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Datos principales
Desarrollo
CAPÍTULO II De la abundancia de metales que hay en las Indias Occidentales Los metales creó la sabiduría de Dios para medicina, y para defensa y para ornato, y para instrumentos de las operaciones de los hombres. De todas estas cuatro cosas se pueden fácilmente dar ejemplos; mas el principal fin de los metales es la última de ellas; porque la vida humana no sólo ha menester sustentarse, como la de los animales, sino también ha de obrar conforme a la capacidad y razón que le dio el Creador; y así como es su ingenio tan extendido a diversas artes y facultades, así también proveyó el mismo Autor, que tuviese materia de diversos artificios para reparo, y seguridad y ornato y abundancia de sus operaciones. Siendo pues tanta la diversidad de metales que encerró el Creador en los armarios y sótanos de la tierra, de todos ellos tiene utilidad la vida humana. De unos se sirve para cura de enfermedades; de otros para armas y defensa contra sus enemigos; de otros para aderezo y gala de sus personas y habitaciones; de otros para vasijas y herramientas y varios instrumentos que inventa el arte humano. Pero sobre todos estos usos, que son sencillos y naturales, halló la comunicación de los hombres el uso del dinero, el cual (como dijo el filósofo) es medida de todas las cosas; y siendo una cosa sola en naturaleza, es todas en virtud, porque el dinero es comida, y vestido y casa, y cabalgadura y cuanto los hombres han menester. Y así obedece todo al dinero, como dice el Sabio.
Para esta invención de hacer que una cosa fuese todas las cosas, guiados de natural instinto, eligieron los hombres la cosa más durable y más tratable, que es el metal, y entre los metales quisieron que aquéllos tuviesen principado en esta invención de ser dinero, que por su naturaleza eran más durables e incorruptibles, que son la plata y el oro. Los cuales no sólo entre los hebreos y asirios, y griegos y romanos, y otras naciones de Europa y Asia tuvieron estima, sino también entre las más remotas y bárbaras naciones del universo, como son los indios, así orientales como occidentales, donde el oro y la plata fue tenida en precio y estima, y como tal usada en los templos y palacios, y ornato de reyes y nobles. Porque aunque se han hallado algunos bárbaros que no conocían la plata ni el oro, como cuentan de los floridos, que tomaban las talegas o sacos en que iba el dinero, y al mismo dinero le dejaban echado por allí en la playa como a cosa inútil. Y Plinio refiere de los babitacos, que aborrecían el oro y por eso lo sepultaban donde nadie pudiese servirse de él. Pero de estos floridos y de aquellos babitacos, ha habido y hay hoy día pocos, de los que estiman y buscan, y guardan el oro y la plata, hay muchos, sin que tengan necesidad de aprender esto de los que han ido de Europa. Verdad es que su codicia de ellos no llegó a tanto como la de los nuestros, ni idolatraron tanto con el oro y plata, aunque eran idólatras, como algunos malos cristianos, que han hecho por el oro y plata excesos tan grandes.
Mas es cosa de alta consideración que la sabiduría del eterno Señor quisiese enriquecer las tierras del mundo más apartadas y habitadas de gente menos política, y allí pusiese la mayor abundancia de minas que jamás hubo, para con esto convidar a los hombres a buscar aquellas tierras y tenellas, y de camino comunicar su religión y culto del verdadero Dios a los que no le conocían, cumpliéndose la profecía de Esaías, que la Iglesia había de extender sus términos no sólo a la diestra, sino también a la siniestra, que es como San Agustín declara haberse de propagar el Evangelio no sólo por los que sinceramente y con caridad lo predicasen, sino también por los que por fines y medios temporales y humanos lo anunciasen. Por donde vemos que las tierras de Indias más copiosas de minas y riqueza han sido las más cultivadas en la Religión Cristiana en nuestros tiempos, aprovechándose el Señor para sus fines soberanos de nuestras pretensiones. Cerca de esto decía un hombre sabio, que lo que hace un padre con una hija fea para casarla, que es darle mucha dote, eso había hecho Dios con aquella tierra tan trabajosa, de dalle mucha riqueza de minas para que con este medio hallase quien la quisiese. Hay pues en las Indias Occidentales, gran copia de minas y haylas de todos los metales: de cobre, de hierro, de plomo, de estaño, de azogue, de plata, de oro. Y entre todas las partes de Indias los reinos del Pirú son los que más abundan de metales, especialmente de plata y oro y azogue; y es en tanta manera, que cada día se descubren nuevas minas; y según es la cualidad de la tierra, es cosa sin duda que son sin comparación muchas más las que están por descubrir que las descubiertas, y aun parece que toda la tierra está como sembrada de estos metales, más que ninguna otra que se sepa al presente en el mundo, ni que en lo pasado se haya escrito.
Para esta invención de hacer que una cosa fuese todas las cosas, guiados de natural instinto, eligieron los hombres la cosa más durable y más tratable, que es el metal, y entre los metales quisieron que aquéllos tuviesen principado en esta invención de ser dinero, que por su naturaleza eran más durables e incorruptibles, que son la plata y el oro. Los cuales no sólo entre los hebreos y asirios, y griegos y romanos, y otras naciones de Europa y Asia tuvieron estima, sino también entre las más remotas y bárbaras naciones del universo, como son los indios, así orientales como occidentales, donde el oro y la plata fue tenida en precio y estima, y como tal usada en los templos y palacios, y ornato de reyes y nobles. Porque aunque se han hallado algunos bárbaros que no conocían la plata ni el oro, como cuentan de los floridos, que tomaban las talegas o sacos en que iba el dinero, y al mismo dinero le dejaban echado por allí en la playa como a cosa inútil. Y Plinio refiere de los babitacos, que aborrecían el oro y por eso lo sepultaban donde nadie pudiese servirse de él. Pero de estos floridos y de aquellos babitacos, ha habido y hay hoy día pocos, de los que estiman y buscan, y guardan el oro y la plata, hay muchos, sin que tengan necesidad de aprender esto de los que han ido de Europa. Verdad es que su codicia de ellos no llegó a tanto como la de los nuestros, ni idolatraron tanto con el oro y plata, aunque eran idólatras, como algunos malos cristianos, que han hecho por el oro y plata excesos tan grandes.
Mas es cosa de alta consideración que la sabiduría del eterno Señor quisiese enriquecer las tierras del mundo más apartadas y habitadas de gente menos política, y allí pusiese la mayor abundancia de minas que jamás hubo, para con esto convidar a los hombres a buscar aquellas tierras y tenellas, y de camino comunicar su religión y culto del verdadero Dios a los que no le conocían, cumpliéndose la profecía de Esaías, que la Iglesia había de extender sus términos no sólo a la diestra, sino también a la siniestra, que es como San Agustín declara haberse de propagar el Evangelio no sólo por los que sinceramente y con caridad lo predicasen, sino también por los que por fines y medios temporales y humanos lo anunciasen. Por donde vemos que las tierras de Indias más copiosas de minas y riqueza han sido las más cultivadas en la Religión Cristiana en nuestros tiempos, aprovechándose el Señor para sus fines soberanos de nuestras pretensiones. Cerca de esto decía un hombre sabio, que lo que hace un padre con una hija fea para casarla, que es darle mucha dote, eso había hecho Dios con aquella tierra tan trabajosa, de dalle mucha riqueza de minas para que con este medio hallase quien la quisiese. Hay pues en las Indias Occidentales, gran copia de minas y haylas de todos los metales: de cobre, de hierro, de plomo, de estaño, de azogue, de plata, de oro. Y entre todas las partes de Indias los reinos del Pirú son los que más abundan de metales, especialmente de plata y oro y azogue; y es en tanta manera, que cada día se descubren nuevas minas; y según es la cualidad de la tierra, es cosa sin duda que son sin comparación muchas más las que están por descubrir que las descubiertas, y aun parece que toda la tierra está como sembrada de estos metales, más que ninguna otra que se sepa al presente en el mundo, ni que en lo pasado se haya escrito.