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Personaje Pintor
Francisco Domingo Marqués inició su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, en su Valencia natal, teniendo como maestro a Rafael Montesinos, gran admirador de Ribera cuya pintura copiará con fervor el joven artista. En 1864 se traslada a Madrid para continuar su formación en la Real Academia de San Fernando, obteniendo en 1868 la ansiada pensión para trasladarse a Roma. El envío de obras a las Exposiciones Nacionales le permitirá cosechar importantes éxitos, siendo sus trabajos herederos de la tradición naturalista del Barroco. De regreso a España divide su tiempo entre Madrid y Valencia, trasladándose en 1875 a París donde continuará con el negocio de Fortuny, trabajando en pequeñas obras de estilo minucioso y colorista, sintiendo cierta influencia del Impresionismo francés. En su etapa madura llegará a deshacer la materia pictórica para interesarse especialmente por el color.
Personaje Pintor
Primo de José Domínguez Bécquer, se formó en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, institución de la que llegó a ser catedrático, director y académico (1847) Profesor de dibujo de los hijos de los duques de Montpensier, en 1850 fue nombrado pintor honorario de Cámara gracias a los magníficos trabajos de restauración que realizó en el Alcázar sevillano. Su certero y suelto dibujo y el acertado dominio del color serán sus mejores virtudes artísticas, que podemos comprobar en sus escenas costumbristas. También se dedicó al retrato y realizó alguna incursión en la pintura de historia.
Personaje Pintor
Educado en la escuela de Bellas Artes de Sevilla, con 20 comenzó a pintar temas costumbristas, además de cultivar el retrato. Las escenas de sus cuadros tuvieron gran éxito entre los viajeros ingleses que visitaban la localidad. Esta circunstancia, unida a su actividad como profesor, le permitió vivir desahogadamente. Sus cuadros de pequeño formato, empapados del ambiente popular de su tierra fueron decisivos en el desarrollo del romanticismo local, convirtiéndose en uno de los pintores más imitados en décadas posteriores. Debido a la cantidad de encargos que recibía, en más de una ocasión contó con la ayuda de su primo Joaquín Domínguez Bécquer. Dentro de su producción son habituales las escenas de mercados, ferias, así como la descripción de personajes populares. "Un majo y una maja", "El zapatero en el portal" o La Giralda vista desde Placentines son algunas de sus creaciones más destacas. Como retratista realizó una importante labor, adentrándose en el perfil psicológico de sus personajes. Sus obras se complementan con dibujos y litografías. De su matrimonio con Joaquina de Bastida y Bargas nacieron ocho hijos, de los cuales uno ellos continuó sus pasos como pintor, Valeriano, y otro se dedicó a la literatura, Gustavo Adolfo.
Personaje Pintor
Hermano del poeta Gustavo Adolfo Bécquer, abanderado del movimiento literario del Romanticismo, Valeriano fue su paralelo en la pintura. Formado en Sevilla, en el taller de su tío, se trasladó con Gustavo a Madrid, donde podrían encontrar mejores oportunidades. Aprovechaban una beca de su hermano, que enfermo de los pulmones, debía vivir en lugares elevados. De esta manera consiguieron un piso en la capital, donde ambos trabajaron hasta la muerte del poeta. Valeriano realizó una pintura de calidad relativa, gustando sobre todo de temas típicos del folklore regional, como en el lienzo que se encuentra en el Museo del Prado, titulado Campesinos Sorianos. Su estilo debe mucho al dibujo académico, pese a ser considerado como abanderado del movimiento romántico. Su visión es estática e iluminada con homogeneidad. Sin embargo, prestó atención a temas que los académicos hubieran despreciado, como son los trajes y las costumbres de los diferentes pueblos españoles.
Personaje Literato Religioso
Inició su carrera religiosa en los jesuitas pero abandonó la Compañía; fue párroco de Tumerque y canónigo de Tunja. Compaginará sus actividades evangelizadoras con la poesía , escribiendo un buen número de poemas inspirándose en la naturaleza, en la misma línea que Evia. Su elegancia y barroquismo también se pueden apreciar en "La inventiva apologética" y "San Ignacio de Loyola. Poema heroico".
Personaje Pintor
Oscar Domínguez pasa su infancia y adolescencia en Canarias hasta 1927, cuando viaja a París para distribuir las remesas de plátanos del negocio de su padre. Allí permanece hasta su muerte exceptuando varias ocasiones en las que vuelve: para realizar el servicio militar (1927), por la muerte de su padre (1931), para participar en la exposición del Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife organizada por "Gaceta de Arte" (1933) y antes de la Guerra Civil. En París realiza algunas obras pictóricas como un aficionado hasta la muerte de su padre, cuando comienza a vivir de ella como publicista. En 1934 se introduce en el grupo surrealista, conoce a Yves Tanguy, Man Ray, Paul Eluard, etc. y entra en contacto con artistas españoles (Baltasar Lobo, Antoni Clavé, Bores, Pedro Flores y otros). Las obras de esos años tienen influencia de Dalí y se sustentan en el paisaje canario en títulos como Máquina de coser electrosexual (1935) o Cueva de guanches (1935). Se trata de un periodo de grandes aportaciones para el movimiento surrealista: la decalcomanía inventada por él (composiciones que nacen de juntar las tintas de dos planchas), cuyos orígenes se encuentran en las dentrites de la escritora Georges Sand; los Objetos, algunos de ellos exhibidos en la muestra surrealista de objetos de la Galería Charles Ratton en París (1936) como Pérégrinations de George Hugnet (1935) y L'arrivée de la Belle Epoque; paisajes cósmicos, en los que se une de nuevo su recuerdo de las islas con el espacio como en Lancelot 28?-7? (1938) o superficies litocrónicas, en las que representa la cristalización del tiempo.Durante la Segunda Guerra Mundial marcha a Marsella para intentar exiliarse a EE.UU. Allí colabora con el grupo surrealista, La Main à Plume, se encuentra con Breton, Duchamp, Ernst, etc. y comienza la serie de Collages colletifs y Cadavres exquis. Después rompe su relación con Breton y sufre la influencia de Giorgio de Chirico, pudiendo hablarse de etapa metafísica (1942-1943). Luego, entabla amistad con Picasso (1944-1948) constituyéndose su etapa picassiana como Femme peignant (1945) o Picador (1950). Al poco tiempo, crea una nueva técnica, el triple-trait, que forma su periodo esquemático (1949-1953). Finalmente, en la década de los 50 vuelve a la decalcomanía en obras como Le clown (1957).
obra
Ridolfi identifica en 1648 al protagonista de este retrato como el confesor de Tiziano, de la orden de los predicadores. También se ha querido reconocer a San Vicente Ferrer o Santo Domingo.Los recientes trabajos de restauración han confirmado la autoría del lienzo y lo relacionan con el retrato de Jacopo Strada. El personaje presenta una intensa espiritualidad, siendo el rostro la parte más importante del cuadro. La figura se recorta ante un oscuro fondo neutro, ubicada en tres cuartos y girada hacia la derecha. La luz resbala por el dominico, resaltando las tonalidades blancas del hábito que contrastan con los tonos pardos.
contexto
A diferencia de los franciscanos, los dominicos tuvieron siempre un carácter fundamentalmente clerical. De hecho, la gran mayoría de sus miembros eran sacerdotes y poseían una sólida formación dogmática. Esto explica por que, al mismo tiempo que grandes predicadores (Ordo fratrum praedicatorum era su título oficial), los dominicos fueron eminentes teólogos, lo que les daba una superioridad incontestable a todos los niveles. El fundador de la orden fue santo Domingo de Guzmán (1170-1221), nacido en Caleruega, provincia de Burgos, en el seno de una familia de la pequeña nobleza. Siendo canónigo capitular en Osma realizó un viaje en 1203 hasta el Báltico, lo que le dio ocasión para tomar conciencia del enorme poder que por aquel entonces había alcanzado el catarismo en Languedoc. Escandalizado por este hecho decidió plantar cara a la herejía, fundando en 1206 una casa de acogida en Prouillé para mujeres pobres, proclives a abrazar el catarismo. Al mismo tiempo, y gracias al apoyo prestado por el obispo de Toulouse, santo Domingo diseñó un ambicioso plan de predicaciones y debates itinerantes, al estilo de los realizados por los perfectos cátaros, que no tuvo al principio demasiado éxito. Esta primera organización incluía sin embargo los principios básicos de lo que luego sería la orden dominica, como eran la existencia de centros de formación dogmática para los futuros sacerdotes, concebidos como predicadores profesionales, al tiempo que bases de apoyo para los que estaban en activo. La forma de vida de los frailes, siempre itinerante, se caracterizaba por su austeridad, según el ideal pauperístico de la "vita apostolica", y pretendía en suma presentar un modelo alternativo y cualitativamente superior al adoptado por sus principales adversarios, los perfectos. Tanto la polémica doctrinal con los herejes como la predicación popular, basada en los sermones, descansaba por lo demás en una sólida formación dogmática. Al desencadenarse en 1213 la cruzada definitiva contra el Languedoc, santo Domingo y sus seguidores comenzaron a cosechar grandes éxitos. Ello permitió que, a pesar de lo acordado en el IV Concilio de Letrán sobre la inconveniencia de fundar nuevas órdenes, Inocencio III reconociera en 1215 la constitución del "Ordo fratrum praedicatorum". Los frecuentes viajes de santo Domingo a Roma y la celebración de sendos capítulos generales en 1216 y 1220 dieron como resultado que, poco antes de la muerte del fundador, la orden dominica hubiese ya culminado su fase formativa. En 1228, durante el gobierno de san Juan de Sajonia (1222-1237), sucesor de santo Domingo y redactor de su biografía oficial (Libellus de principiis Ordinis Praedicatorum, c. 1230), los dominicos vieron aprobadas definitivamente sus "constitutiones". La directa sujeción al Papado y la sistemática apelación a la disciplina y al orden, características de los dominicos, impidieron que desde un principio se hiciese posible la aparición de cualquier desavenencia. De acuerdo con las decisiones del IV Concilio de Letrán, la orden se acogió a la regla de san Agustín, adoptando el modelo de capitulo general propio de los cistercienses. El capítulo, que tema carácter anual y se celebraba alternativamente en París y Bolonia, estaba integrado por los representantes electos de cada convento, que elegían a su vez al maestro general, cargo vitalicio con residencia en Roma. Por debajo del nivel central existían las provincias, en numero de ocho (18 a partir de 1277), bajo el gobierno de los priores provinciales. Estos eran elegidos cada cuatro años por los capítulos de provincia, que tenían carácter anual y estaban integrados por los priores de cada convento. Entre reunión y reunión los poderes del capítulo provincial eran asumidos por un consejo restringido con plenos poderes. Finalmente estaban los capítulos conventuales, cuyos priores eran elegidos por un mandato de tres años. Cada nivel contó, además, a partir de 1259, con organismos particulares dedicados a la preparación intelectual de los miembros de la orden. Así, para los conventos existían los llamados "studium artium" (artes) y "studium naturalium" (filosofía). Las provincias contaban con "studia solemnia" o "studia particularia", dedicados a la teología y finalmente ciertas ciudades universitarias europeas como París, Bolonia, Oxford o Toulouse contaban con los "studia generalia", para todas las ramas del saber. Existían también centros dependientes de traducción y enseñanza del árabe (Túnez), griego (Constantinopla) y hebreo (Barcelona). Desde el principio, la orden apostó además por la supranacionalidad, suprimiendo la antigua "stabilitas loci" benedictina y sustituyéndola por el frecuente viaje de los frailes de uno a otro convento en función de las necesidades de la orden. Respecto al genero de vida, y aparte de los votos tradicionales, los dominicos tenían prohibida cualquier propiedad individual, debiendo vivir de la limosna. Sin embargo, la pobreza para la orden, como pare el fundador, nunca alcanzó los extremos que se dieron entre los franciscanos, al considerarse más un medio que un fin en sí mismo. De ahí que se tolerase en la práctica la propiedad privada de los libros de cada monje y que la autonomía otorgada al prior, en éste como en otros muchos temas, fuese lo suficientemente amplia como para tener en cuenta los casos particulares. Este equilibrio, unido a la perfecta preparación de los frailes y a su elaborado sistema institucional, explican el creciente éxito de la orden: de 404 casas en 1277 se pasó a 557 en 1303, con unos 15.000 frailes. En 1350 la orden rebasaba con creces las 600 casas, muchas de ellas de la rama femenina, entre las que destacaba el convento de san Sixto, fundado en 1221. La excelente preparación intelectual de los dominicos les hizo pronto copar las principales cátedras de teología de París, exponente del interés pontificio por controlar dentro de la más pura ortodoxia esta rama del saber. Asimismo monopolizaron prácticamente los altos cargos inquisitoriales. Respecto a su espíritu misionero, y aunque sin alcanzar el nivel observable en los franciscanos, los dominicos realizaron misiones a ámbitos tan alejados como el Magreb, Prusia y Asia (cumanos y mongoles), ampliando así el campo de visión de la Cristiandad.
monumento
La Orden de los Dominicos llegó a Viena en 1226, levantando su iglesia once años después en Postgasse. Hacia 1630, Antonio Canevale reconstruyó la iglesia, pudiéndose ver en la actualidad. La iglesia de los Dominicos cuenta con una fachada barroca y con un impresionante interior casi totalmente decorado. La reja y los candelabros de la capilla central, a la derecha, parecen cobrar movimiento con sus inquietantes formas barrocas. Sobre la puerta oeste existe un singular órgano dorado, cuya cubierta data de mediados del siglo XVIII. También destacan los frescos y el altar mayor.