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Datos principales
Desarrollo
CANTO TREINTA Y VNO Como se fue prosiguiendo la batalla, hasta alcanzar la victoria, y como se pegó á todo elpueblo, y de otras cosas que fueron sucediendo Siempre la preuencion y diligencia, Hastuta vigilancia, y el cuidado, De no perder jamas vn solo punto, Estando en la batalla el buen guerrero, Es lo que mas encumbra, y mas lebanta, El claro resplandor, y la grandeza, De los heroicos hechos hazañosos, Que assi vemos emprende y acomete, Con cuias buenas partes el sargento, Pero Sanchez Monrroi, Marcos Garcia, Martin Ramirez, y Christoual Lopez, Iuan Lucas, Iuan de Olague, y Cabanillas, Iuan Catalan, Zapata, y Andres Perez, Francisco de Ledesma, y el buen Marquez, No tienden apañando con mas ayre, La corba hoz los diestros segadores, Quando apriessa añudan sobre el braço, Vna y otra manada, y assi juntos, Lebantan por mil partes sus gauillas, Como estos brauos y altos combatientes, Que en vn grande ribaço tropeçando, De cuerpos ya difuntos no cessauan, De fresca y roja sangre con que estaua, Por vna y otra parte todo el muro, Bañado y sangrentado sin que cosa, Quedase que teñida no estuuiesse, Mas no por esto amainan y se rinden, Los baruaros furiosos, mas qual vemos, Crecer y lebantar las brauas llamas, De poderosos vientos combatidas, Que mientras mas las soplan y combaten, Mas en su braua fuerça y gran pujança, Assi feroces todos rebramando, A boca de cañon arremetian, Sin miedo ni rezelo de la fuerça, De las soberuias balas que à barrisco, A todos los lleuauan y acabauan, Y viendo el de Zaldiuar tal fiereza, Como valiente tigre que acosado, Se ve de los monteros, y rabioso, Contra los hierros buelue y perros brauos, Que assi le van siguiendo y hostigando, Y a fuerça de los dientes y los braços, A todos los retira, esparce y hiere, Assi vuestro Español furioso ayrado, La poderosa diestra alli rebuelue Y anduuo la batalla en si tan fuerte, Y de ambas partes tanto ensangrentada, Que solo Dios inmenso alli les era, Bastante a reprimir su fuerça braua, Por cuia gran braueza luego quiso, El hastuto Sargento se guindasen, Dios pieças de campaña, y en el inter, Hablando con los suyos les dezia, Fundamento de casas solariegas, Columnas de la Iglesia no vencida, Espejo de esforcados, cuios pechos, Merecen con razon estar honrrados, Con rojas cruzes blancas, y con verdes, Oy suben vuestras obras a la cumbre, Y mas alto omenage que Españoles, Nunca jamas assi las lebantaron, No las dexcis caer, tened el peso, Que assi sustenta y pesa la grandeza, Del hecho mas honrroso, y mas gallardo, Que jamas nunca vieron braços nobles, En esto las dos piezas se subieron, Y assentadas al puesto y à la parte, Por donde à caso fueron embistiendo, Trescientos brauos baruaros furiosos, Terribles gritos todos lebantando, Y assi como de hecho arremetieron, De presto las dos pieças regoldaron, Cada dozientos clauos, y con esto, Qual suelen las hurracas que espantadas, Suspenden los chirridos y grasnidos, Con la fuerça de poluora que arroja, De municion gran copia, con que vemos, Escapar à las vnas y à las otras, Quedar perniquebradas, y otras muertas, Y otras barriendo el suelo con las alas, El negro pico auierto, y con las tripas, Arrastrando rasgadas las entrañas, No de otra suerte juntos todos vimos, De subito gran suma de difuntos, Tullidos, mancos, cojos, destroncados, Auiertos por los pechos mal heridos, Rasgadas las cabeças y los braços, Auiertos por mil partes, y las carnes, Vertiendo viua sangre agonizando, Las inmortales almas despedian, Dexando alli los cuerpos palpitando, Con cuias muertes Qualco corajoso, Qual suele el espadarte que en la fuerça, Del espeso cardume embiste y rasga, Las mallas de las redes y, las rompe, Y à los opressos pezes assegura, Y libre libertad les da y gallardo, Blandiendo el ancho lomo y fuerte espada, Las cristalinas aguas va hendiendo, Desempachado, alegre, suelto y ledo, Assi el fuerte baruaro imbencible, En sus valientes fuerças sustentado, Y con razón, pues dos valientes toros, En los llanos de Zibola rendidos, A sus valientes braços vieron tuuo, Auiendo derramado alli à los muestros, Y hecho vna ancha placa como vn toro, Para Diego Robledo fue embistiendo, Con vna corta maça y en llegando, Para el valiente Roble fue largando, La hoja el Español, y fue bajando, La maça poderosa, y todo aquello, Que la espada excedia, fue colando, Por el baruaro pecho y ancha espalda, La rigurosa punta de manera, Que de vna y otra vanda atrauesado, El poderoso Qualco mal herido, Alli largó la maça, y con el puño.
Auiendole otra vez atrabesado, Le dio tan grande golpe en el costado, Que dio con el hipando, y boqui auierto, Casi por muerto en tierra, y con presteza, Antes que recobrase algun aliento, Assiole por la pierna, y como vemos, Al rustico villano quando assienta, El mazizo guijarro en lo mas ancho, De la rebuelta honda, y sobre el braço, Dandole en torno bueltas le despide, Zumbando por el concabo del ayre, No de otra suerte Qualco reboluiendo, Con vna y otra buelta al brauo Roble, Por encima del braço y la cabeça, No bien le despidio dos largas hraças, Quando sin alma el baruaro difunto, Caiò tendido en tierra, y tras desto, Viendose el Español alli arrastrado, De generosa afrenta va vencido, Cobrandose furioso fue embistiendo, Qual regañado gato que a los botes, Con la maganta hambre se abalança, Y alli los dientes claua y se afierna, Con las agudas vñas lebantando, La cola regordida y pelo hierto, Y en el difunto cuerpo tropezando, Suspenso se quedò alli temblando, Notando la gran fuerça que alcançaua, Y la poca que muerto alli tenia, En esto el gran Zapata, y buen Cordero, Cortés, Francisco Sanchez, y Pedraza, Ribera, Iuan Medel, y Alonso Sanchez, Iuan Lopez y Naranjo, y noble Ayarde, Simon de Paz, Guillen, Villauiciosa, Carabajal, Montero, con Villalua, Dieron en pegar fuego por las casas, Por ponerles temor, mas no por esto, Algun tanto amainauan, o temian, La fuerça de las armas que cargauan, Viendo pues el Sargento la braueza, Dureza y pertinancia con que a vna, Los baruaros furiosos combatian, Por no ser ya tan gran carnizeria, Qual fuese el podador hastuto y cauto, Que juzga bien la cepa tiende y pone, La vista cuidadosa en cada rama, Y luego que la ha visto corta y tala, Los mal compuestos braços y rebiejos, Con todo lo superfluo mal trazado, Y dexa con destreza y buen acuerdo, Las varas con las vcas y pulgares, Que dizen esquilmenas prouechosas, Assi mirando el campo el gran guerrero, La soldadesca toda entresacando, De sus deuidos puestos señalados, Mando que de su parte les dixessen, Mirasen el estrago y el destrozo, De tanto miserables como estauan, Tendidos por el suelo, y se doliessen, De aquella sangre y cuerpos que el les daua, Palabra y lee de noble cuallero, De guardarles justicia, y con clemencia, Mirar todas sus causas, qual si fuera, Su verdadero padre, y luego al punto, Arrojando de flecha grande suma, Como rabiosos perros respondieron, No les tratasen desto, y que apretasen, Las armas y los dientes con los puños, Porque ellos y sus hijos, y mugeres, Era fuerça acabasen, y rindiessen, Sus vidas, y sus almas, y sus honrras, En las lides presentes, y con esto, Combatiendo furiosos embestian, A morir, o vencer, con tanta fuerça, Que pasmo y grima an todos nos causaua, Por cuia causa luego acorbadado, Pensando por aqui tener salida, Zutacapan se vino y pidio pazes, Al gallardo Sargento, y él contento, Sin conocer quien fuesse aquel aleue, Luego le dixo diesse y entregase, Solos los principales que causaron, El passado motin, y que con esto, Haria todo aquello que pudiesse, Nunca se vio jamas que assi temblase, De vn solo toque manso y blanda mano, La tierna argenteria, qual temblaua, Aqueste bruto baruaro, del dicho, Y asi suspenso, triste, y rezeloso, No bien por el ocaso derribaua, Con poderoso curso arrebatado, El Sol su bello carro y trasponia, La lumbre con que à todos alumbraua, Quando el triste poblacho todo estaua, En dos partes diuiso y apartado, Los vnos y los otros temerosos, De la fuerça de España y su braueca, Y luego que la luz salio encendida, Despues de auer los baruaros tratado, Sobre estas pazes todos grandes cosas, Viendo Zutacapan ser el primero, Que el passado motin auian causado, Con todos sus amigos y sequazes, Quales hojosos bosques sacudidos, Del poderoso boreas, y alterados, Que assi en monton confusso se rebueluen, Por vna y otra parte, y se sacuden, Las pajas lebantando, y alterando, Sus lebantadas cimas, y en contorno, Todos por todas partes se remecen, Assi estos pobres baruaros perdidos, Boluieron à las armas de manera, Que tres dias en peso los soldados, No comieron, durmieron, ni bebieron, Ni se sentaron, ni las fuertes armas, Dexaron de los puños derramando, Tanta suma de sangre que anegados, Estauan ya y cansados de verterla, En esto ya yua el fuego lebantado, Vn vapor inflamado poco à poco, Todas las tristes casas calentando, Y luego en breue rato fue cobrando, Vigor bastante, y por el seco pino, De las teosas casas y aposentos, Restallando los techos por mil partes, Vn muy espeso, denso, y tardo humo, Como gruessos vellones las ventanas, Por vna y otra parte respirauan, Y como fogosissimos bolcanes, Bolando hazia el Cielo despedian, Gran fuma de centellas y de chispas, Y assi los brutos baruaros furiosos, Viendose ya vencidos se matauan, Los vnos a los otros de manera, Que el hijo al padre, y padre al caro hijo, La vida le quitaua, y demas desto, Al fuego juntos otros ayudauan, Porque con mas vigor se lebantase, Y el pueblo consumiesse y abrasase, Solo Zutacapan y sus amigos, Huiendo de cobardes por no verse, En manos de Gicombo se escondieron, En las cueuas y senos que tenia, La fuerça del peñol, cuia grandeza, Segundo labirinto se mostraua, Segun eran sus cueuas y escondrijos, Sus salidas y entradas y aposentos, Y viendo el General y brauo Bempol, Que todos se matauan y cumplian, La fuerça de aquel pacto que jurado, Estaua de matarse, si vencidos, Saliessen de los braços Castellanos, Iuntos determinaron de matarse, Y assi por esta causa temerosos, De mal tan incurable, por no verse, En braços de la muerte, les hablaron, Ciertos amigos tristes encogidos, Pidiendoles con veras se rindiessen, Y que las vidas juntos rescatasen, Por cuia causa luego replicaron, Los pertinaces baruaros furiosos, Dezidnos Acomeses desdichados, Que estado es el que Acoma oy tiene, Para emprender vn caso tan infame, Qual este que pedis, dezid agora, Que refugio pensais que os dexa el liado, Luego que aquestas pazes celebradas, Esten con los Castillas con firmeza, No hechais de ver que auemos ya llegado Al vltimo dolor y postrer punto, Donde sin libertad es fuerça todos, Viuamos como infames triste vida, Acoma vn tiempo fue, y en alta cumbre, Vimos su heroico nombre lebantado, Y agora aquellos dioses que la mano, Le dieron por honrrarla y lebantarla, Vemos que la subieron, porque fuesse, Su misera ruina mas sentida, De aquellos miserables que esperamos, En tan debil flaqueza tal firmeza, Por cuia causa juntos acordamos, Si estais como nosotros entendemos, Firmes en la promesa que juramos, Que à la felice muerte las gargantas, Las demos y entreguemos, pues no queda, Para nuestra salud mayor remedio, Que perder la esperança que ¡los queda, De poder alcancarle y conseguirle, Y luego que con esto otras razones, El brauo General les fue diziendo, Maximino, Macrino, ni Maxencio, Procrustes, Diocleciano, Ni Tiberio, Neron, ni todo el resto de crueles, Con ninguno mostraron su braueza, Mas braua, mas atroz, ni mas terrible, Que estos consigo mismos se mostraron, No solo los varones, mas las hembras, Las vnas como Dido abandonaron, Sus cuerpos, y en las llamas perecieron, Y assi como espartanos sus hijuelos, Tambien à dura muerte se entregaron, Otras los arrojauan y laiçauan, En las ardientes llamas, y otras tristes, Con ellos abrasadas desde el muro, Las vimos con esfuerço despeñarse, Otras qual Porcia apriessa satisfechas, De brasas encendidas acabauan, Otras el tierno pecho qual Lucrecia, Con dura punta roto despedian, Las almas miserables, y otras muchas, Con otros muchos generos de muertes, Sus vidas acabauan y rendian, En este medio tiempo las hermanas, Del brauo Zutancalpo desbalidas, Fuera de si salieron à buscarle, Por acabar con el la triste vida, Cuio dolor azerbo y, triste llanto, Quiero cantar señor en nueuo canto.
Auiendole otra vez atrabesado, Le dio tan grande golpe en el costado, Que dio con el hipando, y boqui auierto, Casi por muerto en tierra, y con presteza, Antes que recobrase algun aliento, Assiole por la pierna, y como vemos, Al rustico villano quando assienta, El mazizo guijarro en lo mas ancho, De la rebuelta honda, y sobre el braço, Dandole en torno bueltas le despide, Zumbando por el concabo del ayre, No de otra suerte Qualco reboluiendo, Con vna y otra buelta al brauo Roble, Por encima del braço y la cabeça, No bien le despidio dos largas hraças, Quando sin alma el baruaro difunto, Caiò tendido en tierra, y tras desto, Viendose el Español alli arrastrado, De generosa afrenta va vencido, Cobrandose furioso fue embistiendo, Qual regañado gato que a los botes, Con la maganta hambre se abalança, Y alli los dientes claua y se afierna, Con las agudas vñas lebantando, La cola regordida y pelo hierto, Y en el difunto cuerpo tropezando, Suspenso se quedò alli temblando, Notando la gran fuerça que alcançaua, Y la poca que muerto alli tenia, En esto el gran Zapata, y buen Cordero, Cortés, Francisco Sanchez, y Pedraza, Ribera, Iuan Medel, y Alonso Sanchez, Iuan Lopez y Naranjo, y noble Ayarde, Simon de Paz, Guillen, Villauiciosa, Carabajal, Montero, con Villalua, Dieron en pegar fuego por las casas, Por ponerles temor, mas no por esto, Algun tanto amainauan, o temian, La fuerça de las armas que cargauan, Viendo pues el Sargento la braueza, Dureza y pertinancia con que a vna, Los baruaros furiosos combatian, Por no ser ya tan gran carnizeria, Qual fuese el podador hastuto y cauto, Que juzga bien la cepa tiende y pone, La vista cuidadosa en cada rama, Y luego que la ha visto corta y tala, Los mal compuestos braços y rebiejos, Con todo lo superfluo mal trazado, Y dexa con destreza y buen acuerdo, Las varas con las vcas y pulgares, Que dizen esquilmenas prouechosas, Assi mirando el campo el gran guerrero, La soldadesca toda entresacando, De sus deuidos puestos señalados, Mando que de su parte les dixessen, Mirasen el estrago y el destrozo, De tanto miserables como estauan, Tendidos por el suelo, y se doliessen, De aquella sangre y cuerpos que el les daua, Palabra y lee de noble cuallero, De guardarles justicia, y con clemencia, Mirar todas sus causas, qual si fuera, Su verdadero padre, y luego al punto, Arrojando de flecha grande suma, Como rabiosos perros respondieron, No les tratasen desto, y que apretasen, Las armas y los dientes con los puños, Porque ellos y sus hijos, y mugeres, Era fuerça acabasen, y rindiessen, Sus vidas, y sus almas, y sus honrras, En las lides presentes, y con esto, Combatiendo furiosos embestian, A morir, o vencer, con tanta fuerça, Que pasmo y grima an todos nos causaua, Por cuia causa luego acorbadado, Pensando por aqui tener salida, Zutacapan se vino y pidio pazes, Al gallardo Sargento, y él contento, Sin conocer quien fuesse aquel aleue, Luego le dixo diesse y entregase, Solos los principales que causaron, El passado motin, y que con esto, Haria todo aquello que pudiesse, Nunca se vio jamas que assi temblase, De vn solo toque manso y blanda mano, La tierna argenteria, qual temblaua, Aqueste bruto baruaro, del dicho, Y asi suspenso, triste, y rezeloso, No bien por el ocaso derribaua, Con poderoso curso arrebatado, El Sol su bello carro y trasponia, La lumbre con que à todos alumbraua, Quando el triste poblacho todo estaua, En dos partes diuiso y apartado, Los vnos y los otros temerosos, De la fuerça de España y su braueca, Y luego que la luz salio encendida, Despues de auer los baruaros tratado, Sobre estas pazes todos grandes cosas, Viendo Zutacapan ser el primero, Que el passado motin auian causado, Con todos sus amigos y sequazes, Quales hojosos bosques sacudidos, Del poderoso boreas, y alterados, Que assi en monton confusso se rebueluen, Por vna y otra parte, y se sacuden, Las pajas lebantando, y alterando, Sus lebantadas cimas, y en contorno, Todos por todas partes se remecen, Assi estos pobres baruaros perdidos, Boluieron à las armas de manera, Que tres dias en peso los soldados, No comieron, durmieron, ni bebieron, Ni se sentaron, ni las fuertes armas, Dexaron de los puños derramando, Tanta suma de sangre que anegados, Estauan ya y cansados de verterla, En esto ya yua el fuego lebantado, Vn vapor inflamado poco à poco, Todas las tristes casas calentando, Y luego en breue rato fue cobrando, Vigor bastante, y por el seco pino, De las teosas casas y aposentos, Restallando los techos por mil partes, Vn muy espeso, denso, y tardo humo, Como gruessos vellones las ventanas, Por vna y otra parte respirauan, Y como fogosissimos bolcanes, Bolando hazia el Cielo despedian, Gran fuma de centellas y de chispas, Y assi los brutos baruaros furiosos, Viendose ya vencidos se matauan, Los vnos a los otros de manera, Que el hijo al padre, y padre al caro hijo, La vida le quitaua, y demas desto, Al fuego juntos otros ayudauan, Porque con mas vigor se lebantase, Y el pueblo consumiesse y abrasase, Solo Zutacapan y sus amigos, Huiendo de cobardes por no verse, En manos de Gicombo se escondieron, En las cueuas y senos que tenia, La fuerça del peñol, cuia grandeza, Segundo labirinto se mostraua, Segun eran sus cueuas y escondrijos, Sus salidas y entradas y aposentos, Y viendo el General y brauo Bempol, Que todos se matauan y cumplian, La fuerça de aquel pacto que jurado, Estaua de matarse, si vencidos, Saliessen de los braços Castellanos, Iuntos determinaron de matarse, Y assi por esta causa temerosos, De mal tan incurable, por no verse, En braços de la muerte, les hablaron, Ciertos amigos tristes encogidos, Pidiendoles con veras se rindiessen, Y que las vidas juntos rescatasen, Por cuia causa luego replicaron, Los pertinaces baruaros furiosos, Dezidnos Acomeses desdichados, Que estado es el que Acoma oy tiene, Para emprender vn caso tan infame, Qual este que pedis, dezid agora, Que refugio pensais que os dexa el liado, Luego que aquestas pazes celebradas, Esten con los Castillas con firmeza, No hechais de ver que auemos ya llegado Al vltimo dolor y postrer punto, Donde sin libertad es fuerça todos, Viuamos como infames triste vida, Acoma vn tiempo fue, y en alta cumbre, Vimos su heroico nombre lebantado, Y agora aquellos dioses que la mano, Le dieron por honrrarla y lebantarla, Vemos que la subieron, porque fuesse, Su misera ruina mas sentida, De aquellos miserables que esperamos, En tan debil flaqueza tal firmeza, Por cuia causa juntos acordamos, Si estais como nosotros entendemos, Firmes en la promesa que juramos, Que à la felice muerte las gargantas, Las demos y entreguemos, pues no queda, Para nuestra salud mayor remedio, Que perder la esperança que ¡los queda, De poder alcancarle y conseguirle, Y luego que con esto otras razones, El brauo General les fue diziendo, Maximino, Macrino, ni Maxencio, Procrustes, Diocleciano, Ni Tiberio, Neron, ni todo el resto de crueles, Con ninguno mostraron su braueza, Mas braua, mas atroz, ni mas terrible, Que estos consigo mismos se mostraron, No solo los varones, mas las hembras, Las vnas como Dido abandonaron, Sus cuerpos, y en las llamas perecieron, Y assi como espartanos sus hijuelos, Tambien à dura muerte se entregaron, Otras los arrojauan y laiçauan, En las ardientes llamas, y otras tristes, Con ellos abrasadas desde el muro, Las vimos con esfuerço despeñarse, Otras qual Porcia apriessa satisfechas, De brasas encendidas acabauan, Otras el tierno pecho qual Lucrecia, Con dura punta roto despedian, Las almas miserables, y otras muchas, Con otros muchos generos de muertes, Sus vidas acabauan y rendian, En este medio tiempo las hermanas, Del brauo Zutancalpo desbalidas, Fuera de si salieron à buscarle, Por acabar con el la triste vida, Cuio dolor azerbo y, triste llanto, Quiero cantar señor en nueuo canto.