Capítulo treinta y nueve Que habla generalmente de todos los signos Aquí brevemente se dize de todo lo susodicho de las calidades y condiciones de todos los signos de cada día, cuáles son bien afortunados y cuáles son infelices. Ya se dixo largamente, y se replicó muchas vezes que todos los signos que hazen y cuentan cada día, los cuales se andan mudando de unos lugares a otros de sus números, y son todos los mismos, que cada uno de todos aquellos tiene principio cada vez, llevando tras sí a los otros. Alguna vez es bien afortunado, y alguna vez es mal aventurado, y alguna vez es indiferente, conforme a sus números. Esto ya dicho: que los que nacían en buenos signos luego se baptizavan, y los que nacían en infelices signos no se baptizavan luego, mas difiríanlos para mejorar y remediar su fortuna; por esto los viejos caducos y necios, que eran prácticos en esta arte, buscavan el signo cuál era mejor. Por tanto, aquí dezimos sumariamente lo que resta dezir y hazer mención de todo lo susodicho, por no dar hastío a los lectores con palabras demasiadas y superfluas. Y más, porque en esto no seamos estimados por importonos de tornar a dezir lo que está ya dicho, porque poniendo comparación que así como si fuesse comida muy sabrosa, no más ni menos la plática o razonamiento pierde su sabor cuando repite muchas vezes una cosa, y en esto ya se dixo todo muy delicada y suavemente, ansí lo que era blando y caliente y sabroso y suave y gracioso y donoso. También está ya dicho que ansí como si fuesse el pan duro y frío y áspero, o assí como el pan hecho de maíz cozido no bien mollido ni bien lavado que hiede a la cal, ansí es la plática que es molesta a los oyentes. O así como si fuesse tamal muy caliente, el cual cuando se come quema el paladar y echa de sí humo, porque es demasiado caliente. Otrosí, está ya dicho que así como si fuesse el tamal frío y mohoso y podrido, assí la plática desabrida ofende al oído. Por lo cual brevemente concluimos con pocas palabras lo que se dixo ya arriba, porque no es razón tornar a dezir y replicar lo que está ya platicado. Es como una pared que se haze y edifica con los materiales muy bastantes, poco a poco; assí la plática se hizo ya poco a poco. Unas pláticas están muy bien cumplidas y juntadas y puestas hasta el cabo, assí como si fuesse la pared cuando se labran bien dentro de la pared, y dentro de las piedras grandes que se ponen afuera se le meten con mucha diligencia pedrezillas chicas y menudas, con piedras más pequeñas y con barro bastante. Assí está la plática, y otras pláticas están abreviadas y tajadas o cortadas, como parece en lo susodicho.
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Capítulo treinta y ocho Del signo vigéssimo y último, llamado ce tochtli. Dezían que los que nacían en este signo eran granjeros, trabajadores, bividores, ricos, guardosos El signo vigéssimo se llama ce tochtli; es el último de todos. Dezían que este signo era bien afortunado. Los que en él nacían eran prósperos y ricos y abundantes de todos los mantenimientos; y esto por ser grandes trabajadores, y grandes granjeros, y grandes aprovechadores del tiempo, y que miran a las cosas de adelante, y son grandes atesoradores para sus hijos, y son circunspectos en guardar su honra y hazienda. Y si era labrador el que en este signo nacía, era muy diligente en labrar la tierra y en sembrar todas maneras de semillas, y en labrarlas, y en regarlas. Y ansí abundantemente coge de todas maneras de legumbres y hinche su casa de todas maneras de maíz, y cuelga por todos los maderos de su casa sartales y manadas de maçorcas de maíz. Todas las cosas aprovechan, las hojas de maíz y las cañas y las camisas de las maçorcas y los redroejos del maíz. Y con estos trabajos y diligencias se enriqueze.
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Capítulo treinta y seis Del combite que se hazía por razón de los bateos, y de la orden del servicio y de la borrachera que allí pasaba Síguese la manera del combite que se hazían los bateos. Llegado el día de los bateos, juntávanse los combidados en la casa del que hazía los bateos, y luego se asentavan por su orden, porque tenían sus asientos a cada uno según su manera. Luego començavan los que tenían el cargo de servir las cosas del combite, los que havían elegido para esto. Ponían luego cañas de humo con sus platos delante de cada uno de los combidados; luego dávanles flores en las manos y poníanles guirnaldas en la cabeça, y echávanles sartales de flores al cuello. Y luego todos los combidados començavan a chupar el humo de las cañas y a oler las flores. Después de esto venían los servidores de la comida, y traían comida a cada uno según su comida, y la ponían delante del que estava asentado. Una orden de chiquihuites con diversas maneras de pan, y pareados en los chiquihuites otros tantos caxetes con diversas maneras de cazuela, con carne o pescado. Y antes que començassen a comer los combidados la comida que les havían puesto, tomavan un bocado de la comida y arrojávanle al suelo a honra del dios Tlaltecutli, y luego començavan a comer. Haviendo comido, davan las sobras a sus criados, y también los caxetes y chiquihuites. Luego venían los que sirvían de cacaos, y ponían a cada uno una xícara de cacao, y a cada uno le ponían su palillo que llaman acuáuitl; y las sobras del cacao davan a sus criados. Después de haver ellos bien bevido y comido, estávanse en sus asientos un ratillo reposando. Y algunos, a quien no les contentava la comida y bevida, levantávanse luego enojados y ívanse murmurando del combite y del que les combidó, y entrávase en su casa enojado. Y si alguno de parte del que combidó vía aquello, dezíalo al señor del combite, el cual los hazía llamar para el día siguiente y les dava de comer y consolava. A este día llamavan apeoalco, porque en él se acabava todo el combite. A las mugeres, que comían en otra parte, no las davan cacao a bever, sino ciertas maneras de maçamorra, sembrado con diversas maneras de chilmulli por encima. Y a la noche los viejos y viejas juntávanse y bevían pulcre y emborrachávanse. Para hazer esta borrachería ponían delante de ellos un cántaro de pulcre, y el que servía echava en una xícara y dava a cada uno a bever, por su orden, hasta el cabo. A las vezes davan pulcre que llaman íztac uctli, que quiere dezir "pulcre blanco", que es lo que mana de los magueyes; y otras vezes davan pulcre hechizo de agua y miel, cozido con la raíz, al cual llaman ayuctli, que quiere dezir "pulcre de agua", lo cual tenía aparejado y guardado el señor del combite de algunos días antes. Y el servidor, cuando vía que no se emborrachavan, tornava a dar a bever por la parte contraria a la mano izquierda, començando de los demás baxo. En estando borrachos, començavan a cantar; unos cantavan y lloravan, otros cantavan y havían plazer; cada uno cantava lo que quería y por el tono que se le antojava; ninguno concertava con otro. Unos de ellos cantavan a bozes, y otros cantavan baxito, como dentro de sí. Otros no cantavan, sino parlavan y reían y dezían gracias, y davan grandes risadas cuando oían a los que dezían gracias. De esta manera se hazían los combites, cuando alguno combidava por alguna causa.
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Capítulo treinta y siete De lo que agora se haze en los bateos, que es casi lo mismo que antiguamente hazían, y del modo de los banquetes que hazían los señores, principales y mercaderes, y agora hazen, y de las demás casas de este signo Síguese la manera del combite que agora, después de ya cristianos, hazen en los baptismos de sus hijos. De la misma manera combidavan agora para sus baptismos que combidavan antiguamente, exceto que los señores y principales y mercaderes y hombres ricos, cada uno según su manera hazía combite y combidava mucha gente, y ponía oficiales y servidores para que sirviessen a los que venían combidados, para que a todos se les hiziesse honra conforme a la calidad de sus personas, ansí en darles flores como en darles comida, como en darles mantas y maxtlates conforme a la calidad de sus personas. Para este propósito juntava mucha copia de comida y mantas y maxtlates y flores y cañas de humo, para que todos sus combidados tuviessen copiosamente todo lo necessario y no recibiesse afrenta ni vergüença el señor del combite, sino que recibiesse gloria de la orden y de la abundancia de todas las cosas que se havían de dar. Y en sabiendo esto, los combidados estavan con esperança que no les faltaría nada de las cosas del combite. Y también desseavan que no hoviesse falta, porque el que combidava no cayesse en alguna afrenta, ni nadie con razón se pudiesse quexar de él, ni del combite, ni murmurar. Llegando el día del combite, todos los servidores y oficiales del combite andavan con gran solicitud aparejando las cosas necessarias y poniendo espadañas y flores en los patios y caminos, y barriendo y allanando los patios y caminos de la casa donde se hazía el combite. Unos traían agua, otros barrían, otros regavan, otros echavan arena, otros colgavan espadañas donde se havía de hazer el areito, otros entendían en pelar gallinas, otros en matar perros y chamuscarlos, otros en asar gallinas, otros en cozerlas, otros metían los perfumes en las cañas. Las mugeres viejas y moras entendían en hazer tamales de diversas maneras: unos tamales se hazían con harina de frixoles, otros con carne; unas de ellas lavavan el maíz cozido; otras quitavan la coronilla del maíz, que es áspera, porque el pan fuesse más delicado; otras traían agua; otras quebrantavan cacao, otras le molían; otras mezclavan el maíz cozido con el cacao; otras hazían potajes. Y en amaneciendo, ponían petates por todas partes y asentaderos, y echavan heno entretexiendo la orilla, que parecían mantas de heno. Todas las cosas se ponían en orden como era menester, sin que el señor entendiesse en nada. Todas estas cosas hazían los servidores y oficiales, aquellos que dan las cañas de humo y las flores y la comida; y aquéllos hazen el cacao y lo levantan al aire, y dan a los que han de bever; y también hay personas diputadas para el servicio particular de los combidados. Esto acontece entre los señores y principales y mercaderes y hombres ricos, pero la gente baxa y pobre hazen sus combites como pobres y rústicos, que tienen poco y saben poco, y dan flores de poco valor y dan cañas de humo que ya han servido otra vez. Las demás casas de este signo tienen la fortuna conforme a los lugares de sus números. La segunda casa se llama ume cozcacuauhtli; la tercera, ei olin; la cuarta, naui técpatl; la quinta, macuilli quiáuitl; la sexta, chicuacen xúchitl; la séptima, chicome cipactli; la octava, chicuei écatl; la nona, chicunaui calli; la décima, matlactli cuetzpali; la undécima, matlactlioce cóatl; la duodécima, matlactliumome miquiztli; la terciadécima, matlactliumei máçatl.
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Capítulo treinta y tres Del signo decimonono, llamado ce cuauhtli y de su adversa fortuna. Dezían que los hombres que nacían en este signo eran valientes o esforçados, atrevidos, desvergonçados, descomedidos, fanfarrones, presumptuosos, etc. Y las mugeres eran también atrevidas, desvergonçadas, deslenguadas, deshonestas, etc. Dezían que en este signo descedían a la tierra las diosas menores y empecían a los niños y niñas, y por esta causa sus madres y padres no los dexavan salir de casa, ni bañarse el tiempo que este signo reinava El signo decimonono se llama ce cuauhtli. Dezían que este signo no era mal afortunado, y que en él descendían las diosas, llamadas cioateteu, a la tierra. Dezían que no descendían todas sino las más moças, y aquéllas eran más empecibles y más temerosas, y hazían mayores daños a los muchachos y muchachas, y se envestían en ellos y los hazían hazer visajes. Y por esto en este signo adornavan los oratorios edificados a honra de estas diosas por las divisiones de las calles y caminos, con espadañas y flores. Y los que havían hecho algún voto a reverencia de ellas cubrían las imágines de ellas con papeles este día, y ofrecían los papeles manchados con olli. Y otros que no cubrían sus imágines ofrecían comida y bevida y copal blanco y menudo. Estas comidas tomavan para sí los ministros de aquellos oratorios. Después de haver comido, cada uno bevía en su casa el pulcre a sus solas, y davan el pulcre a los viejos y a las viejas, y visitavan unos a otros en sus casas. Dezían que los que nacían en este signo, si eran hombres, serían valientes y osados y atrevidos y desvergonçados y presumptuosos y soberbios, y son dezidores de palabras soberbias y afrentosas, y presumen de bien hablados y corteses, y son jactanciosos y lisonjeros; al cabo venían a morir en la guerra. Y si era muger la que nacía en este signo, era deslenguada y maldiciente. Su pasatiempo era dezir mal y avergonçar a todos, y también era atrevida para apuñear y arañar las caras a otras mugeres, y para remesar a todas, y para rasgar los huipiles de las otras mugeres.
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Capítulo treinta y uno Del signo decimoctavo y de sus desgracias y de mala fortuna de los que en él nacían El decimoctavo signo se llama ce écatl. Dezían que era mal afortunado, porque en él reinava Quetzalcóatl, que es dios de los vientos y de los torvellinos. Dezían que el que nacía en este signo, si era noble, sería embaidor, y que se trasfiguraría en muchas formas, y que sería nigromántico y hechizero y maléfico, y que sabría todos los géneros de hechizerías y maleficios, y que se trasfiguraría en diversos animales; y si fuesse hombre popular o macegual, sería también hechizero y encantador y embaidor de aquellos que se llaman temacpalitotique. Y si fuesse muger, sería hechizera de aquellas que se llaman mometzcopinque. Y estas hechizerías estos hechizeros aguardavan a algún signo favorable para hazerlas, uno de los cuales era chicunaui itzcuintli, y otro chicunaui miquiztli, y otro chicunaui malinalli. Y todas las casas novenas de todos los signos les eran favorables para estas sus obras, las cuales son contrarias a toda buena fortuna. Los que eran de este oficio siempre andavan tristes y pobres; ni tenían qué comer ni casa en que morar, solamente se mantenían de lo que les davan los que les mandavan hazer algún maleficio. Y cuando ya havían acabado de hazer sus maleficios, y era tiempo que acabassen su mala vida, alguno los prendía y les cortava los cabellos de la corona de la cabeça, por donde perdía el poder que tenía de hazer hechizerías y maleficios; con esto acabava su mala vida, muriendo. Aquellos hechizeros que se llaman temacpalitotique, o por otro nombre tepupuxacuauique, cuando querían robar alguna casa, hazían la imagen de ce écatl, o de Quetzalcóatl. Y ellos eran hasta quinze o veinte los que entendían en esto, y ivan todos bailando a donde ivan a robar. Y ívalos guiando uno que llevava la imagen de Quetzalcóatl y otro que llevava un braço, desde el codo hasta la mano, de alguna muger que boviesse muerto del primer parto; las cortavan a hurto el braço izquierdo. Y estos ladrones llevavan un braço de éstos delante de sí para hazer su hecho; uno de ellos que iva guiando le llevava en el hombro. Y en llegando a la casa donde havían de robar, ante que entrassen dentro de la casa, estando en el patio de la misma casa, davan dos golpes en el suelo con el braço de la muerta, y en llegando a la puerta de la casa, davan otros golpes en el lumbrar de la misma casa con el mesmo braço. Y hecho esto, dizen que todos los de la casa se adormecían y se amortezían, que nadie podía hablar ni moverse; estavan todos como muertos, aunque entendían y bivían lo que se hazía; otros estavan dormidos roncados. Y los ladrones encendían candela y buscavan por la casa lo que havía que comer, y comían todos muy de reposo; nadie de los de casa les impedía ni hablava; todos estavan atónitos y fuera de sí. En haviendo muy bien comido, y consolándose, entravan en los cilleros y bodegas y arrebañavan cuanto hallavan, mantas y otras cosas, y lo sacavan todo fuera, oro y plata y piedras y plumas ricas. Y luego hazían de todo cargas y se las echavan a cuestas y se ivan con ellas. Y antes de esto dizen que hazían muchas suziedades y deshonestidades en las mugeres de aquella casa; y cuando ya se ivan, luego se ivan corriendo para sus casas con lo que llevavan hurtado. Y dizen que si alguno de ellos se asentava en el camino para descansar, no se podía más levantar y quedávase allí hasta la mañana, y tomávanle con el hurto y él descubría a los demás.
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Capítulo treze Del mal agüero que tomavan si alguno en este día tropeçava o se lastimava en los pies, o caía, y de las malas condiciones de los que nacían en la octava casa, que se llama chicuei miquiztli, donde hay mucho lenguaje de los mal acondicionados hombres o mugeres Más, dezían que esta cuarta casa de este signo nauihécatl era de mal agüero. Todos se guardavan de reñir y tropezar; tenían temor si alguno tropeçava o se lastimava o reñía. Dezían que siempre le havía de acontecer, porque aquel signo así lo demandava. Más, dezían que los que nacían en este signo serían prósperos y venturosos y animosos; y no se baptizavan luego, mas difiríanlos hasta la séptima casa de otro signo, llamado chicome cóatl. Dezían los maestros de esta arte que mejorava la ventura del que havía nacido, por ser más próspera, porque este chicome cóatl era signo de todos los mantenimientos y bien afortunado, y era séptimo, el cual número era bien afortunado. La quinta casa de este signo se llama maculli calli; y la sexta chicuacen cuetzpalin. Dezían que eran mal afortunadas, porque estas dos eran casas del dios Macuilxúchitl y Mictlantecutli. Cualquiera que nacía en estas dos casas de estos signos, siendo ahora fuesse varón, ahora hembra, era mal afortunado y mal acondicionado y desventurado y reboltoso y pleitista y alborotador, al cual, cuando reprehendían, dizían de él: "Es vellaco y de mala condición porque nació en tal signo". Y los maestros de esta arte dezían que mejorava la mala ventura del que havía nacido si no se baptizava luego en este signo en que nació, mas difiríanlo hasta la séptima casa de este signo, que se llamava chicome cóatl, porque remediaría si hiziesse penitencia, pues dezían que el séptimo número de todos los signos era bien afortunado y próspero, porque siempre lo atribuían a Chicomecóatl. La octava casa de este signo se llamava chicuei miquiztli. Dezían que era de mala fortuna, y también la nona, que era chicunaui máçatl, porque dezían que todas las nonas casas eran mal afortunadas. Y los que nacían en alguna de estas casas eran malquistos y mal afortunados y aborrecidos de todos, y tenían todas las malas inclinaciones y vicios que hay. Y para remediar esta su desventura dezían los maestros de esta arte que se baptizasse en la casa siguiente, que se llama matlactli tochtli, porque de allí se le pegasse alguna buena ventura, porque todas las décimas casas tienen algún bien.
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Capítulo treze De los afectos y lenguaje que usa el que responde por el señor a los oradores cuando el señor no se halla para responder. Es oración de algún principal o amigo o pariente del señor, bien hablado y bien entendido. Usa en ella de muchos colores retóricos ¡Oh, hombre sabio y venerable! Por cierto vos havéis dicho palabras muy preciosas y de grande estima, las cuales dexaron muy guardadas y atesoradas, como cosa muy preciosa, los señores y reyes que nos precedieron, porque son palabras de madres y padres de la república, preciosas como piedras ricas que se llaman chalchihuites y zafiros y otras piedras preciosas. Havéislas muy bien pronunciado en presencia de nuestro señor y rey muy amado N, el cual es reliquia de los señores y principales que passaron. Hasse endereçado vuestra oración para esforçarle y animarle para el oficio que le ha sido dado, y también para honrarle conforme al estado que tiene. Este servicio y esta honra no la echará en olvido el señor N si no fuere que luego al principio de su reino le saque nuestro señor de este mundo y le ponga entre las nieblas y tinieblas de la muerte. Y si por ventura tuviere dios por bien que este pobrezito dure algunos años en el regimiento de su reino y fueren dignos de tenerle por algunos años sus vasallos, como a manera de sueño, él lo gratificará y aun lo tendrá en la memoria para regirse a sí mismo como conviene. Y si por ventura, porque el estado de los señores es muy peligroso y los tronos y estrados reales tienen grandes resbaladeros y grandes dificultades, por razón de las palabras duras de los embidiosos y de las saetas o dardos de palabras que arrojan los ambiciosos, que son así como bramidos que vienen de los pueblos y reinos circunstantes, donde están muchos amenaçando y amagando con piedras y dardos de palabras sobervias y imbidiosas, le hizieran olvidar unas cosas tan raras y tan necessarias y tan preciosas y tan dignas de ser encomendadas a la memoria, hará de su daño. Y si lo guardare y encomendare a la memoria, y si se aprovechare de ello, a él le vendrá el provecho que ya está puesto en el juego de la pelota, y le han puesto guantes de cuero y cincho de cuero para herir a la pelota para que la buelva al que se la arrojó en el juego, porque el negocio de regir es bien semejante al juego de la pelota y al juego de los dados. ¡Oh, dios! ¿Y quién sabe lo que tiene dios determinado en este negocio, si por ventura será digno de perseverar en su dignidad y reino, o si, por ventura de presto le será quitada la dignidad y honra del señorío y nuestro señor dios se la da solamente a oler y a ver, y que en breve passe como sueño? ¿Por ventura mañana o ese otro día se enojará de él nuestro señor dios, que haze: variar las cosas humanas y rige como le parece los reinos y señoríos? Y por ventura le quitará lo que le ha dado, el reino y la honra, que es cosa propria suya y de ningún otro, y lo desechará para que viva en pobreza y en menosprecio, como en el estiércol y en la hez. Y si por ventura veniere sobre él lo que merecemos todos los hombres, que es enfermedad de ceguedad o tollimiento o muerte, y lo ponga debaxo de sus pies, embiándole al lugar donde havemos de ir todos, y de aquí entenderemos que no tiene dios determinado que esté en honra ni en dignidad. ¡Bienaventurados los amigos y conocidos de dios, que pacíficamente y con asosiego y después de muchos días mueren en sus señoríos, en sus reinos! ¡Bienaventurados aquellos que con paz y asosiego biven y reinan en sus señoríos orando a dios! ¡Bienaventurados aquellos que son gloria y fama de sus antepassados, padres y madres y abuelos y tatarabuelos, en los cuales floresció el señorío y reino, y augmentaron y ensallaron sus reinos y señoríos! ¡Bienaventurados aquellos que dexaron esta fama a sus sucessores! Y agora este nuestro electo, ¿por ventura bolverá atrás de su elección? ¿Por ventura asnconderse ha? ¿Por ventura ausentarse ha? ¿Por ventura bolverá atrás, y dexarse ha de cumplir la palabra de nuestro señor dios, y su querer, y la voluntad del pueblo que le eligió? ¿Qué conocimiento tiene de dios? ¿Es suficientemente avisado? ¿Conócesse a sí mismo? ¿Por ventura, es prudente; es sabio? ¿Alcança cumplidamente lo que ha de hablar? Pienso que no. ¿Por ventura, andando el tiempo en presencia de algunos cayerá? Esto ni lo sabemos ni quiçá lo veremos, porque está en la mano de nuestro señor dios. A nosotros nos conviene rogar por él y tener confiança en dios, que lo hará bien. Honrado orador, havéis hecho liberalidad y merced a vuestro pueblo con haver esforçado y animado a nuestro señor con vuestra oración, con vuestras palabras. los, señor, a descansar y reposar, que muy bien lo havéis hecho.
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Capítulo treze De cómo se començava el banquete o fiesta y de lo que en él pasava Lo primero que hazía el que hazía la fiesta o banquete era proveer que se hizessen muchos tamales en su casa. Y dava el grandor que havían de tener. También se avenía con los que hazían tamales por los pueblos circunstantes para que truxessen tamales y gallinas a su casa para aquel día. Haviendo ya proveído de todo lo necessario, embiava a llamar los doze pueblos para que supiessen el día del combite. Y primerarnente ataviava a los esclavos que havían de morir. Dávalos mantas y mastles a los hombres, y a las mugeres sus huipiles y naoas con cortapisas. Y poniálos sus orejeras de cuero con sus pinjantes y también beçotes corbos, con unos papeles que se llaman amapatlachtli, en las cuales estavan enjertos unos quetzales que se llaman quetzalyacauitztli. Estavan atados los papeles y quetzales con hilos colorados a las orejas. Y poníanlos en las gargantas de los pies unos caracolitos mariscos enjeridos en unas tiras de cuero de tigres, como calçuelas, los cuales caracolillos colgavan de las calçuelas. También les colgavan en las sienes un cuero amarillo, pintado con tiras de oro, y tiras de turquesas entrepuestas las unas a las otras. En las estremidades de este cuero colgavan unas avaneridas coloradas, entrepuestas unas piedras de espejo, y también unos cabellos entrepuestos a las avaneras y a las cuentas de espejo; y por esso se llamava petzotzocolli. Ataviados de la manera ya dicha, luego les hazían bailar o hazer areito sin cesar. Siempre traian unos sartales de flores y unas guirnaldas de flores. También traían sus rodelas de flores y sus cañas de humo que andavan oliendo y chupando. De la misma manera ataviavan a la mugeres con sus huipiles y sus naoas, y con sus cotaras nuevas, con sus flores y cañas de humo, y con sartales de flores y guirnaldas. Traían los cabellos atados unos cordones de algodón floxo de muchos colores, colorados, amarillos, açules, negros, blancos, torcidos con pluma blanca. Estando con sus atavíos, a la medianoche poníanlos en sus estrados de petates y icpales. Luego les davan comida y bevida. Honrándolos mucho, poníanlos en el çaguán de la puerta para que los viessen todos los combidados. Esto es lo que se dixo arriba que se publicava el combite. Toda la noche comían y bevían los que ivan y venían en aquella casa. Después de haver comido y bevido y recebido cañas de humo y otros dones, salíanse y ívanse a sus casas. Otro día siguiente hazían los mesmo; y llamavan a este segundo día tlaixnextta. EI tercero día comían y bevían y davan dones de la misma manera; llamavan a este día teteualtla, porque entonces ponían a los esclavos que havían de morir unas cabelleras hechas de pluma rica que se llaman xinapállotl. Eran hechas de plumas de muchas colores, de plumas blancas, que colgavan como cabellos. Y poniánlos unas orejeras de palo, pintadas de diversas colores. Colgávanlos de las narizes unas piedras negras anchas, hechas a manera de mariposa, y vestíanlos unas xaquetas que llegavan hasta los muslos con unas orillas deshiladas. A esta xaqueta llamavan teuxuicolli. Estavan pintadas con açul claro y con tinta negra, y con colorado. Y las pinturas eran cabeças de muertos, con huessos de muertos, puestos en cuadra. Ivan ceñidos con unos ceñideros que se llamavan xiuhtlalpilli. Poníanles en los hombros unas alas de gavilanes que llamavan tlómaitl. Estavan las alas rebueltas con papel los cabos de ellas, y asidas a las xaquetas. Estava pintado aquel papel de diversas colores entrepuestas, colorado y negro, rebuelto con marcaxita, y de los codos arriba llevavan unas ajorcas de una parte, en el uno de los braços, que se llamavan matacaxtli. En la otra mano, que es la izquierda, poníanle en la muñeca uno como manípulo, y dávanles unas cotaras teñidas de negro rebuelto con marcaxita que llaman itzcacili. Y también les davan entonce compañía que los guardassen de noche y de día hasta que los matavan. A estás guardas los llamavan inteancauan o inpaoácauh. Otras dos mugeres les davan para que les lavassen las caras, que nunca los dexavan hasta que murían. Davan precio a estos sobredichos, porque los guardavan; su precio era mantas que se llamava nochpallaxochyo, y también mastles que se llamava yacaufac, y también sus cotaras. Y a las mugeres que les lavavan las caras dávanlas naoas y huipiles, y componiánlas con plumas coloradas los pies y los braços y la cara.
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De lo que el capitán hizo habiendo recibido la cédula referida Viendo la flojedad de esta cédula, y que faltaban en ella muchas cosas de las que yo había pedido y tenía precisas para mi jornada, volvía a hacer instancia en el Consejo de Estado que se me concediesen; y di para ello diferentes memoriales, y otros en que representé los daños que había de dilatar esta jornada, y que ya los enemigos ingleses y holandeses tenían noticia de ella, y que si no las ocupábamos, primero, podría ser que se apoderasen de aquellas tierras y mares. Lo que resultó de esto fue detenerme más, y mandar que para mi sustento se me diese cierta cantidad de dineros cada mes, y tres mil ducados de ayuda de costa por una vez, para pagar mis deudas, los cuales nunca se acabaron de cobrar. Esotros me fue dando de su mano el buen secretario Antonio de Aróztegui. Di también otro memorial en que propuse el modo que pensaba tener en descubrir y poblar y gobernar aquellas naciones, huyendo de los daños que por ir por otros caminos se habían conocido en las demás descubiertas. Todo se oía y recibía bien; pero mi desgracia dilataba el despacho; y al cabo de muchos años el secretario Juan de Eiriza, me leyó y dio un papel que decía: "Lo resuelto por Su Majestad en los particulares del capitán Quirós: que en cosa tan grande es menester ir con mucha siguridad y saber de cierto lo que es, y Su Majestad holgara que le ayuden a descubrir lo que Quirós desea; y para esto vuelva al Perú y siga las órdenes que el virrey le diere, asegurándele que se le hará merced como si él solo lo descubriese." A este decreto respondí lo que me pareció convenir, volviendo por mi honra y la de mi causa, y afirmando que no había de ir sino con papeles y recaudos bastantes y muy claros y firmes. Pero mientras más andaba el tiempo, más me iba atrasando en mi pretensión, por los contrarios que en ella tuve, y la poca confianza que se debía tener de mi persona, y de lo que prometía. Y como el Consejo de Estado no quiso resolver nada en este particular sin remitirlo al Consejo de Indias, se empeoró mucho mi causa, y don Luis de Velasco, que había venido por presidente de este Consejo, en lugar de alentarla por ser el que dio principio a ella en el Perú, y tener tanta noticia de la verdad que trataba, fue el que más me desfavoreció. Y últimamente, habiendo por este tiempo proveído por virrey del Perú a don Francisco de Borja, príncipe de Esquilache, y se conformaron entrambos Consejos en mandarme que me viniese con él, asegurándome que traía muy apretada orden de S. M. para despacharme llegado que fuese al Callao, y disponer todo aquello que yo le dijese ser necesario para mi jornada; en esta razón se hizo una junta en casa del presidente de Indias, en que se halló el nuevo virrey y me afirmó que era cierto lo que se me trataba, y podía fiarme de él, y que si tuviera mi despacho el menor dolo no se encargara de él por el valor de todo el mundo, porque era celoso de su reputación. Con esto, viendo que en tantos años no había podido negociar otra cosa, y que tenía tan acabada la vida como la paciencia, me determiné de poner en sus manos la obra y la persona; y él me dijo: --Déjeme y verá lo que hago. Habléle después diferentes veces y procure enterarle de mi causa, y de lo necesario para ella, porque desde acá fuese dispuesto, y con ocasión de haber de enviar a Roma a pedir ciertas gracias a Su Santidad le pedí y me dio la certificación siguiente: "Don Francisco de Borja, príncipe de Esquilache, conde de Mayalde, gentil-hombre de la Cámara del Rey nuestro señor, y su virrey y capitán general de los reinos del Perú. Certifico: que Su Majestad me manda que lleve en mi compañía al capitán Pedro Fernández de Quirós, para que desde el puerto del Callao te despache a la población de la tierra Austrial; y que esto sea cuando yo juzgare que es conveniente, y el estado de las cosas del Perú dieren lugar para cumplirse. Dada en Madrid a veinte y uno de octubre, año de mil seiscientos y catorce."