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Desarrollo


Cómo no tornó la lengua ni los demás que habían de tornar Pasó aquel día y otros cuatro, y visto que no volvían, mandó llamar la lengua que el gobernador llevaba de ellos, y le preguntó qué le parescía de la tardanza del indio. Y dijo que él tenía por cierto que nunca más volvería, porque los indios payaguaes eran muy mañosos y cautelosos, y que habían dicho que su principal quería paz y quería tentar y entretener los cristianos e indios guaraníes que no pasasen adelante a buscarlos en sus pueblos, y porque entre tanto que esperaban a su principal, ellos alzasen sus pueblos, mujeres e hijos; y que así, creían que se habían ido huyendo a esconder por el río arriba a alguna parte, y que les parescía que luego había de partir en su seguimiento, que tenía por cierto que los alcanzaría, porque iban muy embarazados y cargados; y que lo que a él le parescía, como hombre que sabe aquella tierra, que los indios payaguaes no pararían hasta la laguna de una generación que se llama los mataraes, a los cuales mataron y destruyeron estos indios payaguaes, y se habían apoderado de su tierra, por ser muy abundosa y de grandes pesquerías; y luego mandó al gobernador alzar los bergantines con todas las canoas, y fue navegando por el río arriba, y en las partes donde surgía parescía que por la ribera del río iba gran rastro de la gente de los payaguaes que iban por tierra (y, según la lengua dijo), que ellos y las mujeres e hijos iban por tierra por no caber en las canoas.

A cabo de ocho días que fueron navegando, llegó a la laguna de los mataraes, y entró por ella sin hallar allí los indios, y entró con la mitad de la gente por tierra para los buscar y tratar con ellos las paces; y otro día siguiente, visto que no parescían, y por no gastar más bastimentos en balde, mandó recoger todos los cristianos e indios guaraníes, los cuales habían hallado ciertas canoas y palas de ellas, que habían dejado debajo del agua escondidas, y vieron el rastro por donde iban; y por no detenerse, el gobernador, recogida la gente, siguió su viaje llevando las canoas junto con los bergantines; fue navegando por el río arriba, unas veces a la vela y otras al remo y otras a la sirga, a causa de las muchas vueltas del río, hasta que llegó a la ribera, donde hay muchos árboles de cañafístola, los cuales son muy grandes y muy poderosos, y la cañafístola es de casi palmo y medio, y es tan gruesa como tres dedos. La gente comía mucho de ella, y de dentro es muy melosa; no hay diferencia nada a la que se trae de las otras partes a España, salvo ser más gruesa y algo áspera en el gusto, y cáusalo como no se labra; y de estos árboles hay más de ochenta juntos en la ribera de este río del Paraguay. Por do fue navegando hay muchas frutas salvajes que los españoles e indios comían; entre las cuales hay una como un limón ceutí muy pequeño, así en el color como cáscara; en el agrio y en el olor no difieren al limón ceutí de España, que será como un huevo de paloma; esta fruta es en la hoja como del limón.

Hay gran diversidad de árboles y frutas, y en la diversidad y extrañeza de los pescados grandes diferencias; y los indios y españoles mataban en el río cosa que no se puede creer de ellos todos los días que no hacía tiempo para navegar a la vela; y como las canoas son ligeras y andan mucho al remo, tenían lugar de andar en ellas cazando de aquellos puercos de agua y nutrias (que hay muy grande abundancia de ellas); lo cual era muy gran pasatiempo. Y porque le paresció al gobernador que a pocas jornadas llegaríamos a la tierra de una generación de indios que se llaman guaxarapos, que están en la ribera del río Paraguay, y éstos son vecinos que contratan con los indios del puerto de los Reyes, donde íbamos, que para ir allí con tanta gente de navíos y canoas e indios se escandalizarían y meterían por la tierra adentro; y por los pacificar y sosegar, partió la gente del armada en dos partes, y el gobernador tomó cinco bergantines y la mitad de las canoas e indios que en ellas venían, y con ello acordó de se adelantar, y mandó al capitán Gonzalo de Mendoza que con los otros bergantines y las otras canoas y gente viniese en su seguimiento poco a poco, y mandó al capitán que gobernase toda la gente, españoles e indios, mansa y graciosamente, y no consintiese que se desmandase ningún español ni indio; y así por el río como por la tierra no consintiese a ningún natural hacer agravio ni fuerza, e hiciese pagar los mantenimientos y otras cosas que los indios naturales contratasen con los españoles y con los indios guaraníes, por manera que se conservase toda la paz que convenía al servicio de Su Majestad y bien de la tierra.

El gobernador se partió con los cinco bergantines y las canoas que dicho tengo; y así fue navegando, hosta que un día, a 18 de octubre, llegó a tierra de los indios guaxarapos, y salieron hasta treinta indios, y pararon allí los bergantines y canoas hasta hablar aquellos indios y asegurarlos y tomar de ellos aviso de las generaciones de adelante; y salieron en tierra algunos cristianos por su mandado, porque los indios de la tierra los llamaban y se venían para ellos; y llegados a los bergantines, entraron en ellos hasta seis de los mismos guaxarapos, a los cuales habló con la lengua y les dijo lo que había dicho a los otros del río abajo, para que diesen la obediencia a Su Majestad; y que dándola, él los ternía por amigos, y ansí la dieron todos, y entre ellos había un principal, y por ello el gobernador les dio de sus recates y les ofreció que harían por ellos todo lo que pudiesen; y cerca de estos indios, en aquel paraje do el gobernador estaba con los indios, estaba otro río que venía por la tierra adentro, que sería tan ancho como la mitad del río Paraguay, mas corría con tanta fuerza el agua, que era espanto; y este río desaguaba en el Paraguay, que venía de hacia el Brasil, y era por donde dicen los antiguos que vino García el portugués e hizo guerra por aquella tierra, y había entrado por ella con muchos indios, y le habían hecho muy gran guerra en ella y destruido muchas poblaciones, y traía consigo más de cinco cristianos, y toda la otra eran indios; y los indios dijeron que nunca más lo habían visto volver; y traía consigo un mulato que se llamaba Pacheco, el cual volvió a la tierra de Guazani, y el mismo Guazani le mató allí, y el García se volvió al Brasil; y que de estos guaraníes que fueron con García habían quedado muchos perdidos por la tierra adentro, y que por allí hallaría muchos de ellos, de quien podría ser informado de lo que García había hecho y de lo que era la tierra, y que por aquella tierra habitaban unos indios que se llamaban chaneses, los cuales habían venido huyendo y se habían juntado con los indios sococíes y xaquetes, los cuales habitan cerca del puerto de los Reyes.

Y vista esta relación del indio, el gobernador se pasó adelante a ver el río por donde había salido García, el cual estaba muy cerca donde los indios guaxarapos se le mostraron y hablaron; y llegado a la boca del río, que se llama Yapaneme, mandó sondar la boca, la cual halló muy honda, y ansí lo era dentro, y traía muy gran corriente, y de una bondad y otra tenía muchas arboledas, y mandó subir por él una legua arriba un bergantín que iba siempre, sondando, y siempre lo hallaba más hondo, y los indios guaxarapos le dijeron que por la ribera del río estaba todo muy poblado, de muchas generaciones diversas, y eran todos indios que sembraban maíz y manduca, y tenían muy grandes pesquerías del río, y tenían tanto pescado cuanto querían comer, y que del pescado tienen mucha manteca, y mucha caza; y vueltos los que fueron a descubrir el río, dijeron que habían visto muchos humos por la tierra en la ribera del río, por do paresce estar la ribera del río muy poblada; y porque era ya tarde, mandó surgir aquella noche frontero de la boca de este río, a la falta de una sierra que se llama Santa Lucía, que es por donde había atravesado García; y otro día de mañana mandó a los pilotos que consigo llevaba que tomasen el altura de la boca del río, y está en 18 grados y un tercio. Aquella noche tuvimos allí muy gran trabajo con un aguacero que vino de muy grande agua y viento muy recio; y la gente hicieron muy grandes fuegos, y durmieron muchos en tierra, y otros en los bergantines, que estaban bien toldados de esteras y cueros de venados y antas.

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