Compartir
Datos principales
Desarrollo
Capítulo V De la manera que el Ynga castigaba los agravios de sus virreyes Porque ninguno hubiese que, con el poder y mando que el Ynga le daba, tuviese atrevimiento a agraviar a los menores, ni sus vasallos fuesen vejados, ni molestados de nadie, cuando les iba querella de alguno de los quatro orejones, o de los tocoricuc, que estaban en las provincias por superiores a los demás curacas, o de los mismos curacas principales y otros indios poderosos, como eran los capitanes, y que tenían a su cargo las fotalezas, y se venían a quejar de muertes, injusticias, fuerzas o robos que hubiesen hecho, mandaba el Ynga, si era de los quatro orejones, encarcelarlo en la fortaleza, y si era de los demás inferiores, los ponía en casa de uno de los orejones de su Consejo, y si era muy principal el delincuente, estaba con prisiones y poníales guardia hasta que, con gran diligencia y recato, se enviaba a hacer inquisición y pesquisa, a la parte donde había estado, y de donde procedían las quejas, mandando que sus deudos y parientes no estuviesen entonces en los pueblos donde se inquiría. Preguntaba del delito y allí por las personas a quien lo cometía el Ynga, que siempre eran de los más principales orejones y de sus deudos, se hacía diligencia averiguación y probadas las quejas, se venía al Cuzco y daba parte al Ynga de lo que había hecho. Entonces el Ynga hacía llamar a sus consejeros y demás personas principales, que estaban en el Cuzco, y habiéndose juntado traían al delincuente delante de ellos, y estando presente les hacía un parlamento, trayéndoles a la memoria su obligación y reprendía el delito, y los daños que dél habían procedido, y exhortaba a los del Consejo que no cometiesen ellos semejantes culpas.
Habiendo reñido y afrentado de palabras al reo, mandaba que con un mazo, llamado de ellos champi, le diese tres o cuatro golpes en las espaldas, los cuales luego al momento un principal, de los que allí estaban, le daba executándose la sentencia, y los golpes eran tales que muchos morían de la fuerza y dolo de los dichos golpes, y otros escapaban. También tenía otros géneros de castigos menores para sus delitos, según su calidad, y siempre guardando en ellos grandísima rectitud y acuerdo, porque ninguno hacía sin parecer de sus consejeros, consultándolo con ellos. Estos castigos que hacía el Ynga eran desde el orejón, de los cuatro ya dichos, hasta el curaca de mil indios, que de ahí abajo lo ordenaba y mandaba el tocoricuc y los gobernadores que tenía en las provincias puestos, aunque algunas veces apelaban de las sentencias de estos inferiores al orejón y al Ynga. No había entre ellos firmas y sellos, mas de lo que preguntaban a los testigos hacían dello quipo, que son unos cordeles, y lo enviaban, o traían al Ynga. Tenía en el Cuzco una cárcel, la cual llamaban cárcel del Ynga, que era solamente para los principales, y caciques hijos de señores y capitanes cuando cometían algún delito y, como hemos dicho, mientras se averiguaba, los ponían allí. Esta cárcel era honrada al modo de las casas de cabildo cuando se prende en España algún caballero, y cuando la culpa era liviana, los soltaban libremente y, si era grave y se le probaba, mientras el Ynga consultaba lo que en ello se había de hacer, le metían en otra cárcel más fuerte y de más guardia, de manera que para todos los delitos había sus diferencias de castigo y cárceles, como veremos en el capítulo siguiente.
Habiendo reñido y afrentado de palabras al reo, mandaba que con un mazo, llamado de ellos champi, le diese tres o cuatro golpes en las espaldas, los cuales luego al momento un principal, de los que allí estaban, le daba executándose la sentencia, y los golpes eran tales que muchos morían de la fuerza y dolo de los dichos golpes, y otros escapaban. También tenía otros géneros de castigos menores para sus delitos, según su calidad, y siempre guardando en ellos grandísima rectitud y acuerdo, porque ninguno hacía sin parecer de sus consejeros, consultándolo con ellos. Estos castigos que hacía el Ynga eran desde el orejón, de los cuatro ya dichos, hasta el curaca de mil indios, que de ahí abajo lo ordenaba y mandaba el tocoricuc y los gobernadores que tenía en las provincias puestos, aunque algunas veces apelaban de las sentencias de estos inferiores al orejón y al Ynga. No había entre ellos firmas y sellos, mas de lo que preguntaban a los testigos hacían dello quipo, que son unos cordeles, y lo enviaban, o traían al Ynga. Tenía en el Cuzco una cárcel, la cual llamaban cárcel del Ynga, que era solamente para los principales, y caciques hijos de señores y capitanes cuando cometían algún delito y, como hemos dicho, mientras se averiguaba, los ponían allí. Esta cárcel era honrada al modo de las casas de cabildo cuando se prende en España algún caballero, y cuando la culpa era liviana, los soltaban libremente y, si era grave y se le probaba, mientras el Ynga consultaba lo que en ello se había de hacer, le metían en otra cárcel más fuerte y de más guardia, de manera que para todos los delitos había sus diferencias de castigo y cárceles, como veremos en el capítulo siguiente.