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Datos principales


Desarrollo


Cómo el gran Montezuma envió cuatro principales, hombres de mucha cuenta, con un presente de oro y mantas, y lo que dijeron, a nuestro capitán Estando platicando Cortés con todos nosotros y con los caciques de Tlascala sobre nuestra partida y en las cosas de la guerra, viniéronle a decir que llegaron a aquel pueblo cuatro embajadores de Montezuma, todos principales, y traían presentes; y Cortés les mandó llamar, y cuando llegaron donde estaba, hiciéronle grande acato, y a todos los soldados que allí nos hallamos; y presentando su presente de ricas joyas de oro y de muchos géneros de hechuras, que valían bien diez mil pesos, y diez cargas de mantas de buenas labores de pluma, Cortés los recibió con buen semblante; y luego dijeron aquellos embajadores por parte de su señor Montezuma que se maravillaba mucho de estar tantos días entre aquellas gentes pobres y sin policía, que aun para esclavos no son buenos, por ser tan malos y traidores y robadores, que cuando más descuidados estuviésemos, de día y de noche nos matarían por nos robar, y que nos rogaba que fuésemos luego a su ciudad y que nos daría de lo que tuviese, y aunque no tan cumplido como nosotros merecíamos y él deseaba; y que puesto que todas las vituallas le entran en su ciudad de acarreo, que mandaría proveernos lo mejor que él pudiese. Aquesto hacía Montezuma por sacarnos de Tlascala, porque supo que habíamos hecho las amistades que dicho tengo en el capítulo que dello habla, y para ser perfectas, habían dado sus hijas a Malinche; porque bien tuvieron entendido que no les podía venir bien ninguno de nuestras confederaciones, y a esta causa nos cebaba con oro y presentes para que fuésemos a sus tierras, a lo menos porque saliésemos de Tlascala.

Volvamos a decir de los embajadores, que los conocieron bien los de Tlascala, y dijeron a nuestro capitán que todos eran señores de pueblos y vasallos, con quien Montezuma enviaba a tratar cosas de mucha importancia. Cortés les dio muchas gracias a los embajadores, con grandes caricias y señales de amor que les mostró, y les dio por respuesta que él iría muy presto a ver al señor Montezuma, y les rogó que estuviesen algunos días allí con nosotros, que en aquella sazón acordó Cortés que fuesen dos de nuestros capitanes, personas señaladas, a ver y hablar al gran Montezuma, e ver la gran ciudad de México y sus grandes fuerzas y fortalezas, e iban ya camino Pedro de Alvarado y Bernardino Vázquez de Tapia, y quedaron en rehenes cuatro de aquellos embajadores que habían traído el presente, y otros embajadores del gran Montezuma de los que solían estar con nosotros fueron en su compañía: porque en aquel tiempo yo estaba mal herido y con calenturas, y harto tenía que curarme, no me acuerdo bien hasta dónde llegaron; mas de que supimos que Cortés había enviado así a la ventura a aquellos caballeros, y se lo tuvimos a mal consejo y le retrajimos, y le dijimos que cómo enviaba a México no más de para ver la ciudad y sus fuerzas; que no era buen acuerdo, y que luego los fuesen a llamar que no pasasen más adelante; y les escribió que se volviesen luego. Demás desto, el Bernardino Vázquez de Tapia ya había adolecido en el camino de calenturas, y como vieron las cartas, se volvieron; y los embajadores con quien iban dieron relación dello a su Montezuma, y les preguntó que qué manera de rostros y proporción de cuerpos llevaban los dos teules que iban a México, y si eran capitanes; y parece ser que les dijeron que el Pedro de Alvarado era de muy linda gracia, así en el rostro como en su persona, y que parecía como al sol y que era capitán; y demás desto, se lo llevaron figurado muy al natural su dibujo y cara, y desde entonces le pusieron nombre el Tonatio, que quiere decir el sol, hijo del sol, y así le llamaron de allí adelante; y el Bernardino Vázquez: de Tapia dijeron que era hombre robusto y de muy buena disposición, que también era capitán; y al Montezuma le pesó porque se habían vuelto del camino.

Y aquellos embajadores tuvieron razón de compararlos, así en los rostros como en el aspecto de las personas y cuerpos, como lo significaron a su señor Montezuma; porque el Pedro de Alvarado era de muy buen cuerpo y ligero, y facciones y presencia, y así en el rostro como en el hablar en todo era agraciado, que parecía que estaba riendo, y el Bernardino Vázquez de Tapia era algo robusto, puesto que tenía buena presencia; y desque volvieron a nuestro real, nos holgamos con ellos, y les decíamos que no era cosa acertada lo que Cortés les mandaba. Y dejemos esta materia, pues no hace mucho a nuestra relación, y diré de los mensajeros que Cortés envió a Cholula, y la respuesta que enviaron.

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