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Desarrollo


Cómo el Almirante fue preso y enviado a Castilla con grillos, juntamente con sus hermanos Luego que vio el Almirante la carta de los Reyes, fue prontamente a Santo Domingo, donde ya estaba dicho juez. Y éste, deseoso de mantenerse en el gobierno, sin tardanza alguna, ni información jurídica, al comienzo de Octubre del año de 1500, lo envió prisionero a un navío, con su hermano D. Diego, poniéndole grillos y buena guardia, mandando, bajo gravísimas penas, que ninguno hablase nada de lo que a éstos atañía. Después, como se dice de la justicia de Perogrullo, empezó a formar proceso contra ellos, recibiendo por testigos a los enemigos rebeldes, favoreciendo e incitando públicamente a cuantos iban a decir mal de los presos; y deponían tantas maldades y delitos, que sería más que ciego quien no conociese que esto lo dictaba la pasión, sin alguna verdad; por lo que, los Reyes Católicos no los quisieron recibir, y lo absolvieron, arrepintiéndose mucho de haber enviado aquel hombre con semejante cargo y no sin justa razón, porque Bobadilla destruyó la isla, y gastó las rentas y tributos Reales, para que todos le ayudasen, publicando que los Reyes Católicos no querían otra cosa que el nombre del dominio, y que el provecho fuese para sus vasallos. Pero no por eso perdía Bobadilla nada de su parte; antes bien, asociándose con los más ricos y poderosos, les daba indios para su servicio, con pacto de partir con él cuanto ganasen con dichos indios, y vendía en pública almoneda las posesiones y heredades que el Almirante había ganado para los Reyes Católicos, diciendo que los Reyes no eran labradores, ni mercaderes, ni querían aquellas tierras para su utilidad, sino para socorro y alivio de sus vasallos.

Con este pretexto vendía todo, procurando también que lo comprasen algunos de sus compañeros, por dos tercios menos de lo que valían. Y haciendo estas cosas, no enderezaba a otro fin las de justicia, ni a otra mira que a hacerse rico y ganar el afecto del pueblo, porque aún tenía miedo de que el Adelantado, que todavía no había vuelto de Xaraguá, se le opusiera, y procurase con armas librar al Almirante, como si en esto, sus hermanos, no hubiesen tenido harta prudencia; por lo cual, el Almirante envió luego a decir, que por el servicio de los Reyes Católicos, y para no alborotar la tierra, fuesen a él pacíficamente; pues idos a Castilla, alcanzarían más fácilmente el castigo de dicha persona, y el remedio de los agravios que se les hacían. No por esto dejó Bobadilla de prenderle con sus hermanos, consintiendo que los malvados y populares dijesen mil injurias contra él por las plazas, y que tocasen cuernos junto al puerto donde estaban embarcados, además de muchos libelos infamatorios que estaban puestos en las esquinas; de modo que, aunque supo que Diego Ortiz, gobernador del hospital, había leído un libelo en la plaza, no sólo no le castigó, sino que mostró grande alegría de ello, por lo que cada uno se ingeniaba en darse a conocer por atrevido en tales cosas. Al tiempo de la partida del Almirante, temiendo que se volviese a tierra nadando, no dejó de decir al piloto llamado Andrés Martín, que entregase el preso al Obispo D.

Juan de Fonseca, para dar a entender que con favor y consejo de éste, hacía todo aquello; bien que después, estando en el mar, conocida por el patrón la perversidad de Bobadilla, quiso quitar los grillos al Almirante; pero éste jamás lo consintió, diciendo que, pues los Reyes Católicos mandábanle por su carta que ejecutase lo que en su nombre mandase Bobadilla, y éste, por su autoridad y comisión, le había puesto los grillos, no quería que otras personas, que las de Sus Altezas, hicieran sobre ello lo que les pareciese; pues tenía determinado guardar los grillos para reliquia y memoria del premio de sus muchos servicios. Y así lo hizo, porque yo los vi siempre en su cámara, y quiso que fuesen enterrados con sus huesos. El día 20 de Noviembre del año de 1500 escribió a los Reyes que había llegado a Cádiz; sabido por éstos cómo venía, luego dieron orden para que se le pusiese en libertad, y le escribieron cartas llenas de benignidad, manifestando mucho desagrado en sus trabajos y en la descortesía que había usado con él Bobadilla; diciéndoles que fuese a la Corte, donde serían atendidos sus negocios y se daría orden para que fuese despachado con mucha brevedad y honra. En todas estas cosas no debo culpar a los Reyes Católicos más que de haber elegido para aquel cargo a un hombre malo y de tan poco saber; porque si fuese hombre que supiera usar bien de su oficio, el Almirante se hubiese alegrado de su ida; pues había suplicado en sus cartas, que enviasen a alguno para que tuviese verdadera información de la maldad de aquella gente, y de los desmanes que cometía, y fuesen castigados por otra mano; no queriendo él, pues habían comenzado los alborotos contra su hermano, proceder con el rigor, que hubiera usado en un caso sin sospecha; y aunque pueda decirse, que sin embargo de estar mal informados los Reyes Católicos contra el Almirante, no debían enviar a Bobadilla con cartas y favor, sin limitarle la comisión que le daban, puede responderse que no fue maravilla que lo hiciesen así, porque eran muchas las quejas dadas contra el Almirante, según antes hemos referido.

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