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Capítulo nono Del lenguaje y afectos que usava el señor después de electo para hazer gracias a Tezcatlipuca por haverle electo en señor, y para demandarle sabor y lumbre para hazer bien su oficio, y donde se humilla de muchas maneras ¡Oh, señor nuestro humaníssimo, amparador y governador, invisible y impalpable! Bien sé que me tenéis conocido, que soy un pobre hombre y de baxa suerte, criado y nacido entre estiércol, hombre de poca razón y de baxo juizio, lleno, de muchos defectos y faltas. Ni me sé conocer ni considerar quién soy. Havéisme hecho gran beneficio, gran merced y misericordia sin merecerlo yo, que tomado del estiércol me havéis puesto en la dignidad y trono real. ¿Quién soy yo, señor mío? ¿Y qué es mi valor que me pongáis entre los que vos amáis y conocéis y tenéis por amigos escogidos y dignos de toda honra, y nacidos y criados para las dignidades y tronos reales, y para este efecto los criastes hábiles y prudentes, tomados de nobles y generosos padres, y para esto criados y enseñados, y que fueron nacidos y baptizados en signos y constelaciones en que nacen los señores, y para ser vuestros instrumentos y vuestras imágines, para regir vuestros reinos, estando dentro de ellos y hablando por su boca y pronunciando ellos vuestras palabras, y para que se conformen con el querer del antiguo dios y padre de todos los dioses, que es el dios del fuego, que está en el alverque de agua entre almenas, cercado de piedras como rosas, el cual se llama Xiuhtecutli, el cual determina y examina y concluye los negocios y letigios del pueblo y de la gente popular, como lavándoles con agua, al cual siempre acompañan y están en su presencia las personas generosas arriba dichas? ¡Oh, humaníssimo señor, regidor y governador! Gran merced me havéis hecho.

¿Por ventura esto ha sido por intercessión de los lloros y lágrimas que derramaron los passados señores y señoras que tuvieron cargo de este reino? Cosa sería de gran locura que yo pensasse que por mis merecimientos y por mi valor me havéis hecho esta merced de me haver puesto en el regimiento muy pesado y muy dificultoso, y aun espantoso, de vuestro reino, que es como una carga que se lleva a cuestas, muy pesada, que con gran dificultad la llevaron a cuestas los señores passados que le rigieron en vuestro nombre. ¡Oh, señor humaníssimo, regidor y governador invisible y impalpable, criador y sabidor de todas las cosas y pensamientos, adornador de las ánimas! ¿Qué diré más, pobre de mí? ¿Qué modo tendré en governar y regir esta vuestra república? ¿Cómo tengo de llevar esta carga del regimiento de la gente popular, que soy ciego y sordo, que aun a mí no me sé conocer ni regir, porque soy acostumbrado de andar entre estiércol, y mi facultad es buscar y vender yervas para comer, y traer leña a cuestas para vender? Lo que yo merezco, señor, es ceguedad de los ojos y tollimiento y pudrimiento de los miembros, andar vestido de un andraxo y de una manta rota. Este es mi merecimiento y lo que se me devía dar; y yo soy el que tengo necesidad de ser regido y de ser traído a cuestas, pues que tenéis muchos amigos y muchos conocidos a quien pudéis encomendar este cargo. Pero, pues que ya tenéis determinado de ponerme en escarnio y risa del mundo, hágase vuestra voluntad y vuestro querer, y cúmplase vuestra palabra.

Por ventura no me conocéis quién soy yo, y desque me conocieres quién soy yo buscarás a otro, quitándome a mí del regimiento, tornándolo a tomar en ti y ascondiendo en ti esta dignidad y esta honra, estando ya cansado y enhadado de sufrirme, y lo daréis a otro muy amigo y conocido vuestro que es vuestro devoto, y llora y suspira, y ansí merece esta dignidad. ¿O, por ventura, es como sueño o como quien se levanta dormiendo de la cama esto que me ha acontescido? ¡Oh, señor, que presente estáis en todo lugar! Sabéis todos los pensamientos y distribuís todos los dones. ¡Plégaos de no me asconder vuestras palabras y vuestra inspiraciones! Con brevedad y súpitamente somos nombrados para las dignidades, pero ignoro el camino por donde tengo de ir. No sé lo que tengo de hazer. ¡Plégaos de no me asconder la lumbre y el espejo que me ha de guiar! No permitáis, señor, que yo descamine y eche por las montañas y por los riscos a los que tengo de regir y llevar a cuestas. No permitáis, señor, que los guíe por caminos de conejos y de venados. No permitáis, señor, que se levante alguna guerra contra mí. No permitáis que venga alguna pestilencia sobre lo que tengo de regir, porque no sabré lo que en tal caso tengo de hazer, ni por donde tengo de guiar a los que llevo a cuestas. ¡Oh, desventurado de mí, que soy inhábil y ignorante! No querría que veniesse sobre mi alguna enfermedad, porque en este caso era echar a perder vuestro pueblo y vuestra gente, y desolar y poner en tinieblas vuestro reino.

¿Qué haré, señor y criador, si por ventura cayere en algún pecado carnal y deshonroso, y ansí echare a perder el reino? ¿Qué haré si por negligencia o por pereza echare a perder mis súbdictos? ¿Qué haré si desbarrancare o despeñare por mi culpa a los que tengo de regir? Señor humaníssimo, invisible y impalpable, ruégoos que no os apartéis de mí. Idme visitando muchas vezes; visitad esta casa pobrezita, porque te estaré esperando en esta pobre casa, en esta pobre posada. Con gran desseo espero, y demando con grande instancia vuestra palabra y vuestra inspiración, con las cuales inspirastes y suflastes a vuestros antiguos amigos y conocidos, que rigieron con diligencia y con rectitud vuestro reino, que es la silla de vuestra magestad, y honra donde a un lado y a otro se sientan vuestros senadores y principales, que son vuestra imagen y como vuestra persona propria, los cuales sentencian y hablan en las cosas de la república en vuestro nombre, y usáis de ellos como de vuestras flautas, hablando dentro de ellos y poniéndoos en sus caras y en sus oídos, y abriendo sus bocas para bien hablar. Y en este lugar burlan y ríen de nuestras boberías los negociantes, con los cuales estáis vos holgándoos, porque son vuestros amigos y vuestros conocidos, y allí inspiráis y insufláis a los vuestros devotos que lloran y suspiran en vuestra presencia, y os dan de verdad su coraçón, y por esto los adornáis con prudencia y sabiduría, para que vean como en espejo de dos hazes donde se representa la imagen de cada uno.

Y por la misma causa los dais una hacha muy clara, sin ningún humo, cuya claridad se estiende por todas sus partes. También por esta causa los dais dones y joyas preciosas, colgándoselas del cuello y de las orejas, como se cuelgan las joyas corporales, como son el nacochtli, y el téntetl, el tlalpiloni, que es la borla de la cabeça, y el matemécatl, que es la correa adovada que atan a la muñeca los señores, y con cuero amarillo atado a las pantorrillas, y con cuentas de oro y plumas ricas. En este lugar del buen regimiento y govierno del reino se merecen vuestras riquezas y vuestra gloria y vuestros deleites y vuestras suavidades, y en este lugar se merece el asosiego y tranquilidad, y la vida pacífica y el contento, lo cual todo viene de vuestra mano. En este mismo lugar se merecen las cosas adversas y trabajosas, como son enfermedades y pobrezas y el abreviamiento de la vida, lo cual viene de vuestra mano a los que en este estado no hazen el dever. ¡Oh, señor nuestro humaníssimo, sabidor de los pensamientos y dador de los dones! ¿Está, por ventura, en mi mano, que soy un pobre hombre, el modo de mi regir? ¿Está en mi mano la manera de mi vivir, y las obras que tengo de hazer en mi oficio? Que es vuestro reino y vuestra dignidad, y no mía, lo que vos quisierdes que haga, ayudándome, y lo que fuere la vuestra voluntad que haga según vuestra disposición, esso haré. El camino que enseñardes, esse seguiré. Lo que me inspirardes y pusierdes en mi coraçón, esso diré y hablaré.

¡Señor nuestro, humaníssimo! En vuestras manos me pongo totalmente porque yo no tengo possibilidad para regirme ni governarme, porque soy ciego y soy tiniebla, y soy un rincón de estiércol. Tened por bien, señor, de me dar un poquito de lumbre, aunque no sea más de cuanto echa de sí una luciérnaga que anda de noche, para ir en este sueño y en esta vida dormida que dura como espacio de un día, donde hay muchas cosas en que tropeçar y muchas cosas en que dar ocasión de reír, y otras cosas que son como camino fragoso que se han de passar saltando. Todo esto ha de passar en esto que havéis encomendado, en darme vuestra silla y vuestra dignidad. ¡Señor nuestro, humaníssimo! Ruégoos que me vais visitando con vuestra lumbre para que no me yerre y para que no me desbarate y para que no me den grita mis vasallos. ¡Señor nuestro, piadosíssimo! Ya me havéis hecho espaldar de vuestra silla y vuestra flauta sin ningún merecimiento mío; ya soy vuestra boca y vuestra cara y vuestras orejas y vuestros dientes y vuestras uñas, aunque soy un pobre hombre. Quiero dezir, que indignamente soy vuestra imagen, y represento vuestra persona, y las palabras que hablare han de ser tenidas como vuestras mismas palabras, y mi cara ha de ser estimada como la vuestra, y mis oídos como los vuestros, y los castigos que hiziere han de ser tenidos si vos mismo los hiziéssedes. Por esto os ruego que pongáis dentro de mí vuestro espíritu y vuestras palabras, a quien todos obedezcan y a quien nadie pueda contradezir. El que dize esta oración delante el dios Tezcatlipuca está en pie y inclinado hazia la tierra y los pies juntos. Y los que son muy devotos están desnudos. Y antes que comience la oración ofrecen copal al fuego o algún otro sacrificio, y si están con su manta cubierta, ponen la atadura de ella hazia los pechos de manera que la parte delantera está desnuda. Y algunos, diziendo esta oración, están en coglillas y ponen el nodo de la manta sobre el hombro. A esto llaman moquichtlalía.

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