Capítulo treinta y dos
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Capítulo treinta y dos De los lloros y lástimas que hazían y dezían aquellos a quien robaron los nigrománticos, y de las demás casas de este signo Idos los ladrones, los de la casa a los robados comiençan a bolver en sí y a levantarse donde estavan echados, y comiençan a mirar por casa, por los cilleros y bodegas, y por las petacas y caxas y cofres, y no hallan nada de cuanto tenían. Y hallan robado todo cuanto tenían, oro y plata, y piedras y plumas ricas, y mantas y naguas y huipiles, y todo cuanto tenían; y comiençan todos luego a llorar y a dar gritos y a dar palmadas de angustia. Y las mugeres comiençan a dezir a bozes: "¡Queçan nel oc nen! ¡Quennel oc nen!", que quiere dezir "¡Oh, desventuradas de nosotras!" Y davan consigo tendidas en el suelo, y dávanse de puñadas y bofetadas en la cara, diziendo: "¡Ca onitquíoac otlacemichictía!", que quiere dezir "¡Todo cuanto teníamos, nos han llevado!" Y dezían muchas lástimas como está en la letra. De esta manera lloravan aquellos que estavan robados. A estos robadores también llamavan tetzotzomme, porque en tomándolos, luego los apedreavan y les tomavan todo cuanto tenían en sus casas. De las demás casas de este signo no hay que dezir más de lo que está dicho atrás. La segunda casa de este signo se llama ume calli; la tercera, ei cuetzpali; la cuarta, naui cóatl; la quinta, macuilli miquiztli; la sexta, chicuacen máçatl; la séptima, chicome tochtli; la octava, chicuei atl; la novena, chicunaui itzcuintli; la décima, matlactli oçumatli; la undécima, matlactlioce malinalli; la duodécima, matlactliomome ácatl; la terciadécima, matlactliomei océlutl.