hacer contradicción.
Dice bien sin duda San Agustín en esto; pero tampoco se sigue ni se prueba lo contrario, que es no haber tierra descubierta al polo Antártico, y ya la experiencia a los ojos lo ha mostrado ser así que en efecto la hay. Porque aunque la mayor parte del mundo que cae al dicho polo Antártico esté ocupada del mar, pero no es toda ella, antes hay tierra, de suerte que a todas partes del mundo la tierra y el agua se están como abrazando y dando entrada la una a la otra, que de verdad es cosa para mucho admirar y glorificar el arte del Creador soberano. Sabemos por la Sagrada Escritura, que en el principio del mundo fueron las aguas congregadas y se juntaron en un lugar, y que la tierra con esto se descubrió. Y también las mismas Sagradas Letras nos enseñan que estas congregaciones de aguas se llamaron mar, y como ellas son muchas, hay de necesidad muchos mares. Y no sólo en el Mediterráneo hay esta diversidad de mares, llamándose uno el Euxino, otro el Caspio, otro el Erythereo o Bermejo, otro el Pérsico, otro el de Italia y otros muchos así; mas también el mismo Océano grande, que en la Divina Escritura se suele llamar abismo, aunque en realidad de verdad sea uno, pero en muchas diferencias y maneras, como respecto de este Pirú y de toda la América es uno el que llaman mar del Norte, y otro mar del Sur. Y en la India Oriental uno es el mar Índico, otro el de la China. He yo advertido, así en lo que he navegado como en lo que he entendido de relaciones de otros, que nunca la mar se aparta de la tierra más de mil leguas, sino que doquiera, por mucho que corre el Océano no pasa de la dicha medida.
No quiero decir que no se navegan más de mil leguas del mar Océano, que eso sería disparate, pues sabemos que las naos de Portugal navegan cuatro tanto y más, y aun todo el mundo en redondo se puede navegar por mar, como en nuestros tiempos lo hemos ya visto, sin poderse dudar en ello. Mas lo que digo y afirmo es que en lo que hasta agora está descubierto, ninguna tierra dista por línea recta de la tierra firme o islas que le caen más cerca, sino a lo sumo mil leguas, y que así entre tierra y tierra nunca corre mayor espacio de mar, tomándolo por la parte que una tierra está más cercana de otra; porque del fin de Europa y de África y de su costa no distan las Islas Canarias y las de los Azores, con las del Cabo Verde y las demás en aquel paraje, más de trescientas o quinientas leguas a lo sumo, de tierra firme. De las dichas islas, haciendo discurso hacia la India Occidental, apenas hay novecientas leguas hasta llegar a las islas que llaman Dominica y las Vírgenes, y la Beata y las demás. Y éstas van corriendo por su orden hasta las que llaman de Barlovento, que son Cuba y Española y Boriquen. De éstas hasta dar en la tierra firme apenas hay doscientas o trescientas leguas, y por partes muy mucho menos. La tierra firme luego corre una cosa infinita desde la tierra de la Florida hasta acullá a la tierra de los Patagones, y por estotra parte del Sur, desde el estrecho de Magallanes hasta el cabo Mendocino, corre una tierra larguísima, pero no muy ancha, y por donde más ancha es aquí en esta parte del Pirú, que dista del Brasil obra de mil leguas.
En este mismo mar del Sur, aunque no se halla ni sabe sin la vuelta del Poniente, pero no ha muchos años que se descubrieron las islas que intitularon de Salomón, que son muchas y muy grandes, y distan de este Pirú como ochocientas leguas. Y porque se ha observado y se halla así, que doquiera que hay islas muchas y grandes, se halla no muy lejos tierra firme, de allí viene que muchos, y yo con ellos, tienen opinión que hay cerca de las dichas islas de Salomón, tierra firme grandísima, la cual responde a la nuestra América por parte del Poniente, y sería posible que corriese por la altura del Sur hacia el estrecho de Magallanes. La Nueva Guinea se entiende que es tierra firme, y algunos doctos la pintan muy cerca de las islas de Salomón. Así que es muy conforme a razón que aún está por descubrir buena parte del mundo, pues ya por este mar del Sur navegan también los nuestros a la China y Filipinas, y a la ida de acá allá no nos dicen que pasan más luengo mar que viniendo de España a estas Indias. Mas por donde se continúan y traban el un mar Océano con el otro, digo el mar del Sur con el mar del Norte, por la parte del polo Antártico, bien se sabe que es por el estrecho tan señalado de Magallanes, que está en altura de cincuenta y un grados. Pero si al otro lado del mundo al polo del Norte también se continúan y corren estos dos mares, grande cosa es, que muchos la han pesquisado; pero que yo sepa nadie hasta ahora ha dado en ella, solamente por conjeturas, y no sé qué indicios afirman algunos que hay otro estrecho hacia el Norte, semejante al de Magallanes. Para el intento que llevamos, bástanos hasta agora saber de cierto que hay tierra de esta parte del Sur, y que es tierra tan grande como toda la Europa y Asia y aun África, y que en ambos polos del mundo, se hallan mares y tierras abrazados entre sí; en lo cual los antiguos como a quienes faltaba experiencia, pudieron poner duda y hacer contradicción.