Bases económicas
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SegundaEdadHierro
Desarrollo
Como ocurre en el área mediterránea , uno de los factores que caracteriza el periodo es el desarrollo de una estrategia agrícola extensiva a partir de la ampliación de las áreas a cultivar, es decir, colonizaciones de tierras altas que antes no habían sido tratadas desde este sector económico; es éste el caso de los Vosgos en Francia, donde se documenta por primera vez la agricultura en el 300 a.C., en Westerwald en Alemania central o en los Alpes suizos. Paralelamente, se advierten ciertos cambios en la producción de especies vegetales y animales, que profundizan en la línea de especialización planteada en el periodo anterior; de hecho, se constata un significativo aumento del centeno, junto a las tradicionales producciones de cebada y espelta. En la fauna, al menos los resultados de Manching y de Altburg bei Bundenbach en Alemania, muestran la importancia de los bovinos, que en el caso del primero de los asentamientos pueden suponer hasta el 85 % del total del consumo de carne, siendo la caza en Manching sólo el 0,2 % del total de los restos faunísticos. Ello no quiere decir que el modelo agropecuario celta fuera único, y buena prueba de ello es el papel que los grandes rebaños de ovejas jugaron en la zona francesa tal y como reconocen las fuentes escritas. Los cambios en el sector agropecuario se articulan, en opinión de Champion, con dos factores: de un lado, el aumento demográfico, que ya supuso a principios del siglo IV un avance de la población céltica sobre el norte de Italia y en el III a.
C. sobre los Balcanes y Grecia, y de otro, la demanda de productos básicos de las regiones mediterráneas, que provocó la exportación a Italia de grano inglés, carne de cerdo alemana y productos lácteos de los Alpes. Si son importantes las informaciones que nos inducen a pensar en un sector agropecuario que sigue modelos cada vez más especializados y extensivos, según las zonas, en relación con ello hay que poner los cambios tecnológicos producidos a lo largo del siglo II a.C., como las puntas de arado en hierro y las guadañas que Wells cita como factores básicos para aumentar la producción y poner en desarrollo nuevas tierras y suelos más duros; otros factores, asimismo tecnológicos como el molino giratorio, parecen imponerse hacia la misma fecha en toda Europa central ; por último, hay que añadir también los campos célticos de dudosa adscripción cronológica, pero que de ser localizados en esta fase debieron permitir un mejor cuidado de los campos al ser cercados, ya que evitarían la entrada de los animales y debieron potenciar la tendencia a la afirmación de la propiedad familiar. Hasta el momento, sin embargo, los campos célticos con sus pequeñas parcelas sólo se documentan en áreas del norte de Europa, es decir, en zonas no célticas como Holanda, Dinamarca y Suecia, advirtiéndose también en las islas Británicas, en Woolbury o Danebury en Hamsphire y en zonas marginales de Francia, de relativa pendiente en la vertiente occidental de los Vosgos, o en algunos bosques de la Lorena.
Con los estudios agrarios de este periodo se han establecido los primeros modelos teóricos agrarios. El más conocido es el de Glastonbury en Somerset, Inglaterra, desarrollado por D. Clark para el siglo II a.C. El asentamiento se localiza en una zona pantanosa, casi impracticable para la agricultura de noviembre a mayo; atendiendo a ello, el territorio en torno al poblado se articula en tres círculos: el primero - el infield - se dedicaría al cultivo de la cebada de invierno; el siguiente - el outfield -, al trigo de primavera y a los guisantes alternativos del barbecho; el último círculo, el más exterior, ocupado por el pantano, permitiría ser explotado por la caña y los pastos. Ello, en lo que hace referencia a un territorio restringido de producción, ya que a un nivel más amplio se localizarían áreas compartidas con otros grupos para el desarrollo de la trashumancia. El segundo modelo ha sido elaborado por G. Lambrick para el alto valle del Támesis. Su modelo es extremadamente especializado, ya que considera que sobre la primera terraza, frecuentemente inundada, se localizaría un tipo de hábitat estacionario dedicado a la cría de ganado bovino y caballar, mientras que en la segunda terraza se localizarían las granjas, las labores agrícolas y el ganado ovino. Un proceso diferente caracteriza la Europa septentrional, donde el ambiente climático se hace más duro y los suelos ya no responden, por el agotamiento que les produce el uso continuado, al modelo agrícola documentado en la primera mitad del primer milenio.
De hecho, Kristiansen documenta en Dinamarca para esta fase las primeras concentraciones sobre los mejores terrenos. Sin embargo, la solución no se hizo en esta línea, sino modificando las estrategias agrarias en varias direcciones. Por una parte, intensificando el trabajo agrícola mediante la parcelación y la concentración del ganado en la parcela para usar el abono; por otra, cambiando como se hacía en Europa algunas especies vegetales por el centeno, más resistente al frío, y, desde luego, fomentando el trabajo del hierro. En otro nivel se han de destacar avances tecnológicos de interés. La fabricación de la cerámica, por ejemplo, hará aparecer el torno de alfarero y nuevos hornos, pero también auténticos barrios artesanos. En Manching se ha comprobado que el oppidum producía cuatro tipos diferentes de cerámica. De los nuevos hornos se conoce el de Gellerthegy-Taban, en Hungría, que formaba parte de un complejo de producción cerámica con las fuentes de extracción de arcilla muy próximas. En l'Ile-à-Martigues, en la desembocadura del Ródano, se conoce un modelo de horno con tres cuerpos: una cámara de cocción apoyada sobre otra de calor desmontable y ambas dispuestas sobre el hogar, que es portátil. La arcilla no ofrecía, como es sabido, grandes problemas para su localización, lo que propició que los centros de producción no dependieran de las áreas donde ésta existía, como ocurrió con otras materias primas; no obstante, en algún caso se produjo una especialización por ella; se trata de la arcilla utilizada para la elaboración de la cerámica grafitada, que era muy apreciada por su capacidad para soportar las altas temperaturas que imponía la nueva técnica.
Esta demanda propició la explotación de los bancos de arcilla de Passau en Baviera y Ceské Budejovice en Checoslovaquia. Se ha podido saber que esta arcilla se transportó a una serie de centros productores como Manching. Diferente es el sistema productivo cuando se trata de explotar los filones de hierro, sobre todo de hematita, que es de fundición más fácil, de lignito o las minas de sal, porque se tiende a situar el centro productor cerca de la mina; así se comprueba para el caso de la producción del hierro en Manching y Kelheim, en Alemania o en Trisov y Stare Hradisko en Checoslovaquia. La producción no solamente se hacía en los oppida, granjas como Steinnebach en Baviera o Gussane All Saints en Inglaterra, también ofrece restos de esta producción. En general, la localización de los hornos de fundición se hacía fuera de la zona habitada o en barrios bien aislados por el peligro del fuego; en algún caso como Burgenland en Austria, se organizó un pequeño centro productor, con más de un centenar de puntos de fundición, dos tercios de ellos contemporáneos del siglo I a.C., para completar la producción de un asentamiento mayor: Velemszentvid. El tipo más frecuente de horno de fundición se practicaba en un pequeño hoyo circular, con una chimenea troncocónica de cerámica y un sistema de toberas para la entrada del aire al nivel del suelo. De la explotación de la sal, el caso más conocido es Dürrnberg que, a partir del 400 a.C., heredó la tradición económica y la hegemonía de Hallsttat.
Su traslado se debió posiblemente a las mejores tierras que aparecían en torno al nuevo asentamiento, pero sobre todo a la mayor facilidad de comunicación. Según Wells, la unidad productora estaba compuesta por tres o cinco familias cada una, es decir, entre diez y veinte personas. Un último aspecto en el campo de las nuevas tecnologías se produce por efecto del desarrollo de la metalurgia del hierro. En Manching, las herramientas fabricadas en este metal superan las doscientas en opinión de Jacobi, lo que implica una especialización que ya no se explica en los ámbitos domésticos, sino en los talleres artesanales de profesionales del metal. Para este momento, la producción de hierro ya se ha generalizado a toda la población y el metal, que da nombre a la época, se utiliza de forma indiscriminada en todos los sectores económicos e incluso para levantar las fortificaciones.
C. sobre los Balcanes y Grecia, y de otro, la demanda de productos básicos de las regiones mediterráneas, que provocó la exportación a Italia de grano inglés, carne de cerdo alemana y productos lácteos de los Alpes. Si son importantes las informaciones que nos inducen a pensar en un sector agropecuario que sigue modelos cada vez más especializados y extensivos, según las zonas, en relación con ello hay que poner los cambios tecnológicos producidos a lo largo del siglo II a.C., como las puntas de arado en hierro y las guadañas que Wells cita como factores básicos para aumentar la producción y poner en desarrollo nuevas tierras y suelos más duros; otros factores, asimismo tecnológicos como el molino giratorio, parecen imponerse hacia la misma fecha en toda Europa central ; por último, hay que añadir también los campos célticos de dudosa adscripción cronológica, pero que de ser localizados en esta fase debieron permitir un mejor cuidado de los campos al ser cercados, ya que evitarían la entrada de los animales y debieron potenciar la tendencia a la afirmación de la propiedad familiar. Hasta el momento, sin embargo, los campos célticos con sus pequeñas parcelas sólo se documentan en áreas del norte de Europa, es decir, en zonas no célticas como Holanda, Dinamarca y Suecia, advirtiéndose también en las islas Británicas, en Woolbury o Danebury en Hamsphire y en zonas marginales de Francia, de relativa pendiente en la vertiente occidental de los Vosgos, o en algunos bosques de la Lorena.
Con los estudios agrarios de este periodo se han establecido los primeros modelos teóricos agrarios. El más conocido es el de Glastonbury en Somerset, Inglaterra, desarrollado por D. Clark para el siglo II a.C. El asentamiento se localiza en una zona pantanosa, casi impracticable para la agricultura de noviembre a mayo; atendiendo a ello, el territorio en torno al poblado se articula en tres círculos: el primero - el infield - se dedicaría al cultivo de la cebada de invierno; el siguiente - el outfield -, al trigo de primavera y a los guisantes alternativos del barbecho; el último círculo, el más exterior, ocupado por el pantano, permitiría ser explotado por la caña y los pastos. Ello, en lo que hace referencia a un territorio restringido de producción, ya que a un nivel más amplio se localizarían áreas compartidas con otros grupos para el desarrollo de la trashumancia. El segundo modelo ha sido elaborado por G. Lambrick para el alto valle del Támesis. Su modelo es extremadamente especializado, ya que considera que sobre la primera terraza, frecuentemente inundada, se localizaría un tipo de hábitat estacionario dedicado a la cría de ganado bovino y caballar, mientras que en la segunda terraza se localizarían las granjas, las labores agrícolas y el ganado ovino. Un proceso diferente caracteriza la Europa septentrional, donde el ambiente climático se hace más duro y los suelos ya no responden, por el agotamiento que les produce el uso continuado, al modelo agrícola documentado en la primera mitad del primer milenio.
De hecho, Kristiansen documenta en Dinamarca para esta fase las primeras concentraciones sobre los mejores terrenos. Sin embargo, la solución no se hizo en esta línea, sino modificando las estrategias agrarias en varias direcciones. Por una parte, intensificando el trabajo agrícola mediante la parcelación y la concentración del ganado en la parcela para usar el abono; por otra, cambiando como se hacía en Europa algunas especies vegetales por el centeno, más resistente al frío, y, desde luego, fomentando el trabajo del hierro. En otro nivel se han de destacar avances tecnológicos de interés. La fabricación de la cerámica, por ejemplo, hará aparecer el torno de alfarero y nuevos hornos, pero también auténticos barrios artesanos. En Manching se ha comprobado que el oppidum producía cuatro tipos diferentes de cerámica. De los nuevos hornos se conoce el de Gellerthegy-Taban, en Hungría, que formaba parte de un complejo de producción cerámica con las fuentes de extracción de arcilla muy próximas. En l'Ile-à-Martigues, en la desembocadura del Ródano, se conoce un modelo de horno con tres cuerpos: una cámara de cocción apoyada sobre otra de calor desmontable y ambas dispuestas sobre el hogar, que es portátil. La arcilla no ofrecía, como es sabido, grandes problemas para su localización, lo que propició que los centros de producción no dependieran de las áreas donde ésta existía, como ocurrió con otras materias primas; no obstante, en algún caso se produjo una especialización por ella; se trata de la arcilla utilizada para la elaboración de la cerámica grafitada, que era muy apreciada por su capacidad para soportar las altas temperaturas que imponía la nueva técnica.
Esta demanda propició la explotación de los bancos de arcilla de Passau en Baviera y Ceské Budejovice en Checoslovaquia. Se ha podido saber que esta arcilla se transportó a una serie de centros productores como Manching. Diferente es el sistema productivo cuando se trata de explotar los filones de hierro, sobre todo de hematita, que es de fundición más fácil, de lignito o las minas de sal, porque se tiende a situar el centro productor cerca de la mina; así se comprueba para el caso de la producción del hierro en Manching y Kelheim, en Alemania o en Trisov y Stare Hradisko en Checoslovaquia. La producción no solamente se hacía en los oppida, granjas como Steinnebach en Baviera o Gussane All Saints en Inglaterra, también ofrece restos de esta producción. En general, la localización de los hornos de fundición se hacía fuera de la zona habitada o en barrios bien aislados por el peligro del fuego; en algún caso como Burgenland en Austria, se organizó un pequeño centro productor, con más de un centenar de puntos de fundición, dos tercios de ellos contemporáneos del siglo I a.C., para completar la producción de un asentamiento mayor: Velemszentvid. El tipo más frecuente de horno de fundición se practicaba en un pequeño hoyo circular, con una chimenea troncocónica de cerámica y un sistema de toberas para la entrada del aire al nivel del suelo. De la explotación de la sal, el caso más conocido es Dürrnberg que, a partir del 400 a.C., heredó la tradición económica y la hegemonía de Hallsttat.
Su traslado se debió posiblemente a las mejores tierras que aparecían en torno al nuevo asentamiento, pero sobre todo a la mayor facilidad de comunicación. Según Wells, la unidad productora estaba compuesta por tres o cinco familias cada una, es decir, entre diez y veinte personas. Un último aspecto en el campo de las nuevas tecnologías se produce por efecto del desarrollo de la metalurgia del hierro. En Manching, las herramientas fabricadas en este metal superan las doscientas en opinión de Jacobi, lo que implica una especialización que ya no se explica en los ámbitos domésticos, sino en los talleres artesanales de profesionales del metal. Para este momento, la producción de hierro ya se ha generalizado a toda la población y el metal, que da nombre a la época, se utiliza de forma indiscriminada en todos los sectores económicos e incluso para levantar las fortificaciones.