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Datos principales


Desarrollo


Dase razón desta bahía, y de todo lo contenido en ella y en su puerto Esta bahía, a la cual el capitán dio por nombre San Felipe y Santiago, por haber sido descubierta en su día, dista de Lima al parecer mil y setecientas leguas, y de Acapulco mil y trescientas, y mil y ciento de la ciudad de Manila en Filipinas. Su entrada está al Noroeste en quince grados parte del Sur, y el puerto en quince y un tercio. Tiene de circuito veinte leguas, y de entrada cuatro y de variación de agujas siete grados al Nordeste. La tierra con que se forma, de la parte del Oriente corre derecho al Norte con repechos altos, y valles poblados de gente y de muchos árboles. Acaba en la boca con una frente alta seguida a pique, y tira la costa a Leste y de allí al Sur, y Sueste sin saberse qué fin tiene. La otra tierra del Poniente se corre al Noroeste y tiene de largo hasta su punta once leguas, todas de luengo, de una sierra de mediana altura que la baña el sol cuando sale, a donde hay manchas sin árboles cubiertas de yerbas agostadas. Hay quebradas y arroyos, que algunos bajan de lo alto a sus faldas, a donde se veían muchos palmares y poblaciones; y de la punta va corriendo la costa al Oeste. Su frente desta bahía, que es el Sur, tiene de largo tres leguas, todas ellas de una playa, y en medio un río que se juzgó ser tan ancho como Guadalquivir en Sevilla, a cuya boca hay de fondo dos y más brazas por donde pueden entrar barcos y buenas fragatas.

Llamóse el Jordán. En su derecho se arma el crucero en el cielo, que hace el sitio notable. A la parte del Leste al rincón desta bahía tiene otro mediano río llamado del Salvador, en el cual entraban las barcas a hacer aguada a su placer. Las aguas de ambos ríos son dulces, delgadas y frescas: dista el uno del otro legua y media de un guijarral negro, menudo y pesado, bonísimo para lastre de navíos. Entre los dichos dos ríos está el puerto. Su fondo es limpio de arena negra, donde cabe mucho número de naos en las brazas que quisieren de cuarenta a media. No se sabe que tenga broma. Por no estar la playa robada, ni carcomida, y verdes las yerbas cerca del agua, se entendió no ser batida de mares, y por los árboles estar derechos sin azotes ni desgajes, se juzgó no haber grandes temporales. Llamóse puerto de la Vera-Cruz, por ser su día cuando en él surgimos. En toda la bahía no se vio banco, placel, ni arrecife; es tan hondable que no hay donde poder surgir si no es en la referida frente y puerto, y es mejor arrimándose más al río del Salvador, y en otro puerto mediano que dista dos leguas deste, en la costa de Norte-Sur. Toda la dicha frente está ocupada de grandes y espesos árboles con algunos caminos a la playa: pareció servirles como de muralla para mejor defenderse y ofender a otros indios que les dan guerra. Todo lo demás es una vega llana, pareja, con sierras de ambas partes: las de Poniente van corriendo hacia el Sur, siendo cada vez más altas y más dobles.

A la vega no se le ha visto el fin que tiene; es tierra negra, grasa y de gran migazón. Está desmontada de los árboles silvestres con muchos frutales, sementeras, huertas cercadas de palizadas: por todo el sitio cantidad de caserías, y e todo lo que se alcanzaba a ver se divisaban muchos fuego y humos, testigos de sus muchos pobladores. La gente que se vio aquí en comunes corpulenta no del todo negra ni mulata; tiene el cabello frisado, bueno ojos, cubren partes con ciertas telas que tejen: son limpios amigos de fiestas y bailes al son de flautas y de atambores de palo hueco; usan tocar caracoles, y en sus arremetidas alcances y retiradas, dan grandes gritos. Sus armas son macanas de palo pesado y arcos de lo mismo; flechas de carrizo con puntas de palo tostado muy agudas, dardos con trozos de huesos engastados. No se entendió haber yerba. Tienen sus entierros cubiertos: algunos se vieron enramados y sus oratorios con figuras, a que ofrecen y respetan. Es gente al parecer animosa y parcial, y no les duele el mal de sus vecinos, pues los vian estar peleando con los nuestros sin los querer ayudar. Las casas son de madera cubiertas de hojas de palmas a dos vertientes, con su cierto modo de sobrado a donde tienen sus comidas; las pertenencias muy limpias. Tienen también sus macetas de arbolitos no conocidos; las hojas son muy suaves, casi de color leonado. El pan que tienen es grande suma de raíces, cuyos pimpollos o ramas trepan en palos que para esto les arriman.

Son las cortezas pardas, las médulas moradas, amarillas y encarnadas, las unas muy mayores que las otras; haylas de vara de largo y media de grueso, y también otras dos castas, la una casi redonda y del grandor de dos puños, más o menos; su sabor como de papas del Perú. El meollo de la otra es blanco, su forma y grandor como de mazorcas de maíz por desollar. Todas tres castas son de una pasta sin nervios suelta, suave y aceta al gusto. Es pan tan sin trabajo todo lo destas raíces, que no tienen más beneficio que sacarlas de la tierra y comerlas asadas y cocidas. Echadas en las ollas son muy buenas: comiéronse muchas y por su buen sabor y ser de mucho sustento se dejaba nuestro bizcocho. Duran tanto sin corromperse, que hasta el puerto de Acapulco, las que guardaron, llegaron sanas. La carne es mucha cantidad de puercos mansos, unos rojos, otros negros, o blancos y manchados. Viéronse colmillos de palmo y cuatro dedos de largo, y puerco se mató de ocho arrobas de peso. Los indios usan asarlos enteros sobre guijarros envueltos en hojas de plátanos. Es modo limpio que da a la carne buen color y no se pierde la sustancia. Hay muchas gallinas como las de Europa. Usan capones: hay muchas palomas torcazas; tórtolas, patos reales y unas como perdices muy pintadas, de picos y pies colorados. Hallóse una en un lazo con que las arman. Hay cantidad de golondrinas. Viose un papagayo e ir volando grandes bandadas de periquitos, y oíase, estando en las naos, desde que rompía el alba, una muy dulce armonía de millares de diversos pájaros, al parecer calandrias, mirlas, ruiseñores y otros, y se gozaba las mañanas y las tardes de los suaves olores que despedían árboles de tantos géneros de flores, juntamente albahaca.

También se vio una abeja, y cantar muchas chicharras. El pescado son peces-reyes, lizas, lenguados, salmonetes, pargos, meros, macavis, otro género como sábalo, cazones, grandes rayas, pámpanos, viejas, peces puercos, sardinas, palometes, anguilas, rubias y otros peces, que con tres mallos que tienen, al parecer, de pita el hilo y con otras redes en arcos para canales pescan los indios, y de noche al candil. Los nuestros pescaron con atarrayas y chinchorros su buena parte; y de marisco se vieron camarones y almejas. Sus frutas son grandes, y muchos cocos, y según se entendió no hacen dellos mucho caso, de cuyas palmas se puede hacer luego vino, vinagre, miel y suero para dar a los enfermos. Los palmitos se comen crudos y cocidos: los cocos cuando están verdes sirven de cardos y de natas: cuando maduros es sustento de comida y de bebida en mar y tierra: cuando viejos dan aceite para alumbrar, y curar tan bien como con el bálsamo, y para comer cuando nuevos. Sus cascos son buenos para vasos y frascos: de sus capullos sale estopa para calafatear las naos y para hacer cables y todas jarcias y las cuerdas ordinarias, y de arcabuz la mejor: de las hojas se hacen velas para embarcaciones pequeñas y esteras finas y petates con que se aforran y cubren las casas que se arman con los troncos, que son derechos y altos; y dellos se sacan tablas y lanzas y otros géneros de armas y muchas cosas para el servicio ordinario y todas de mucha dura: del aceite se hace la galagala, que excusa brea.

En suma, es viña sin necesidad de beneficio y todo el año se disfruta. Hay tres castas de plátanos, la una la mejor de cuantas he visto, olorosos, tiernos y dulces. Hay muchos obos, que es una fruta casi del tamaño y sabor de melocotones, de cuyas hojas se pueden criar gusanos de seda, como se crían en otras partes. Hay gran suma de una fruta que nace en altos árboles, cuyas hojas son grandes y arpadas, su grandor como melones comunes, su forma casi redonda, la corteza delgada, la haz cruzada a cuadritos, la médula entre amarilla y blanca, las pepitas seis y ocho. Cuando madura es muy dulce, cuando verde se come cocida y asada. Comióse mucha, y hallóse ser sana y que los indios usan ordinario della. Hay dos castas de almendras, la una con tanta médula como cuatro avellanas a la larga, la otra es de forma triangular; su pepita es mayor que tres grandes de las nuestras y de bonísimo sabor. Hay un género de nueces, cuyas cortezas son duras y de una pieza el meollo sin división, casi a modo de castaña; su sabor casi como las de Europa. Hay naranjas sin que se planten; tienen muy gruesas cáscaras, otras delgadas, no las comen los indios. Algunos nuestros dijeron haber limones. Hay muchas y muy grandes cañas dulces coloradas y verdes, bien largas y reforzados sus cañutos, de que se puede hacer azúcar. Halláronse por la montaña del repecho junto al puerto muchos y grandes árboles cargados de nueces de especie, y se trajeron a las naos así verdes como estaban en sus ramos: sus hojas no son del todo verdes por la una parte, y por la otra tiran a pardas; su largo de un jeme más o menos, y en lo de más ancho tres dedos.

La nuez tiene dos cáscaras, entre las cuales se cría lo que llaman masia al modo de redecillas; su color anaranjado: la nuez es algo larguilla, y hay quien dice que ésta es la mejor casta. Los indios no hacen ningún caso dellas, y los nuestros las comían verdes, y las echaban en las ollas, y la masia por azafrán. Hallóse en la playa un fruta a forma de piña, y preguntado a Pedro si se comía, dijo que no más que del árbol que aquella fruta daba se comía la corteza. Otras frutas a forma de higos, de avellanas y de albaricoques, se comieron; otras se vieron, mas no se supo qué frutas eran, ni las que más hay en la tierra; y para dar razón desto y de otras cosas, es menester estar un año en ella y andar mucho della. Lo que es yerba, no conocí otras sino muchos grandes bledos, verdolagas y calabazos. Tienen los indios del barro negro unas bien obradas ollas, mayores y menores, y cazuelas y escudillas a hechura de barquillos. Entendióse que usaban de algún brebaje porque en las mayores ollas y en cuevas se hallaron ciertas frutas acedas. Pareciónos ver allí tres canteras de buena piedra mármol; digo buena, porque se vieron ciertas cosas hechas della y de jaspe. Viose ébano y grandes caracoles de nácar, y unos medianos telares; y en una casa se vio un montón de piedras negras pesadas, que salió después metal, a donde se halló plata, como adelante se verá. Dos de los nuestros dijeron que habían visto pisadas de grande animal. El temperamento pareció muy saludable, así en las fuerzas y corpulencia de los naturales como porque en todo lo que allí estuvimos no cayó enfermo un hombre, ni se sintió molesto, ni quebrantado con trabajar y sin guardarse de beber en ayunas a deshoras y sudados, ni de mojarse con agua salada, ni dulce, ni de comer cuanto la tierra cría, ni del sereno, luna, y sol que no era muy ardiente de día y de media noche abajo pedía y se sufría bien ropa de lana; y el vivir los naturales en casas terreras, teniendo tantas maderas, es indicio de ser la tierra muy sana, y mas en verse muchos viejos.

Oyéronse pocos truenos, viéronse pocas lluvias, y por venir los ríos claros se entendió ser ya pasadas las aguas. Notóse no haberse visto cardones de ninguna de sus castas ni arenales, ni ser los árboles espinosos, y que muchos dellos siendo silvestres dan buenos frutos. También se notó no tener nieve las sierras, ni haber en la tierra ningún género de mosquitos ni hormigas, que suelen ser muy dañosos en las casas y en los campos, ni sabandijas ponzoñosas en las montañas, ni en las tierras cultivadas; también ni en los ríos caimanes, y que el pescado y la carne duraban sanos por salar dos y más días; la tierra tan apacible, tan llena de arboledas, y tantas suertes de pájaros, que por esto y los otros buenos efectos se entendió ser allí clemente el cielo y que guarda su orden naturaleza. De lo que pasa en las sierras no se puede dar razón hasta que se vaya a ellas. Por no se ver muchas ni grandes piraguas, habiendo tanta población y tan grandes árboles, ni otras embarcaciones más de sólo unas pequeñas canoas, y por ser las sierras tan altas de cordilleras a Poniente y Levante y al Sur, y ser tan grande el río Jordán, en cuya boca se vieron muy grandes árboles arrancados y traídos cuando el invierno, se entendió ser grande la tierra y tanta su abundancia, que los naturales della a esta causa son holgazanes y no tienen necesidad de buscar otras. Puedo decir con razón que tierra más apacible, sana y fértil de sus frutos; ni sitio de mayor aparejo de canteras, maderos, y barro para teja, y ladrillo para fundarse una muy grande ciudad, junto al mar y a puerto y a un buen río en un llano con llanos cerca de sierras, lomas y quebradas; ni de mayor aparejo para criar, plantar y sembrar de todo cuanto produce Europa y las indias juzgado por la disposición de lo dicho; ni de puerto más alegre ni más airoso con todos los requisitos menesterosos para serlo, sin de presente conocérsele contrarios; ni de tantos astilleros, fondo a pique o de menos para fábrica de grande suma de naos de todos portes; ni de monte más abundante, de muy trabadas maderas, buenas para ligazones, curvas, busardas, forcajes, altos, gruesos y derechos árboles para tablas y todos mástiles y vergas; ni tierra que por sí sola pueda luego sustentar a tantas gentes extranjeras y tan regaladamente si bien se considera lo escrito; ni que tenga lo que ésta tiene tan junto, tan a la mano y a vista de su puerto, y cerca siete islas que bojean doscientas leguas al parecer de las mismas calidades, y que tenga tantas tan buenas señales para ser buscada y hallada sin bajíos ni tropiezos, y casi a medio camino y otros tercios islas conocidas con gente y puertos adonde se puede hacer escala, no la he visto en todo cuanto he andado ni he tenido noticia.

Hago ejemplo en el puerto de Acapulco por ser de fama, y de una ciudad tan principal como es Méjico. Digo, pues, que si es bueno para en él surgir naos, que es muy malo por la mucha broma que tiene y por faltarle río y lastre, y ser enfermo lo más del año y el resto insufrible por calores, mosquitos y otros animalillos molestos y dañosos, y mal asiento del lugar, y por la vecindad de altos cerros pedregosos y secos, y porque la provisión necesaria y el sustento les ha de venir de muy lejos, y porque se corrompe presto; y finalmente por caro, y no les faltar a los navíos sus malos ratos del Sueste. Si se mira desde el estrecho de Magallanes, por sus dos costas hasta los cabos Mendozino, y del Berton en Bacallaos, con ser siete u ocho mil leguas de orilla, hallarse ha que los puertos que yo he visto, el de San Juan de Ulúa no merece nombre de Puerto, ni el pueblo ser habitado de gentes; y que Panamá y Puerto-belo tienen poca y mala comodidad y son escalas del Perú; y que Paita, el Callao y Arica, la Habana y Cartagena, con ser éstos de fama, y la Guayara y Santa Marta, y otros muchos principales, con más los de Chile y el Brasil, según que me he informado, son faltos de muchas cosas necesarias, y otros muchos todos playas: y no se hallará ninguno que tenga todas las comodidades que tiene el puerto y tierra de que se trata, que por ser en quince grados se debe esperar mayores bienes, en viente, treinta y cuarenta si sube como promete. Y también digo que aunque no se mejor que lo ya visto, basta por la parte principal para que sea poblado. Si se mira la costa de España no se hallará en toda ella un tal puerto, y que el terreno della sólo produce de suyo espinos, alcornoques, carrascos, jaras, retamas y a lo más madroños, mirtos y otras malas frutillas, y lo que cría de provecho es a puro beneficio; y en faltando abril y mayo faltan los frutos.

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