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Datos principales
Desarrollo
Cómo vino Andrés de Duero a nuestro real y el soldado Usagre y dos indios de Cuba, naborias del Duero, y quién era el Duero y a lo que venía, y lo que tuvimos por cierto y lo que se concertó Y es desta manera, que tengo de volver muy atrás a recitar lo pasado. Ya he dicho en los capítulos más adelante destos que cuando estábamos en Santiago de Cuba, que se concertó Cortés con Andrés de Duero y con un contador del rey, que se decía Amador de Lares, que eran grandes amigos del Diego Velázquez , y el Duero era su secretario, que tratase con el Diego Velázquez que le hiciesen a Cortés capitán general para venir en aquella armada, y que partiría con ellos todo el oro y plata y joyas que le cupiese de su parte de Cortés; y como el Andrés de Duero vio en aquel instante a Cortés, su compañero, tan rico y poderoso, y so color que venía a poner paces y a favorecer a Narváez , en lo que entendió era a demandar la parte de la compañía, porque ya el otro su compañero Amador de Lares era fallecido; y como Cortés era sagaz y manso, no solamente le prometió de darle gran tesoro, sino que también le daría mando en toda la armada, ni más ni menos que su propia persona, y que, después de conquistada la Nueva-España, le daría otros tantos pueblos como a él, con tal que tuviese concierto con Agustín Bermúdez, que era alguacil mayor del real de Narváez, y con otros caballeros que aquí no nombro, que estaban convocados para que en todo caso fuesen en desviar al Narváez para que no saliese con la vida e con honra y le desbaratase; y como a Narváez tuviese muerto o preso, y deshecha su armada, que ellos quedarían por señores y partirían el oro y pueblos de la Nueva-España; y para más le atraer y convocar a lo que dicho tengo, le cargó de oro sus dos indios de Cuba; y según pareció, el Duero se lo prometió, y aun ya se lo tenía prometido el Agustín Bermúdez por firmas y cartas; y también envió Cortés al Bermúdez y a un clérigo que se decía Juan de León, y al clérigo Guevara, que fue el que primero envió Narváez, y otros sus amigos, muchos tejuelos y joyas de oro, y les escribió lo que le pareció que convenía, para que en todo le ayudasen; y estuvo el Andrés de Duero en nuestro real el día que llegó hasta otro día después de comer, que era día de pascua del Espíritu Santo, y comió con Cortés y estuvo hablando con él en secreto buen rato; y cuando hubieron comido se despidió el Duero de todos nosotros, así capitanes como soldados, y luego fue a caballo otra vez adonde Cortés estaba, y dijo: "¿Qué manda vuestra merced? que me quiero ir"; y respondióle: "Que vaya con Dios, y mire, señor Andrés de Duero, que haya buen concierto de lo que tenemos platicado; si no, en mi conciencia (que así juraba Cortés), que antes de tres días con todos mis compañeros seré allá en vuestro real, y al primero que le eche lanza será a vuestra merced si otra cosa siento al contrario de lo que tenemos hablado.
" Y el Duero se rió, y dijo: "No faltaré en cosa que sea contrario de servir a vuestra merced"; y luego se fue, y llegado a su real, diz que dijo al Narváez que Cortés y todos los que estábamos con él sentía estar de buena voluntad para pasarnos con el mismo Narváez. Dejemos de hablar desto del Duero, y diré cómo Cortés luego mandó llamar a un nuestro capitán, que se dice Juan Velázquez de León, persona de mucha cuenta y amigo de Cortés, y era pariente muy cercano del gobernador de Cuba Diego Velázquez ; y a lo que siempre tuvimos creído, también le tenía Cortés convocado y atraído a sí con grandes dádivas y ofrecimientos que le daría mando en la Nueva-España y le haría su igual; porque el Juan Velázquez siempre se mostró muy gran servidor y verdadero amigo, como adelante verán. Y cuando hubo venido delante de Cortés y hecho su acato, le dijo: "¿Qué manda vuestra merced?" Y Cortés, como hablaba algunas veces muy meloso y con la risa en la boca, le dijo medio riendo: "A lo que, señor Juan Velázquez, le hice llamar es, que me dijo Andrés de Duero que dice Narváez, y en todo su real hay fama, que si vuestra merced va allá, que luego yo soy deshecho y desbaratado, porque creen que se ha de hacer con Narváez; y a esta causa he acordado que por mi vida, si bien me quiere, que luego se vaya en su buena yegua rucia, y que lleve todo su oro y la fanfarrona (que era muy pesada cadena de oro), y otras cositas que yo le daré, que dé allá por mí a quien yo le dijere; y su fanfarrona de oro que pesa mucho, llevará al hombro, y otra cadena que pesa más que ella llevará con dos vueltas, y allá verá qué le quiere Narváez, y, en viniendo que se venga, luego irán allá el señor Diego de Ordás , que le desean ver en su real, como mayordomo que era del Diego Velázquez.
" Y el Juan Velázquez respondió que él haría lo que su merced mandaba, mas que su oro ni cadenas que no las llevaría consigo, salvo lo que le diese para dar a quien mandase; porque donde su persona estuviese, es para le siempre servir, más que cuanto oro ni piedras de diamantes puede haber: "Ansí lo tengo yo creído, dijo Cortés, y con esta confianza, señor, le envío; mas si no lleva todo su oro y joyas, como le mando, no quiero que vaya allá." Y el Juan Velázquez respondió: "Hágase lo que vuestra merced mandare"; y no quiso llevar las joyas. Y Cortés allí le habló secretamente, y luego se partió, y llevó en su compañía a un mozo de espuelas de Cortés para que le sirviese, que se decía Juan del Río. Y dejemos desta partida de Juan Velázquez, que dijeron que lo envió Cortés por descuidar a Narváez , y volvamos a decir lo que en nuestro real pasó: que dende a dos horas que se partió el Juan Velázquez, mandó Cortés tocar el atambor a Canillas, que ansí se llamaba nuestro atambor, y a Benito de Veguer, nuestro pífano, que tocase su tamborino, y mandó a Gonzalo de Sandoval , que era capitán y alguacil mayor, que llamase a todos los soldados, y comenzásemos a marchar luego a paso largo camino de Cempoal; e yendo por nuestro camino se mataron dos puercos de la tierra, que tiene el ombligo en el espinazo, y dijimos muchos soldados que era señal de victoria; y dormimos en un repecho cerca de un riachuelo, y sendas piedras por almohadas, como lo teníamos de costumbre, y nuestros corredores del campo adelante y espías y rondas; y cuando amaneció, caminamos por nuestro camino derecho, y fuimos a hora de mediodía a un río, adonde está ahora poblada la Villa Rica de la Veracruz, donde desembarcan las barcas con mercaderías que vienen de Castilla; porque en aquel tiempo estaban pobladas junto al río unas casas de indios y arboledas; y como en aquella tierra hace grandísimo sol, reposamos allí, como dicho tengo, porque traíamos nuestras armas y picas. Y dejemos ahora de más caminar, y digamos lo que al Juan Velázquez de León le avino con Narváez y con un su capitán que también se decía Diego Velázquez , sobrino del Velázquez, gobernador de Cuba.
" Y el Duero se rió, y dijo: "No faltaré en cosa que sea contrario de servir a vuestra merced"; y luego se fue, y llegado a su real, diz que dijo al Narváez que Cortés y todos los que estábamos con él sentía estar de buena voluntad para pasarnos con el mismo Narváez. Dejemos de hablar desto del Duero, y diré cómo Cortés luego mandó llamar a un nuestro capitán, que se dice Juan Velázquez de León, persona de mucha cuenta y amigo de Cortés, y era pariente muy cercano del gobernador de Cuba Diego Velázquez ; y a lo que siempre tuvimos creído, también le tenía Cortés convocado y atraído a sí con grandes dádivas y ofrecimientos que le daría mando en la Nueva-España y le haría su igual; porque el Juan Velázquez siempre se mostró muy gran servidor y verdadero amigo, como adelante verán. Y cuando hubo venido delante de Cortés y hecho su acato, le dijo: "¿Qué manda vuestra merced?" Y Cortés, como hablaba algunas veces muy meloso y con la risa en la boca, le dijo medio riendo: "A lo que, señor Juan Velázquez, le hice llamar es, que me dijo Andrés de Duero que dice Narváez, y en todo su real hay fama, que si vuestra merced va allá, que luego yo soy deshecho y desbaratado, porque creen que se ha de hacer con Narváez; y a esta causa he acordado que por mi vida, si bien me quiere, que luego se vaya en su buena yegua rucia, y que lleve todo su oro y la fanfarrona (que era muy pesada cadena de oro), y otras cositas que yo le daré, que dé allá por mí a quien yo le dijere; y su fanfarrona de oro que pesa mucho, llevará al hombro, y otra cadena que pesa más que ella llevará con dos vueltas, y allá verá qué le quiere Narváez, y, en viniendo que se venga, luego irán allá el señor Diego de Ordás , que le desean ver en su real, como mayordomo que era del Diego Velázquez.
" Y el Juan Velázquez respondió que él haría lo que su merced mandaba, mas que su oro ni cadenas que no las llevaría consigo, salvo lo que le diese para dar a quien mandase; porque donde su persona estuviese, es para le siempre servir, más que cuanto oro ni piedras de diamantes puede haber: "Ansí lo tengo yo creído, dijo Cortés, y con esta confianza, señor, le envío; mas si no lleva todo su oro y joyas, como le mando, no quiero que vaya allá." Y el Juan Velázquez respondió: "Hágase lo que vuestra merced mandare"; y no quiso llevar las joyas. Y Cortés allí le habló secretamente, y luego se partió, y llevó en su compañía a un mozo de espuelas de Cortés para que le sirviese, que se decía Juan del Río. Y dejemos desta partida de Juan Velázquez, que dijeron que lo envió Cortés por descuidar a Narváez , y volvamos a decir lo que en nuestro real pasó: que dende a dos horas que se partió el Juan Velázquez, mandó Cortés tocar el atambor a Canillas, que ansí se llamaba nuestro atambor, y a Benito de Veguer, nuestro pífano, que tocase su tamborino, y mandó a Gonzalo de Sandoval , que era capitán y alguacil mayor, que llamase a todos los soldados, y comenzásemos a marchar luego a paso largo camino de Cempoal; e yendo por nuestro camino se mataron dos puercos de la tierra, que tiene el ombligo en el espinazo, y dijimos muchos soldados que era señal de victoria; y dormimos en un repecho cerca de un riachuelo, y sendas piedras por almohadas, como lo teníamos de costumbre, y nuestros corredores del campo adelante y espías y rondas; y cuando amaneció, caminamos por nuestro camino derecho, y fuimos a hora de mediodía a un río, adonde está ahora poblada la Villa Rica de la Veracruz, donde desembarcan las barcas con mercaderías que vienen de Castilla; porque en aquel tiempo estaban pobladas junto al río unas casas de indios y arboledas; y como en aquella tierra hace grandísimo sol, reposamos allí, como dicho tengo, porque traíamos nuestras armas y picas. Y dejemos ahora de más caminar, y digamos lo que al Juan Velázquez de León le avino con Narváez y con un su capitán que también se decía Diego Velázquez , sobrino del Velázquez, gobernador de Cuba.