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Datos principales


Desarrollo


Una vez establecidos los postulados formales que definen la producción huguetiana, hemos de aproximarnos al análisis de los ciclos de imágenes representados en ella. En especial nos interesará abordar las cuestiones referentes al desarrollo iconográfico que se observa en los diferentes retablos ejecutados por el pintor desde mediados del siglo XV, a buen seguro, el grupo principal y más característico de toda su actividad profesional. Dada la uniformidad de la estructura-soporte a la que se adaptan, los amplios programas de todas estas obras ofrecen una gran homogeneidad conceptual, determinada por el carácter que asume cada una de las escenas según el lugar que ocupan en el marco del conjunto monumental. En definitiva, se trata de reseguir cómo Huguet aplica en sus obras un esquema iconográfico tradicional que, desde el siglo XIV, es utilizado para incorporar los diferentes ciclos cristológicos, marianos o hagiográficos a la tipología del retablo. En primer lugar constatamos la presencia habitual, en la tabla central del conjunto, de la imagen mayestática del santo titular. A excepción de los retablos pictórico-escultóricos, donde se sustituye por una talla de madera (piezas dedicadas a san Agustín y a san Vicente), este tipo de representación se observa en el resto de las obras realizadas para las cofradías y parroquias barcelonesas (retablos de san Antonio; san Abdón y san Senén; san Bernardino y el Ángel Custodio, y san Miguel).

Sin duda conscientemente se ha pretendido que, al estar inmersas en un clima de intemporalidad e inmutabilidad eternas, estas solemnes figuras de personajes sagrados -identificables por sus atributos propios- adquieran un fuerte sentido icónico. De esta manera, el espectador pasa a contemplar a unos seres superiores, sobrenaturales, partícipes de la esencia misma de una divinidad que se revela a través de la brillante atmósfera creada por los fondos dorados. Como también es norma en los retablos góticos, la tabla superior de la calle central -el ático- es reservada escrupulosamente a la Crucifixión, una conmovedora imagen de carácter redentor y eucarístico. En la mayoría de sus versiones sobre el tema, Huguet repite, con escasas variaciones, un esquema basado, en gran medida, en la tradición autóctona. Esto se constata, por ejemplo, en la presencia del obispo que simboliza al sacerdote de la Antigua Ley (retablos de san Antonio y de san Miguel), un detalle que ya encontramos en obras de Borrassá y Martorell (Yarza). En un sentido más amplio, la misma organización y disposición de los diferentes grupos de personajes que asisten a la agonía de Cristo, también resulta deudora de composiciones anteriores, especialmente debidas a Martorell, caracterizadas por una espectacular y animada recreación de la escena. Por su parte, en los retablos huguetianos la zona más próxima al fiel, el bancal, no presenta una homogeneidad iconográfica similar a las observadas en la tabla central y el ático.

Así, mientras en los conjuntos encargados por los tratantes de ganado y el condestable Pedro, la predela está formada por varias tablas con imágenes a cuerpo entero de diferentes santos, en los retablos de los freneros y de los esparteros y vidrieros se ha optado por otorgar una gran relevancia al tema de la Piedad -muy extendido en la tardía Edad Media, en parte, por su lectura sentimental y emotiva del dolor de la Madre ante la muerte del Hijo-. En otros ejemplos, como en la obra destinada a los parroquianos de San Pedro de Terrassa, incluso se adopta un esquema paralelo al del cuerpo superior, mediante la representación de un pequeño ciclo hagiográfico dedicado a los santos Cosme y Damián. Imagen mayestática del santo titular, Crucifixión y representaciones del bancal, constituyen los tres componentes estáticos del retablo. Su complemento dialéctico, que permite obtener un equilibrio en las funciones del conjunto, se encuentra precisamente en la historia del propio santo, desarrollada en clave narrativa a lo largo de los compartimentos laterales. Un apartado, compuesto por la sucesión continua de varios episodios escogidos de la leyenda hagiográfica, que Huguet refleja pictóricamente de manera clara y elemental para así facilitar la lectura de todo tipo de espectadores, tanto cultos como iletrados. De aquí que nunca utilice las, en ocasiones, complejas metáforas del naturalismo simbólico flamenco. Durante la Edad Media, la atracción general hacia lo maravilloso y lo sobrenatural hizo que ambos aspectos se convirtieran en recursos utilizados con extrema frecuencia por la Iglesia, dada su eficacia, para conseguir una mayor adhesión de los fieles a los principios morales y doctrinales.

Con esta finalidad proselitista y pedagógica, en las obras de Huguet se aplican dichos recursos a las figuras de los santos, transformados así en héroes ejemplares capaces de llevar a cabo los más extraordinarios prodigios y milagros (retablos de san Antonio; san Miguel, y san Bernardino y el Ángel Custodio). Su fuerza sobrenatural se revela también en aquellas escenas de la leyenda donde la posesión de una fe inquebrantable permite a san Antonio superar múltiples tentaciones del Maligno, o a los santos Vicente, Abdón y Senén triunfar ante el acoso de los gobernadores paganos y sus secuaces por medio de un glorioso martirio. Este último, caracterizado por horrorosas torturas, pone de manifiesto otro aspecto: el gusto, incluso la complacencia, del público y los clientes por las escenificaciones truculentas y morbosas de estos pasajes hagiográficos. De hecho, del mismo modo que los predicadores tardomedievales se adaptaban a la psicología popular, introduciendo en los sermones formas burlescas y elementos truculentos para así mantener la atención de un auditorio inconstante y distraído, la cristalización plástica de las cruentas imágenes martiriales debe considerarse como un inteligente recurso del pintor en su deseo de obtener la complacencia de los clientes. La creencia en los poderes taumatúrgicos de las reliquias santas se corresponde igualmente con una mentalidad medieval que, si bien no experimenta ninguna atracción respecto a los fenómenos cotidianos repetidos de forma regular, en cambio se emociona hasta la exasperación frente a lo extraordinario y anormal (Le Goff).

Las imágenes de la peregrinación a la tumba del santo (retablos de san Antonio y san Vicente), expresan con elocuencia la búsqueda, emprendida por todos los miembros de la sociedad medieval, desde los más desfavorecidos a la misma aristocracia, de una acción sobrenatural y milagrosa que asegure la curación física o espiritual del individuo. No es extraño encontrar la representación en ambas obras de tales escenas de culto a las reliquias, si tenemos en cuenta que al mismo tiempo la documentación nos ofrece datos sobre el gran interés de las cofradías barcelonesas por la colección de la más variada gama de estas piezas -conservamos, por ejemplo, el fantástico inventario de los tenderos y revendedores-.

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