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Datos principales


Desarrollo


Cómo envió Cortés a Gonzalo de Sandoval a pacificar los pueblos de Xalacingo y Zacatami, y llevó doscientos soldados y veinte de a caballo y doce ballesteros, y para que supiese que españoles mataron en ellos, y que mirase qué armas les habían tomado y qué tierra era, y les demandase el oro que robaron, y de lo que más en ello pasó Como ya Cortés tenía copia de soldados y caballos y ballestas, e se iba fortaleciendo con los dos navichuelos que envió Diego Velázquez, y envió en ellos por capitanes a Pedro Barba y Rodrigo de Morejón de Lobera, y trajeron en ellos sobre veinte y cinco soldados, y dos caballos y una yegua, y luego vinieron los tres navíos de los de Garay, que fue el primero capitán que vino, Camargo, y el segundo Miguel Díaz de Auz, y el postrero Ramírez el viejo, y traían, entre todos estos capitanes que he nombrado, sobre ciento y veinte soldados, y diez y siete caballos e yeguas, e las yeguas eran de juego y de carrera. Y Cortés tuvo noticia de que en unos pueblos que se dicen Zacatami y Xalacingo, y en otros sus comarcanos, habían muerto muchos soldados de los de Narváez que venían camino de México, e asimismo que en aquellos pueblos habían muerto y robado el oro a un Juan de Alcántara e a otros dos vecinos de la Villa-Rica, que era lo que les había cabido de las partes a todos los vecinos que quedaban en la misma villa, según más largo lo he escrito en el capítulo que dello trata; y envió Cortés para hacer aquella entrada por capitán a Gonzalo de Sandoval, que era alguacil mayor, y muy esforzado y de buenos consejos, y llevó consigo doscientos soldados, todos los más de los nuestros de Cortés, y veinte de a caballo e doce ballesteros y buena copia de tlascaltecas; y antes que llegase a aquellos pueblos supo que estaban todos puestos en armas, y juntamente tenían consigo guarniciones de mexicanos, e que se habían muy bien fortalecido con albarradas y pertrechos: porque bien habían entendido que por las muertes de los españoles que habían muerto, que luego habíamos de ser contra ellos para los castigar, como a los de Tepeaca y Cachula y Tecamachalco; y Sandoval ordenó muy bien sus escuadrones y ballesteros, y mandó a los de a caballo como y de qué manera habían de ir y romper; y primero que entrasen en su tierra les envió mensajeros a decirles que viniesen de paz y que diesen el oro y armas que habían robado, e que la muerte de los españoles se les perdonaría.

Y a esto de les enviar mensajeros a decirles que viniesen de paz fueron tres o cuatro veces, y la respuesta que les enviaban: era que si allá iban, que como habían muerto e comido los teules que les demandaban, que ansí harían al capitán y a todos los que llevaba; por manera que no aprovechaban mensajes; y otra vez les tornó a enviar a decir que él les haría esclavos por traidores y salteadores de caminos y que se aparejasen a defender; y fue Sandoval con sus compañeros y les entró por dos partes; que puesto que peleaban muy bien todos los mexicanos y los naturales de aquellos pueblos, sin más referir lo que allí en aquellas batallas pasó, los desbarató; y fueron huyendo todos los mexicanos y caciques de aquellos pueblos, y siguió el alcance y se prendieron muchas gentes menudas; que de los indios no se curaban, por no tener qué guardar; y hallaron en unos cues de aquel pueblo muchos vestidos y armas y frenos de caballos y dos sillas, y otras muchas cosas de la jineta, que habían presentado a sus ídolos. Y acordó Sandoval de estar allí tres días, y vinieron los caciques de aquellos pueblos a pedir perdón y a dar la obediencia a su majestad cesárea; y Sandoval les dijo que diesen el oro que habían robado a los españoles que mataron e que luego les perdonaría; y respondieron que el oro, que los mexicanos lo hubieron y que lo enviaron al señor de México que entonces habían alzado por rey, y que no tenían ninguno; por manera que en cuanto el perdón, que fuesen adonde estaba el Malinche, e que él les hablaría e perdonaría; y ansí, se volvió con una buena presa de mujeres y muchachos, que echaron el hierro por esclavos.

Y Cortés se holgó mucho cuando le vio venir bueno y sano, puesto que traía cosa de ocho soldados mal heridos y tres caballos menos, y aun el Sandoval traía un flechazo. E yo no fui en esta entrada, que estaba muy malo de calenturas y echaba sangre por la boca; e gracias a Dios, estuve bueno porque me sangraron muchas veces. E como Gonzalo de Sandoval había dicho a los caciques de Xalacingo e Zacatami que viniesen a Cortés a demandar paces, no solamente vinieron aquellos pueblos solos, sino también otros muchos de la comarca, y todos dieron la obediencia a su majestad, y traían de comer a aquella villa adonde estábamos. E fue aquella entrada que hizo de mucho provecho, y se pacificó toda la tierra; y dende en adelante tenía Cortés tanta fama en todos los pueblos de la Nueva-España, lo uno de muy justificado y lo otro de muy esforzado, que a todos ponía temor, y muy mayor a Guatemuz, el señor y rey nuevamente alzado en México. Y tanta era la autoridad, ser y mando que había cobrado nuestro Cortés, que venían ante él pleitos de indios de lejas tierras, en especial sobre cosas de cacicazgos y señoríos; que, como en aquel tiempo anduvo la viruela tan común en la Nueva-España, fallecían muchos caciques; y sobre a quién le pertenecía el cacicazgo, y ser señor; y partir tierras o vasallos o bienes venían a nuestro Cortés, como a señor absoluto de toda la tierra, para que por su mano e autoridad alzase por señor a quien le pertenecía.

Y en aquel tiempo vinieron del pueblo de Ozúcar y Guacachula, otras veces ya por mí nombrado; porque en Ozúcar estaba casada una parienta muy cercana de Montezuma con el señor de aquel pueblo, y tenían un hijo que decían era sobrino del Montezuma, e según parece, heredaba el señorío, e otros decían que le pertenecía a otro señor, y sobre ello tuvieron muy grandes diferencias, y vinieron a Cortés, y mandó que le heredase el pariente de Montezuma, y luego cumplieron su mandato; e ansí vinieron de otros muchos pueblos de a la redonda sobre pleitos, y a cada uno mandaba dar sus tierras y vasallos, según sentía por derecho que les pertenecía. Y en aquella sazón también tuvo noticia Cortés que en un pueblo que estaba de allí seis leguas, que se decía Zocotlan, y le pusimos por nombre Castilblanco (como ya otras veces he dicho, dando la causa por qué se le puso este nombre), habían muerto nueve españoles, envió al mismo Gonzalo de Sandoval para que los castigase y los trajese de paz, y fue allá con treinta y cinco escopeteros, y muchos tlascaltecas, que siempre se mostraron muy aficionados y eran buenos guerreros. Y después de hechos sus requerimientos y protestaciones, que hubieron y les enviaron a decir otras muchas cosas de cumplimientos con cinco indios principales de Tepeaca, y si no venían que les daría guerra y haría esclavos. Y pareció ser estaban en aquel pueblo otros escuadrones de mexicanos en su guarda y amparo, y respondieron que señor tenían, que era Guatemuz; que no habían menester ni venir ni ir a llamado de otro señor; que si allá fuesen, que en el camino les hallarían, que no se les habían ahora fallecido las fuerzas menos que las tenían en México y puentes y calzadas, e que ya sabían a que tanto llegaban nuestras valentías.

Y cuando aquello oyó Sandoval, puesta muy en orden su gente cómo había de pelear, y los de a caballo y escopeteros y ballesteros, mandó a los tlascaltecas que no se metiesen en los enemigos al principio, porque no estorbasen a los caballos y porque no corriesen peligro, o hiriesen algunos dellos con las ballestas y escopetas o los atropellasen con los caballos, hasta haber rompido los escuadrones, y cuando los hubiesen desbaratado, que prendiesen a los mexicanos y siguiesen el alcance; y luego comenzó a caminar hacia el pueblo, y salen al camino y encuentro dos escuadrones de guerreros junto a unas fuerzas y barrancas, y allí estuvieron fuertes un rato; y con las ballestas y escopetas les hacían mucho mal, por manera que tuvo Sandoval lugar de pasar aquella fuerza e albarradas con los caballos; y aunque le hirieron nueve caballos, y uno murió, y también le hirieron cuatro soldados, como se vio fuera del mal paso e tuvo lugar por donde corriesen los caballos, y aunque no era buena tierra ni llano, que había muchas piedras, da tras los escuadrones, rompiendo por ellos, que los llevó hasta el mismo pueblo, adonde estaba un gran patio, y allí tenían otra fuerza y unos cues, adonde se tornaron a hacer fuertes; y puesto que peleaban muy bravosamente, todavía los venció, y mató hasta siete indios, porque estaban en malos pasos; y los tlascaltecas no habían menester mandarles que siguiesen el alcance, que con la ganancia, como eran guerreros, ellos tenían el cargo, especialmente como sus tierras no estaban lejos de aquel pueblo.

Allí se hubieron muchas mujeres y gente menuda, y estuvo allí el Gonzalo de Sandoval dos días, y envió a llamar los caciques de aquel pueblo con unos principales de Tepeaca que iban en su compañía, y vinieron, y demandaron perdón de la muerte de los españoles; y Sandoval les dijo que si daban las ropas y hacienda que robaron de los que mataron, que se les perdonaría, y respondieron que todo lo habían quemado y que no tenían ninguna cosa, y que los que mataron, que los más dellos habían ya comido, y que cinco teules enviaron vivos a Guatemuz, su señor, y que ya habían pagado la pena con los que ahora les habían muerto en el campo y en el pueblo; que les perdonase, que llevarían muy bien de comer y abastecerían la villa donde estaba Malinche. Y como el Gonzalo de Sandoval vio que no se podía hacer más, les perdonó, y allí se ofrecieron de servir bien en lo que les mandasen; y con este recaudo se fue a la villa, y fue bien recibido de Cortés y de todos los del real. Donde dejaré de hablar más en ello, y digamos cómo se herraron todos los esclavos que se habían habido en aquellos pueblos y provincia, y lo que sobre ello se hizo.

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