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Datos principales
Desarrollo
Cómo Pánfilo de Narváez llegó al puerto de San Juan de Ulúa, que se dice la Veracruz, con toda su armada, y lo que le sucedió Viniendo el Pánfilo de Narváez con toda su flota, que eran diez y nueve navíos, por la mar, parece ser junto a las sierras de San Martín, que así se llaman, tuvo un viento de norte, y en aquella costa es travesía, y de noche se le perdió un navío de poco porte, que dio al través; venían en él por capitán un hidalgo que se decía Cristóbal de Morante, natural de Medina del Campo, y se ahogó cierta gente, y con toda la demás flota vino a San Juan de Ulúa; y como se supo de aquella grande armada, que para haberse hecho en la isla de Cuba, grande se puede llamar, tuvieron noticia della los soldados que había enviado Cortés a buscar las minas, y viénense a los navíos del Narváez los tres dellos, que se decían Cervantes "el chocarrero", y Escalona, y otro que se decía Alonso Hernández Carretero; y cuando se vieron dentro en los navíos y con el Narváez, dice que alzaban las manos a Dios, que los libró del poder de Cortés y de salir de la gran ciudad de México, donde cada día esperaban la muerte; y como comían con el Narváez y les mandaba dar a beber demasiado, estábanse diciendo los unos a los otros delante del mismo general: "Mirad sí es mejor estar aquí bebiendo buen vino que no cautivo en poder de Cortés, que nos traía de noche y de día tan avasallados, que no osábamos hablar, y aguardando de un día a otro la muerte al ojo"; y aun decía el Cervantes, como era truhán, so color de gracias: "Oh Narváez, Narváez, qué bienaventurado que eres e a qué tiempo has venido, que tiene ese traidor de Cortés allegados más de setecientos mil pesos de oro, y todos los soldados están muy mal con él porque les ha tomado mucha parte de lo que les cabía del oro de parte, e no quieren recibir lo que les da.
" Por manera que aquellos soldados que se nos huyeron eran ruines y soeces, y decían al Narváez mucho más de lo que quería saber. Y también le dieron por aviso que ocho leguas de allí estaba poblada una villa que se dice Villa Rica de la Veracruz, y estaba en ella un Gonzalo de Sandoval con sesenta soldados, todos viejos y dolientes, y que si enviase a ellos gente de guarda, luego se darían, y le decían otras muchas cosas. Dejemos todas estas pláticas, y digamos cómo luego lo alcanzó a saber el gran Montezuma cómo estaban allí surtos los navíos, y con muchos capitanes y soldados, y envió sus principales secretamente que no lo supo Cortés, y les mandó dar comida y oro y plata, y que de los pueblos más cercanos les proveyesen de bastimento; y el Narváez envió a decir al Montezuma muchas malas palabras y descomedimientos contra Cortés y de todos nosotros que éramos unas gentes malas, ladrones, que veníamos huyendo de Castilla sin licencia de nuestro rey y señor; y que como tuvo noticia el rey nuestro señor, que estábamos en estas tierras, y de los males y robos que hacíamos, y teníamos preso al Montezuma, para estorbar tantos daños, que le mandó al Narváez que luego viniese con todas aquellas naos y soldados y caballeros para que le suelten de las prisiones, y que a Cortés y a todos nosotros, como malos, nos prendiesen o matasen, y en las mismas naos nos enviasen a Castilla, y que cuando allá llegásemos nos mandaría matar; y le envió a decir otros muchos desatinos; y eran los intérpretes para dárselos a entender a los indios los tres soldados que se nos fueron, que ya sabían la lengua.
Y además destas pláticas, les envió el Narváez ciertas cosas de Castilla. Y cuando Montezuma lo supo, tuvo gran contento con aquellas nuevas; porque, como le decían que tenía tantos navíos e caballos e tiros y escopetas y ballesteros, y eran mil y trescientos soldados y dende arriba, creyó que nos perdería. Y además desto, como sus principales vieron a nuestros tres soldados (que traidores bellacos se pueden llamar) con el Narváez y veían que decían mucho mal de Cortés, tuvo por cierto todo lo que el Narváez le envió a decir; y todo la armada se la llevaron pintada en dos paños al natural. Entonces el Montezuma le envió mucho más oro y mantas, y mandó que todos los pueblos de la comarca le llevasen bien de comer, e ya había tres días que lo sabía el Montezuma, y Cortés no sabía cosa ninguna. E un día yéndole a ver nuestro capitán y a tenerle palacio, después de las cortesías que entre ellos se tenían, pareció al capitán Cortés que estaba el Montezuma muy alegre y de buen semblante, y le dijo: qué tal se sentía; y el Montezuma respondió que mejor estaba; y también, como el Montezuma le vio ir a visitar en un día dos veces, temió que Cortés sabía de los navíos, y por ganar por la mano y que no le tuviese por sospechoso le dijo: "Señor Malinche, ahora en este punto me han llegado mensajeros de cómo en el puerto donde desembarcasteis han venido diez y ocho navíos y mucha gente y caballos; e todo nos lo traen pintado en unas mantas; y como me visitasteis hoy dos veces, creí que me veníais a dar nuevas dello; así que no habréis menester hacer navío; y porque no me lo decíais, por una parte tenía enojo en vos de tenérmelo encubierto, y por otra me holgaba porque vienen vuestros hermanos, para que todos os vayáis a Castilla e no haya más palabras.
" Y cuando Cortés oyó lo de los navíos y vio la pintura del paño se holgó en gran manera, y dijo: "Gracias a Dios, que al mejor tiempo provee." Pues nosotros los soldados eran tanto el gozo, que no podíamos estar quedos, y de alegría escaramuzaron los caballos y tiramos tiros; e Cortés estuvo muy pensativo, porque bien entendió que aquella armada que le enviaba el gobernador Velázquez contra él y contra todos nosotros. Y como supo que era, comunicó lo que sentía della con todos nosotros, capitanes y soldados, y con grandes dádivas y ofrecimientos que nos haría ricos a todos nos atraía para que tuviésemos con él. Y no sabía quién venía por capitán; y estábamos muy alegres con las nuevas y con el más oro que nos había dado Cortés por vía de mercedes, como que lo daba de su hacienda, y no de lo que nos cabía de parte, y viendo el gran socorro e ayuda que nuestro señor Jesucristo nos enviaba. E quedarse ha aquí, e diré lo que pasó en el real de Narváez.
" Por manera que aquellos soldados que se nos huyeron eran ruines y soeces, y decían al Narváez mucho más de lo que quería saber. Y también le dieron por aviso que ocho leguas de allí estaba poblada una villa que se dice Villa Rica de la Veracruz, y estaba en ella un Gonzalo de Sandoval con sesenta soldados, todos viejos y dolientes, y que si enviase a ellos gente de guarda, luego se darían, y le decían otras muchas cosas. Dejemos todas estas pláticas, y digamos cómo luego lo alcanzó a saber el gran Montezuma cómo estaban allí surtos los navíos, y con muchos capitanes y soldados, y envió sus principales secretamente que no lo supo Cortés, y les mandó dar comida y oro y plata, y que de los pueblos más cercanos les proveyesen de bastimento; y el Narváez envió a decir al Montezuma muchas malas palabras y descomedimientos contra Cortés y de todos nosotros que éramos unas gentes malas, ladrones, que veníamos huyendo de Castilla sin licencia de nuestro rey y señor; y que como tuvo noticia el rey nuestro señor, que estábamos en estas tierras, y de los males y robos que hacíamos, y teníamos preso al Montezuma, para estorbar tantos daños, que le mandó al Narváez que luego viniese con todas aquellas naos y soldados y caballeros para que le suelten de las prisiones, y que a Cortés y a todos nosotros, como malos, nos prendiesen o matasen, y en las mismas naos nos enviasen a Castilla, y que cuando allá llegásemos nos mandaría matar; y le envió a decir otros muchos desatinos; y eran los intérpretes para dárselos a entender a los indios los tres soldados que se nos fueron, que ya sabían la lengua.
Y además destas pláticas, les envió el Narváez ciertas cosas de Castilla. Y cuando Montezuma lo supo, tuvo gran contento con aquellas nuevas; porque, como le decían que tenía tantos navíos e caballos e tiros y escopetas y ballesteros, y eran mil y trescientos soldados y dende arriba, creyó que nos perdería. Y además desto, como sus principales vieron a nuestros tres soldados (que traidores bellacos se pueden llamar) con el Narváez y veían que decían mucho mal de Cortés, tuvo por cierto todo lo que el Narváez le envió a decir; y todo la armada se la llevaron pintada en dos paños al natural. Entonces el Montezuma le envió mucho más oro y mantas, y mandó que todos los pueblos de la comarca le llevasen bien de comer, e ya había tres días que lo sabía el Montezuma, y Cortés no sabía cosa ninguna. E un día yéndole a ver nuestro capitán y a tenerle palacio, después de las cortesías que entre ellos se tenían, pareció al capitán Cortés que estaba el Montezuma muy alegre y de buen semblante, y le dijo: qué tal se sentía; y el Montezuma respondió que mejor estaba; y también, como el Montezuma le vio ir a visitar en un día dos veces, temió que Cortés sabía de los navíos, y por ganar por la mano y que no le tuviese por sospechoso le dijo: "Señor Malinche, ahora en este punto me han llegado mensajeros de cómo en el puerto donde desembarcasteis han venido diez y ocho navíos y mucha gente y caballos; e todo nos lo traen pintado en unas mantas; y como me visitasteis hoy dos veces, creí que me veníais a dar nuevas dello; así que no habréis menester hacer navío; y porque no me lo decíais, por una parte tenía enojo en vos de tenérmelo encubierto, y por otra me holgaba porque vienen vuestros hermanos, para que todos os vayáis a Castilla e no haya más palabras.
" Y cuando Cortés oyó lo de los navíos y vio la pintura del paño se holgó en gran manera, y dijo: "Gracias a Dios, que al mejor tiempo provee." Pues nosotros los soldados eran tanto el gozo, que no podíamos estar quedos, y de alegría escaramuzaron los caballos y tiramos tiros; e Cortés estuvo muy pensativo, porque bien entendió que aquella armada que le enviaba el gobernador Velázquez contra él y contra todos nosotros. Y como supo que era, comunicó lo que sentía della con todos nosotros, capitanes y soldados, y con grandes dádivas y ofrecimientos que nos haría ricos a todos nos atraía para que tuviésemos con él. Y no sabía quién venía por capitán; y estábamos muy alegres con las nuevas y con el más oro que nos había dado Cortés por vía de mercedes, como que lo daba de su hacienda, y no de lo que nos cabía de parte, y viendo el gran socorro e ayuda que nuestro señor Jesucristo nos enviaba. E quedarse ha aquí, e diré lo que pasó en el real de Narváez.