Venecia en los siglos XVII y XVIII: la lenta decadencia
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Datos principales
Desarrollo
En el siglo XVII la República Serenísima, prototipo de ciudad-Estado, comprendía la provincia del Véneto, una parte de Istria, casi toda Dalmacia y las islas Jónicas; gobernada por un sistema oligárquico-ciudadano cuyos miembros estaban inscritos en el "Libro d'Oro" de la ciudad, seguía estando viva a comienzos de la centuria gracias a su activo comercio , aunque sus iniciativas expansionistas quedarán abandonadas en 1718 con la pérdida de Morea -Creta le había sido arrebatada en 1669- y conservando únicamente sus enclaves en la costa yugoslava, donde bullía ya un cierto nacionalismo antiveneciano. El período que nos ocupa está marcado por la estabilidad, y por un cierto retroceso en el comercio mediterráneo, en parte por la concentración de la propiedad agraria, la vigencia de una agricultura tradicional y la decadencia de la clase dirigente. En efecto, la estabilidad política proviene de la constancia de los ingresos comerciales, dándose muchas exportaciones de cerámicas, objetos de vidrio y obras de arte, llegando a declararse la ciudad puerto franco en 1735; en parte también de una clase política conservadora, anclada en las instituciones tradicionales y dominada por la aristocracia (Gran Consejo de Nobles, Senado y Señoría) opuestos a cualquier conato de reforma, y por último, se debe también a una política de neutralidad en la escena internacional. No obstante, en la segunda mitad del siglo XVIII algo cambió en el panorama político culminando una intensa legislación reformadora, gracias al pensamiento ilustrado , que impulsaría notablemente el desarrollo económico: abolición de los derechos de pastos concedidos a los propietarios ganaderos en determinadas zonas de la llanura véneta, puesta en cultivo de tierras baldías, coto al aumento de las propiedades eclesiásticas, mejora del sistema hacendístico y una redistribución de los impuestos, desarrollo de ciertas industrias (talleres de lino, algodón y lana) y supresión de aduanas internas.
Estas transformaciones, aunque no fueron acompañadas de cambios en el terreno institucional, permitieron la aparición de una nueva burguesía en ciudades secundarias y centros rurales, ligada al comercio local, pequeñas industrias o el ejercicio de profesiones liberales. A pesar de sus intentos de neutralidad, la intención austriaca de implantarse en el Mediterráneo hizo que Viena ofreciera en 1747 a la república una permuta de territorios que hubiese supuesto la libre comunicación entre la Lombardía habsburguesa con el Trentino, principado arzobispal, feudatario del Imperio. Dicha negociación no dio ningún fruto. A pesar de que las bases económicas tradicionales en Venecia parecían haberse roto y que las arcas estaban cada vez más vacías, la ciudad no perdía el encanto para los extranjeros. Cada vez un mayor número de visitantes se acercaba a la Ciudad de los Canales, no sólo por razones comerciales sino para disfrutar de las continúas fiestas -el carnaval parecía durar todo el año-, de las salas de juego -ridotti- que abundaban en todos los rincones y de los lujosos burdeles -también de los no tan lujosos-. El dinero se lapidaba en una continua juerga que era famosa en todos los ambientes aristocráticos de Europa. La lenta decadencia veneciana se consolidó cuando el 12 de mayo de 1797, el Gran Consejo declaraba la disolución de la Serenísima República de Venecia. La orden venía impuesta por expreso deseo de Napoleón y poco después las tropas francesas entraban en la ciudad. Napoleón había prometido importantes reformas que nunca se pusieron en marcha, ya que el hábil político francés había negociado con Austria la entrega de la ciudad a cambio de otros territorios. Desde 1797 Austria domina la región del Véneto como una provincia más de su imperio, residiendo en Venecia un regente del emperador, al tiempo que existía una fuerte competencia política con Milán. El dominio austriaco fue en un primer momento muy perjudicial para la región septentrional de Italia, ya que los tributos y los aranceles eran muy gravosos para toda la población, eliminando cualquier posibilidad de negocio.
Estas transformaciones, aunque no fueron acompañadas de cambios en el terreno institucional, permitieron la aparición de una nueva burguesía en ciudades secundarias y centros rurales, ligada al comercio local, pequeñas industrias o el ejercicio de profesiones liberales. A pesar de sus intentos de neutralidad, la intención austriaca de implantarse en el Mediterráneo hizo que Viena ofreciera en 1747 a la república una permuta de territorios que hubiese supuesto la libre comunicación entre la Lombardía habsburguesa con el Trentino, principado arzobispal, feudatario del Imperio. Dicha negociación no dio ningún fruto. A pesar de que las bases económicas tradicionales en Venecia parecían haberse roto y que las arcas estaban cada vez más vacías, la ciudad no perdía el encanto para los extranjeros. Cada vez un mayor número de visitantes se acercaba a la Ciudad de los Canales, no sólo por razones comerciales sino para disfrutar de las continúas fiestas -el carnaval parecía durar todo el año-, de las salas de juego -ridotti- que abundaban en todos los rincones y de los lujosos burdeles -también de los no tan lujosos-. El dinero se lapidaba en una continua juerga que era famosa en todos los ambientes aristocráticos de Europa. La lenta decadencia veneciana se consolidó cuando el 12 de mayo de 1797, el Gran Consejo declaraba la disolución de la Serenísima República de Venecia. La orden venía impuesta por expreso deseo de Napoleón y poco después las tropas francesas entraban en la ciudad. Napoleón había prometido importantes reformas que nunca se pusieron en marcha, ya que el hábil político francés había negociado con Austria la entrega de la ciudad a cambio de otros territorios. Desde 1797 Austria domina la región del Véneto como una provincia más de su imperio, residiendo en Venecia un regente del emperador, al tiempo que existía una fuerte competencia política con Milán. El dominio austriaco fue en un primer momento muy perjudicial para la región septentrional de Italia, ya que los tributos y los aranceles eran muy gravosos para toda la población, eliminando cualquier posibilidad de negocio.