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Datos principales
Desarrollo
Capítulo LXI Que trata de cómo salió el general Pedro de Valdivia con sesenta hombres para la provincia de los poromaucaes Sabido por los indios de la provincia de los pormocaes que eran venidos del Pirú más españoles, se tornaron alzar de nuevo. Para poner sus personas, mujeres e hijos a buen recaudo se fueron a unos fuertes que tenían hechos en medio de la provincia, y enviaron a decir al general que no querían servir, y que fuese allá con los cristianos que les habían venido del Pirú, y que pelearían con ellos. El general les envió a decir que era contento. Salió el general a veinte de febrero del año de nuestro Señor de mil y quinientos y cuarenta y cinco con sesenta hombres. Y cuando entró en la provincia de los pormocaes, toda la gente de guerra se pasó de la otra banda del río de Maule. Visto esto, el general corrió toda la tierra y provincia de los pormocaes. Allegó de esta vez hasta el río de Maule, trabajando con los indios que habían quedado y por los pueblos hallaba, avisándoles que no se fuesen, y que no temiesen, sino que sirviesen, que no les haría mal ni daño, y que avisasen a los demás que se viniesen a su tierra y que hiciesen sus casas y sembrasen. Tienen estos indios de costumbre que cuando se salen de su tierra queman sus casas. Y a este efecto les avisaba el general que no tuviesen temor, que se viniesen a hacer sus casas. Pasados en esta visita dos meses y casi de partida, estando en la misma provincia, tuvo nueva el general cómo habían visto los indios un navío por la mar y cerca de tierra.
Y sabida la nueva fue hasta la costa, y cuando allegó allá con sus españoles, con gran trabajo a causa de los muchos y furiosos ríos que en aquella sazón había, pues ya llegados a la playa, hallaron la gente muerta y el navío hecho pedazos. Hallóse un poco de jabón y velas de cera en la playa. Luego se vino el general a la ciudad a invernar y dejó cierta gente con Francisco de Aguirre en la provincia de los pormocaes con provisión, junto en un pueblo de indios, porque estando allí no pudiese venir los naturales a sus pueblos y vivir seguros, sino fuese queriendo los naturales venir a servir. Pasados dos meses que era en fin de junio, que es acá cuando dicen el corazón del invierno, como entrante enero en España, allegó al puerto con grave trabajo otro navío con empleo de Panamá con doce mil pesos de mercadería la cual era de don Cristóbal Vaca de Castro, gobernador del Pirú por Su Majestad, y traíala a cargo un criado suyo que se decía Calderón de la Barca, del cual supimos que el navío que se había perdido era de dos compañeros y en Copiapó los habían muerto. Y este navío que traía esta mercadería era de un ciudadano genovés que se decía Joan Batista de Pasten y venía por piloto y señor de él. Pues venido a la ciudad y hablado al general, se ofreció a servir ansí con su persona como con su hacienda, como en efecto lo hizo al general en nombre de Su Majestad, en esta gobernación y mar de ella con su navío. Y como le conocía y era tenido por buen hombre de la mar, se lo agradeció muy mucho y aceptó sus ofertas, y le hizo teniente y capitán general de la mar. De esta mercadería que este navío trajo tomó el general ochenta mil pesos y los repartió a los conquistadores y a otros fiaron. De esta suerte se reformaron y previnieron a tan grandes necesidades como tenían. Pues como el señor de este navío era hábil y plático en su arte, súpose dar tan buena maña que vino a este puerto porque te hacían ahumadas seis de a caballo que siempre andaban corriendo la costa por mandado del general para socorro de los navíos que viniesen, y por ellas vinieron y entraron en el puerto a diecisiete de junio del año de mil y quinientos y cuarenta y cinco años.
Y sabida la nueva fue hasta la costa, y cuando allegó allá con sus españoles, con gran trabajo a causa de los muchos y furiosos ríos que en aquella sazón había, pues ya llegados a la playa, hallaron la gente muerta y el navío hecho pedazos. Hallóse un poco de jabón y velas de cera en la playa. Luego se vino el general a la ciudad a invernar y dejó cierta gente con Francisco de Aguirre en la provincia de los pormocaes con provisión, junto en un pueblo de indios, porque estando allí no pudiese venir los naturales a sus pueblos y vivir seguros, sino fuese queriendo los naturales venir a servir. Pasados dos meses que era en fin de junio, que es acá cuando dicen el corazón del invierno, como entrante enero en España, allegó al puerto con grave trabajo otro navío con empleo de Panamá con doce mil pesos de mercadería la cual era de don Cristóbal Vaca de Castro, gobernador del Pirú por Su Majestad, y traíala a cargo un criado suyo que se decía Calderón de la Barca, del cual supimos que el navío que se había perdido era de dos compañeros y en Copiapó los habían muerto. Y este navío que traía esta mercadería era de un ciudadano genovés que se decía Joan Batista de Pasten y venía por piloto y señor de él. Pues venido a la ciudad y hablado al general, se ofreció a servir ansí con su persona como con su hacienda, como en efecto lo hizo al general en nombre de Su Majestad, en esta gobernación y mar de ella con su navío. Y como le conocía y era tenido por buen hombre de la mar, se lo agradeció muy mucho y aceptó sus ofertas, y le hizo teniente y capitán general de la mar. De esta mercadería que este navío trajo tomó el general ochenta mil pesos y los repartió a los conquistadores y a otros fiaron. De esta suerte se reformaron y previnieron a tan grandes necesidades como tenían. Pues como el señor de este navío era hábil y plático en su arte, súpose dar tan buena maña que vino a este puerto porque te hacían ahumadas seis de a caballo que siempre andaban corriendo la costa por mandado del general para socorro de los navíos que viniesen, y por ellas vinieron y entraron en el puerto a diecisiete de junio del año de mil y quinientos y cuarenta y cinco años.