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Datos principales


Desarrollo


CAPÍTULO II Maneras de balsas que los indios hacían para pasar los ríos Canoa, en lengua de los indios de la isla Española y de toda su comarca, es lo mismo que barco o carabelón sin cubierta, que a todas las nombran de una misma manera, si no es en el Río Grande de Cartagena que, por ser las mayores, llaman piraguas. Los indios de todas las regiones del nuevo mundo, principalmente en las islas y tierras marítimas, las hacen según tienen la comodidad para ellas grandes o chicas. Buscan los árboles más gruesos que pueden hallar, danles la forma de una artesa y hácenlas de una pieza, porque no hallaron la invención tan prolija de hacer barco de tablas clavadas en sus costillas unas con otras, ni tuvieron hierro, ni supieron hacer clavos y menos tener fraguas, ni hacer oficio de calafates, ni buscar brea, ni estopa, velas, jarcias, gúmenas, áncoras y las demás cosas, tantas como son menester para la fábrica de los navíos. Solamente se aprovechan de lo que la naturaleza (en lo que ellos no alcanzaron con su ingenio) les mostraba con el dedo. Y así, para pasar los ríos y navegar por la mar, eso poco que por ella navegaban, donde no alcanzaban madera tan gruesa como la piden las canoas (esto es en todo el Perú y su costa), hacían balsas con maderos livianos, como higuera, que los indios decían la había en las provincias cercanas a Quito, y de allí la llevaban por orden de los incas a todos los ríos caudalosos del Perú, y, de cinco vigas atadas unas con otras, hacían las balsas.

La viga de en medio era más larga que todas, luego las primeras colaterales eran menos largas, y las segundas menos porque así pudiesen romper el agua mejor que con la frente toda pareja. Yo pasé en algunas de ellas que todavía vivían del tiempo de los incas. También las hacen de un haz rollizo de anea, del grueso del cuerpo de un caballo, el cual haz atan muy fuertemente y lo ponen muy ahusado, levantado por delante hacia arriba, como proa de barco, para que corte el agua, y ancho de los dos tercios atrás. En lo alto del haz hacen un poco de llano o mesa donde echan la carga o el hombre que han de pasar de una parte a otra del río, al cual mandan con grandísimo encarecimiento que en ninguna manera se menee de como lo ponen sobre la balsa, asido a las ataduras de ella, ni alce la cabeza como la lleva boca abajo, echada sobre la balsa, ni abra los ojos a mirar cosa alguna. Pasando yo de esta manera un río caudaloso y de mucha corriente (que en los tales es donde los indios lo mandan, que en los mansos y de poca agua no se les da nada) por el demasiado encarecimiento que el indio barquero me hacía para que no abriese los ojos, que por ser yo muchacho me ponía unos miedos como que se hundiría la tierra o se caerían los cielos, me dio codicia de mirar por ver si veía algunas cosas de encantamiento o de la otra vida, y así, cuando sentí que íbamos en medio del río, alcé un poco la cabeza y miré el agua arriba, y verdaderamente me pareció que caíamos del cielo abajo, y esto fue por desvanecerse la cabeza por la grandísima corriente del río y por la furia con que la balsa iba cortando el agua, yendo al amor de ella, y me forzó a cerrar los ojos y a confesar que los indios tenían razón en mandar que no los abriesen.

En estas balsas de anea no va más de un indio en cada una de ellas, el cual para navegar se pone caballero en lo último de la popa y, echándose de pechos sobre la balsa, va remando con pies y manos y encamina la balsa al amor del agua hasta ponerla de la otra parte del río. En otras partes hacen balsas de calabazas enredadas y atadas unas con otras hasta hacer una tabla de ellas de vara y media en cuadro y de más y de menos. Échanle por delante un pretal como a silla de caballo, donde el indio barquero mete la cabeza y se echa a nado. Y sobre sí lleva nadando la balsa y la carga hasta pasar el río o la bahía, estero o brazo de mar y, si es necesario, lleva detrás uno o dos indios ayudantes que van nadando y empujando la balsa. En otras partes donde los ríos, por su mucha corriente y ferocidad, no consienten que anden sobre ellos, y donde por los muchos riscos y peñas y ninguna playa no hay embarcaderos ni desembarcaderos, echan una maroma gruesa de una parte a otra del río y la atan a gruesos árboles o fuertes peñascos. En esta maroma anda corriente una canasta grande con una asa de madera como el brazo, que corre por la maroma. Es capaz de tres y cuatro personas, trae dos sogas, una a un lado y otra a otro, por las cuales tiran de la canasta para pasarla de la una ribera a la otra, y como la maroma sea larga, hace mucha vaga y caída en medio y es menester ir soltando la canasta poco a poco hasta el medio de la maroma que va bajando, y después, por la otra media que va hacia arriba, la tiran de aquella banda a fuerza de brazos, y para esto hay indios que tienen cargo de pasar los caminantes, y los mismos que van dentro de la canasta, asiéndose a la maroma, se van ayudando a bajar y a subir por ella.

Yo me acuerdo haber pasado por ellas dos o tres veces, siendo muchacho de menos de diez años, y por los caminos me llevaban los indios a cuestas. Pasan los indios por esta manera de pasaje su ganado, con mucho trabajo, porque lo maniatan y echan dentro en la canasta, y lo mismo hacen del ganado menor de España, como son ovejas, cabras y puercos; empero, los animales mayores, como caballos, mulas y asnos y vacas, por la fortaleza y peso de ellos, no los pasan en las canastas sino que los llevan por otros pasos, como puentes o vados, porque esta manera de pasaje por la maroma en la canasta solamente es para gente de a pie y no la hay en caminos reales sino en los particulares que los indios tienen de unos pueblos a otros. Estas son las maneras de pasar los ríos que los indios tuvieron en el Perú, sin las puentes que hacían de mimbre y de anea o juncos, como diremos en su propio lugar, si Dios se sirve de darnos vida. Mas en toda la tierra de la Florida que estos nuestros españoles anduvieron, por la mucha comodidad que en ella hay de árboles grandes apropiados para canoas, no usaron los indios de otros instrumentos para pasar los ríos sino de ellas, aunque los españoles, como hemos visto, en algunas partes hicieron balsas.

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