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Datos principales
Desarrollo
Capítulo LXVIII Cómo Manco Ynga envió a cercar a la Ciudad de los Reyes a Quizo Yupanqui, y lo que les sucedió Nadie me podrá negar que la rebelión y alzamiento de Manco Inga Yupanqui, más fue forzado y movido de los agravios y opresiones de Hernando de Pizarro y sus hermanos, que de propia voluntad, porque un ánimo generoso y noble siente más las injurias cuanto menos ocasión da para ellas. Si el Marqués don Francisco Pizarro hubiera desde el principio obviado los excesos y exorbitaciones de sus hermanos y demás españoles, no se alzara Manco Inga ni fueran muertos tanta infinidad de indios, ni él se viera en el aprieto que se vio. Pero de un inconveniente se siguen millones y lo que en los principios fácilmente se remediara, en dejando tomar raíz y fundamento al mal, se dificulta e imposibilita más, como veremos. Después que Manco Inga se hubo fortalecido en Tambo, como hemos dicho, e hizo junta de muchos millares de indios de todas partes, pareciéndole que si tomaba a Lima y destruía al Marqués, que en ella estaba con mucha gente, el Cuzco le vendría luego a las manos, faltándole el aliento que de soldados le subía de allí. Determinó de acometer primero a Lima, y así envió a ello a Quico Yupanqui y a Ylla Topa y Puyu. Vilca a Lima. Y Quico Yupanqui era Capitán General a quien los otros obedecían, y llevó orden de Manco Ynga para que toda la gente de Chinchay Suyo le siguiese y con ella y la que llevaba, cercase a Lima y matase al Marqués Pizarro y a todos los españoles que con él estaban.
Y así salió de Tambo, y caminando por el Camino Real en un río llamado Chuico Mayo topó de repente a muchos españoles que descuidados iban al Cuzco, pareciéndoles que ya estaba todo apaciguado y que no había que temer, como habían tenido nueva que el cerco del Cuzco se había acabado y desbaratado a los Capitanes de Manco Ynga. Dando sobre ellos los mató a todos y tomó muchos despojos de vestidos de seda y paño y otras presas; y mucha ropa, vino y otras cosas de Castilla, y negros y negras que llevaban al Cuzco. Muy contento con el buen suceso y la presa que había alcanzado tan sin peligro, lo despachó luego todo a Manco Ynga, que lo recibió con grande alegría, y le parecía que su negocio se iba encaminando todo, conforme su deseo, con tan buen principio. Quizo Yupanqui, habiendo despachado los despojos al Ynga, pasó adelante, juntando por donde quiera que pasaba mucha gente por fuerza o por grado, para hacer su ejército mayor y más temido, y caminando hacia Xauxa, en la cual había como hemos dicho españoles en pueblo cerca de Atun Xauxa. Antes que los indios llegasen tuvieron nueva como venían a matarlos, y no hicieron caudal dellos ni los estimaron en nada, diciendo: vengan esos perros que aquí estamos aguardándolos y los hemos de hacer pedazos a todos, aunque vinieran doblados de los que son, que por su mal salieron del Cuzco. Con esto, no se quisieron fortalecer ni reparar en un usno que allí había, ni pusieron guardas ni centinelas, ni enviaron espías al camino, para que les avisasen cuando llegaban los indios cerca dellos, como era razón lo hicieran.
Pero su soberbia y arrogancia los destruyó, y permitió Dios muriesen allí para castigo suyo y ejemplo de otros que no menosprecien a sus enemigos. Quizo Yupanqui llegó una mañana al reír del día sobre los españoles tan súbito, que primero estaban cercados por todas partes que ellos lo sintiesen, que aún no tuvieran lugar ni tiempo de poder vestirse, que estaban en la cama y así se metieron con el alboroto en un usno que allí había como fortaleza, y allí con las armas que más a mano hallaron y la confusión que cada cual podrá imaginar, que nunca entendieron tuvieran ánimo los indios para acometerlos, se empezaron a defender con ánimo español y más en tal trance, donde no les iba menos que la vida. Pero al fin durando la pelea desde la mañana, que llegaron los indios, hasta hora de vísperas, hubieron los pocos de caer a las manos de los muchos, y así los indios los mataron a todos, y a sus caballos y negros de su servicio, que allí tenían, sin que de la furia de la muerte pudiesen escapar más de solo un español, viendo ya el negocio de la suerte que iba y que era lucura esperar, habiendo muerto a todos sus compañeros, puso el remedio de su vida en la huida, ya que no podía con sus brazos. Así en un caballo salió huyendo y los indios aún no quisieron que ése escapándose llevase la nueva, que le fueron siguiendo hasta Ancha Cocha, sin descansar ni dejarle reposar un momento. Al cabo, con la ayuda de Dios, salió del peligro y se escapó y los indios se volvieron a gozar los despojos de los españoles muertos y hacer pedazos sus cuerpos con bárbara crueldad.
El español caminando con mucha diligencia llegó a Lima, que había tres grandes jornadas, y dio la nueva al Marqués Pizarro, el cual muy triste por la muerte de los españoles empezó a aparejarse para la defensa, no les sucediese como a ellos, juntando la más gente que le fue posible en aquella ocasión, y animando a los indios que allí había a defenderse. Quizo Yupanqui, concluido con el desbarate, hizo recoger todo lo más precioso de los vestidos y armas de los españoles, y junto lo envió a Manco Ynga presentado, dándole aviso de la victoria que había alcanzado muy fácilmente con muerte de todos los españoles. Recibió Manco Ynga el presente con gran regocijo y placer, prometiéndose ya el fin, conforme los principios y que había de acabar de destruir a cuantos españoles había en el Reino, y quedar pacífico y quieto Señor dél. Por agradecimiento de lo que había hecho Quizo Yupanqui le envió una mujer coya de su linaje, para él, que era hermosísima, y unas andas en que anduviese con más autoridad, y le envió a decir que se fuese luego a Lima y la destruyese, no dejando casa en pie en ella, y matase cuantos españoles hallase donde quiera, que solamente el Marqués lo dejase vivo, y preso se lo trajese o enviase adonde él estaba, para dar luego sobre el Cuzco y prender a Hernando Pizarro y a los demás y acabarlos de destruir a todos. Quizo Yupanqui, muy ufano y soberbio con el retorno de la coya y las andas, que todo era señal de gran favor y regalo, se estuvo un mes descansando en Xauxa e hizo gente de los xauxas, huancas y yauyos, para ir a Lima sobre el Marqués, en lo cual erró notablemente.
Que si luego, sin reparar con la gente que traía, que era bastante, pasara la Puna de Pariacaca, y diera de repente en Lima, sin duda la tomara y asolara e hiciera cuanto quisiera, no habiendo dado lugar al Marqués para aderezarse y juntar gente, como le tuvo, antes le cogiera desapercibido y solo, pero Dios le cegó el entendimiento para que no acertase a proseguir lo comenzado felizmente, como le había sucedido. Salió de Xauxa con su ejército y, acercándose a Lima, ordenó la gente cómo había de acometer por tres partes, para que así mejor saliesen con su intención: los huancas, angares, yauyos y chauircos entrasen por el camino real de los llanos, que es Pachacama, donde había un famoso templo, mentado en gran manera en este Reyno, y el Quizo Yupanqui entrase por Mama a salir a Lima el río abajo, y los de Tarama, Atabillos, Huanuco y Huaylas viniesen por el camino de Trujillo, que también es de llanos. Y con esta orden divididos, cercaron a Lima una mañana y embistiendo luego pelearon con los españoles valerosamente, y se adelantaron tanto que entraron dentro de la ciudad, haciendo en ella grandísimo estrago y mataron muchos españoles, e infinito número de indios amigos. Si la fortuna no les fuera favorable a los españoles o, por mejor decir, Dios que lo ordenaba para el bien de tanta multitud de almas como se habían de poner en carrera de salvación, aquel día se concluía la guerra asolando a Lima. Pero andando en lo más trabado de la batalla, le dieron a Quizo Yupanqui un arcabuzazo en la rodilla, lo cual fue causa que, sintiéndose herido, se retirase y así los demás, viendo a su General así, desbarataron, retrayéndose al cerro de San Cristóbal, que está un cuarto de legua de Lima, a la vista della. También fue causa de no acabar de concluir aquel día la jornada, el haberse detenido los huancas con los demás que con ellos venían, y no haber llegado a tiempo, que si llegan no quedara memoria de la Ciudad de los Reyes ni de los españoles. Pero en fin fue todo orden de Dios. Quizo Yupanqui hizo le llevasen a Bombon, y de allí se fue con todo su ejército a Chinchay Cocha, donde murió de la herida. Desta manera se deshizo la gente, dejando libre al Marqués y a la Ciudad de los Reyes.
Y así salió de Tambo, y caminando por el Camino Real en un río llamado Chuico Mayo topó de repente a muchos españoles que descuidados iban al Cuzco, pareciéndoles que ya estaba todo apaciguado y que no había que temer, como habían tenido nueva que el cerco del Cuzco se había acabado y desbaratado a los Capitanes de Manco Ynga. Dando sobre ellos los mató a todos y tomó muchos despojos de vestidos de seda y paño y otras presas; y mucha ropa, vino y otras cosas de Castilla, y negros y negras que llevaban al Cuzco. Muy contento con el buen suceso y la presa que había alcanzado tan sin peligro, lo despachó luego todo a Manco Ynga, que lo recibió con grande alegría, y le parecía que su negocio se iba encaminando todo, conforme su deseo, con tan buen principio. Quizo Yupanqui, habiendo despachado los despojos al Ynga, pasó adelante, juntando por donde quiera que pasaba mucha gente por fuerza o por grado, para hacer su ejército mayor y más temido, y caminando hacia Xauxa, en la cual había como hemos dicho españoles en pueblo cerca de Atun Xauxa. Antes que los indios llegasen tuvieron nueva como venían a matarlos, y no hicieron caudal dellos ni los estimaron en nada, diciendo: vengan esos perros que aquí estamos aguardándolos y los hemos de hacer pedazos a todos, aunque vinieran doblados de los que son, que por su mal salieron del Cuzco. Con esto, no se quisieron fortalecer ni reparar en un usno que allí había, ni pusieron guardas ni centinelas, ni enviaron espías al camino, para que les avisasen cuando llegaban los indios cerca dellos, como era razón lo hicieran.
Pero su soberbia y arrogancia los destruyó, y permitió Dios muriesen allí para castigo suyo y ejemplo de otros que no menosprecien a sus enemigos. Quizo Yupanqui llegó una mañana al reír del día sobre los españoles tan súbito, que primero estaban cercados por todas partes que ellos lo sintiesen, que aún no tuvieran lugar ni tiempo de poder vestirse, que estaban en la cama y así se metieron con el alboroto en un usno que allí había como fortaleza, y allí con las armas que más a mano hallaron y la confusión que cada cual podrá imaginar, que nunca entendieron tuvieran ánimo los indios para acometerlos, se empezaron a defender con ánimo español y más en tal trance, donde no les iba menos que la vida. Pero al fin durando la pelea desde la mañana, que llegaron los indios, hasta hora de vísperas, hubieron los pocos de caer a las manos de los muchos, y así los indios los mataron a todos, y a sus caballos y negros de su servicio, que allí tenían, sin que de la furia de la muerte pudiesen escapar más de solo un español, viendo ya el negocio de la suerte que iba y que era lucura esperar, habiendo muerto a todos sus compañeros, puso el remedio de su vida en la huida, ya que no podía con sus brazos. Así en un caballo salió huyendo y los indios aún no quisieron que ése escapándose llevase la nueva, que le fueron siguiendo hasta Ancha Cocha, sin descansar ni dejarle reposar un momento. Al cabo, con la ayuda de Dios, salió del peligro y se escapó y los indios se volvieron a gozar los despojos de los españoles muertos y hacer pedazos sus cuerpos con bárbara crueldad.
El español caminando con mucha diligencia llegó a Lima, que había tres grandes jornadas, y dio la nueva al Marqués Pizarro, el cual muy triste por la muerte de los españoles empezó a aparejarse para la defensa, no les sucediese como a ellos, juntando la más gente que le fue posible en aquella ocasión, y animando a los indios que allí había a defenderse. Quizo Yupanqui, concluido con el desbarate, hizo recoger todo lo más precioso de los vestidos y armas de los españoles, y junto lo envió a Manco Ynga presentado, dándole aviso de la victoria que había alcanzado muy fácilmente con muerte de todos los españoles. Recibió Manco Ynga el presente con gran regocijo y placer, prometiéndose ya el fin, conforme los principios y que había de acabar de destruir a cuantos españoles había en el Reino, y quedar pacífico y quieto Señor dél. Por agradecimiento de lo que había hecho Quizo Yupanqui le envió una mujer coya de su linaje, para él, que era hermosísima, y unas andas en que anduviese con más autoridad, y le envió a decir que se fuese luego a Lima y la destruyese, no dejando casa en pie en ella, y matase cuantos españoles hallase donde quiera, que solamente el Marqués lo dejase vivo, y preso se lo trajese o enviase adonde él estaba, para dar luego sobre el Cuzco y prender a Hernando Pizarro y a los demás y acabarlos de destruir a todos. Quizo Yupanqui, muy ufano y soberbio con el retorno de la coya y las andas, que todo era señal de gran favor y regalo, se estuvo un mes descansando en Xauxa e hizo gente de los xauxas, huancas y yauyos, para ir a Lima sobre el Marqués, en lo cual erró notablemente.
Que si luego, sin reparar con la gente que traía, que era bastante, pasara la Puna de Pariacaca, y diera de repente en Lima, sin duda la tomara y asolara e hiciera cuanto quisiera, no habiendo dado lugar al Marqués para aderezarse y juntar gente, como le tuvo, antes le cogiera desapercibido y solo, pero Dios le cegó el entendimiento para que no acertase a proseguir lo comenzado felizmente, como le había sucedido. Salió de Xauxa con su ejército y, acercándose a Lima, ordenó la gente cómo había de acometer por tres partes, para que así mejor saliesen con su intención: los huancas, angares, yauyos y chauircos entrasen por el camino real de los llanos, que es Pachacama, donde había un famoso templo, mentado en gran manera en este Reyno, y el Quizo Yupanqui entrase por Mama a salir a Lima el río abajo, y los de Tarama, Atabillos, Huanuco y Huaylas viniesen por el camino de Trujillo, que también es de llanos. Y con esta orden divididos, cercaron a Lima una mañana y embistiendo luego pelearon con los españoles valerosamente, y se adelantaron tanto que entraron dentro de la ciudad, haciendo en ella grandísimo estrago y mataron muchos españoles, e infinito número de indios amigos. Si la fortuna no les fuera favorable a los españoles o, por mejor decir, Dios que lo ordenaba para el bien de tanta multitud de almas como se habían de poner en carrera de salvación, aquel día se concluía la guerra asolando a Lima. Pero andando en lo más trabado de la batalla, le dieron a Quizo Yupanqui un arcabuzazo en la rodilla, lo cual fue causa que, sintiéndose herido, se retirase y así los demás, viendo a su General así, desbarataron, retrayéndose al cerro de San Cristóbal, que está un cuarto de legua de Lima, a la vista della. También fue causa de no acabar de concluir aquel día la jornada, el haberse detenido los huancas con los demás que con ellos venían, y no haber llegado a tiempo, que si llegan no quedara memoria de la Ciudad de los Reyes ni de los españoles. Pero en fin fue todo orden de Dios. Quizo Yupanqui hizo le llevasen a Bombon, y de allí se fue con todo su ejército a Chinchay Cocha, donde murió de la herida. Desta manera se deshizo la gente, dejando libre al Marqués y a la Ciudad de los Reyes.