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Datos principales
Desarrollo
Lo que pasó al capitán con el piloto mayor y ciertas personas que por él le hablaron en pro y en contra, y la libertad de dos esclavos Luego el piloto mayor rogó con encarecimiento grande al capitán le perdonase. El capitán le preguntó de qué le pedía perdón, porque si procedía de cosas que tocaban a él, estuviese cierto que sin que tal perdón le pidiese estaba perdonado, y que si el perdón pedido nacía de cosas tocantes al servicio Real, lo dijese, para que fuese sabido que el haberle descompuesto fue con razón y justicia. El piloto mayor dijo a esto, jurando con grande demostración de inocencia, que ni al Rey ni al capitán ofendió en cosa alguna, ni deseó de ofender; y dijo a esto el capitán: --Según lo dicho, yo soy el que debo de pedir ese perdón. Luego un cierto religioso apartó al capitán y le dijo estaba el piloto mayor muy reconocido y grato, y que de allí adelante había de hacer maravillas en todos casos, y que ya las estaba obrando y era deso testigo. El capitán le dijo que lo dejaba a Dios, que sabía las más secretas intenciones y no le podían engañar, y que para con él muy de otra manera lo había de haber hecho el Piloto mayor, habiéndose fiado de su persona negocio que en sí encierra tantos bienes y juntamente su honra; y que aún era muy temprano, porque sus obras de atrás le habían avisado no se fiase de sus palabras ni ofrendas, y que el haber hecho tanto bien a quien no lo aprovechase le quedaría por pena. Otras personas había que daban prisa al capitán contra el piloto mayor, y a todas respondió que hasta Dios justifica sus causas, avisando, perdonando y esperando; y que cuando no aprovechaba, tomaba en la mano el azote e iba dando los golpes como merecían los culpados, y que al piloto mayor tenía preso, entendiendo ser castigo que de presente bastaba. Libertad dada a dos esclavos El capitán rogó al capitán Alonso Álvarez de Castro, y a Juan Bernardo de Fuentidueña, piloto del almiranta, que diesen, como dieron de muy buena voluntad apuntando causas piadosas y por honra de la fiesta de aquel día, libertad a un esclavo que cada uno tenía, de que le hicieron sus cartas. Esto hecho, nos fuimos a comer a la sombra de grandes y coposos árboles junto a un claro arroyuelo, el cuerpo de guarda vivo y repartidas las postas.