La campaña de Egipto
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Datos principales
Desarrollo
El 19 de mayo de 1798, una gran flota, integrada por 13 buques de línea y más de trescientas fragatas, corbetas y navíos de transporte de todo tipo, aguardaba en el puerto de Tolón, en el Sur de Francia, la llegada del dominador de Italia, Napoleón Bonaparte . Con él partían a la conquista de Egipto los más famosos generales del Ejército francés: Kléber, Berthier, Lannes, Murat , Desaix, Dugua o Reyner. Encabezaban un ejército de 32.300 hombres, veteranos seleccionados, bien surtidos de municiones, artillería, caballos, víveres y todo tipo de material necesario para una rápida campaña militar. A bordo se encontraba también un grupo de 175 ingenieros y científicos -o sabios, como se les denominaba popularmente- como el geólogo Dolomieu, el químico Comté, el naturalista Saint-Hilaire o los médicos Larrey y Desgenettes, cargados de libros y de instrumental científico, a quienes Bonaparte había encomendado la tarea de estudiar y civilizar las tierras que conquistaran sus tropas. A media mañana, con Napoleón y su séquito instalados en el Orient, el buque insignia del almirante François-Paul Brueys d'Aigalliers, la flota se hizo a la vela, rumbo a Levante. Comenzaba así una extraña aventura, con la que el Directorio aspiraba a poner contra las cuerdas a su rival, la Gran Bretaña, y a dar un largo trabajo al inquieto Bonaparte, lejos de los círculos de la política parisina. El destino del ejército de Napoleón era un secreto bien guardado.
En París se especulaba con que la flota se dirigía a Sicilia, posesión de los Borbones napolitanos, aliados de Inglaterra. Más tarde, los periódicos informaron de que el destino era Irlanda, e incluso dieron la noticia de que el desembarco había tenido éxito. El espionaje británico estaba desconcertado y, en Londres, el Almirantazgo carecía de noticias fidedignas. Éstas comenzaron a llegar a partir del 9 de junio. Ese día, los franceses tomaron Malta, gobernada por los caballeros de la Orden de San Juan, prácticamente sin resistencia. Tras descansar una semana, la expedición se hizo nuevamente a la mar, rumbo a Egipto. Hasta ese momento, la Escuadra británica del Mediterráneo, fondeada en Gibraltar, había visto su actividad paralizada por todo tipo de rumores y, más tarde, por una violenta tormenta que dispersó sus barcos. Pero la noticia de la ocupación de Malta permitió al almirante Horatio Nelson localizar al enemigo y partir inmediatamente rumbo al Este. Navegando a gran velocidad, la escuadra británica rebasó a la francesa durante la noche a la altura de Creta. Cuando amaneció, las dos formaciones ya estaban fuera del alcance de la vista. Consciente de lo vital que resultaba la ruta de la India, Nelson estaba convencido de que el destino de Bonaparte era Egipto, pero, al no hallar a los franceses en Alejandría, supuso que se dirigían hacia otros puntos de importancia estratégica. Durante semanas, la escuadra británica recorrió el Mediterráneo, tocando en posibles objetivos del desembarco, desde Siracusa hasta Morea. Mientras tanto, la fuerza expedicionaria francesa completaba su viaje. El 27 de junio, avistó la costa egipcia en Marabú, cerca de Alejandría. Napoleón veía cercano el comienzo de su gran sueño: conquistaría Oriente al frente de sus tropas, extendería por el mundo musulmán las conquistas civilizadoras de la Revolución y emularía la gloria de Alejandro Magno llegando hasta la India.
En París se especulaba con que la flota se dirigía a Sicilia, posesión de los Borbones napolitanos, aliados de Inglaterra. Más tarde, los periódicos informaron de que el destino era Irlanda, e incluso dieron la noticia de que el desembarco había tenido éxito. El espionaje británico estaba desconcertado y, en Londres, el Almirantazgo carecía de noticias fidedignas. Éstas comenzaron a llegar a partir del 9 de junio. Ese día, los franceses tomaron Malta, gobernada por los caballeros de la Orden de San Juan, prácticamente sin resistencia. Tras descansar una semana, la expedición se hizo nuevamente a la mar, rumbo a Egipto. Hasta ese momento, la Escuadra británica del Mediterráneo, fondeada en Gibraltar, había visto su actividad paralizada por todo tipo de rumores y, más tarde, por una violenta tormenta que dispersó sus barcos. Pero la noticia de la ocupación de Malta permitió al almirante Horatio Nelson localizar al enemigo y partir inmediatamente rumbo al Este. Navegando a gran velocidad, la escuadra británica rebasó a la francesa durante la noche a la altura de Creta. Cuando amaneció, las dos formaciones ya estaban fuera del alcance de la vista. Consciente de lo vital que resultaba la ruta de la India, Nelson estaba convencido de que el destino de Bonaparte era Egipto, pero, al no hallar a los franceses en Alejandría, supuso que se dirigían hacia otros puntos de importancia estratégica. Durante semanas, la escuadra británica recorrió el Mediterráneo, tocando en posibles objetivos del desembarco, desde Siracusa hasta Morea. Mientras tanto, la fuerza expedicionaria francesa completaba su viaje. El 27 de junio, avistó la costa egipcia en Marabú, cerca de Alejandría. Napoleón veía cercano el comienzo de su gran sueño: conquistaría Oriente al frente de sus tropas, extendería por el mundo musulmán las conquistas civilizadoras de la Revolución y emularía la gloria de Alejandro Magno llegando hasta la India.