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Datos principales
Desarrollo
Cómo el Almirante salió de la isla de Guadalupe para ir a Castilla Después que hicieron tanto pan como les bastaba para veinte días, con otro tanto que tenían en los navíos, el Almirante resolvió continuar su camino hasta Castilla; pero viendo que aquella isla era como escala y puerta para las otras, quiso dejar contentas a las mujeres con algunos regalos, en compensación de los daños que les habían hecho; por lo que las envió a tierra, excepto a la cacica, que prefirió ir a Castilla, con una hija suya, en compañía de los otros indios que se llevaban de la Española, uno de los cuales era el rey Caonabó, ya mencionado, el mayor y más bien reputado de aquella isla, porque no era natural de ella, sino del país de los caribes; a la cacica le agradó irse a Castilla con el Almirante. Este, luego que se proveyó de agua, de pan y de leña, el miércoles, a 20 de Abril, dio las velas al viento y salió de la isla de Guadalupe. Con vientos escasos y mucha calma siguió su viaje por el grado veintidós, unas veces más y otras menos apartado, según que lo exigía el viento; pues entonces no se tenía la experiencia que hoy de meterse bien hacia el Norte, para encontrar el viento vendaval. Cuando llevaban caminado poco, siendo la tripulación numerosa, comenzaron el 20 de Mayo a estar en gran angustia por la escasez de bastimentos, la cual era tanta que sólo comían al día cada uno seis onzas de pan y cuartillo y medio de agua, sin nada más, Y aunque había ocho o nueve pilotos en aquellas dos carabelas, ninguno de ellos sabía dónde estaban, si bien el Almirante tenía la certeza de que se hallaban un poco al occidente de las islas Azores, de lo que da la razón en su Itinerario, diciendo: "Esta mañana, las agujas flamencas noroesteaban, como suelen una cuarta, y las genovesas, que generalmente se conforman con éstas, noroesteaban poco; después noroesteaban yendo hacia el Este, señal de que nos hallábamos a unas cien leguas al Poniente de las islas Azores; pues cuando estuvimos en las ciento, y había en el mar poca hierba de ramillos esparcidos, las agujas flamencas noroesteaban una cuarta, y las genovesas miraban al Norte; cuando estemos más al Este Noroeste, harán alguna mutación.
" Lo que se verificó muy luego, el domingo siguiente, a 22 de Mayo. De cuyo indicio, y de la certeza del punto que había echado, supo entonces que estaba a cien leguas de las islas de los Azores, de lo cual se maravilla y atribuye el motivo a la diferencia de la calamita con que se tocan las agujas; porque hasta dicha línea todas noroesteaban una cuarta, y allí las unas perseveraban, y las otras, que son las genovesas, miraban derechamente a la estrella del Norte. Lo mismo se verificó otro día más tarde, a 24 de Mayo. Siguiendo su camino, el miércoles a 8 de Junio, yendo todos los pilotos como ciegos y perdidos, llegaron a vista de Odmira, que está entre Lisboa y el cabo de San Vicente, habiendo pasado muchos días que todos los otros pilotos se acercaban siempre a tierra, excepto el Almirante, que la noche anterior moderó la furia de las velas, por miedo al peligro de tierra, diciendo que hacía esto porque se hallaban junto al cabo de San Vicente; de lo cual se reían todos, afirmando algunos que iban por el canal de Flandes, y otros, por Inglaterra; los que menos se equivocaban decían hallarse en Galicia, por lo que no debían amainar, pues era mejor perecer en tierra que morir miserablemente en el mar con el hambre que padecían; la cual fue tan grande que muchos, como caribes, querían comerse los indios que llevaban; otros, por economizar lo poco que les quedaba, eran de parecer que se les tirase al mar; y lo habrían hecho si el Almirante no se mostrase bastante severo e impedirlo, considerando que eran sus prójimos, y cristianos, y por esto no se les debía tratar menos bien que a los demás; por ello quiso Dios premiarle, dándole a la mañana siguiente la tierra que él a todos había prometido. Desde entonces fue tenido por la gente de mar como sapientísimo y divino en cosas de navegación.
" Lo que se verificó muy luego, el domingo siguiente, a 22 de Mayo. De cuyo indicio, y de la certeza del punto que había echado, supo entonces que estaba a cien leguas de las islas de los Azores, de lo cual se maravilla y atribuye el motivo a la diferencia de la calamita con que se tocan las agujas; porque hasta dicha línea todas noroesteaban una cuarta, y allí las unas perseveraban, y las otras, que son las genovesas, miraban derechamente a la estrella del Norte. Lo mismo se verificó otro día más tarde, a 24 de Mayo. Siguiendo su camino, el miércoles a 8 de Junio, yendo todos los pilotos como ciegos y perdidos, llegaron a vista de Odmira, que está entre Lisboa y el cabo de San Vicente, habiendo pasado muchos días que todos los otros pilotos se acercaban siempre a tierra, excepto el Almirante, que la noche anterior moderó la furia de las velas, por miedo al peligro de tierra, diciendo que hacía esto porque se hallaban junto al cabo de San Vicente; de lo cual se reían todos, afirmando algunos que iban por el canal de Flandes, y otros, por Inglaterra; los que menos se equivocaban decían hallarse en Galicia, por lo que no debían amainar, pues era mejor perecer en tierra que morir miserablemente en el mar con el hambre que padecían; la cual fue tan grande que muchos, como caribes, querían comerse los indios que llevaban; otros, por economizar lo poco que les quedaba, eran de parecer que se les tirase al mar; y lo habrían hecho si el Almirante no se mostrase bastante severo e impedirlo, considerando que eran sus prójimos, y cristianos, y por esto no se les debía tratar menos bien que a los demás; por ello quiso Dios premiarle, dándole a la mañana siguiente la tierra que él a todos había prometido. Desde entonces fue tenido por la gente de mar como sapientísimo y divino en cosas de navegación.