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CANTO HONZE Como escriuio Don Iuan al Virrey, y como hizieron boluer al Padre Fray Diego Marquez: y como fue marchando el campo al Rio de San Pedro: y escolta que se embio, para que los Religiosos le alcançasen: y salida que hizo el Sargento mayor, à explorar el Rio del Norte, y trabajos que padecio siguiendo su demanda Como quiera que el alma lastimada, Es cierto que descansa quando cuenta, La fuerça del dolor, que la fatiga, Por solo descansar de sus trabajos, Cercado de dolor y desconsuelo, Aqueste molestado cauallero, Tomon papel y tinta, y vna carta, Despachò luego al Conde en que dezia, Las grandes aflicciones y congojas, Las perdidas, los gastos, y trabajos, Persecuciones, cargas, y disgustos, Que esta larga jornada auia tenido, Y aquel ardiente zelo y buen desseo, Que de seruir à Dios, y à vuestro padre, En el estuuo siempre, y aquel ansia, De ver la conuersion de tantas gentes, Al gremio de la Iglesia reduzidas, Y aquella gran paciencia y obediencia, Que à vn millon de disgustos y de agrauios, Tambien auia tenido y sustentato, Y la esperança firme que tenia, En las promesas, cartas, y palabras, Que tantas vezes quiso prometerle, Y aquella voluntad illustre y santa, De vuestro inmenso Padre en las mercedes, Que siempre fue seruido de mostrarle, En todos los despachos que hazia, Mediante cuia fuerça fue assentada, Con el aquesta entrada con empeño, Que de su fee y palabra le fue dada, De guardarle y cumplirle todo aquello, que con el se pusiesse, y se assentase, Cuia inuiolable prenda no sufria, Por ningun caso, quiebra, ni tardança, Y viendo como via tan mal logro, De todos sus seruicios y trabajos, De dos años y medio ya passados, Pensando que adelante muchos passos, Estaua ya, y muy cerca de la palma, Corona, gloria, y triunfo que esperaua, Quien tambien merecia ser premiado, Se via tan atras, que colegia, Dos cosas por muy ciertas, è infalibles, La vna, que esta entrada trabajosa, Que era cierta de Dios, pues que lleuaua, El camino derecho de sus obras, Pues à fuerça de Cruz, y de quebrantos, Auia sido siempre sustentada, Y en quanto à la segunda no sabia, Porque razon, camino, o porque causa, O por qual de las muchas obras buenas, Que por esta jornada auia sufrido, Era tan perseguido y maltratado, Si por lleuar la Iglesia y ensancharla, Por entre aquellos baruaros perdidos, Ciegos de lumbre, Fè, y de la sangre, Que fue por todo el mundo derramada, O si poner à riesgo por seruiros, Su vida, su persona, y su hazienda, Si el ser tratado siempre como esclauo, Si el sufrir tan gran tiempo los trabajos, De dilacion tan larga, y tan costosa, Pidiendole perdon si se quejaua, Porque estaua herido y lastimado, Y jamas de ninguno socorrido, Mas antes calumniado y probocado, Con otras muchas cosas lastimosas, Que assi quiso escreuirle y auisarle, Cerrada pues la carta y despachada, Luego tras desto vino vn grande golpe, Que à todos nos causò vn gran disgusto, Y fue, que ciertos tristes desalmados, Por inuencion diabolica secreta, Trazaron de manera que no fuesse, El buen fray Diego Marquez la jornada, Vnico confessor, amparo y fuerça, De todo aqueste campo perseguido, Que por mucho por su ausencia de dolia, Por auer sido la primera vassa, Sobre que fue fundado y lebantado, Y viendo el General su gran desgracia, Y que era ya forçosa su quedada, En prendas del amor que le tenia, Con mil abraços tiernos y apretados, Vna deuota Imagen, y vn Rosario, Y de dona Maria de Garlarça, Que era su muy amada y cara hermana, Vn bello niño Iesus quiso darle, Cuia hechura santa no tenia, Ningun valor ni precio, por la alteza, Con que el artista quiso figurarlo, Pues luego que de todos despedido, Salio el vendito Padre sin consuelo, Mandò el Gouernador se preuiniesse, Escolta suficiente, y se aprestase, Para traer los Padres Religiosos, Que con su Comissario ya venian, Marchando bien apriessa en nuestro alcançe, Cuia preuencion hizo con auiso, Por dezir que la gente Tepeguana, Estaua rebelada y alterada, Estando pues la escolta preuenida, La qual fue encomendada y encargada, Al Capitan Farfan, salio marchando, Y juntamente el campo fue saliendo, La buelta de san Pedro, que es vn Rio, De cristalinas aguas y pescado, Por todo extremo lindo y regalado, A cuio puesto yua enderezando, El pobre General qual gruessa naue, Que sin ningun registro va sulcando, El poderoso y largo mar tendido, No de otra suerte assi se fue lançando, Al ancho campo por camino incierto, Hasta llegar al puesto donde luego, Aguardando los Padres fue assentando, La fuerça del exercito en sus tiendas, Y estando algunos dias aguardando, Llegò toda la escolta con la Iglesia, Vna jornada larga de aquel sitio, Y dando auiso luego que venia, Fray Alonso Martinez Religioso, De singular virtud y nobles prendas, Por cabeça y patron de aquella naue, Cuia graue persona acompañauan, El Padre Fray Francisco de Zamora, El Padre Rozas, San Miguel, y Claros, El Padre Lugo, y Fray Andres Corchado, Y aquellos dos venditos Padres legos, Fray Pedro de Vergara, con el Padre, Fray Iuan, y tres hermanos que truxeron, Martin, Francisco, y Iuan de Dios el bueno, Pues luego cine don Iuan la nueua supo, Dos Capitanes despachò à darles, Con vna noble esquadra de guerreros, El bien venido à todos con palabras, De gran comedimiento, y buen respecto, Y tras dellos se fue con todo el campo, En formado esquadron, y sin tardança, Assi como los vicio seys hileras, Mando se adelantasen de banguardia, Con segundo recado cortesano, Y auiendo el Comissario de su parte, Despachado à dos nobles Religiosos, Para que la suya visitasen, A nuestro General, aquesto hecho, Los dos ilustres bracos poderosos, A mas andar se fueron acercando, Y escupiendo las llaues viuo fuego, Vna gran salua todos le hizieron, Y auiendose abraçado y recebido, Con terminos discretos y razones, Muy graues y pesadas reboluieron, Y luego que al exercito llegaron, Segunda salua todos le hizieron, Y en vna ancha enrramada se apearon, Donde estauan las mesas preuenidas, Y alli los Capitanes y oficiales, Con ellos todos juntos se assentaron, Y vna grande comida les siruieron, Con muy cortes criança regalada, Despues de todo aquesto por sus tiendas, Fueron los Religiosos recogidos, En este medio tiempo auia salido, El Sargento mayor à toda priessa, Con tres Pilotos grandes que dezian, Ser en aquella tierra bien cursados, Por solo descubrir las turbias aguas, Del caudaloso Rio que del Norte, Dieron con quatro baruaros que andauan, Acaso en el desierto monteando, Pensando de cazar, y fueron pressos, Y como al elefante, y vnicornio, Despues de pressos suelen regalarlos, Assi con blandas muestras y señales, A todos les mostraron noble pecho, De noble coraçon cenzillo y llano, Y solo les pidieron que los lleuasen, A las aguas del Norte con promesa, Que assi como las viesen les darian, A todos libertad, sin que quebrasen, La fuerça de palabra que en empeño, A todos ofrecieron y empeñaron, Y porque el Sol tres dias naturales, Auia dado buelta al alto Cielo, Y gota de agua nadie auia bebido, Llegò Manuel, Francisco, con Munuera, Iuan de Leon, Rodriguez, y Bustillo, Y Pablo de Aguilar con buenas nueuas, De vna apazible fuente descubierta, Y juntos todos ya con el Sargento, Que en busca de agua y gente diuididos, Andauan por el campo derramados, Para la fuente juntos embistieron, Y puestos en el agua como pezes, Assi se abalançaron sin sentido, Valiendose mas della que del ayre, Satisfechos pues todos otro dia, Mandò el Sargento que los tres pilotos, Con algunos amigos se boluiessen, Y por cumplir el orden que tenia, Del noble General mandò callasen, Y cosa de trabajos no dixessen, A nadie del Real, mas que contasen, Alegres nueuas todos publicando, Dexauan buen camino descubierto, Deciende manso, y tanto se embrabeze, Que tambien Rio brauo le llamamos, Saliendo pues las guias descubrieron, De san Martin los llanos mas tendidos, Y alli desatinaron de manera, Que como caçadores que disparan, Otra segunda jara desde el puesto, Para poder tomar mejor la via, De la primera saeta que perdieron, Assi determinaron de boluerse, Al puesto de los llanos, y otro rumbo, Seguir muy diferente que el primero, Mas qual veloz cometa cuio curso, No vemos que jamas atras rebuelue, Assi determinado en su distino, Disgustoso el Sargento nunca quiso, Que atras passo se diesse, ni pensase, Y que para adelante por la parte, Que mas gusto les diesse caminasen, En cuio pensamiento fue resuelto, Por la gran presuncion que auian mostrado, Aquestos tres Pilotos confiados, En su propia virtud y vana ciencia, Y assi fueron corriendo grandes tierras, Mas como ciegos, que à los ciegos guian, Que todos se embarrancan y se pierden, Assi perdidos todos zozobrados, Acudiendo à la tabla y al madero, Que mas à mano pudo ser topasen, Assi buscaron luego algunos indios, Que fuessen de la tierra naturales, Y viendo vn grande humo lebantado, Las riendas reboluieron con presteza, Marzelo de Espinosa, y Iuan Piñero, Villabiciosa, Olague, y assi juntos, Como astutos caudillos de pillage, Redoblando con fuerça el azicate, De buenos pastos, aguas, y buen monte, Y que si alguno fuesse preguntado, Que à que se detenia, o porque causa, Disessen que por descubrir mas tierra, De aquella que dexauan descubierta, Y esto determino porque faltauan, De todo punto ya los bastimentos, Bueltos pues los amigos con la nueuas, El Sargento mayor con sus soldados, Rompiendo por cien mil dificultades, De hambre, sed, cansancio, y de disgustos, Encuentros, y refriegas que tuuieron, Guiados de los baruaros llegaron, Por grandes riscos, tierras, y quebradas, Al Rio que buscauan, y alli juntos, Mataron vn cauallo, y le comieron, Con esto dieron buelta, y despidicron, Aquellos quatro baruaros amigos, Dandoles de la ropa que lleuauan, Y el General temiendo su gran falta, Mandò que el Capitan Landin saliesse, Y algun socorro luego le lleuasse, Tambien quiso que yo con el me fuesse, Y assi juntos los dos con seys soldados, Salimos en su busca, y le encontramos, Al cabo de diez dias ya cumplidos, El alma entre los dientes animando, El, y toda su esquadra à Iuan Rodriguez, Que en vn flaco cauallo atrauesado, De hambre ya rendido le traian, Esperando su muerte, y que acabase, En cuio puesto todos socorridos, Dexandonos alli nos encargaron, Que vn gran trecho fuessemos corriendo, Por las faldas de vn cerro prolongado, Y viessemos si el campo todo junto, Por el romper pudiesse algunas leguas, Con esto todo luego prosiguieron, A dar razon y cuenta del sucesso, A solo el General, y con contento, A todos los del campo consolaron, Con nueuas muy alegres de la tierra, Y entre tanto nosotros descubrimos, Vn buen pedazo de camino llano, De buenos pastos, y aguas regaladas, Aqui se le ofrecio hazer despacho, A la Ciudad de Mexico nombrada, A nuestro General, y confiado, Del Capitan Landin mandò boluiesse, Y vn pliego con presteza le lleuase, Hecho pues el despacho luego fuimos, Marchando con el campo muy gustosos, Hasta llegar al agua que llamaron, Del santo Sacramento, cuio nombre, Los Padres Religiosos le pusieron, Porque alli junto della celebraron, El Iueues Santo, de la santa Cena, Por cuia santa noche, y santo dia, Mandò el Gouernador que se hiziesse, De poderosos arboles y troncos, Vna grande capilla muy bien hecha, Toda con sus doseles bien colgada, Y enmedio della vn triste Monumento, Donde la vida vniuersal del mundo, En el se sepultase y encerrase, Con mucha escolta, y guarda de soldados, Y siendo el General alli de prima, Los Religiosos todos de rodillas, La noche toda entera alli belaron, Vbo de penitentes muy contritos, Vna sangrienta y grande deziplina, Pidiendo à Dios con lagrimas y ruegos, Que como su grandeza abrio camino, Por medio de las aguas, y à pie enjuto, Los hijos de Isrrael salieron libres, Que assi nos libertasse, y diesse senda, Por aquellos tristisimos desiertos, Y paramos incultos desabridos, Porque con bien la Iglesia se lleuase, Hasta la nueua Mexico remota, De bien tan importante y saludable, Pues no menos por ellos fue vertida, Aquella santa noche dolorosa, Su muy preciosa sangre que por todos, Aquellos que la alcançan, y la gozan, Y porque su bondad no se escusase, A grandes vozes por el campo à solas, Descalças las mujeres y los niños, Misericordia todos le pedian, Y los soldados juntos à dos puños, Abriendose por vno y otro lado, Con crueles azotes las espaldas, Socorro con gran priessa le pedian, Y los humildes hijos de Francisco, Cubiertos de zilicios y deuotos, Instauan con clamores y plegarias, Porque Dios los oyesse y aiudase, Y el General en vn lugar secreto, Que quiso que yo solo le supiesse, Hincado de rodillas fue vertiendo, Dos fuentes de sus ojos, y tras dellas Rasgando sus espaldas derramaua, Vn mar de roja sangre suplicando, A su gran magestad que se doliesse, De todo aqueste campo que à su cargo, Estaua todo puesto y assentado, Tambien sus dos sobrinos en sus puestos, Pedazos con azotes se hazian, Hasta que entrò la luz, y fue alumbrando, Al noble General en el oficio, Que deuia hazer porque acertase, Y assi aduirtio que pues pilotos diestros, En mar, y en tierra, no eran de importancia, Para el camino que la Iglesia santa, Auia de lleuar por el desierto, Que aquesta causa luego se encargase, A gentes de ignorancia, porque à vezes, Suele su gran bageza auentajarse, A los que son mas sabios y discretos, Y por notar mejor señor aquellos, Que cosa tan pesada les encargan, Quiero con atencion aqui pararme, Que no tendria à mucho que yo fuesse, Por ser tan grande idiota señalado, Y en cosas de ignorancia bien prouado.

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