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Datos principales


Rango

Andes meridionales

Desarrollo


El área de los Andes meridionales comprende dos tercios del norte de Chile, las tierras altas del sur de Bolivia y el noroeste de Argentina. Es una gran región semiárida, de desiertos costeros, altas punas y valles montañosos. En el área se consideran doce subdivisiones culturales que se corresponden, en gran medida, con divisiones ambientales y entre las que destacamos, por su mayor complejidad artística, el noroeste de Argentina, que comprende la Puná, la Quebrada de Humahuaca, las Selvas Occidentales y la Valliserrana. Es una variada región, de grandes diferencias ambientales, con zonas semidesérticas y otras que permitieron la agricultura y que a lo largo del tiempo contempló el asentamiento de culturas diferentes, relacionadas o no. Todas dejaron una gran variedad de expresiones artísticas que refieren a uno de los más complejos desarrollos culturales del área, aunque sin llegar nunca al nivel de los Estados de Perú. Todas estas culturas se conocieron hasta fechas recientes con el nombre genérico de Diaguitas, nombre que corresponde al del pueblo que estaba allí asentado en época de la conquista, pero que fue precedido de otros muchos. Aunque faltan todavía investigaciones en profundidad para esta región nordestina sabemos que hasta el 500 a. C. no hace su aparición la agricultura y la cerámica, pero será a partir del 600 d. C., con influencias claras del altiplano de Bolivia y más concretamente de Tiahuanaco, cuando las adaptaciones locales anteriores dedicadas a una horticultura incipiente y a la ganadería se transforman en sociedades más complejas, con indicios incluso del surgimiento de una estructura de clases y un gran florecimiento artístico, sobre todo en lo relativo a la cerámica.

A partir del 1000 d. C. la aparición de poblados concentrados y fortificados habla de una época belicista y de fuerte competencia entre los señoríos regionales, llegando la unificación cultural de la región de la mano de los ejércitos incaicos a partir de 1450. Poco sabemos de las creencias religiosas de estos pueblos. El motivo del felino, a veces con rasgos antropomorfos, es una constante en la representación artística y los objetos dedicados a servir exclusivamente como ofrendas funerarias nos hablan de una costumbre muy extendida en todo el ámbito andino. Por otra parte, la indudable calidad de la cerámica y la existencia de una compleja orfebrería, con el trabajo del bronce, poco común en América, nos revela la presencia de artistas especializados y, por lo tanto, de sociedades relativamente complejas.

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