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Datos principales
Desarrollo
Capítulo LV Que trata en cómo el general Pedro de Valdivia envió tres capitanes fuera de la ciudad Pareciendo al general que ya era tiempo que viniese el capitán Alonso de Monrroy, que había ido al Pirú por socorro, y que podía venir por la mar, puesto que fue por la tierra. Envió doce de a caballo, y éstos que estuviesen sobre el puerto en un alto, para que viendo vela hiciesen humadas y señas a los navíos, para que sin temor de los naturales viniesen al puerto. Y mandó que estos doce de a caballo estuviesen un mes, y cumplido este tiempo fuesen otros doce y que viniesen los que estaban. Y para tener aviso si por la tierra viniesen, envió otros quince de a caballo al valle del Guazco, para que sabido que venía gente por el despoblado, enviasen socorro de bastimento, porque la tierra es de tal calidad y la jornada de tal suerte, que no podían dejar de traer necesidad, y por andar los naturales alterados que sembraban poco y escondían lo que cogían de sus sementeras. En esta sazón despachó el general un caudillo con veinte y cinco hombres a pie, que fuesen a romper ciertos fuertes en que los indios estaban de las cabezadas del valle de Anconcagua, donde tenían alguna presunción que, pues no habían ido los españoles a ellos, que les temían. Y de allí, teniendo esta vana osadía, enviaban a decir y amenazar a los caciques que nos servían, que por cuanto nos ayudaban a hacer las casas y sementeras, que los habían de matar. Avisado el caudillo de lo que había de hacer y la orden que había de tener en la guerra, se partió a diez de julio de mil y quinientos y cuarenta y tres años.
Salió este caudillo, que se decía Pedro Esteban, con sus veinte y cinco compañeros, y fue a los pucaranes. Y diose tan buena maña cual convenía como hombre astuto en ella, y venció y rompió tres fuertes, cada uno por sí, en diversos y breves días. Echados los indios de ellos y castigados los que lo merecían, corrió la tierra que había entre aquellas fuerzas y la sierra, y allegaron a las nieves, donde tuvieron noticia por dicho de indios serranos, que diez leguas de allí, caminando por las sierras de la nieve contra la parte de oriente, hallarían gran copia de sal, por donde cotidianamente la traen en cantidad. Los indios que escaparon de los fuertes, sabiendo que los españoles iban por la sierra despacio contra la ciudad, adelantáronse y en la sierra les rompieron los caminos por partes ásperas y peligrosas, de suerte que se vieron en muy gran trabajo, del cual salieron con ayuda de nuestro señor y con buenos ardides y gran diligencia que pusieron, la cual conviene poner con todo ánimo. En aquellos tiempos volvieron los españoles con su caudillo, que no pasaron a la sal. Trujeron algunos indios yanaconas cargados de maíz, los cuales fueron bien recebidos por la buena maña que se dieron y por la hacienda que dejaron hecha, porque es de tener en muy mucho a los españoles, siendo tan pocos en cantidad, y tan peregrinos y apartados de donde socorro les viniese, acometer a tanta barbárica gente y tan guerreros, y salir con ellos victoriosos y vencedores. Y los naturales, estando en sus casas y en su tierra, sabiendo los pasos y veredas y vados de los ríos y sotos y sendas de los bosques, salir vencidos y descalabrados. Y no pensaban que hacían poco en huir y poderse escapar de la furia de los españoles.
Salió este caudillo, que se decía Pedro Esteban, con sus veinte y cinco compañeros, y fue a los pucaranes. Y diose tan buena maña cual convenía como hombre astuto en ella, y venció y rompió tres fuertes, cada uno por sí, en diversos y breves días. Echados los indios de ellos y castigados los que lo merecían, corrió la tierra que había entre aquellas fuerzas y la sierra, y allegaron a las nieves, donde tuvieron noticia por dicho de indios serranos, que diez leguas de allí, caminando por las sierras de la nieve contra la parte de oriente, hallarían gran copia de sal, por donde cotidianamente la traen en cantidad. Los indios que escaparon de los fuertes, sabiendo que los españoles iban por la sierra despacio contra la ciudad, adelantáronse y en la sierra les rompieron los caminos por partes ásperas y peligrosas, de suerte que se vieron en muy gran trabajo, del cual salieron con ayuda de nuestro señor y con buenos ardides y gran diligencia que pusieron, la cual conviene poner con todo ánimo. En aquellos tiempos volvieron los españoles con su caudillo, que no pasaron a la sal. Trujeron algunos indios yanaconas cargados de maíz, los cuales fueron bien recebidos por la buena maña que se dieron y por la hacienda que dejaron hecha, porque es de tener en muy mucho a los españoles, siendo tan pocos en cantidad, y tan peregrinos y apartados de donde socorro les viniese, acometer a tanta barbárica gente y tan guerreros, y salir con ellos victoriosos y vencedores. Y los naturales, estando en sus casas y en su tierra, sabiendo los pasos y veredas y vados de los ríos y sotos y sendas de los bosques, salir vencidos y descalabrados. Y no pensaban que hacían poco en huir y poderse escapar de la furia de los españoles.