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Datos principales


Rango

XX9

Desarrollo


La postura dadaísta ante la mecanización creciente de la vida es ambigua. Se ha perdido el entusiasmo futurista y lo que queda son sentimientos complejos de atracción y repulsión; pero, sobre todo, una mirada cargada de ironía frente al optimismo anterior. En ese marco irónico se produce un intercambio de papeles entre el hombre y la máquina. Esta se comporta como un ser humano, funciona de manera metamecánica, como ha señalado Merchán. En las obras de Picabia, desde 1915, como en las de Duchamp o Man Ray, las máquinas se humanizan, sienten como seres humanos, aman y desean (La Novia de Duchamp). Picabia hace retratos, fundamentalmente irónicos, que son máquinas (Gabrielle Buffet, Marie Laurencin, Stieglitz como máquina de fotos y él mismo como claxon de automóvil, una de sus pasiones) y plantea, como hará Duchamp con mayor profundidad, los comportamientos más íntimos y complejos de los humanos a través de estructuras mecánicas, como Parade amoureuse, de 1917 (Chicago, col. particular) o El novio (1916-7, St. Etienne, Musée de I'art et l´industrie).A la vez, el ser humano se convierte en máquina, se robotiza, como sucede con los maniquíes de Grosz, compuestos de piezas más que de miembros, sin cerebro ni corazón o con ellos mecánicos, como la Cabeza mecánica, de Haussmann (1919-20, París, Centre Pompidou), El Montador John Heartfeld, tras el intento de Franz Jung de ponerle en pie, de Grosz (1920, Nueva York, MOMA), o El psiquiatra, de Schwitters (1919, Madrid, col. Thyssen).Por otra parte, el deseo de asepsia, de negar toda huella artística, de eliminar la emoción e incluso la subjetividad, de borrar la presencia del autor, propia del mundo de la técnica, es uno de los elementos esenciales que subyace en muchas de las actividades dadaístas: los retratos-máquina, de Picabia, los ready-mades, fotomontajes, collages, poesía abstracta, obras colectivas, etcétera.

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