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La política exterior británica de las últimas décadas del siglo XIX suele definirse, en frase de Salisbury, como de "espléndido aislamiento", aunque -como indica A. J. P. Taylor- su autor, haciendo gala de "realpolitik", la usó en un sentido completamente opuesto, para decir lo que Gran Bretaña nunca podría alcanzar: "sólo si los británicos vivieran en un "espléndido aislamiento" podrían basar su política en principios morales". El aislamiento británico durante este período fue sólo relativo. Con excepción de los acuerdos mediterráneos, el Reino Unido no estuvo directamente implicado en el equilibrio de poder en Europa, pero mantuvo estrechas relaciones con los poderes continentales para salvaguardar sus intereses, especialmente en el Oriente Próximo. A partir de 1894 cuando, por diversas razones, los acuerdos mediterráneos no fueron renovados, se extendió la convicción entre los políticos británicos de que en una escena internacional, cuyos límites se habían hecho mundiales, en la que por todas partes, y no sólo en Europa, surgían competidores por el control económico y político, el Reino Unido no podía continuar permitiéndose estar al margen de cualquier alianza. Diferentes episodios -Fashoda, Venezuela, China, Sudáfrica- vinieron a demostrarles lo difícil que era, desde tal posición, defender sus intereses en el mundo, una vez perdida la hegemonía económica de que antes disfrutaran.

Probablemente, nada hizo a los británicos tan conscientes de la situación como la política naval emprendida por el almirante Tirpitz en Alemania, a partir de 1898. Ésta era consecuencia directa de la "Weltpolitik", la política mundial de Guillermo II. "El porvenir de Alemania está en los mares", había declarado el emperador dos años antes; una política de expansión mundial necesitaba una flota, sin la cual ninguna conquista sería segura. En 1898, Alemania disponía de 22 barcos de guerra; Gran Bretaña de 147 de las mismas características. Tras las leyes navales de 1898 y 1900, los alemanes consiguieron construir en poco tiempo 28 barcos más. La carrera alemana se intensificó en 1906 y 1907 y, como consecuencia de la misma, a pesar de los esfuerzos británicos por mantener la ventaja, en 1915 la flota alemana llegaría a ser dos tercios de la inglesa. Fueron varias las posibilidades de alianzas que los británicos barajaron dentro y fuera de Europa. Las deterioradas relaciones con Francia, a causa de Fashoda, y el enfrentamiento con Rusia, tanto en el Próximo como en el Extremo Oriente, hacían más difícil la aproximación a estas potencias que, no obstante, se intentó. También se iniciaron contactos con Japón y Estados Unidos. La opción alemana era firmemente defendida por Joseph Chamberlain, ministro de Colonias en el gobierno unionista que, de acuerdo con un criterio racista, la consideraba una "alianza natural" respecto a otras posibles con países latinos.

Nada parecía obstaculizar este acuerdo. No había contenciosos pendientes entre el Reino Unido y Alemania. Lo malo es que tampoco había objetivos particulares en común. En Berlín, la propuesta británica fue recibida con reticencia. El emperador temía que, siguiendo una opinión pública desfavorable a Alemania, el Parlamento británico no ratificara un tratado entre ambos países. Por otra parte, una alianza con Gran Bretaña podría fortalecer la unión entre Francia y Rusia, que se estaba tratando de deshacer. La negociación llevada a cabo en 1901 acabó en fracaso: el "Foreign Office" propuso una alianza defensiva, en caso de guerra contra Francia y Rusia unidas, y la neutralidad si la guerra era con una sola de estas potencias. Para la "Wilhelmstrasse", la alianza británica debía ser con la Triple Alianza y no sólo con Alemania. Gran Bretaña rechazó esta propuesta, que podía llevarle a una guerra exclusivamente por los Balcanes o el Mediterráneo, e hizo una nueva oferta de acuerdo restringido que no fue aceptada. Igual que en el caso de Rusia, diez años antes, también ahora los diplomáticos alemanes despreciaron la capacidad que tenía el Reino Unido de llegar a alianzas con sus contrincantes, y las consecuencias que, en un plazo no muy largo, esto podría tener. De hecho, lo que ocurrió es que, al poco tiempo, Gran Bretaña y Francia firmaron la "Entente Cordiale", lo que supuso que, en un plazo de quince años, en Europa se pasó del aislamiento de Francia al "Einkreisung", el cerco de Alemania.

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