Capítulo VI
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Capítulo VI Calendario, ritos y escritura No se esconde ni aparta tanto el sol de esta tierra de Yucatán, que vengan las noches, jamás, a ser mayores que los días; y cuando mayores vienen a ser, suelen ser iguales desde San Andrés a Santa Lucía, que comienzan a crecer los días. Regíanse de noche para conocer la hora que era por el lucero y las cabrillas y los astilejos. De día, por el medio día, y desde él al oriente y poniente, tenían puestos a pedazos nombres con los cuales se entendían y se regían para sus trabajos. Tienen su año perfecto como el nuestro, de 365 días y 6 horas. Divídenlo en dos maneras de meses, los unos de a 30 días que se llaman U, que quiere decir luna, la cual contaban desde que salía nueva hasta que no parecía. Otra manera de meses tenían de a 20 días, a los cuales llaman Uinal Hunekeh; de éstos tenía el año entero 18, más los cinco días y seis horas. De estas seis horas se hacía cada cuatro años un día, y así tenía de cuatro en cuatro años el año 366 días. Para estos 360 días tienen 20 letras o caracteres con que los nombran, dejando de poner nombre a los otros cinco, porque los tenían por aciagos y malos. Las letras son las que siguen y lleva cada una su nombre debajo para que se entienda en nuestra lengua. Ya he dicho que el modo de contar de los indios es de cinco en cinco, y de cuatro cincos hacen veinte; así, en estos sus caracteres que son 20, sacan los primeros de los cuatro cincos de los 20 y éstos sirven, cada uno de ellos un año, de lo que nos sirven a nosotros nuestras letras dominicales para comenzar todos los primeros días de los meses de a 20 días.
Entre la muchedumbre de dioses que esta gente adoraba, adoraban cuatro llamados Bacab cada uno de ellos. EÉstos, decían, eran cuatro hermanos a los cuales puso Dios, cuando crió el mundo, a las cuatro partes de él sustentando el cielo (para que) no se cayese. Decían también de estos bacabes que escaparon cuando el mundo fue destruido por el diluvio. Ponen a cada uno de éstos otros nombres y señálanle con ellos a la parte del mundo que dios le tenía puesto teniendo el cielo, y aprópianle una de las cuatro letras dominicales a él y a la parte que está; y tienen señaladas las miserias o felices sucesos que decían habían de suceder en el año de cada uno de éstos y de las letras con ellos. Y el demonio, que en esto como en las demás cosas los engañaba, les señaló los servicios y ofrendas que para evadirse de las miserias le habían de hacer. Y así, si no les venían, decían (que) era por los servicios que le hacían; y si venían, los sacerdotes hacían entender y creer al pueblo (que) era por alguna culpa o falta de los servicios o de quienes los hacían. La primera, pues, de las letras dominicales es Kan. El año que esta letra servía era el agüero del Bacab que por otros nombres llaman Hobnil, Kanalbacab, Kanpauahtun, Kanxibchac. A éste señalaban a la parte de medio día. La segunda letra es Muluc; señalábanla al oriente y su año era agüero el Bacab que llaman Canzicnal, Chacalbacab, Chacpauahtun, Chacxibchac. La tercera letra es Ix. Su año era agüero el Bacab que llaman Zaczini, Zacalbacab, Zacpauahtun, Zacxibcbac y señalábanle a la parte del norte.
La cuarta letra es Cauac: su año era agüero el Bacab que llaman Hozanek, Ekelbacab, Ekpauaktun, Ekxibchac; a ésta señalaban a la parte del poniente. En cualquiera fiesta o solemnidad que esta gente hacía a sus dioses comenzaban siempre por echar de sí al demonio para mejor hacerla. Y el echarle unas veces era con oraciones y bendiciones que para ello tenían, y otras con servicios y ofrendas y sacrificios que por esta razón le hacían. Para celebrar la solemnidad de su año nuevo, esta gente, con más regocijo y más dignamente, según su desventurada opinión, tomaba los cinco días aciagos que ellos tenían por tales antes del día primero de su nuevo año, y en ellos hacían muy grandes servicios a los bacabes citados arriba y al demonio al que llamaban por otros cuatro nombres, a saber, Kanuuayayab, Chacuuayayab, Zacuuayayab, Ekuuayayab; y acabados estos servicios y fiestas, y lanzado de sí, como veremos, el demonio, comenzaban su año y las fiestas de él. Uso era en todos los pueblos de Yucatán tener hechos dos montones de piedras, uno frente a otro, a la entrada del pueblo y por las cuatro partes del mismo, a saber, oriente, poniente, septentrión y mediodía, para la celebración de las dos fiestas de los días aciagos las cuales hacían de esta manera cada año. El año cuya letra dominical era Kan, era el agüero Hobnil, y según ellos decían reinaban ambos por la parte del medio día. Este año, pues, hacían una imagen o figura hueca de barro del demonio que llamaban Kanuuayayab, y llevábanla a los montones de piedra seca que tenían hechos por la parte del mediodía; elegían un príncipe del pueblo, en cuya casa se celebrara estos días la fiesta, y para celebrarla hacían una estatua de un demonio al que llamaban Bolonzacab, la que ponían en casa del príncipe, aderezada en lugar público y al que todos pudiesen llegar.
Hecho esto se juntaban los señores y el sacerdote, y el pueblo de los hombres, y teniendo limpio y con arcos y frescuras aderezado el camino, hasta el lugar de los montones de piedra en donde estaba la estatua, iban por ella todos juntos, con mucha devoción. Llegados, la sahumaba el sacerdote con cuarenta y nueve granos de maíz molido con su incienso, y ello lo arrojaban al brasero del demonio y le sahumaban. Llamaban al maíz molido solo zacab y a la (bebida) de los señores chabalté. Sahumada la imagen, degollaban una gallina y se la presentaban u ofrecían. Hecho esto metían la imagen en un palo llamado kanté poniéndole a cuestas un ángel en señal de agua, y este año había de ser bueno y estos ángeles pintaban y hacían espantables; y así la llevaban con mucho regocijo y bailes a la casa del principal donde estaba la otra estatua de Bolonzacab. Sacaban de casa de este principal al camino, para los señores y sacerdotes, una bebida hecha de cuatrocientos quince granos de maíz tostados que llaman piculakakla, y bebían todos de ella; llegados a la casa del principal, ponían esta imagen frente a la estatua del demonio que allí tenían, y así le hacían muchas ofrendas de comidas y bebidas, de carne y pescado, y repartían estas ofrendas a los extranjeros que allí se hallaban, y daban al sacerdote una pierna de venado. Otros derramaban sangre cortándose las orejas y untaban con ella una piedra que allí tenían de un demonio Kanalacantun. Hacían un corazón de pan y otro pan con pepitas de calabazas y ofrecíanlos a la imagen del demonio Kanuuayayab.
Tenían así esta estatua e imagen estos días aciagos y sahumábanlas con su incienso y con los maíces molidos con incienso. Tenían creído que si no hacían estas ceremonias habían de tener ciertas enfermedades que ellos tienen en este año. Pasados estos días aciagos llevaban la estatua del demonio Bolonzacab al templo, y la imagen a la parte del oriente para ir allí al otro año por ella, y echábanla por ahí e íbanse a sus casas a entender en lo que le quedaba a cada uno por hacer en la celebración del año nuevo. Terminadas las ceremonias y echado el demonio según su engaño, tenían este año por bueno pues reinaba con la letra Kan el bacab Hobnil, del que decían no había pecado como sus hermanos y por eso no les venían miserias en él. Pero porque muchas veces las había, proveyó el demonio que le hiciesen servicios para que así, cuando las hubiese, echasen la culpa a los servicios o servidores y quedasen siempre engañados y ciegos. Mandábales, pues, hiciesen un ídolo que llamaban Izamnakauil y que le pusiesen en su templo y le quemasen en el patio del templo tres pelotas de una leche o resina llamada kik, y que le sacrificasen un perro o un hombre, lo cual ellos hacían guardando el orden que ya se dijo tenían con los que sacrificaban, salvo que el modo de sacrificar en esta fiesta era diferente, porque hacían en el patio del templo un gran montón de piedras y ponían al hombre o perro que habían de sacrificar en alguna cosa más alta que él, y echando atado al paciente de lo alto a las piedras, le arrebataban aquellos oficiales y con gran presteza le sacaban el corazón y le llevaban al nuevo ídolo, y se lo ofrecían entre dos platos.
Ofrecían otros dones de comidas y en esta fiesta bailaban las viejas del pueblo que para ello tenían elegidas, vestidas de ciertas vestiduras. Decían que descendía un ángel y recibía este sacrificio. El año en que la letra dominical era Muluc, tenía el agüero de Canzienal y a su tiempo elegían, los señores y el sacerdote, un principal para hacer la fiesta, y después hacían la imagen del demonio como la del año pasado, a la cual llamaban Chacuuayayab, y llevábanla a los montones de piedra de hacia la parte del oriente, donde habían echado la pasada. Hacían una estatua al demonio llamado Kinchahau y poníanla en casa del principal en lugar conveniente, y desde allí, teniendo muy limpio y aderezado el camino, iban todos juntos con su acostumbrada devoción por la imagen del demonio Chacuuayayab. Llegados, la sahumaba el sacerdote con cincuenta y tres granos de maíz molidos y su incienso, a lo cual llaman zacah. Daba el sacerdote a los señores que pusiesen en el brasero más incienso del que llamamos chahalté y después degollábanle la gallina, como al pasado, y tomando la imagen en un palo llamado chasté la llevaban, acompañándola todos con devoción y bailando unos bailes de guerra que llaman holcanokot batelokot. Sacaban al camino, a los señores y principales, su bebida de trescientos ochenta maíces tostados como la de atrás. Llegados a casa del principal ponían esta imagen en frente de la estatua de Kinchahau y hacíanle todos sus ofrendas, las cuales repartían como las demás.
Ofrecían a la imagen pan hecho con yemas de huevo, y otros con corazones de venados, y otro hecho con su pimienta desleída. Había muchos que derramaban sangre cortándose las orejas y untando con su sangre la piedra que allí tenían de un demonio que llamaban Chacacantun. Aquí tomaban muchachos y por fuerza les sacaban sangre de las orejas, dándoles cuchilladas en ellas. Tenían esta estatua e imagen hasta pasados los días aciagos y entretanto quemábanles sus inciensos. Pasados los días, llevaban la imagen a echar a la parte del norte donde otro año la habían de salir a recibir, y la otra al templo, y después íbanse a sus casas a entender en el aparejo de su año nuevo. Habían de tener, si no hacían las cosas dichas, mucho mal de ojos. Este año en que la letra Muluc era dominical y reinaba el bacab Canzienal tenían por buen año porque decían que éste era el mejor y mayor de esos dioses Bacabes, y así le ponían el primero en sus oraciones. Pero con todo eso les hacía el demonio hiciesen un ídolo llamado Yaxcocahmut, y que lo pusiesen en el templo y quitasen las imágenes antiguas e hiciesen en el patio, delante del templo, un bulto de piedra en el cual quemaban de su incienso y una pelota de la resina o leche kik, haciendo allí oraciones al ídolo y pidiéndole remedio para las miserias que aquel año temían, las cuales eran poca agua y echar los maíces muchos hijos y cosas de esta manera, para cuyo remedio los mandaba el demonio ofrecerle ardillas y un paramento sin labores el cual tejiesen las viejas que tenían por oficio bailar en el templo para aplacar a Yaxcocahmut.
Tenían otras muchas miserias y malas señales aunque era bueno el año si no hacían los servicios que el demonio les mandaba, lo cual era hacer una fiesta y en ella bailar un baile con muy altos zancos y ofrecerle cabezas de pavos y pan y bebidas de maíz; habían de ofrecerle (también) perros hechos de barro con pan en las espaldas, y las viejas habían de bailar con ellos en las manos y sacrificarle un perrito que tuviese las espaldas negras y fuese virgen; y los devotos habían de derramar su sangre y untar con ella la piedra del demonio Chacacantun. Tenían este sacrificio y servicio por agradable a su dios Yaxcocahmut. El año en que la letra dominical era Ix y el agüero Zaczini, hecha la elección del principal que celebrase la fiesta, hacían la imagen del demonio llamado Zacuuayayab y llevábanla a los montones de piedra de la parte norte, donde el año pasado la habían echado. Hacían una estatua al demonio Yzamná y poníanla en casa del principal, todos juntos, y el camino aderezado, iban devotamente por la imagen de Zacuuayayab. Llegados la sahumaban como solían hacer y degollaban la gallina, y puesta la imagen en un palo llamado Zachia la traían con su devoción y bailes, los cuales llaman alcabtan Kamahau. Traíanles la bebida acostumbrada al camino y llegados a casa ponían esta imagen delante de la estatua de Izamná, y allí todos le ofrecían sus ofrendas y las repartían, y a la estatua de Zacuuayayab ofrecían la cabeza de un pavo y empanadas de codornices y otras cosas y su bebida.
Otros se sacaban sangre y untaban con ella la piedra del demonio Zacacantun, y teníanse así los ídolos los días que faltaban hasta el año nuevo, y sahumábanlos con sus sahumerios hasta que llegado el día postrero llevaban a Yzamná al templo y a Zacuuayayab a la parte del poniente, a echarle por ahí para recibirla otro año. Las miserias que temían este año, si eran negligentes en estos servicios, eran desmayos y amortecimientos y mal de ojos; teníanlo por ruin año de pan y bueno de algodón. Este año en que la letra dominical era Ix y reinaba el bacab Zaczini tenían por ruin año porque decían que habían de tener en él muchas miserias como gran falta de agua y muchos soles, los cuales habían de secar los maizales, de lo que les seguiría gran hambre, y del hambre hurtos, de hurtos esclavos y vender a los que los hiciesen. De esto les vendrían discordias y guerras entre sí propios o con otros pueblos. También decían que habría mudanza en el mando de los señores o de los sacerdotes por razón de las guerras y las discordias. Tenían también un pronóstico: que algunos de los que quisiesen ser señores no prevalecerían. Decían que habrían de tener langosta, y que se despoblarían mucho sus pueblos por el hambre. Lo que el demonio les mandaba hacer para remedio de estas miserias, las cuales todas o algunas de ellas entendían les vendrían, era un ídolo que llamaban Cinchahau Izamná, y ponerlo en el templo donde le hacían muchos sahumerios y muchas ofrendas y oraciones y derramamientos de su sangre, con la cual untaban la piedra del demonio Zacacantun.
Hacían muchos bailes y bailaban las viejas como solían, y en esta fiesta hacían de nuevo un oratorio pequeño al demonio, o renovaban el viejo y en él se juntaban a hacer sacrificios y ofrendas al demonio y a hacer todos una solemne borrachera, pues era fiesta general y obligatoria. Había algunos santones que de su voluntad y por su devoción hacían otro ídolo como el de arriba y le ponían en otros templos donde se hacían ofrendas y borrachera. Estas borracheras y sacrificios tenían por muy gratos a sus ídolos, y como remedio para librarse de las miserias del pronóstico. El año que la letra dominical era Cauac y el agüero Hozanek, hecha la elección del principal para celebrar la fiesta, hacían la imagen del demonio llamado Ekuuayayab y llevábanla a los montones de piedra de la parte del poniente, donde el año pasado la habían echado. Hacían también una estatua a un demonio llamado Uacmituanahau y poníanla en casa del principal, en lugar conveniente, y desde allí iban todos juntos al lugar donde la imagen de Ekuuayayab estaba, y tenían para ello el camino muy aderezado. Llegados a ella sahumábanla el sacerdote y los señores, como solían, y degollaban la gallina. Hecho esto tomaban la imagen en un palo que llamaban Yaxek, y ponían a cuestas de la imagen una calavera y un hombre muerto, y encima un pájaro carnicero llamado Kuch, en señal de mortandad grande, pues por muy mal año tenían éste. Llevábanla después de esta manera, con su sentimiento y devoción, y bailando algunos bailes entre los cuales bailaban uno como cazcarientas (sic), y así le llamaban Xibalbaokot, que quiere decir baile del demonio.
Llegaban al camino los escanciadores con la bebida de los señores, la cual bebida llevaban al lugar de la estatua Uacmitunahau, y poníanla allí frente a la imagen que traían. Luego comenzaban sus ofrendas, sahumerios y oraciones y muchos derramaban la sangre de muchas partes del cuerpo, y con ella untaban la piedra del demonio llamado Ekelacantun, y así pasaban estos días aciagos, al cabo de los cuales llevaban a Uacmitunahau al templo y a Ekuuayayab a la parte de medio día, para recibirla otro año. Este año en que la letra era Cauac y reinaba el bacab Hozanek, tenían, además de la pronosticada mortandad, por ruin, pues decían que los muchos soles les habrían de matar los maizales, y las muchas hormigas y los pájaros comerse lo que sembrasen; y como esto no sería en todas partes, en algunas, con gran trabajo, habría comida. Obligábales el demonio, para remedio de estas miserias, (a) hacer cuatro demonios llamados Chicacchob, Ekbalamchac, Ahcanuolcab y Ahbulucbalam y ponerlos en el templo donde los sahumaban con sus sahumerios y les ofrecían para quemar dos pellas de una leche o resina de un árbol que llamaban kik, y ciertas iguanas y pan, y una mitra y un manojo de flores, y una piedra preciosa de las suyas. Además de esto, para la celebración de esta fiesta hacían en el patio una gran bóveda de madera y henchíanla de leña por lo alto y por los lados, dejándole en ellos puertas para poder entrar y salir. Después de hecho tomaban los más hombres sendos manojos de unas varillas muy secas y largas, atados, y puesto un cantor en lo alto de la leña, cantaba y hacía son con un tambor de los suyos; bailaban todos los de abajo con mucho concierto y devoción, entrando y saliendo por las puertas de aquella bóveda de madera, y así bailaban hasta la tarde en que dejando allí cada uno su manojo se iban a sus casas a descansar y a comer.
En anocheciendo volvían y con ellos mucha gente, porque entre ellos esta ceremonia era muy estimada, y tomando cada uno su hachón lo encendía y con él cada uno por su parte pegaba fuego a la leña la cual ardía mucho y se quemaba presto. Después de hecho todo brasa, la allanaban y tendían muy tendida y junto a los que habían bailado, había algunos que se ponían a pasar descalzos y desnudos, como ellos andaban, por encima de aquella brasa, de una parte a otra; y pasaban algunos sin lesión, otros abrasados y otros medio quemados y en esto creían que estaba el remedio de sus miserias y malos agüeros, y pensaban que éste era el servicio más agradable a los dioses. Hecho esto, se iban a beber y hacer cestos, pues así lo pedía la costumbre de la fiesta y el calor del fuego. Con las letras de los indios puestas atrás, ponían nombres a los días de sus meses y de todos los meses juntos hacían un modo de calendario, con el cual se regían así para sus fiestas como para sus cuentas, tratas y negocios, como nosotros nos regimos con el nuestro, salvo que no comenzaban su calendario el día primero de su año, sino muy adelante, lo cual hacían por la dificultad con que contaban los días de los meses, todos juntos, como se verá en el propio calendario que pondré aquí; porque aunque las letras y días para sus meses son 20, tienen costumbre de contarlas desde una hasta 13. Tornan a comenzar de una después de las 13, y así reparten los días del año en 27 treces y 9 días sin los aciagos.
Con estos retruécanos y embarazosa cuenta, es cosa de ver la liberalidad con que los que saben, cuentan y se entienden, y mucho de notar es que salga siempre la letra que es dominical en el primer día de su año, sin errar ni faltar, ni venir a salir allí otra de las 20. Usaban también de este modo de contar para sacar de estas letras cierto modo de contar que tenían para las edades y otras cosas que, aunque son para ellos curiosas, no nos hacen aquí mucho al propósito, y por eso se quedan, con decir que el carácter o letra con que comenzaban la cuenta de sus días o calendario se llama Hun Imix y es éste: --el cual no tiene día cierto ni señalado en que caiga, porque cada uno le muda la propia cuenta y con todo eso no falta el salir la letra que viene por dominical el primero del año que se sigue. El primer día del año de esta gente era siempre a 16 días de nuestro mes de julio, y primero de su mes de Pop, y no es de maravillar que esta gente, aunque simple en otras cosas, le hemos hallado curiosidad y opinión en ésta, como la han tenido otras naciones, pues según la glosa sobre Ezequiel, enero es, según los romanos, el principio del año; según los hebreos, abril; según los griegos, marzo; y según los orientales, octubre. Pero, aunque ellos comienzan su año en julio, yo no pondré aquí su calendario sino por el orden del nuestro y junto con el nuestro, de manera que irán señaladas nuestras letras y las suyas, nuestros meses y los suyos y su cuenta de los trece sobre dichos, puesta en cuenta de guarismos.
Y porque no haya necesidad de poner en una parte el calendario y en otra las fiestas, pondré en cada uno de sus meses sus fiestas y las observancias y ceremonias con que las celebraban y con esto cumpliré lo que en alguna parte de atrás he dicho: que haré su calendario y en él diré de sus ayunos y de las ceremonias con que hacían los ídolos de madera y otras cosas, todas las cuales y las demás aquí tratadas no es mi intento sirvan de más de materia de alabar a la bondad divina que tal ha sufrido y tal ha tenido por bien remediar en nuestros tiempos, para que advirtiéndolo con entrañas cristianas le supliquemos por su conservación y aprovechamiento en buena cristiandad y los que a su cargo lo tengan, los favorezcan y ayuden porque por los pecados de esta gente o los nuestros, no les falte la ayuda, o ellos no falten en lo comenzado y así vuelvan a sus miserias ni a sus yerros y les acaezcan cosas peores que las primeras, tornando los demonios a las casas de sus almas, de donde con trabajosos cuidados hemos procurado echarlos, limpiándoselas y barriéndolas de sus vicios y malas costumbres pasadas; y no es mucho temer esto viendo la perdición que hace tantos años hay en toda la grande y muy cristiana Asia, y en la buena y católica y augustísima África, y las miserias y calamidades que el día de hoy pasan en nuestra Europa y en nuestra nación y casas, por lo cual podríamos decir: se nos han cumplido las evangélicas profecías sobre Jerusalén de que la cercarían sus enemigos y la agostarían y apretarían tanto que la derrocasen por tierra; y esto ya lo habría permitido Dios, según somos, pero no puede faltar su iglesia ni lo del que dijo: Dominus reliquisset semen, sicut Sodoma fuissemus.
Entre la muchedumbre de dioses que esta gente adoraba, adoraban cuatro llamados Bacab cada uno de ellos. EÉstos, decían, eran cuatro hermanos a los cuales puso Dios, cuando crió el mundo, a las cuatro partes de él sustentando el cielo (para que) no se cayese. Decían también de estos bacabes que escaparon cuando el mundo fue destruido por el diluvio. Ponen a cada uno de éstos otros nombres y señálanle con ellos a la parte del mundo que dios le tenía puesto teniendo el cielo, y aprópianle una de las cuatro letras dominicales a él y a la parte que está; y tienen señaladas las miserias o felices sucesos que decían habían de suceder en el año de cada uno de éstos y de las letras con ellos. Y el demonio, que en esto como en las demás cosas los engañaba, les señaló los servicios y ofrendas que para evadirse de las miserias le habían de hacer. Y así, si no les venían, decían (que) era por los servicios que le hacían; y si venían, los sacerdotes hacían entender y creer al pueblo (que) era por alguna culpa o falta de los servicios o de quienes los hacían. La primera, pues, de las letras dominicales es Kan. El año que esta letra servía era el agüero del Bacab que por otros nombres llaman Hobnil, Kanalbacab, Kanpauahtun, Kanxibchac. A éste señalaban a la parte de medio día. La segunda letra es Muluc; señalábanla al oriente y su año era agüero el Bacab que llaman Canzicnal, Chacalbacab, Chacpauahtun, Chacxibchac. La tercera letra es Ix. Su año era agüero el Bacab que llaman Zaczini, Zacalbacab, Zacpauahtun, Zacxibcbac y señalábanle a la parte del norte.
La cuarta letra es Cauac: su año era agüero el Bacab que llaman Hozanek, Ekelbacab, Ekpauaktun, Ekxibchac; a ésta señalaban a la parte del poniente. En cualquiera fiesta o solemnidad que esta gente hacía a sus dioses comenzaban siempre por echar de sí al demonio para mejor hacerla. Y el echarle unas veces era con oraciones y bendiciones que para ello tenían, y otras con servicios y ofrendas y sacrificios que por esta razón le hacían. Para celebrar la solemnidad de su año nuevo, esta gente, con más regocijo y más dignamente, según su desventurada opinión, tomaba los cinco días aciagos que ellos tenían por tales antes del día primero de su nuevo año, y en ellos hacían muy grandes servicios a los bacabes citados arriba y al demonio al que llamaban por otros cuatro nombres, a saber, Kanuuayayab, Chacuuayayab, Zacuuayayab, Ekuuayayab; y acabados estos servicios y fiestas, y lanzado de sí, como veremos, el demonio, comenzaban su año y las fiestas de él. Uso era en todos los pueblos de Yucatán tener hechos dos montones de piedras, uno frente a otro, a la entrada del pueblo y por las cuatro partes del mismo, a saber, oriente, poniente, septentrión y mediodía, para la celebración de las dos fiestas de los días aciagos las cuales hacían de esta manera cada año. El año cuya letra dominical era Kan, era el agüero Hobnil, y según ellos decían reinaban ambos por la parte del medio día. Este año, pues, hacían una imagen o figura hueca de barro del demonio que llamaban Kanuuayayab, y llevábanla a los montones de piedra seca que tenían hechos por la parte del mediodía; elegían un príncipe del pueblo, en cuya casa se celebrara estos días la fiesta, y para celebrarla hacían una estatua de un demonio al que llamaban Bolonzacab, la que ponían en casa del príncipe, aderezada en lugar público y al que todos pudiesen llegar.
Hecho esto se juntaban los señores y el sacerdote, y el pueblo de los hombres, y teniendo limpio y con arcos y frescuras aderezado el camino, hasta el lugar de los montones de piedra en donde estaba la estatua, iban por ella todos juntos, con mucha devoción. Llegados, la sahumaba el sacerdote con cuarenta y nueve granos de maíz molido con su incienso, y ello lo arrojaban al brasero del demonio y le sahumaban. Llamaban al maíz molido solo zacab y a la (bebida) de los señores chabalté. Sahumada la imagen, degollaban una gallina y se la presentaban u ofrecían. Hecho esto metían la imagen en un palo llamado kanté poniéndole a cuestas un ángel en señal de agua, y este año había de ser bueno y estos ángeles pintaban y hacían espantables; y así la llevaban con mucho regocijo y bailes a la casa del principal donde estaba la otra estatua de Bolonzacab. Sacaban de casa de este principal al camino, para los señores y sacerdotes, una bebida hecha de cuatrocientos quince granos de maíz tostados que llaman piculakakla, y bebían todos de ella; llegados a la casa del principal, ponían esta imagen frente a la estatua del demonio que allí tenían, y así le hacían muchas ofrendas de comidas y bebidas, de carne y pescado, y repartían estas ofrendas a los extranjeros que allí se hallaban, y daban al sacerdote una pierna de venado. Otros derramaban sangre cortándose las orejas y untaban con ella una piedra que allí tenían de un demonio Kanalacantun. Hacían un corazón de pan y otro pan con pepitas de calabazas y ofrecíanlos a la imagen del demonio Kanuuayayab.
Tenían así esta estatua e imagen estos días aciagos y sahumábanlas con su incienso y con los maíces molidos con incienso. Tenían creído que si no hacían estas ceremonias habían de tener ciertas enfermedades que ellos tienen en este año. Pasados estos días aciagos llevaban la estatua del demonio Bolonzacab al templo, y la imagen a la parte del oriente para ir allí al otro año por ella, y echábanla por ahí e íbanse a sus casas a entender en lo que le quedaba a cada uno por hacer en la celebración del año nuevo. Terminadas las ceremonias y echado el demonio según su engaño, tenían este año por bueno pues reinaba con la letra Kan el bacab Hobnil, del que decían no había pecado como sus hermanos y por eso no les venían miserias en él. Pero porque muchas veces las había, proveyó el demonio que le hiciesen servicios para que así, cuando las hubiese, echasen la culpa a los servicios o servidores y quedasen siempre engañados y ciegos. Mandábales, pues, hiciesen un ídolo que llamaban Izamnakauil y que le pusiesen en su templo y le quemasen en el patio del templo tres pelotas de una leche o resina llamada kik, y que le sacrificasen un perro o un hombre, lo cual ellos hacían guardando el orden que ya se dijo tenían con los que sacrificaban, salvo que el modo de sacrificar en esta fiesta era diferente, porque hacían en el patio del templo un gran montón de piedras y ponían al hombre o perro que habían de sacrificar en alguna cosa más alta que él, y echando atado al paciente de lo alto a las piedras, le arrebataban aquellos oficiales y con gran presteza le sacaban el corazón y le llevaban al nuevo ídolo, y se lo ofrecían entre dos platos.
Ofrecían otros dones de comidas y en esta fiesta bailaban las viejas del pueblo que para ello tenían elegidas, vestidas de ciertas vestiduras. Decían que descendía un ángel y recibía este sacrificio. El año en que la letra dominical era Muluc, tenía el agüero de Canzienal y a su tiempo elegían, los señores y el sacerdote, un principal para hacer la fiesta, y después hacían la imagen del demonio como la del año pasado, a la cual llamaban Chacuuayayab, y llevábanla a los montones de piedra de hacia la parte del oriente, donde habían echado la pasada. Hacían una estatua al demonio llamado Kinchahau y poníanla en casa del principal en lugar conveniente, y desde allí, teniendo muy limpio y aderezado el camino, iban todos juntos con su acostumbrada devoción por la imagen del demonio Chacuuayayab. Llegados, la sahumaba el sacerdote con cincuenta y tres granos de maíz molidos y su incienso, a lo cual llaman zacah. Daba el sacerdote a los señores que pusiesen en el brasero más incienso del que llamamos chahalté y después degollábanle la gallina, como al pasado, y tomando la imagen en un palo llamado chasté la llevaban, acompañándola todos con devoción y bailando unos bailes de guerra que llaman holcanokot batelokot. Sacaban al camino, a los señores y principales, su bebida de trescientos ochenta maíces tostados como la de atrás. Llegados a casa del principal ponían esta imagen en frente de la estatua de Kinchahau y hacíanle todos sus ofrendas, las cuales repartían como las demás.
Ofrecían a la imagen pan hecho con yemas de huevo, y otros con corazones de venados, y otro hecho con su pimienta desleída. Había muchos que derramaban sangre cortándose las orejas y untando con su sangre la piedra que allí tenían de un demonio que llamaban Chacacantun. Aquí tomaban muchachos y por fuerza les sacaban sangre de las orejas, dándoles cuchilladas en ellas. Tenían esta estatua e imagen hasta pasados los días aciagos y entretanto quemábanles sus inciensos. Pasados los días, llevaban la imagen a echar a la parte del norte donde otro año la habían de salir a recibir, y la otra al templo, y después íbanse a sus casas a entender en el aparejo de su año nuevo. Habían de tener, si no hacían las cosas dichas, mucho mal de ojos. Este año en que la letra Muluc era dominical y reinaba el bacab Canzienal tenían por buen año porque decían que éste era el mejor y mayor de esos dioses Bacabes, y así le ponían el primero en sus oraciones. Pero con todo eso les hacía el demonio hiciesen un ídolo llamado Yaxcocahmut, y que lo pusiesen en el templo y quitasen las imágenes antiguas e hiciesen en el patio, delante del templo, un bulto de piedra en el cual quemaban de su incienso y una pelota de la resina o leche kik, haciendo allí oraciones al ídolo y pidiéndole remedio para las miserias que aquel año temían, las cuales eran poca agua y echar los maíces muchos hijos y cosas de esta manera, para cuyo remedio los mandaba el demonio ofrecerle ardillas y un paramento sin labores el cual tejiesen las viejas que tenían por oficio bailar en el templo para aplacar a Yaxcocahmut.
Tenían otras muchas miserias y malas señales aunque era bueno el año si no hacían los servicios que el demonio les mandaba, lo cual era hacer una fiesta y en ella bailar un baile con muy altos zancos y ofrecerle cabezas de pavos y pan y bebidas de maíz; habían de ofrecerle (también) perros hechos de barro con pan en las espaldas, y las viejas habían de bailar con ellos en las manos y sacrificarle un perrito que tuviese las espaldas negras y fuese virgen; y los devotos habían de derramar su sangre y untar con ella la piedra del demonio Chacacantun. Tenían este sacrificio y servicio por agradable a su dios Yaxcocahmut. El año en que la letra dominical era Ix y el agüero Zaczini, hecha la elección del principal que celebrase la fiesta, hacían la imagen del demonio llamado Zacuuayayab y llevábanla a los montones de piedra de la parte norte, donde el año pasado la habían echado. Hacían una estatua al demonio Yzamná y poníanla en casa del principal, todos juntos, y el camino aderezado, iban devotamente por la imagen de Zacuuayayab. Llegados la sahumaban como solían hacer y degollaban la gallina, y puesta la imagen en un palo llamado Zachia la traían con su devoción y bailes, los cuales llaman alcabtan Kamahau. Traíanles la bebida acostumbrada al camino y llegados a casa ponían esta imagen delante de la estatua de Izamná, y allí todos le ofrecían sus ofrendas y las repartían, y a la estatua de Zacuuayayab ofrecían la cabeza de un pavo y empanadas de codornices y otras cosas y su bebida.
Otros se sacaban sangre y untaban con ella la piedra del demonio Zacacantun, y teníanse así los ídolos los días que faltaban hasta el año nuevo, y sahumábanlos con sus sahumerios hasta que llegado el día postrero llevaban a Yzamná al templo y a Zacuuayayab a la parte del poniente, a echarle por ahí para recibirla otro año. Las miserias que temían este año, si eran negligentes en estos servicios, eran desmayos y amortecimientos y mal de ojos; teníanlo por ruin año de pan y bueno de algodón. Este año en que la letra dominical era Ix y reinaba el bacab Zaczini tenían por ruin año porque decían que habían de tener en él muchas miserias como gran falta de agua y muchos soles, los cuales habían de secar los maizales, de lo que les seguiría gran hambre, y del hambre hurtos, de hurtos esclavos y vender a los que los hiciesen. De esto les vendrían discordias y guerras entre sí propios o con otros pueblos. También decían que habría mudanza en el mando de los señores o de los sacerdotes por razón de las guerras y las discordias. Tenían también un pronóstico: que algunos de los que quisiesen ser señores no prevalecerían. Decían que habrían de tener langosta, y que se despoblarían mucho sus pueblos por el hambre. Lo que el demonio les mandaba hacer para remedio de estas miserias, las cuales todas o algunas de ellas entendían les vendrían, era un ídolo que llamaban Cinchahau Izamná, y ponerlo en el templo donde le hacían muchos sahumerios y muchas ofrendas y oraciones y derramamientos de su sangre, con la cual untaban la piedra del demonio Zacacantun.
Hacían muchos bailes y bailaban las viejas como solían, y en esta fiesta hacían de nuevo un oratorio pequeño al demonio, o renovaban el viejo y en él se juntaban a hacer sacrificios y ofrendas al demonio y a hacer todos una solemne borrachera, pues era fiesta general y obligatoria. Había algunos santones que de su voluntad y por su devoción hacían otro ídolo como el de arriba y le ponían en otros templos donde se hacían ofrendas y borrachera. Estas borracheras y sacrificios tenían por muy gratos a sus ídolos, y como remedio para librarse de las miserias del pronóstico. El año que la letra dominical era Cauac y el agüero Hozanek, hecha la elección del principal para celebrar la fiesta, hacían la imagen del demonio llamado Ekuuayayab y llevábanla a los montones de piedra de la parte del poniente, donde el año pasado la habían echado. Hacían también una estatua a un demonio llamado Uacmituanahau y poníanla en casa del principal, en lugar conveniente, y desde allí iban todos juntos al lugar donde la imagen de Ekuuayayab estaba, y tenían para ello el camino muy aderezado. Llegados a ella sahumábanla el sacerdote y los señores, como solían, y degollaban la gallina. Hecho esto tomaban la imagen en un palo que llamaban Yaxek, y ponían a cuestas de la imagen una calavera y un hombre muerto, y encima un pájaro carnicero llamado Kuch, en señal de mortandad grande, pues por muy mal año tenían éste. Llevábanla después de esta manera, con su sentimiento y devoción, y bailando algunos bailes entre los cuales bailaban uno como cazcarientas (sic), y así le llamaban Xibalbaokot, que quiere decir baile del demonio.
Llegaban al camino los escanciadores con la bebida de los señores, la cual bebida llevaban al lugar de la estatua Uacmitunahau, y poníanla allí frente a la imagen que traían. Luego comenzaban sus ofrendas, sahumerios y oraciones y muchos derramaban la sangre de muchas partes del cuerpo, y con ella untaban la piedra del demonio llamado Ekelacantun, y así pasaban estos días aciagos, al cabo de los cuales llevaban a Uacmitunahau al templo y a Ekuuayayab a la parte de medio día, para recibirla otro año. Este año en que la letra era Cauac y reinaba el bacab Hozanek, tenían, además de la pronosticada mortandad, por ruin, pues decían que los muchos soles les habrían de matar los maizales, y las muchas hormigas y los pájaros comerse lo que sembrasen; y como esto no sería en todas partes, en algunas, con gran trabajo, habría comida. Obligábales el demonio, para remedio de estas miserias, (a) hacer cuatro demonios llamados Chicacchob, Ekbalamchac, Ahcanuolcab y Ahbulucbalam y ponerlos en el templo donde los sahumaban con sus sahumerios y les ofrecían para quemar dos pellas de una leche o resina de un árbol que llamaban kik, y ciertas iguanas y pan, y una mitra y un manojo de flores, y una piedra preciosa de las suyas. Además de esto, para la celebración de esta fiesta hacían en el patio una gran bóveda de madera y henchíanla de leña por lo alto y por los lados, dejándole en ellos puertas para poder entrar y salir. Después de hecho tomaban los más hombres sendos manojos de unas varillas muy secas y largas, atados, y puesto un cantor en lo alto de la leña, cantaba y hacía son con un tambor de los suyos; bailaban todos los de abajo con mucho concierto y devoción, entrando y saliendo por las puertas de aquella bóveda de madera, y así bailaban hasta la tarde en que dejando allí cada uno su manojo se iban a sus casas a descansar y a comer.
En anocheciendo volvían y con ellos mucha gente, porque entre ellos esta ceremonia era muy estimada, y tomando cada uno su hachón lo encendía y con él cada uno por su parte pegaba fuego a la leña la cual ardía mucho y se quemaba presto. Después de hecho todo brasa, la allanaban y tendían muy tendida y junto a los que habían bailado, había algunos que se ponían a pasar descalzos y desnudos, como ellos andaban, por encima de aquella brasa, de una parte a otra; y pasaban algunos sin lesión, otros abrasados y otros medio quemados y en esto creían que estaba el remedio de sus miserias y malos agüeros, y pensaban que éste era el servicio más agradable a los dioses. Hecho esto, se iban a beber y hacer cestos, pues así lo pedía la costumbre de la fiesta y el calor del fuego. Con las letras de los indios puestas atrás, ponían nombres a los días de sus meses y de todos los meses juntos hacían un modo de calendario, con el cual se regían así para sus fiestas como para sus cuentas, tratas y negocios, como nosotros nos regimos con el nuestro, salvo que no comenzaban su calendario el día primero de su año, sino muy adelante, lo cual hacían por la dificultad con que contaban los días de los meses, todos juntos, como se verá en el propio calendario que pondré aquí; porque aunque las letras y días para sus meses son 20, tienen costumbre de contarlas desde una hasta 13. Tornan a comenzar de una después de las 13, y así reparten los días del año en 27 treces y 9 días sin los aciagos.
Con estos retruécanos y embarazosa cuenta, es cosa de ver la liberalidad con que los que saben, cuentan y se entienden, y mucho de notar es que salga siempre la letra que es dominical en el primer día de su año, sin errar ni faltar, ni venir a salir allí otra de las 20. Usaban también de este modo de contar para sacar de estas letras cierto modo de contar que tenían para las edades y otras cosas que, aunque son para ellos curiosas, no nos hacen aquí mucho al propósito, y por eso se quedan, con decir que el carácter o letra con que comenzaban la cuenta de sus días o calendario se llama Hun Imix y es éste: --el cual no tiene día cierto ni señalado en que caiga, porque cada uno le muda la propia cuenta y con todo eso no falta el salir la letra que viene por dominical el primero del año que se sigue. El primer día del año de esta gente era siempre a 16 días de nuestro mes de julio, y primero de su mes de Pop, y no es de maravillar que esta gente, aunque simple en otras cosas, le hemos hallado curiosidad y opinión en ésta, como la han tenido otras naciones, pues según la glosa sobre Ezequiel, enero es, según los romanos, el principio del año; según los hebreos, abril; según los griegos, marzo; y según los orientales, octubre. Pero, aunque ellos comienzan su año en julio, yo no pondré aquí su calendario sino por el orden del nuestro y junto con el nuestro, de manera que irán señaladas nuestras letras y las suyas, nuestros meses y los suyos y su cuenta de los trece sobre dichos, puesta en cuenta de guarismos.
Y porque no haya necesidad de poner en una parte el calendario y en otra las fiestas, pondré en cada uno de sus meses sus fiestas y las observancias y ceremonias con que las celebraban y con esto cumpliré lo que en alguna parte de atrás he dicho: que haré su calendario y en él diré de sus ayunos y de las ceremonias con que hacían los ídolos de madera y otras cosas, todas las cuales y las demás aquí tratadas no es mi intento sirvan de más de materia de alabar a la bondad divina que tal ha sufrido y tal ha tenido por bien remediar en nuestros tiempos, para que advirtiéndolo con entrañas cristianas le supliquemos por su conservación y aprovechamiento en buena cristiandad y los que a su cargo lo tengan, los favorezcan y ayuden porque por los pecados de esta gente o los nuestros, no les falte la ayuda, o ellos no falten en lo comenzado y así vuelvan a sus miserias ni a sus yerros y les acaezcan cosas peores que las primeras, tornando los demonios a las casas de sus almas, de donde con trabajosos cuidados hemos procurado echarlos, limpiándoselas y barriéndolas de sus vicios y malas costumbres pasadas; y no es mucho temer esto viendo la perdición que hace tantos años hay en toda la grande y muy cristiana Asia, y en la buena y católica y augustísima África, y las miserias y calamidades que el día de hoy pasan en nuestra Europa y en nuestra nación y casas, por lo cual podríamos decir: se nos han cumplido las evangélicas profecías sobre Jerusalén de que la cercarían sus enemigos y la agostarían y apretarían tanto que la derrocasen por tierra; y esto ya lo habría permitido Dios, según somos, pero no puede faltar su iglesia ni lo del que dijo: Dominus reliquisset semen, sicut Sodoma fuissemus.