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Capítulo LIX Que trata de la liberalidad que el general Pedro de Valdivia usó aquí con los españoles descubridores y conquistadores y pobladores que con él vinieron y estaban Cuatro años había que los españoles estaban en la tierra, antes que este navío viniese a este reino, que no se vestían después que rompieron la ropa que trajeron, sino pieles de raposas y de nutrias y de lobos marinos. Y había cinco meses que no se decía misa por falta de vino. Y luego que fue descargada la ropa del navío y traída a la ciudad, mandó el general poner en cobro siete botijas de vino porque no faltase, y porque otra vez no se viesen como se habían visto sin oír misa tanto tiempo. Pues viendo el general, y conociendo los incomportables trabajos que habían pasado sus compañeros y pobladores y sustentadores hasta entonces, y demasiados gastos y pérdidas de haciendas que habían perdido y hecho en estos cuatro años que habemos dicho, que estaban tan desnudos cuanto nunca lo estuvo gente en estas partes, ni en ningunas de Indias. Y en todo este tiempo nunca les habían venido socorro, y a esta causa su principal intento era sembrar y criar para poderse sustentar y perpetuar esta tierra a Su Majestad. Y esto siempre ha procurado, puesto que haya sido ajeno de la condición de la mayor parte de los conquistadores de indios, de decir en esto. Que era un tiempo bueno y un tiempo sano y tiempo libre y amigable. Digo bueno sin codicia, sano sin malicia y libre de avaricia. Todos hermanos, todos compañeros, todos contentos con lo que les sucedía y con lo que se hacía.

Llamábale yo a este tiempo, tiempo dorado. Pues viendo el general que los que trajeron la mercadería y navío no vendían ni fiaban a nadie por no ver oro, acordó tomar en sí toda la ropa y mercadería a su cargo, como en efecto lo hizo, y quedó a pagar por toda ella a su dueño setenta y cinco mil pesos, de lo cual fueron todos contentos, dando espera hasta que sacasen oro de él, primero estando la tierra más de asiento y más rica, en los cuales se empeñó. Y recebidos los repartió entre todos, no tomando para sí más de un vestido y camisas. Y junto con esto hizo otra liberalidad, y fue que dio a cada uno por libre de todo lo que le debía, y les rompió las escrituras y obligaciones que tenían del socorro y caballos que en el Pirú les había dado, que pasaban de cincuenta mil pesos. Y juntamente con esto hizo otra notable liberalidad, que paga por todos a los herreros que hacían las obras a los españoles, y mandó que no llevasen a ningún perpetuador y compañero ninguna paga por la obra que se le hiciese, quedando él a pagarla. Y no fue poca la suma, que no había conquistador que no debía cuatrocientos y quinientos pesos de obras que se le hiciese de herraje y de otras herramientas que se hicieron del hierro que trajo el navío y de cobre que ellos sacaron. Era lo que el general pretendía enriquecer en la honra y en hacienda dada por mano y voluntad de su príncipe y señor. Trabajaba de todo su corazón con servir a Dios y a su rey, en traer los indómitos bárbaros indios en el conocimiento de nuestra Santa Fe católica, y a la obediencia y vasallaje de la corona real de nuestra madre España, y en acrecentar nuestra Santa religión cristiana y los patrimonios y rentas reales.

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