CANTO DE NEZAHUALCÓYOTL DE ACOLHUACAN

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CANTO DE NEZAHUALCÓYOTL DE ACOLHUACAN (CON QUE SALUDÓ A MOTECUHZOMA EL VIEJO, CUANDO ESTABA ÉSTE ENFERMO) Miradme, he llegado. Soy blanca flor, soy faisán, se yergue mi abanico de plumas finas, soy Nezahualcóyotl. Las flores se esparcen, de allá vengo, de Acolhuacan. Escuchadme, elevaré mi canto, vengo a alegrar a Motecuhzoma. ¡Tantalilili, papapapa, achal, achala! ¡Que sea para bien! ¡que sea en buen momento! Donde están erguidas las columnas de jade, donde están ellas en fila, aquí en México, donde en las oscuras aguas se yerguen en blancos sauces, aquí te mecieron tus abuelos, aquel Huitzilíhuitl, aquel Acamapichtli. ¡Por ellos llora, oh Motecuhzoma! ¡Por ellos tú guardas su estera y su solio. Él te ha visto con compasión, él se ha apiadado de ti, ¡oh Motecuhzoma! A tu cargo tienes la ciudad y el solio. Un coro responde: Por ellos llora, ¡Oh Motecuhzoma! Estás contemplando el agua y el monte, la ciudad, allí ya miras a tu enfermo, ¡oh Nezahualcóyotl! Allí en las oscuras aguas, en medio del musgo acuático, haces tu llegada a México. Aquí tú haces merecimiento, allí ya miras a tu enfermo. Tú, Nezahualcóyotl. El águila grazna, el ocelote ruge, aquí es México, donde tú gobernabas Itzcóatl. Por él, tienes tú ahora estera y solio. Donde hay sauces blancos sólo tú reinas. Donde hay blancas cañas, donde se extiende el agua de jade, aquí en México. Tú, con sauces preciosos, verdes como jade, engalanas la ciudad.

La niebla sobre nosotros se extiende, ¡que broten flores preciosas! ¡que permanezcan en vuestras manos! Son vuestro canto, vuestra palabra. Haces vibrar tu abanico de plumas finas, lo contempla la garza, lo contempla el quetzal. ¡Son amigos los príncipes! La niebla sobre nosotros se extiende, ¡que broten flores preciosas! ¡que permanezcan en vuestras manos! Son vuestro canto, vuestra palabra. Flores luminosas abren sus corolas, donde se extiende el musgo acuático, aquí en México. Sin violencia permanece y prospera en medio de sus libros y pinturas, existe la ciudad de Tenochtitlan. Él la extiende y la hace florecer, él tiene aquí fijos sus ojos, los tiene fijos en medio del lago. Se han levantado columnas de jade, de en medio del lago se yerguen las columnas, es el Dios que sustenta la tierra y lleva sobre sí al Anáhuac sobre el agua celeste. Flores preciosas hay en vuestras manos, con verdes sauces habéis matizado a la ciudad, a todo aquello que las aguas rodean, y en la plenitud del día. Habéis hecho una pintura del agua celeste, la tierra de Anáhuac habéis matizado, ¡oh vosotros señores! A ti, Nezahualcóyotl, a ti, Motecuhzoma, el Dador de la vida os ha inventado, os ha forjado, nuestro padre, el Dios, en el interior mismo del agua. HE LLEGADO He llegado aquí, soy Yoyontzin. Sólo busco las flores, sobre la tierra he venido a cortarlas. Aquí corto ya las flores preciosas, para mí como aquellas de la amistad: son ellas tu ser, oh príncipe, yo soy Nezahualcóyotl, el señor de Yoyontzin. Ya busco presuroso mi canto verdadero, y así también busco a ti, amigo nuestro. Existe la reunión: es ejemplo de amistad. Por poco tiempo me alegro, por breve lapso vive feliz mi corazón en la tierra. En tanto yo exista, yo, Yoyontzin, anhelo las flores, una a una las recojo, aquí donde vivimos. Con ansia yo quiero, anhelo la amistad, la nobleza, la comunidad. Con cantos floridos yo vivo. Como si fuera de oro, como un collar fino, como ancho plumaje de quetzal, así aprecio tu canto verdadero: con él yo me alegro. ¿Quién es el que baila aquí, en el lugar de la música, en la casa de la primavera? Soy yo, Yoyontzin, ¡ojalá la disfrute mi corazón!

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