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CAPITULO LI Establecimientos de la Canal de Santa Bárbara: fundación de un Pueblo de Españoles, y de la Misión de San Buena ventura y del Presidio de Santa Bárbara: Funesto acaecimiento del Río Colorado. Tan impresionado quedó el nuevo Comandante General D. Teodoro de Croix de la recomendación del Exmô. Señor Virrey sobre la pretensión del V. P. Junípero para las fundaciones de la Canal de Santa Bárbara, que desde el camino, y antes de llegar a su destino, envió orden al Gobernador para que fuese a los Arispes el Capitán D. Fernando Rivera para comisionarlo a reclutar setenta y cinco Soldados para la fundación de un Presidio y tres Misiones en la dicha Canal de Santa Bárbara, el Presidio y una Misión en el centro de la Canal, con el nombre de la Santa, y las otras dos dedicadas a la Purísima Concepción de María Santísima, y la de S. Buenaventura en los dos extremos de la Canal, dotada cada una de quince Soldados, y los restantes para el Presidio con sus correspondientes Oficiales, e igualmente para reclutar familias de Pobladores para fundar un Pueblo titulado de Nuestra Señora de los Ángeles en el Río nombrado de Porciúncula. Al mismo tiempo encargó a los Padres del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro fundasen dos Misiones en el Río Colorado, así para la conversión de aquellos Gentiles, como para asegurar el paso que se había descubierto, a fin de la comunicación de aquellas Provincias con ésta; pero las dichas Misiones con método totalmente diverso de éstas; esto es, sin Presidio, sino que en cada una de ellas había de haber ocho Soldados, y ocho Vecinos Pobladores casados y con familias, un Sargento en una Misión, y un Alférez en la otra como Comandantes.

Que los Padres Misioneros no habían de cuidar más que de lo espiritual, y que los Gentiles que se bautizasen viviesen en sus Rancherías, y se mantuviesen como cuando Gentiles. En este método, totalmente diverso del que aquí hemos observado, se fundaron; pero en breve se vieron los distintos efectos, pues mataron al Comandante, Sargento, a cuasi todos los Soldados y Vecinos, salvo unos pocos que se escondieron, que aunque libraron la vida, perdieron la libertad quedando cautivos con todas las mujeres, y niños; martirizaron a los cuatro Misioneros, y pegaron fuego a las dos Misiones, y se quemó cuanto había y se perdió, como también se imposibilitó el paso para la comunicación. Adelanto esta noticia para lo que resta que decir. En cuanto el Señor Gobernador recibió la orden del Señor Comandante General, despachó al dicho Capitán Rivera, su Teniente en la antigua California, quien se embarcó en Loreto, y fue a la Comandancia general a recibir los órdenes e instrucciones y todo lo necesario para el efecto, y puso en ejecución la Comisión. Empezó su recluta por la Provincia de Cinaloa, despachando partidas de Reclutas, así de Soldados, como de Pobladores por mar a Loreto, para que subiesen por tierra a San Diego; y las que reclutó en Sonora las condujo por el Río Colorado, con toda la caballada y mulada, que pasaban de mil cabezas. Llegó el dicho Capitán Rivera con toda su Expedición al Río Colorado, en donde halló ya fundadas las dos Misiones expresadas: y reparando que la caballada y mulada llegó la mayor parte flaca y enferma, receloso de que no se le muriese en el tramo de ochenta leguas que todavía le faltaban para llegar a la Misión de San Gabriel, a donde había de salir, determinó quedarse a las orillas del Río Colorado, hasta tanto que se recuperaba.

Y quedando con un solo Sargento y seis Soldados pertenecientes al Presidio de Monterrey, que le había enviado el Señor Gobernador, despachó la Expedición con los Oficiales que venían de Sonora para estos Establecimientos, comboyados de un Alférez y nueve Soldados Veteranos de uno de los Presidios de Sonora. Hallábase muy de antemano el Señor Gobernador en la Misión de San Gabriel recibiendo la Tropa que iba subiendo por tierra desde la antigua California, y allí recibió este último trozo que se condujo por el Río Colorado; con lo que tuvo junta toda la Tropa con los dos Tenientes, y dos Alférez, y sólo faltaba el Capitán Rivera, y el Sargento y los seis Soldados que le habían enviado para que se viniese en cuanto se recuperase la caballada; y despachó al Alférez con los nueve Soldados Veteranos, para que se retirasen a su Presidio de Sonora, por el mismo camino que había traído la Expedición por el paso del Río Colorado. Así lo practicó el Alférez con su partida de nueve hombres, y mucho antes de llegar al Río entendió de los Gentiles del camino que los Indios del Río habían matado a los Padres y a los Soldados, y habían quemado las dos Misiones. No quiso el Alférez, que era hombre de valor, dar crédito a los Gentiles, ni volver atrás por sólo el dicho de ellos, sino que siguió su camino, y llegó al sitio, y vio ser verdad, pues halló todas las fábricas reducidas a ceniza, y tirados los cadáveres: y no hallando a quien preguntar, sino mucha Gentilidad con quien pelear, viéndose con tan poca gente, pues de los nueve Soldados le mataron dos, y otro que estaba herido, tomó a buen partido la retirada para San Gabriel, que para lograrla no tuvo poco que hacer las dos primeras jornadas, que hubo de pelear bastante con los Gentiles que lo seguían, e intentaban no dejar uno que pudiese dar la noticia.

Quiso Dios se librasen y llegasen a San Gabriel sin más desgracia que la dicha de los dos Soldados muertos, y uno herido, que sanó. Dio cuenta de todo lo que había visto y sucedido al Señor Gobernador, y éste al Comandante General, despachando para el efecto al mismo Alférez con los siete Soldados que le habían quedado por la California, para que se embarcase en Loreto, y no parase hasta poner los Pliegos en manos del Señor Comandante General, que se hallaba en la Ciudad de los Arispes, presumiendo que dicho Señor ignoraba lo acaecido. Este funesto acaecimiento demoró algo las fundaciones de la Canal, porque receloso el Señor Gobernador no tuviesen osadía de venir a dar a estos Establecimientos, o que por su mal ejemplo lo quisiesen hacer las Naciones intermedias de dicho Río y estas Misiones, procuró conservarse con toda la Tropa en la Misión de San Gabriel hasta ver las resultas: ínterin dispuso la fundación de un Pueblo de Españoles en el Río de Porciúncula, llamado por la primera Expedición del año 1769. Juntó todos los Vecinos Pobladores que habían venido para Colonos, les señaló sitio y tierras en las orillas del Río, distante de la Misión de San Gabriel cuatro leguas rumbo al Noroeste, y allí Escoltados de un Cabo y tres Soldados, fundaron su Pueblo a últimos del año de 81 con el título de Ntra. Señora de los Ángeles de Porciúncula, en el que se mantienen de sus siembras, etc., como queda dicho del Pueblo de San José en su Capítulo, aunque con el trabajo de haber de andar cuatro leguas para oir Misa.

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