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Goya inicia su exilio en 1824 debido al restablecimiento en España del absolutismo en la persona de Fernando VII. Oficialmente se traslada al balneario de Plombières para tomar las aguas debido a su delicado estado de salud pero nunca llegará a este centro curativo sino que se instalará en Burdeos tras una breve estancia en París. Allí va a formar parte del numeroso grupo de exiliados españoles, bien afrancesados que emigraron en 1814 o liberales que abandonaron el suelo español en 1823. El pintor se integrará rápidamente en la vida social gracias a su estrecha relación con Leandro Fernández de Moratín. El dramaturgo le presentó a un buen número de personas entre ellos a Manuel Silvela, prestigioso abogado y posteriormente fundador de un colegio para españoles en Burdeos, además de ideólogo de los que apoyaban a José I. La relación con Goya debió de motivar la ejecución de este retrato en el que el letrado aparece sentado, girado en tres cuartos y recortando su figura sobre un fondo oscuro. La iluminación acentúa el estudiado rostro, destacando su gesto ausente y abstraído. La postura de su mano derecha es muy habitual en los retratos goyescos, ocultándola debido a su mayor dificultad. La gama cromática utilizada es muy limitada, resaltando el amarillo del chaleco. Los rápidos toques del pincel eliminan detalles del conjunto, resultando una imagen delicada e intimista que se adelanta al Romanticismo.
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Los clientes de Goya solían encargar con mucha frecuencia retratos dobles en los que aparecen representados los esposos, cada uno en un lienzo, en posturas enfrentadas para otorgar mayor continuidad al conjunto. Este es el caso de doña Manuela Camas, esposa de Ceán Bermúdez. La dama aparece sentada en una silla, recortando su figura sobre un fondo oscuro similar al de su marido. Viste elegante traje de época en varios tonos, acompañado por llamativo sombrero siguiendo la moda impuesta en Francia por la reina María Antonieta. Sus manos se apoyan sobre una caja forrada en rojo terciopelo, demostrando que Goya podía pintar también las manos de su modelo cuando se las solicitaban, cobrándolas a buen precio. Bordados, encajes, calidades de las telas y joyas llaman la atención del espectador a pesar de la rápida pincelada empleada por el artista, mientras que el atractivo rostro se relega a un discreto segundo plano, característica frecuente en los retratos femeninos.
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El matrimonio de Francisco Javier Goya con Gumersinda Goicoechea insufló de alegría el animo alicaído del pintor. Para agasajar a la familia de su hijo realizó una serie de diez pequeños retratos en lámina de cobre representando a todos los miembros del clan Goicoechea-Galarza. La protagonista aquí es Manuela, nacida en marzo de 1785 por lo que contaba cuando se ejecutó este retrato 20 años. Aparece tocada con un sombrero a la moda francesa y vestida con un traje blanco de gasa, destacando su cándido rostro. La rápida pincelada de los lienzos de gran tamaño también es empleada en esta composición, repitiendo incluso la preparación rojiza como se aprecia en el fondo o en el sombrero. Los toques de luz aplicados por el artista ofrecen un aspecto más volumétrico a la figura, resultando una imagen tremendamente atractiva. Similares características se observan en el retrato de su madre, Juana Galarza.
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Unidad básica de peso entre los acadios, similar al mana sumerio.
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acepcion
Mano de Dios, que solía aparecer en las representaciones de los emperadores romanos sobre su cabeza. Simbolizaba su poder divino.